le pregunta y
responde
La Arqueología es una apasionante aventura. Nos ubicamos en la cuarta dimensión e iniciamos un viaje imaginario en el tiempo para retroceder y hurgar en el fondo de los siglos en busca de gestas olvidadas. Las cortinas del tiempo se descorren y vemos cómo vivieron los hombres en los albores de la historia.
Los pueblos de nuestros antepasados tuvieron su momento en la historia y luego se perdieron en el pasado. La madre tierra recogió amorosamente en su seno los restos de sus hijos conservando en sus entrañas y a través de los siglos, el testimonio de su existencia.
La madre tierra nos brinda ese mudo testimonio del monumento que llega hasta nosotros, con su mensaje desde el fondo de los siglos.
Su exhumación nos convoca, nos incita y nos apasiona. Allí está la vieja historia en millares de páginas inéditas que, en manos prudentes y movidas con amor, nos devolverán las mil secuencias del gran escenario prehistórico.
Rescataremos hilvanada y restaurada la epopeya perdida, reivindicándola para nosotros y para ofrecer a las generaciones del futuro el precioso don del pasado.
El monumento encierra siempre un mensaje. Descubrir, interpretar, develar o traducir ese mensaje, es el principal objetivo de la investigación.
Recordamos que es monumento todo resto o testimonio que nos ha quedado de la presencia o actividad del hombre en el pasado. Es el documento claro y convincente para la reconstrucción histórica. Testimonios mudos donde ha de jugar la prudencia, la intuición y la deducción a fin de ir colmando espacios, poner nuevamente en ellos vida, movimientos y sentido para hacer surgir de las ruinas informes el verdadero panorama del proceso humano.
Cuando introducimos las manos en la tierra en busca del monumento, sentimos que las enterramos en el tiempo y hasta en el rumor del zapapico hurgando en los estratos nos parece percibir los primitivos ecos de la actividad del hombre que labora, su canto a la vida y al trabajo y el mismo bullicio de los pájaros, se nos antoja un coro de voces infantiles que nos llega desde las entrañas de la tierra. Es el reclamo de este suelo que “agarra”, atrae y da vértigo. Es el amor del hombre por su tierra lo que empuja con una curiosidad insaciable, con fervor y una paciencia inagotable en el afán de evocar la vida primitiva de los hombres que habitaron este suelo.
El período ocupado por la historia escrita es sólo una fracción de nuestros anales. La Arqueología permitirá asistir al primer acto para levantar la bruma que aún cubre el horizonte y pueda conocerse la verdadera dimensión en el tiempo, del desarrollo humano.
Y... ¡allá vamos!... ¡con la pala!...
El testimonio de la arqueología es irrefutable porque aporta como testimonio al monumento mismo. La arqueología, frente al monumento, descubre al artista y lo propone.
Muchos no pueden asociar al no ilustrado con el arte y no lo conciben en una actitud de crear belleza o sensible al gozo estético.
En este momento de revisión histórica, queremos recrear al aborigen como fue: indio y artista. Queremos mostrar lo que nuestros antepasados prehistóricos fueron capaces de elaborar con un poco de arcilla y una espina o un punzón de hueso.
Además, la eficacia del artista se manifiesta a través de un ponderable virtuosismo manual que lo ha llevado a crear belleza, el componente estético que lo identifica con el arte.
Constituye nuestro fósil-guía, el conjunto de elementos culturales aportados por los “ribereños plásticos” del área paranaense, con evidente influencia de las culturas amazónicas y andinas.
De los yacimientos de la zona de Rincón de Landa y desembocadura del río Gualeguaychú, hemos exhumado abundante material arqueológico de notables características.
El decorado es el elemento que le otorga jerarquía artística. Los yacimientos que nos proporcionan estos materiales corresponden al pueblo Chaná y son abundantes.
Sobre la desembocadura del río y la ensenada del arroyo Bellaco, se ubicaron otros grupos humanos de la familia Guaraní. Fueron portadores de una cultura superior con estilo cerámico más evolucionado. En ambos pueblos, Chaná y Guaraní, hemos podido apreciar el verdadero valor de la cerámica indígena, no solamente por su singular factura, sino también por su particular sencillez, una clara expresión estética sin caer en un estilo rebuscado o infantil.
Desde principio del siglo XX hasta la década del 40, fueron varios los arqueólogos que realizaron trabajos de investigación en nuestra zona. Pero como ocurre siempre, llegaron con un plan de trabajo de pocos días y un subsidio tan mezquino que su reconocimiento fue muy superficial y el correspondiente estudio e informe no se ajustó a la realidad de nuestros yacimientos arqueológicos, pues no los conocieron.
Destacamos en especial algunas expresiones de arte que caracterizan la cerámica de la zona de Landa y que constituyen su valor diagnóstico.
Adornos modelados colocados sobre el borde del vaso, cumpliendo la función de asas, algunas horizontales y marginales y otras verticales elevadas sobre el borde.
Muchas son zoomorfas representando al loro, al búho, la serpiente o algún mamífero. Algunas se presentan estilizadas pero de un extraordinario realismo.
Además en representaciones plásticas de superficie, con motivos variados o en forma de medallones y siempre decorados con motivos incisos, punteado o en surcos en presión rítmica. Se agregan las "campanas" y los "tubos" en cerámica gruesa, similares a las paranaenses. En ambos casos se ignora el destino o modos de uso.
En especial, señalamos el decorado inciso en base al surco o al punteado, ambos rítmicos, en registros geométricos, grecas, "losange” o rombos de complicado desarrollo; de verdadero valor diagnóstico. En ninguna publicación arqueológica de nuestro país se observa este decorado por lo cual lo hemos calificado de "tipo Landa".
En oportunidad de visitar nuestro Museo, uno de los integrantes del Jurado que actuara en la calificación de las comparsas que concursan en nuestros carnavales, se mostró sorprendido ante la cúpula que exhibe esta cerámica, informándome que no la ha visto en ningún museo del país.
Esperamos que esa cerámica que hemos calificado de "tipo Landa", se incorpore a los anales de la arqueología de nuestro país.
Antes de referirnos al sambaquí de Puerto Landa conviene dar referencias de lo que es un sambaquí, de donde proviene y dar sus características.
Se le da ese nombre en Brasil a los túmulos o cerros construidos por los indígenas en su territorio, pero su verdadero nombre es “keokenmodingos” como se los llamaba en Europa, principalmente en la Península Escandinava, durante el Magdaleniense, cultura que cierra el Paleolítico superior y que se desarrolló hasta 12.000-8.000 años A/P.
El hombre de ese período los construyó, casi exclusivamente, con restos de moluscos (valvas de caracoles y “cucharas” del agua).
La acumulación de moluscos se fue originando a medida que el hombre fue consumiendo los moluscos como principal alimento; se fue agregando todo lo que fue resto de su actividad, armas y utensilios de hueso y piedra, residuos de cocina, fogones, etc, y de ahí que recibieron el nombre de “keokenmodingos” que en el léxico escandinavo significa “residuos de cocina” o “basural”.
Un signo distintivo esencial del magdaleniense es el “Bastón de Mando”, aparentemente una vara mágica realizada en astas de reno o ciervo. Cortada del asta en la bifurcación y dejando una pequeña porción de la misma, se cortaba luego el asta en la segunda horqueta. En la confluencia de las dos ramas mayores se practicaba un orificio circular de más o menos una pulgada de diámetro y se agregaban grabados o tallas.
Los bastones que se confeccionaban sin orificios tenían otro uso, el de impulsar el venablo o azagaya. Se les llamaba “lanzadera de venablos”.
En toda Europa se conocieron los “keokenmodingos”, con las mismas características y modos de uso, hasta los 6.000 años A/P. En Brasil aparecen en gran número sobre la costa atlántica, con una antigüedad de 7.000 - 3.000 años A/P, agregando a su condición de basural, la piedra pulida y la cerámica.
Los arqueólogos aún no han podido determinar si estos sambaquíes tienen una vinculación con los europeos. El hombre asiático entró a América por la vía Siberia-Alaska, pero por esa senda no entró la influencia del Magdaleniense con sus “keokenmodingos” por que hubiera dejado huellas de los mismos en América del Norte, donde éstos no se conocen. Tampoco en esa antigüedad el hombre navegaba por el Atlántico.
La Arqueología no es solamente el estudio del pasado, es también el estudio de todas las formas tangibles y visibles que conservan rastros de actividad humana, lo que constituye un desafío para los arqueólogos.
De los llamados sambaquís en Brasil, con todas sus características, aparecen algunos en la Banda Oriental que se ubican en la cuenca del Río Negro. Según la cronología señalada por Brasil para los sambaquís ubicados al sur, en el límite con el Uruguay, estos túmulos tendrían una antigüedad de 2.000 años A/P.
La presencia de un “keokenmodingo” o sambaquí en la zona de Puerto Landa, significaría una vinculación con los reconocidos en la cuenca del Río Negro cuya desembocadura en el río Uruguay se ubica, precisamente, frente a la zona de Rincón de Landa.
En una próxima entrega vamos a tratar este tema y ofrecer fotografías de los Bastones de Mando y Lanzaderas de Venablos.
En Puerto Landa, 45 Km. al sur de Gualeguaychú y a 300 metros del río Uruguay, existe un sambaquí similar a los brasileños y a los “keokenmodingos” del magdaleniense europeo. En un estrato compuesto únicamente por restos de moluscos, de 60 centímetros de espesor, aparecen abundantes restos de la actividad del hombre primitivo, armas y utensilios de piedra y hueso, fragmentos de cerámica y lo más característico de los sambaquís, el Bastón de Mando elaborado en asta de ciervo (Fig. 1) similares a los europeos en asta de reno (Fig. 2) y las lanzaderas de venablos elaboradas también en asta de ciervo (Fig. 3) muy numerosas y que aquí llamamos mangos de tiradera. Cabe la hipótesis de que nuestro sambaquí pudo tener, como los brasileños, una vinculación con los magdalenienses europeos.
La arqueología prehistórica es la ciencia de las antigüedades anteriores a los documentos históricos más antiguos. Sin apoyo de ninguna filología, está librada a sus propios medios.
Se aplica en principio a una era sobre la cual no se poseen textos precisos y sobre la cual no existe, sin embargo, alguna información a través de tradiciones a menudo muy posteriores y a veces desfiguradas.
Es preciso recordar, por evidente, que las culturas primitivas no han caminado toda la redondez de la tierra, ni por iguales caminos ni a través de las mismas etapas.
Las culturas de la América antigua recibieron inspiraciones y préstamos ajenos mientras miraban no a Europa sino al occidente, es decir, a Oceanía y Asia Oriental.
Lamentablemente desconocemos casi totalmente el modo como las culturas primitivas de América originaron, entrecruzaron y enlazaron para luego desaparecer.
Enigma cuya solución nunca podremos arrancar a las silenciosas ondas del Océano Pacífico.
España, que había perdido todos los enfrentamientos bélicos con los portugueses e ingleses en el siglo XVII, empobrecida y por ello impedida de enviar tropas o buques de guerra al río de la Plata, no pudo evitar que navegaran libremente en el Atlántico Sur. La corona española ejercía el monopolio del comercio en sus colonias y prohibía expresamente el comercio de extranjeros en el puerto de Buenos Aires.
Los portugueses, piratas y negreros, incursionaron en el río de la Plata. Eludiendo la vigilancia, localizaron sobre la margen derecha del Uruguay un puerto natural poblado por grupos chanás desde hacía tiempo. Allí realizaron las escalas para el comercio ilícito en tres direcciones: hacia el norte, a las Misiones jesuítico-guaraníes situadas en los tramos alto y medio del Paraná y del Uruguay; al noroeste, hacia la Bajada del Paraná, Santa Fe, Córdoba, Tucumán, Salta y desde allí se internaba en el Perú; la tercera, hacia Baradero y siempre eludiendo controles, a la ciudad de Buenos Aires.
Un arroyo de calado profundo, el Yaguarí - Mini - actual Arroyo Malo- permitía llegar hasta la zona de las tierras altas cuando el río Uruguay crecía demasiado. En el puerto elegido por los portugueses para el contrabando, el gobernador de Buenos Aires ubicó en 1664 la Reducción de Santo Domingo de Soriano; para pacificar parcialidades chanás, charrúas y más tarde pampas y controlar el comercio legal e ilegal, contaba con un Corregidor y 50 soldados de guarnición. Su área de control se extendía hasta el Yaguarí-Guazú.
El aspecto geopolítico de la zona, incidió en el progreso de una población estimada en 400 habitantes. En cartografía de la época, se localiza Soriano con referencias especiales, a veces más destacadas que las que señalan a Buenos Aires o a Santa Fe. Estuvo ubicada en la zona de Costa Uruguay. En el siglo XIX se instaló Puerto Landa. Es el único lugar en toda la extensión del río Uruguay, en su margen derecha, desde el puente San Martín hasta el Delta, donde las aguas más profundas permiten a los barcos de medio calado, su fácil operatividad.
Hasta Soriano los navíos llegaban directamente por la ribera oriental del río de la Plata; navegaban un corto trecho por el río Uruguay siguiendo el falso canal.
La presencia de charrúas que habían cruzado desde la Banda Oriental hacia tierras entrerrianas buscando ganados que desde finales del siglo XVI abundaban en la zona, facilitó la tarea ilícita de los portugueses. Los charrúas capturaban nativos de otras parcialidades, los vendían a los portugueses, que traficaban esclavos, a cambio de anzuelos, armas blancas, naipes, bebidas alcohólicas. El numeroso grupo chaná que vivía en Soriano, acosado por esta caza descontrolada, se trasladó a la otra banda del río Uruguay hacia 1703.
Esto facilitó aún más el contrabando portugués que amplió el negocio con el comercio de cueros que desde el actual Entre Ríos acercaban los charrúas.
Cabe señalar que de los 13 gobernadores que administraron Buenos Aires en el siglo XVII, sólo 4 respondieron a las condiciones impuestas por la legislación hispana. Los demás, fueron deshonestos, se prestaron a los negocios ilícitos lusitanos. Por eso, fueron enviados encadenados a la metrópoli, sometidos a la justicia por estos delitos.
Se hizo una evaluación geopolítica del bajo Uruguay, como razón de la preferencia que dieron a la zona los contrabandistas y negreros que incursionaban en el río de la Plata. Quedan por agregar los factores negativos que castigaron seriamente la zona y aún persisten.
El bajo Uruguay, en la zona próxima a Gualeguaychú, tiene un ancho de 7 Km. Llega a más de 12 Km., a la altura del río San Salvador en la Banda Oriental y del arroyo Ñancay en Entre Ríos.
Cuando sopla viento del Sudeste, que lo hace con una intensidad de 20 a 40 Km. /h., empuja fuertemente esa masa de agua que se torna muy peligrosa para la navegación y castiga duramente la ribera entrerriana. El oleaje golpea la barranca costera y la erosiona, avanzando en su inundación algo más de medio metro por año...
Del cerro donde estuvo Soriano, sólo queda un pequeño islote de 30 metros de ancho y un metro y medio sobre el nivel normal del río, con algunos árboles y vegetación acuática.
El arroyo Yaguarí Mini fue duramente castigado y en esa zona el río avanzó hasta el presente formando una ensenada que dista más de 350 metros del islote que era Soriano. En tres siglos el avance del río fue de más de 1 metro por año.
Probablemente este peligro ha sido lo que incidió más en los sorianenses para mudarse a la otra banda del río donde los vientos del Sudeste no causan ningún inconveniente. Al norte del islote que queda de Soriano, el río avanzó ya más de 250 metros (unos 80 centímetros por año).
Cuando se instaló el embarcadero que se llamó Puerto Landa, en el siglo pasado, el avance del río habría sido de unos 120 metros. En costas muy bajas y con poco monte, se eligió el lugar por ser el más próximo a la zona de aguas profundas y a una distancia de 200 metros de la ya antigua Soriano.
La distancia de la ribera del río Uruguay hasta la llamada “barranca muerta” (orilla del mar antes de la regresión marina de 5.000 años A/P) es actualmente de 5 Km.
Tierras de cierta altura, hasta donde no llegan las crecientes menores, es decir los albardones cubiertos de montes altos, llegan cerca de la ribera del río y es precisamente en la zona donde se instaló Puerto Landa donde los albardones altos se acercan más al río.
Los pequeños bañados y tierras bajas fueron corregidos con rellenos de tierra o arena para dotar al puerto de un fácil acceso. El último tramo, quizá de unos 200 metros, fue necesario elevarlo casi un metro y medio con un terraplén contenido por dos estacadas de palo a pique de ñandubay.
De ese camino elevado, el río ya destruyó la mitad y el resto que aún queda, de unos 100 metros, está muy deteriorado, cubierto de vegetación, intransitable y conservando aún la estacada de pilotes.
En la zona, a unos 100 metros al norte fue instalado, a fines del siglo pasado, un destacamento de Prefectura. El camino de acceso, el mismo que llevaba al Puerto, se conservó hasta la década del 70 (de ese siglo) en que fue levantado el destacamento.
En la actualidad ese camino se está borrando, cubriendo de monte y es muy difícil transitarlo. El camino a Puerto Landa fue el mismo que hoy lleva Costa Uruguay Sur pero falta el tramo que, partiendo de la última pesquería (de Foldesi) cruzaba el arroyo “Las Piedras”, pasaba por estancia Punta Caballo, luego al Este de Estancia Landa, hoy “Estopona S.A.” desde donde descendía de las tierras altas (Barranca muerta) y a través de 5 Km. alcanzaba Puerto Landa.
A principios del siglo XIX la navegación de los ríos se hacía a remo en las embarcaciones menores, a vela en las de mayor porte. Aún no existían los motores a vapor o a explosión.
La navegación a vela dependía de los vientos y tenía sus dificultades cuando soplaban a barlovento es decir, en contra de la dirección en que marchaba un velero.
Entonces, se tornaba más lenta pero posible. La nave debía avanzar en línea quebrada o zig-zag, poniéndose en un ángulo de 25 a 30 grados con respecto a la dirección del viento, lo que se llamaba avanzar en bordadas o bordejando.
Eso era posible en el mar y en los ríos anchos como el Uruguay o el Paraná, que posibilitaban ese avance en zig-zag. En el Gualeguaychú no lo era por ser un río angosto que, como agravante, tiene un canal también angosto que no permite a lo veleros navegar bordejando.
Ante la imposibilidad de los veleros por nuestro río, Gualeguaychú necesitaba un puerto para atender los abastecimientos y tránsito de viajeros. Eso sólo era factible en el río Uruguay por su amplitud, de 7 a 12 Km., que permitía la navegación de bolina o sea con vientos de proa.
La costa entrerriana del río Uruguay, lo recordamos, era sumamente baja y tenía un solo puerto donde podían recalar los barcos: el canal donde desaguaba el arroyo Yaguarí Mini en la zona de Landa. Allí, a comienzo del siglo XIX se instaló el puerto de Gualeguaychú, llamado “Puerto Landa”. Fue nuestro puerto hasta fines del siglo XIX, cuando aparecieron los barcos con motor que permitió dejar las velas.
En Puerto Landa desembarcó en 1839 el General Lavalle con su tropa y en 1872 arribó Sarmiento cuando, siendo Presidente, visitó Concepción del Uruguay. Durante el siglo XIX Puerto Landa estuvo conectado con Gualeguaychú por el camino que ya mencionamos en nuestra nota anterior y que en su época tenía una conexión desde Costa Uruguay Sur hasta Puerto Landa a través de las estancias “Punta Caballo” y “Estopona S.A”.
Por la ruta que aún existe hacia el Oeste, por Rincón de Landa, “La Estopona S.A.”, “La Alameda” y de allí, en línea directa por el Oeste por el “Almacén de Lado” y la actual ruta 14, se conectaba con Ceibas y por el Paso de los Toros en el río Gualeguay, se internaba hacia el Noroeste de la Provincia de Entre Ríos.
Cabe señalar que por tales rutas y la que unía Puerto Landa con Gualeguaychú por Costa Uruguay, corrían servicios de postas, carretas y diligencias o carruajes semejantes para el transporte de mercaderías y viajeros.
En lo que va del siglo XX Puerto Landa fue olvidado; de él solo quedan restos muy destruidos por los embates del oleaje del río Uruguay.
Al venderse la Estancia “Punta Caballo” fue cerrado el paso que nos llevaba al Sambaquí donde aún seguimos investigando; a él solo podemos llegar, entrando por agua, por el viejo Puerto Landa que se ubica a 300 metros del Sambaquí.
Al camino tenemos que hacerlo a pie y por una senda casi intransitable.
Arroyo La Capilla: afluente de la margen izquierda del Gualeguaychú. Se extiende hacia el S.O y atraviesa la Ruta N° 136, de acceso al puente General San Martín, a unos 15 kms. de Gualeguaychú.
Cerca de la desembocadura, hay un albardón de gran altura donde el dueño de esos campos en el Siglo XVII, Presbítero Pedro García de Zúñiga, construyó una capilla para su uso privado. De ahí el nombre del arroyo.
Arroyo del Cura: afluente de la margen derecha del Gualeguaychú. En cartografía de 1703, 1714, 1720, 1732, aparece como “Río Lupes”. Más tarde se llamó “del Capitán” y al adquirir sus campos el Presbítero Gordillo, primer Párroco de San José de Gualeguaychú, pasó a llamárselo “del Cura”, a fines del XVIII.
Arroyo Lorenzo: margen derecha, corre de sur a norte y desemboca 2 kms antes que el Gualeguaychú vuelque sus aguas en el Uruguay.
En el Siglo XVII era profunda y amplia su desembocadura; ofrecía un puerto seguro para barcos de mediano porte. Allí se ubicó una parte de la Reducción de Santo Domingo Soriano donde se alojaron los Charrúas y los Pampas. Ambas parcialidades fueron separadas de los Chanás, con los que no congeniaban, ya que habían ocurrido graves conflictos.
El núcleo mayor de la Reducción de Soriano en Rincón de Landa, se trasladó a la costa oriental hacia 1703 llevando el nombre de Soriano al nuevo asentamiento.
El sector que quedó en esta costa adoptó el nombre del río Gualeguaychú según mencionan documentos de 1766.
La gran creciente que afectó seriamente a Soriano en la Banda Oriental, debió causar mayores daños a la población de arroyo Lorenzo por estar sobre terrenos mucho más bajos. Es posible que este hecho determinara la mudanza a tierras de mayor altura, poblando quizá, el lugar donde la encontró don Tomás de Rocamora en 1782.
Brown y los brasileños: Cuando la guerra entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil, 1826- 1827, bloqueado el puerto de Buenos Aires, el Almirante Guillermo Brown fortificó Martín García. Cuando la escuadra imperial penetró en el río Uruguay para evitar la ayuda que desde el Entre Ríos podía llegar al Ejército Republicano en la Banda Oriental, lo atacó en proximidades de la Isla de Juncal el 9 de febrero de 1827. Cinco naves enemigas quedaron encerradas río arriba: tres goletas, dos lanchas cañoneras que optaron por internarse en el Gualeguaychú. En la desembocadura del río debieron alivianar las naves para cruzar el banco de arena; evitando varar, arrojaron al agua cañones y balas. Al ingresar al puerto local, capitularon.
Brown, con barcos de mayor porte, ancló en la boca e intimó su entrega. En naves menores ingresó por el Gualeguaychú hasta dar con las presas imperiales. Luego de diversas tratativas, el 14 de febrero capitularon.
Si los barcos brasileros fueron aligerados de la mayoría de los cañones, pudieron arrojarse al agua unas 20 ó 30 piezas que tenemos el propósito de rescatar.
Sumemos a eso que para cada cañón se destinaban 200 ó 300 balas (bolas de hierro). Los cañones de bronce eran estimados de mayor valor que los de hierro por su efectividad en el uso intenso, ya que no sufrían alteración con el calor del fuego. En el inventario levantado en Gualeguaychú solo figuran piezas de bronce en número de: 1 del 18 y 1 del 24, de 25 y 20 balas, respectivamente. (Ver Cuadernos N° 46)
¡Qué pintoresca quedaría nuestra Luis N. Palma, desde la plaza San Martín al puente, adornada con cañones en cada cuadra y al lado de cada uno, un montoncito de balas formando pirámide!... ¿Qué opina usted?
Gracias al interés del equipo realizador de Cvadernos el domingo 17 de noviembre de 1996 realizamos una excursión por el Yaguari Guazú rumbo al sur.
¡Qué lindo “suena” a los oídos el nombre de nuestro río! ¿Verdad?
En el tramo desde la ciudad de Gualeguaychú hasta el arroyo “del Cura” no se encuentra ningún vestigio de la presencia indígena. El poblamiento y tránsito permanente del hombre, ha borrado toda señal. Sobre margen izquierda los primeros vestigios fueron encontrados, donde bajamos en busca de cerámica. En el lugar llamado “Paso de la Guardia”, donde estuvo el puesto de Subprefectura en el pasado, existió un yacimiento importante que nos dio mucho material en la década del 70. Más adelante donde observamos dos pequeños montículos, existen restos pero para localizarlos es necesario usar la pala en los primeros 25 centímetros.
Sobre la misma ribera se llega al lugar donde está el destacamento de Subprefectura, allí se encuentra material del Guaraní colonial.
Sobre la margen derecha, observamos las costas bajas y anegadizas hasta llegar al arroyo “Lorenzo”, frente al “Paso de la Guardia”, donde existe un cerro con abundancia de material, lugar donde fue instalado Santo Domingo de Soriano en 1664. En ese lugar se encontraron restos de individuos de hasta 1,85 metros de altura. Eso pudo explicarse en 1970 cuando trascendió que la Reducción de Soriano se había fundado en costas entrerrianas. Los restos humanos pertenecían a indios Pampas enviados desde Buenos Aires para pacificar los campos del sur.
Cien metros más hacia la Boca se ubica un yacimiento Chaná con restos humanos, 200 metros más adelante, un yacimiento Guaraní Colonial. Entrando por arroyo “Lorenzo” fueron investigados dos yacimientos Chanás. El Lorenzo desemboca en el Bellaco y en esa zona se excavaron dos yacimientos Chanás que nos proporcionaron mucho material de origen anterior a la conquista.
Después de la boca del “YaguarÍ Guazú” en la llamada Ensenada del Bellaco fue estudiado un yacimiento Guaraní que contenía material del llamado clásico que nos proporcionó piezas de gran valor.
El “Lorenzo”, el “Bellaco”, el “Yaguarí Guazú” y el Uruguay forman un círculo que encierra la llamada “Isla de Goyri” de unas 70 hectáreas. En ella fueron estudiados 5 yacimientos más del pueblo Chaná. De la boca del Yaguarí Guazú hacia el este, la costa del Uruguay nos ofreció, en un trayecto de unos 3 Kilómetros, 8 yacimientos más, de ellos dos Guaraníes colonial y seis de Chaná también colonial, mezclados con fragmentos de cerámica española.
El más importante, es el ubicado donde está actualmente el balneario Ñandubaysal. La mayoría de los vasos que tenemos en el Museo Arqueológico, proviene de dos yacimientos: la de mayor tamaño del Guaraní de la Isla de Goyri; las otras, del yacimiento de la zona del Ñandubaysal.
Entre los yacimientos del río Yaguarí Guazú, los de la Isla de Goyri, con el Bellaco y los del Ñandubaysal hasta 2.000 metros al este del balneario, suman veinticinco.
El estudio en que estamos empeñados nos permite apreciar el verdadero valor de la cerámica indígena, no sólo por su singular factura, sino también por su particular sencillez. Nada complejo y abstracto; una clara impresión estética sin caer en el culteranismo infantil o rebuscado.
¡Vaya si fue importante nuestro Yaguarí Guazú en la vieja historia...!
Siempre es bueno y oportuno hacer algunas reflexiones con respecto a nuestro gaucho y muy en particular al personaje Martín Fierro del poema de José Hernández.
El Martín Fierro es una personificación de nuestro gaucho del siglo XIX, subestimado, marginado, perseguido y castigado en la campaña contra la barbarie de entonces y que consistía en perseguir al pobre gaucho, sobre todo al entrerriano, por el solo hecho de no ser obsecuente y servil con el César de turno.
Se lo hostigaba y perseguía por “bruto”. El único pecado del gaucho de la época era ser pobre y analfabeto y si no dejaba de serlo era porque nadie, ni los gobernantes, se ocupaban de alcanzarle las primeras letras para rescatarlo de su ostracismo.
Hernández fue hostilizado por haber ejercido el derecho al disenso. Exiliado por causas políticas, volcó sus ansias de escribir una denuncia. La descripción de un infortunio, de una cadena interminable de penas, grita una protesta pero no la suya.
Su protesta es el lamento de la tierra con sentido telúrico que se corporiza en el hombre; pero en el desvalido, el marginado, el despojado; en el paisano rudo y simple que ha perdido su familia, su casa, su tierra y hasta su identidad.
El que sólo queda identificado con un número porque es arrastrado por la leva; empujado a la fuerza a una lucha fratricida en la frontera y el que a su regreso, si vuelve con vida, no encontrará ni su familia, ni su rancho y le habrán enajenado su tierra.
Y allá va a cantar su dolor sin lágrimas; a convertirse en el gaucho desgraciado donde no cabe la justicia ni el lamento. A beberse los vientos para calmar sus rebeldías, donde el derecho no existe y la justicia es artículo de lujo.
Esto que parece una leyenda va a ser el panorama, el fondo, el tema, el alma que animará al protagonista; que será el gaucho, el hombre. Va a nacer el Martín Fierro. A la Patria la hicieron los gauchos. Los campos de batalla de la Patria fueron regados, en todos los tiempos, por la sangre de los gauchos que integraron los contingentes de la llamada “carne de cañón” que acompañó a San Martín, a Belgrano, a Güemes en sus campañas libertadoras. De gauchos fue “la carne de cañón” en todos los entreveros de las luchas civiles durante el período de la organización nacional y las secuelas de su consolidación posterior.
Nuestros gauchos, generosos y valientes, empuñaron la lanza para enancarse en aventuras montoneras que muchas veces no tuvieron sabor a Patria.
Cuando el país necesitó mano de obra para encauzar el progreso por los senderos de la paz y el trabajo, el campo argentino no tuvo suficientes brazos para la labranza, entonces, vino una magnífica falange de “gringos” que llenaron con su esfuerzo y con su canto los campos de Argentina. Pero ella ya estaba hecha y consolidada. De sus artífices sólo quedaba el recuerdo y la mayoría había regado la tierra con su sangre para hacer más fecundo el surco.
Rescatemos con el mayor respeto su memoria; guardemos en el fondo del corazón no solamente un emocionado recuerdo sino un profundo agradecimiento por quienes gestaron el fundamento y la grandeza de nuestra Patria.
En mis 42 años de docencia, tuve la enorme satisfacción de ser maestro de campaña durante 20 años al frente de una escuelita rural, perdida entre los montes entrerrianos, y allí pude conocer y admirar al gaucho que vivía y aún vive en mi provincia y quien ha convivido con ellos puede atestiguar la limpieza y grandeza de su alma.
Si sabemos mirar con más devoción el pasado de nuestra Patria, podemos encontrar allí inspiración, sustancia y fortaleza para rescatar los perfiles de la vieja estirpe y atesorar los valores que nos servirán para enriquecer el arquetipo que ofreceremos a nuestros jóvenes y a las generaciones del futuro.
En el sur entrerriano, sobre las tierras bajas y anegadizas que bordean la margen derecha del río Uruguay, desde las inmediaciones de Puerto Unzué hasta los primeros arroyos del delta superior y bordeando los clásicos médanos o barrancas, restos de la última ingresión marina, han sido reconocidos más de cincuenta paraderos o túmulos indígenas que constituyen verdaderos yacimientos ricos en material arqueológico.
De esos "cerros" o túmulos, tan característicos y abundantes en las tierras bajas, explorados o estudiados muchos de ellos, se han exhumado alta cantidad de restos de la actividad del hombre primitivo que evolucionó en el sur de Entre Ríos desde la Prehistoria hasta el siglo XVIII.
Todo viajero que ha transitado por esa zona y muy particularmente en los momentos de crecida de los ríos Paraná y Uruguay, habrá podido observar la presencia de extrañas elevaciones del terreno, que los lugareños llaman cerros y que son las únicas porciones de tierra que emergen de las aguas, son ellas las fundaciones indígenas construidas con el fin de salvar sus vidas y evitar las complicaciones que traen aparejadas las crecientes periódicas.
Por su condición de pueblos nómades, cazadores y recolectores, es decir de economía depredadora, al no producir sus insumos, tuvieron necesidad de cambiar con frecuencia su hábitat al despoblarse el lugar de la fauna terrestre e ictícola que subvenía a sus necesidades alimentarias. El cambio periódico y contínuo de campamento hizo que un mismo sitio fuera ocupado y habitado alternativa y temporalmente por distintas parcialidades, que llegaban en busca de nuevos horizontes.
El tiempo transcurrido entre dos ocupaciones permitía la recuperación del equilibrio biológico y el nuevo grupo humano adoptaba el viejo hábitat para su poblamiento. Este hecho tiene, para la tarea de investigación, importancia capital. El nuevo grupo humano al ocupar el viejo campamento, encontraba lo que llamaríamos una "tapera" o ruinas de ocupación anterior y el lugar algo afectado por la erosión propia de los agentes naturales.
Ocurría una nueva tarea de rellenamiento, lo que para ellos habrá sido "un nuevo piso" para su residencia. La capa de tierra agregada para cubrir las viejas ruinas y, como medida preventiva, ante posibles inundaciones, constituye para la arqueología un hecho coincidente, de extraordinaria importancia porque todos los restos resultantes de la ocupación anterior que abandonó la mayor parte de sus pertenencias, quedaron tapados y como "archivados", conservándose hasta el presente en sus condiciones originales, lo que facilita nuestra tarea de investigación. En algunos de estos cerros se llegó en la excavación a 3,50 mt de profundidad antes de alcanzar la capa estéril. En todo el contexto se encuentra material arqueológico en ocupaciones sucesivas de otros grupos humanos.
Lamentablemente, estas estaciones prehistóricas vienen sufriendo un deterioro lento y progresivo. La acción destructora de los elementos naturales es el primer causante de la desaparición parcial o total del material. La acción del hombre en sus labranzas, desmontes, canales, caminos, terraplenes, puentes, etc., son las causas de su mayor deterioro.
El hecho más grave, la Ruta 12 del Complejo Brazo Largo-Zárate. Restos humanos de muchos cementerios de los médanos fueron arrastrados por las topadoras. Esta destrucción es, sin dudas a mi juicio, el más grave atropello cometido en perjuicio de nuestro patrimonio cultural y violación de los derechos del hombre, con la profanación de tumbas y destrucción de monumentos, hecho y perpetrado por las empresas obradoras, ante la indiferencia cómplice de los organismos estatales, en total desprecio por el acervo nacional.
N. de la Redacción: En la reunión semanal del equipo productor de CVADERNOS, el Prof. Almeida nos arrimó una copia antigua de la histórica carta que el Jefe SHEATL, de la tribu piel roja Suwamish envió al Presidente de los EE. UU, Franklin Pierce (1853-1857).
Documento tan clamoroso como bello que publicaremos en tres partes, en esta columna.
"El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. El Gran Jefe también nos envía palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca falta le hace, en cambio, nuestra amistad.
Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras. El Gran Jefe en Washington podrá confiar en lo que dice el Jefe Sheatl, con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos podrán confiar en la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables.
¿Cómo podéis comprar o vender el Cielo, el calor de la Tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a nosotros? Lo decimos oportunamente. Habéis de saber que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo.
Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con su zumbido, es sagrado en la memoria y la experiencia de mi pueblo.
La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre de piel roja.
Los muertos del hombre blanco se olvidan de su tierra natal cuando se van a caminar por entre las estrellas. Nuestros muertos jamás olvidan esta hermosa tierra porque ella es la madre del hombre de piel roja.
Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las fragantes flores son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el águila majestuosa, son nuestros hermanos. Las crestas rocosas, las savias de la pradera, el calor corporal del potrillo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.
Por eso, cuando el Gran Jefe manda decir que nos reservará un lugar para que podamos vivir cómodamente entre nosotros, él será padre y nosotros seremos sus hijos. Por eso consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Más, ello no será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros. El agua centelleante que corre por los ríos y esteros, no es meramente agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos estas tierras, tendréis que recordar que ellas son sagradas y deberéis enseñar a vuestros hijos que lo son y que cada reflejo fantasmal en las aguas claras en los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras, deberéis recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos y hermanos de vosotros; deberéis en adelante dar a los ríos el trato bondadoso que daríais a cualquier hermano."
Continuamos leyendo la histórica carta que el Jefe Sheatl, de la tribu piel roja Suwanish enviara al Presidente de los EE. UU Franklin Pierce (1853/57)
“(...) Si os vendemos nuestras tierras, deberéis recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son vuestros hermanos y hermanos de vosotros; deberéis en adelante dar a los ríos el trato bondadoso que daríais a cualquier hermano.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser.
Le da lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega en la noche a sacar de la tierra lo que necesita.
La tierra no es su hermana sino su enemigo.
Cuando la ha conquistado la abandona y sigue su camino.
Deja detrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe.
Olvida la sepultura de su padre y los derechos de sus hijos.
Trata a su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como si fuesen cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fuesen corderos y cuentas de vidrio.
Su insaciable apetito devorará a la tierra, dejará tras sí sólo un desierto.
No lo comprendo.
Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra.
La vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja. Pero quizás sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje, y no comprende las cosas.
No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde pueda escucharse el desplegar de las hojas en primavera, o el rozar de las alas de un insecto.
Pero quizá sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas. ¿Y qué clase de vida es cuando el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la laguna?
Soy hombre de piel roja y no lo comprendo.
Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la cala del lago y el olor del mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la fragancia de los pinos.
El aire es algo precioso para el hombre de piel roja porque todas las cosas comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el hombre.
El hombre blanco parece no sentir el aire que respira.
Al igual que un hombre muchos días agonizante, se ha vuelto insensible al hedor.
Mas, si os vendemos nuestras tierras, debéis recordar que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que sustenta.
Y, si os vendemos nuestras tierras, deberéis dejarlas aparte y mantenerlas sagradas como un lugar al cual podrá llegar incluso el hombre blanco a saborear el viento dulcificado por las flores de la pradera.
Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras.
Si decidimos aceptarla, pondré una condición: el hombre blanco deberá tratar a los animales de esta tierra como hermanos...
Publicado en Cuadernos de Gualeguaychú Nº 105
... Concluye en CUADERNOS Nº 106
Parte final
Finaliza hoy la publicación de la histórica carta que el Jefe SHEATL, de la tribu piel roja Suwanish enviara al Presidente de los EE.UU. Franklin Pierce (1853/57). Como enlace, repetimos el último párrafo de la trascripción inmediata anterior (CVADERNOS 105).
Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, pondré una condición: que el hombre blanco deberá tratar a los animales de esta tierra como hermanos...
Soy un salvaje y no comprendo otro modo de conducta, he visto miles de búfalos pudriéndose sobre las praderas abandonados allí por el hombre blanco que les disparó desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo cómo el humeante caballo de vapor puede ser más importante que el búfalo al que sólo matamos para poder vivir. ¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales hubiesen desaparecido, el hombre moriría en una gran soledad de espíritu, porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir también al hombre. Todas las cosas están relacionadas entre sí.
Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, deberéis decir a vuestros hijos que la tierra está plena de la vida de vuestros antepasados. Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñado a los nuestros, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen en el suelo se escupen a sí mismos.
Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia. Aún el hombre blanco cuyo Dios se pasea con él y conversa con él de amigo, no puede estar exento del destino común.
Quizá seamos hermanos, después de todo. Sabemos que el hombre blanco descubrirá algún día que nuestro Dios es su mismo Dios... El es el Dios de la humanidad y Su compasión es igual para el hombre de piel roja que para el hombre blanco. Esta tierra es preciosa para El y el causarle daño significa mostrar desprecio hacia su Creador...
Si contamináis vuestra cama, moriréis alguna noche sofocados por vuestros propios desperdicios. Pero aún en vuestra hora final os sentiréis iluminados por la idea de que Dios os trajo a esta tierra y os dio el dominio sobre ella y sobre el hombre de piel roja con algún propósito especial.
Tal destino es un misterio para nosotros porque no comprendemos lo que será cuando los búfalos hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de alambres parlantes.
¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Así termina la vida y comienza el sobrevivir.
Queremos y debemos conocer a nuestros abuelos indios, ocultados durante siglos por convencionalismos mezquinos y tendenciosos. Nunca se nos dio la verdad y vamos a encontrarla y a exhibirla íntegra y pura.
Los indígenas han sido mal calificados. Se los ha señalado como salvajes y bárbaros, como incultos y primitivos, como considerar a los naturales en las primeras etapas del desarrollo cultural. No serían incultos nuestros primeros grupos humanos desde el momento que en todos hay idioma, obtención del fuego, instrumentos, formas sociales, creencias y reglas de conducta.
Sobre todo, en la gran mayoría de ellos, la elaboración de la cerámica con la pintura, el decorado y el modelado son verdaderas expresiones de belleza, y la belleza, es el componente estético que se identifica con el arte.
Por no tener agricultura y ganadería (así se ha dicho) se los señaló como depredadores. El depredador es el que vive de la caza y de la pesca, recolectando y consumiendo todo lo que necesita para su alimentación, sin reponerlo.
Nuestros indígenas no fueron depredadores. Todo lo contrario. Nos demostraron que fueron capaces de conservar la integridad del medio ambiente sin el deterioro que es el problema de nuestros días.
No fueron pastores ni cautivaron las especies animales para reducirlas en corrales, porque disponían de ellas en abundancia. Además, fueron agricultores porque para su alimentación cultivaron la tierra sembrando en los claros del monte.
En nuestra provincia cultivaron el maíz, el poroto, el zapallo y la mandioca. En el resto del país y en América cultivaron todo aquello que los conquistadores no conocían y que llevaron como novedad a Europa.
Formaron parte de esos cultivos además de los ya mencionados, girasol, papa, calabaza, ananá, frutilla, palta, maní, batata, tomate, algodón, guayaba, ají y otros productos de la flora americana como la yerba mate, el tabaco, cacao, avellana, caucho, tanino, plátano, hasta el chicle.
Además, los indígenas no talaron el monte; protegieron las especies útiles como el ceibo y las palmeras. En tiempos difíciles de inundaciones, de inviernos crudos, cuando escaseaba el alimento comían cogollo del ceibo o del coquito de las palmeras. El que destruía una palmera era condenado a muerte.
Nuestro país se pobló hace más de 10.000 años es decir unos 100 siglos. Lo que los indígenas conservaron sin destruir a través de 100 siglos, los "blancos" que poblaron y poblamos hoy América, lo hemos destruido en sólo 5 siglos.
Dicen las crónicas que en nuestros ríos los conquistadores, reunidos en pequeños grupos, podían pescar unos 2.000 peces en apenas una hora. Hoy si vamos a pescar en nuestro río, en varias horas apenas sacamos un puñado de mojarras o un bagrecito que no alcanza para alimentar al gato.
La fauna autóctona que al iniciarse la conquista era extraordinariamente abundante, ya prácticamente ha desaparecido. No porque haya servido de alimento, porque el "blanco" trajo para ello de Europa, bovinos, ovinos, porcinos y aves de corral sino porque a la fauna nativa se le dio caza para comerciar las pieles o simplemente para hacer práctica de tiro al blanco.
Que la cordura de nuestros abuelos indios nos sirva de ejemplo.
PARTE II
A principios del siglo XVII se inicia la conquista en los territorios del río de la Plata y de esa época nos llegan datos referentes a nuestros pueblos prehistóricos. En base a esa información se elabora una historia primitiva que nos presenta a esos grupos humanos como salvajes o bárbaros. Se los considera crueles e irreductibles y se los combate antes de conocerlos. Esta calificación debemos desecharla pues es evidente que la rutina legalista europea, presumió validez general a la conducta de los indígenas donde hubo mucho de tendencias casuísticas e imperfecciones.
Se los califica de incultos por considerar que representan las primeras etapas del desarrollo de las culturas. No olvidar que en las Américas los grupos humanos también sufrieron las consecuencias de los distintos fenómenos climáticos o geológicos. Fueron afectados por verdaderos cataclismos como las glaciaciones y los geológicos como las ingresiones marinas. Los efectos de estos fenómenos tuvieron como consecuencia que los grupos humanos fueran diezmados o en su menor efecto, desplazados o impelidos por la hostilidad del medio ambiente, hacia zonas menos inhóspitas y desde luego, como consecuencia, tuvieron que replegarse y recomenzar sus organizaciones básicas.
No puede negarse la posibilidad de una retrogradación o que existiera en algunos aspectos de su cultura, complicaciones que pudieran considerarse primitivas.
Pero, por sobre todas estas influencias negativas, lo que más alteró el orden en las estructuras de estas comunidades, fue el accionar de la conquista en América.
Los conquistadores se encontraron con pueblos dispuestos a defender sus libertades, su patrimonio y su vida. Los grupos humanos que llegaron a las manos del conquistador como pueblos sometidos, no pudieron conservar sus estructuras propias o ser libres de influencias foráneas. El clima de paz se trocó en clima de guerra, en que todo el esfuerzo humano estaba orientado hacia la lucha por subsistir ante un invasor fuerte y en que se vivía el momento dedicado al pillaje como represalia o se emigraba en masa en busca de comarcas más inhóspitas pero necesarias para el refugio.
En esa lucha por ser libres, no pudieron los nativos conservar el acervo cultural en que vivieron en los siglos de paz y bonanza. Desde ese momento hasta llegar a entender su lenguaje, conocer sus costumbres, su vida, su organización y llegar a someterlos o reducirlos, transcurrió un siglo.
Cuando convivieron más o menos pacíficos, se pudo apreciar la conformación de tales grupos humanos y recién entonces se pudo conocer la verdadera expresión de la cultura autóctona que se deseaba investigar.
Pero ya esos grupos humanos que llegaron a aceptar la sumisión del conquistador, sin duda, no conservaban sus estructuras propias o libres de influencias foráneas.
La tradición oral, única senda que pudo traernos ese pasado de nuestros nativos, se ha perdido en el tiempo y lo que pudo llegarnos en forma muy confusa, es distorsionado, no posee títulos de autenticidad y sólo nos quedan como emisarios y mudos enigmáticos, los restos de esas culturas que ni el tiempo ni el hombre llegaron a destruir: son los restos arqueológicos. Cuando se quiso conocer un pueblo, ya había cambiado su fisonomía, condenado al ostracismo.
Sus restos arqueológicos llegan hasta nosotros, para poner en evidencia quienes fueron nuestros antepasados indígenas.
A través del monumento estamos conociendo parte de la verdadera historia de nuestra Patria chica. Nos reconforta el comprobar que realmente los impulsó una inquietud artística, una notable habilidad manual y nos dejaron sobradas muestras de un verdadero arte.
La crisis económica de España a partir del siglo XVI le impedía pagar los soldados que necesitaba América del Sur para su resguardo. Felipe II quiso saldar un viejo conflicto con Inglaterra y envió la Armada Invencible, integrada por 127 naves de guerra, que afectada por una tempestad en el Mar del Norte, fue finalmente destrozada por la Armada inglesa.
Esta derrota consumó la ruina de la Marina española. El empleo de los pocos navíos que restaban de su flota lo destinaba al mantenimiento del contacto con Centro- América, de donde provenía el oro que se necesitaba para sanear la economía. Esto restaba toda posibilidad de asistencia al Río de la Plata.
Portugal asumió la hegemonía que dejó vacante España al perder su flota y el control de la navegación en el Atlántico. Esta es la razón por la cual el Río de la Plata no fue rescatado del ostracismo al que había sido condenado.
Los abastecimientos llegaban por vía Perú a través de miles de kilómetros, a lomo de burros, o en carretas vía Tucumán, Córdoba, Santa Fe, y luego Buenos Aires; en sentido inverso, el comercio seguía por la misma y única ruta. Esto agravado por el estricto monopolio comercial.
En el siglo XVII, Buenos Aires peligró de sucumbir por inanición. Por una interpretación muy original del Tratado de Tordesillas, Portugal pretendía que el meridiano señalado pasara por el Río de la Plata.
Apenas Buenos Aires se transformó en capital de Gobernación en 1617, y la Corona portuguesa se separó de los Habsburgos de España, se iniciaron las hostilidades por la ocupación del litoral. Desde sus bases en Brasil, los portugueses dominaban el comercio ilícito rioplatense; Buenos Aires carecía de defensas, sólo tenía los 100 soldados que eran guardianes del presidio, sin preparación militar.
Frente a esta situación de indefensión, los únicos que se jugaron la vida fueron nuestros abuelos indios. Los Jesuitas, que soportaban la presión de los portugueses por el norte, con la autorización del Rey, organizaron e instruyeron una fuerza armada integrada por guaraníes de las Misiones que en un total de 30.000 hombres se ocuparon de controlar la frontera.
Quedó impedido el avance portugués por el norte, pero intentaron apoderarse del Río de la Plata a falta de protección de su puerto. En la Banda Oriental, instalaron una base de operaciones que llamaron Colonia del Sacramento y la fortificaron para iniciar la conquista para lo cual la dotaron de artillería y 300 soldados.
Buenos Aires corría el peligro de una ocupación inmediata. Solicitó auxilio a los Jesuitas Misioneros que llevaban más de 60 años luchando con los portugueses, que habían destruido varios pueblos guaraníes que no eran misioneros.
Aquí aparecen nuestros abuelos indios, como defensores de su tierra, de su patria que es también la nuestra.
PARTE IV
Entre todas las comunidades aborígenes, se advierte que ninguna se mostró más propicia para aceptar la presencia de los europeos que los guaraníes. Cuando aquéllos se concentraron en Asunción después de despoblar Buenos Aires, depusieron sus intentos guerreros y se asociaron con los españoles.
Los guaraníes, que poblaban en gran número la zona donde se había fundado Asunción, soñaban con el PAITITÍ, algo así como un PARAÍSO donde se podía vivir sumamente feliz. Conocieron a los blancos impulsados por la ambición de alcanzar EL DORADO. Como no comprendían la valorización que hacían del oro, pensaron que EL DORADO era lo mismo que su PAITITÍ. De ahí surgió la determinación guaraní de ofrecer a los conquistadores además de su amistad, el concurso de sus brazos para el trabajo y sus graneros inagotables.
La alianza pactada al calor de la "misma codicia" se selló en el abrazo de los conquistadores por las indígenas jóvenes, ofrecidas como era su tradicional costumbre, en prenda de alianza. De esta manera la amistad quedó consolidada y salvó a la conquista de todo riesgo de agresión. A partir de ese acto, la colaboración y apoyo de los guaraníes se mantuvo hasta el final del proceso de la conquista.
Pronto se tuvieron pruebas de ello. Cuando el Adelantado Juan Ortiz de Zárate fundó Zaratina de San Salvador, en la desembocadura del río San Salvador en la banda oriental del río el Uruguay, la reacción bélica de los charrúas puso en peligro la existencia de la nueva población El número de atacantes superaba a los pobladores. Se pidió ayuda militar a don Juan de Garay, que recorría la zona. Los charrúas detuvieron el ataque sorprendidos por la presencia de soldados que montaban a caballo, provistos de armaduras. Nunca habían visto caballos. Además, encontraron enemigos invulnerables a las flechas, a las lanzas; desde luego no conocían las armaduras.
Hasta que intentaron un nuevo ataque, dieron tiempo a que llegara Juan de Garay con 400 flecheros guaraníes. Al poseer arcos de superior dimensión, daban mayor impulso a las flechas y eran más eficaces en la lucha. Por eso, la acción de los guaraníes decidió el combate a favor de los españoles.
La segunda intervención guaraní se produjo cuando Juan de Garay organizó una expedición desde Asunción hacía el río de La Plata, con el objetivo de poblar sobre la costa del Paraná. Junto a sus hombres y a los equipos, numerosas embarcaciones y balsas guaraníes, superior al millar, cooperaron con el emprendimiento de fundar Santa Fe y Buenos Aires.
Otra colaboración se concretó cuando el gobernador Hernandarias logró la presencia de Misioneros Jesuitas para fundar pueblos dentro de la comunidad guaraní y organizar una fuerza armada con el objetivo de asegurar la frontera imperial frente a los temibles avances portugueses concretados desde 1617. A partir de ese momento y durante más de un siglo se movilizaron milicias jesuítico-guaraníes en la región.
De eso daremos información en la próxima nota.
PARTE V
Recordamos que los Misioneros Jesuitas solicitaron al Rey la autorización para organizar una fuerza armada con el fin de defender la frontera Nor-Este del Imperio español. Los pueblos guaraníes que no formaban parte de las Misiones, ya habían sido destruidos por los avances portugueses para cautivar nativos que luego vendían como esclavos.
En 1644, la corona permitió la formación de milicias indígenas organizadas y adiestradas por los Jesuítas. Fueron movilizadas con eficacia para acudir en defensa del territorio amenazado.
Damos a continuación un detalle de las movilizaciones que se hicieron durante un siglo y medio frente a situaciones de emergencia; fecha, número de indios movilizados, quienes las comandaron y la tarea realizada. Muchas veces fueron contra los charrúas, por las agresiones realizadas junto a los portugueses.
1574- 400 indios con Juan de Garay- Contra los charrúas en la Banda Oriental.
1576- 2.000 indios con Juan de Garay - Fundación de pueblos en el Río de la Plata: Buenos Aires.
1603- 1.200 indios con Hernandarias - Contra parcialidades charrúas en el actual Entre Ríos.
1644- 600 indios con Gregorio de Henesterosa.
1649- 1.000 indios con Sebastián de León.
1650- 900 indios contra la subversión de payaguás.
1652- 600 indios con De la Cueva y Bermúdez - Contra la rebelión de los calchaquíes.
1655- 1.500 indios con B. Ruiz - Defensa de Buenos Aires agredida por el bloqueo francés.
1657- 500 indios en defensa de Buenos Aires.
1680- 4.000 indios - Primera expulsión de los portugueses y ocupación de Colonia del Sacramento, en la Banda Oriental.
1690- 2.000 indios con S. Robles- Contra los portugueses en la Banda Oriental.
1697- 2.000 indios en defensa del puerto de Buenos Aires, nuevamente asediado por los franceses.
1699- 2.000 indios en defensa del puerto de Buenos Aires frente al bloqueo de la Armada dinamarquesa
1702- 2.000 indios con S. Robles- Contra los portugueses en la Banda Oriental.
1703- 500 indios contra la sublevación indígena- Victoria del Yí.
1704- 4.000 indios - Segunda expulsión de los portugueses y ocupación de la Colonia del Sacramento en la Banda Oriental.
1715- 1.500 indios con Baltasar García Ross- Contra los charrúas en el actual Entre Ríos.
1720- 500 indios - Contra los portugueses en Montevideo.
1724- 300 indios- Con Baltasar García Ross contra los charrúas en la Banda Oriental. -
1725- 1.000 indios - Con Bruno Mauricio de Zabala en la fundación y fortificación de la ciudad de Montevideo.
1734- 7.000 indios con Bruno Mauricio de Zabala-Contra la subversión de los Comuneros en Paraguay.
1735- 12.000 indios con Bruno Mauricio de Zabala- Contra el levantamiento de los Comuneros.
1735- 5.000 indios- Tercera expulsión de los portugueses y ocupación de la Colonia del Sacramento en la Banda Oriental.
1740- 1.000 indios con G. Salcedo- Contra los portugueses en la Banda Oriental.
1749- 1.500 indios con Bruno Mauricio de Zabala- Contra los charrúas en el actual Entre Ríos.
1762- 3.000 indios- Cuarta expulsión portuguesa y ocupación española de la Colonia del Sacramento en la Banda Oriental.
Los abuelos indios fueron carne de cañón en defensa de su patrimonio y su tierra. Lucharon por su Patria que es también la nuestra.
PARTE VI
Los portugueses, en sus propósitos de expansión territorial hacia el Río de la Plata, cerrado el paso por la frontera nor-este que estaba controlada por las milicias jesuítico-guaraníes y sabiendo que la defensa de Buenos Aires sólo contaba con los 100 soldados del presidio, intentaron avances por el sur.
Bordeando la Banda Oriental, se situaron frente a la ciudad-puerto al promediar 1680. Instalaron una base fortificada con piezas de artillería y 500 soldados: Colonia del Sacramento
Buenos Aires, huérfana de apoyo militar por la conflictividad que atravesaba la corona española, corría el peligro de una ocupación inmediata. El gobernador José de Garro, intimó la retirada a los portugueses. La intimación fue rechazada aduciendo que ocupaban sus legítimos dominios. El gobernador obró en consecuencia: convocó, entre otras, a las milicias guaraníes.
La respuesta fue rápida: 3.000 indígenas, 5.000 caballos, 1.000 mulas cargadas con los pertrechos bélicos atravesaron el actual Entre Ríos y llegaron a Puerto Landa, Costa Uruguay Sur.
Aquí, prepararon el asalto; cruzaron el río Uruguay, el río Negro y el San Salvador, sorpresivamente en la madrugada del 7 de agosto de 1680, cayeron sobre Colonia del Sacramento causando más de 100 bajas enemigas y perdiendo 20 soldados indígenas. Portugal ordenó la invasión de la frontera de Castilla. La corona española, al firmar el Tratado Provisional de Lisboa en 1681, objetó las acciones de Garro y ordenó la devolución de la plaza tomada sin su autorización. Así andaban las cosas en el Río de la Plata.
Nuevamente en 1704, ante la confrontación bélica por la Sucesión al trono español, el gobernador de Buenos Aires convocó a las milicias guaraníes con el objetivo de recuperar Colonia. Con fuerzas integradas por 4.000 indígenas se repitieron las acciones: asedio, asalto y toma de la fortaleza.
Con el ascenso de Felipe V de Borbón y la firma del Tratado de Utrech, España debió hacer ventajosas concesiones a Portugal y a Inglaterra: libertad de comercio y navegación en el río de la Plata; devolución de la Colonia del Sacramento.
En 1735 se volvió a sitiar Colonia del Sacramento con 5.000 guaraníes.. Después de las experiencias anteriores, se evitó mayor confrontación: deposición de armas y ocupación. Pero hubo que devolver la fortaleza por tercera vez.
1750. España y Portugal firmaron el Tratado de Madrid o de Permuta: propuesta portuguesa, cambio de la Colonia del Sacramento por el territorio misionero ocupado por Portugal.
Los pueblos de las Misiones se opusieron y resistieron con 30.000 hombres armados. La guerra guaranítica fue sangrienta. España y Portugal se unieron y atacaron juntos a los pueblos misioneros en rebeldía. La lucha fue desigual y cruenta.
Cuando el Rey se dió cuenta del gran error en que había incurrido, ya estaba hecho el daño.
Se volvió atrás pero los pueblos de las Misiones perdieron la mitad de sus hombres. Lograron reponerse del golpe sufrido en pocos años, reorganizaron sus fuerzas.
PARTE VII
Cuatro veces fue tomada Colonia del Sacramento por los indios: en 1.680, 1705, 1737 y 1762 y siempre el Rey de España ordenó devolverla, por miedo a los portugueses.
En el último asalto en 1762 se produjo el hecho de armas más importante que haya ocurrido en el río de La Plata. Quinientos hombres defendieron la fortaleza de los portugueses que además, tenían su escuadra naval en el puerto. Los ingleses acudieron en su ayuda con una importante flota: diez barcos artillados y una fragata como nunca se había visto. Equipada con 64 bocas de fuego y quinientos soldados de desembarco.
La escuadra inglesa entró a puerto haciendo fuego con su artillería pero los nativos no se intimidaron y atacaron decididamente con sus flechas incendiarias, tratando de dañar las velas para restarles operabilidad. Una flecha indígena ingresó por una escotilla abierta de la gran fragata, entró en su bodega, dio en la Santa Bárbara. La fragata voló en pedazos con sus 64 cañones; quedó reducida a un montón de maderos humeantes y se hundió. La mayoría de los quinientos soldados y los tripulantes que no murieron en la explosión, perecieron ahogados junto al Comandante, el Almirante inglés Mac-Denara. Quedaron fuera de combate la mayoría de los barcos de guerra porque el fuego se propagó a las velas y quedaron inoperables.
Colonia del Sacramento se entregó sin luchar. Los vencedores tomaron 2.500 prisioneros, gran cantidad de cañones y un botín valuado en 4 millones de libras esterlinas. Nuestros abuelos indios sólo usaron flechas y el ingenio con el mismo efecto que si hubieran usado misiles tierra-agua.
No olvidar el momento de apremio que tuvo la ciudad de Buenos Aires cuando la flota francesa en 1697 bloqueó el puerto en un intento de desembarco. Una fuerte sudestada entorpeció las maniobras. Esto dio tiempo a la llegada de las Milicias indígenas que se habían solicitado a las Misiones. Cuando los franceses observaron los preparativos de defensa, desistieron de sus propósitos.
El Rey Felipe V de Borbón (1700-1749) por Real Cédula de 1743 expresó:
"(...) estos indios de las Misiones de la Compañía de Jesús siendo el antimural de aquella provincia hacían a mi real Corona un servicio como ningunos otros (...)"
A fines de siglo XVIII, Carlos III de Borbón atemorizado quizá por el poder potencial de los indígenas de los pueblos misioneros e instigado por los portugueses, que querían de cualquier manera suprimir ese escollo que frenaba sus intentos de expansión, resolvió expulsar a los Jesuitas. Consideraba como premisa, el propósito o intención de segregación que podía animar a los pueblos jesuítico-guaraníes.
Expulsada la Compañía de Jesús, los guaraníes continuaron la lucha contra los portugueses. Defendieron los territorios platenses y aún en el siglo XIX integraron los famosos escuadrones de Caballería del General José de Artigas.
Si sabemos mirar con más devoción el pasado de nuestra Patria, podemos buscar allí imaginación y motivos para recrear los perfiles de la vieja estirpe y rescatar, hilvanada y restaurada, la epopeya perdida.
Guardemos en el fondo del corazón un emocionado recuerdo y un profundo agradecimiento por nuestros abuelos indios, que fueron carne de cañón en la defensa de esta tierra, su Patria y que es también la nuestra.
PARTE I
Su padre, Martín Suárez de Toledo, entró en la Asunción en 1542 con Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Comenzó como Gobernador en 1569 y fue nombrado nuevamente en 1572.
Su madre, María de Sanabria, era hija de Juan Pérez de Sanabria y nieta del Mariscal de Castilla, Hernán Arias de Saavedra.
Era costumbre de la época adoptar el apellido de uno de los abuelos, por eso Hernandarias se nominó Hernando Arias de Saavedra.
Cuando fue Gobernador usó en sus sellos uno de los cuarteles del escudo heráldico de los Saavedra. Un escudo cortado en dos. En el primer cuartel, una ciudad sobre ondas de azur y plata y en lo alto un dragón y un brazo armado con una maza que lo golpea. En el segundo, tres fajas de jaqueles de oro y gules, colocados en cuatro filas y un filete de oro. Todo, sobre plata y orla de gules con chapa de oro. Este cuartel fue el que usó en los sellos.
Se ha discutido la fecha de su nacimiento. En una carta que escribió en 1624 al Rey Felipe III confirmó que fue en 1564:
"(…) En los sesenta años de mi edad, los cuarenta y cinco dichosamente empleados en servicio de Vuestra Majestad (...) "
De su juventud, en la Relación de Servicios refirió:
"(...) desde que tuve 15 años" anduvo "acudiendo a las conquistas, jornadas y poblaciones que se han ofrecido, así a la Gobernación del Tucumán, como en la de la Plata (…)".
Consta que tomó parte en la expedición que Gonzalo de Abreu hizo en busca de la Tierra de los Césares. También acompañó a Hernando de Lerma cuando salió a castigar a los indios de Casabindo; estuvo con Juan de Garay en las fundaciones de Santa Fe y Buenos Aires; marchó con Alonso de Vera a sofocar la rebelión de los guaycurúes y en la instalación de población del Río Bermejo en 1583.
Jaquel: cuadrado o casilla que resulta de la división de un escudo, cortado o partido al menos dos veces.
PARTE II
En su juventud, desde los 15 años, fue HERNANDARIAS un continuo batallador. Sobre todo en la lucha contra los indios rebeldes.
Juan de Torres de Vera y Aragón, cuando salió a combatir a los indios guaycurúes, se hizo acompañar por Hernandarias, uno de los mejores conocedores del país y de capitanes experimentados.
Con una maniobra audaz como valiente, Hernandarias logró hacer de las jornadas contra los guaycurúes, una expedición victoriosa. Tenía en ese momento 24 años. No es extraño, pues, que al preparar la expedición fundadora de la ciudad de Vera de las Siete Corrientes, le otorgase Vera y Aragón el cargo de mayor responsabilidad. Comenzaba entonces a perfilarse el futuro brillante de Hernandarias.
Fue designado "Capitán de Su Majestad para todas las cosas que se ofrecieran proveer, para las provincias de las Siete Corrientes", quedando autorizado para actuar "en todo lo concerniente en cosas de justicia como en caso de guerra". En 1588 salió con cuarenta hombres arriando 1.500 vacas y otros tantos caballos".
Fue un viaje penoso, que duró unos tres meses. Llegado a Corrientes, fue el único capitán que salió a combatir a los indígenas rebeldes y logró pacificarlos. Alonso de Vera y Aragón distribuyó las encomiendas entre los pobladores de Corrientes (se) entiende por encomienda a los indios destinados al cultivo de la tierra otorgada a cada beneficiado, llamados encomenderos).
Todos los conquistadores y pobladores obtuvieron su encomienda de indios, con ricas y extensas tierras, a excepción de Hernandarias, precisamente el que hizo la pacificación y empadronamiento de los indígenas, no tuvo ninguna encomienda. Este hecho nos indica cuan grande era el desinterés del bravo capitán por obtener favores a propósito de los servicios prestados.
En 1589, los indios renovaron los ataques a Corrientes. Hernandarias, que se encontraba enfermo en Asunción, en conocimiento del suceso, no vaciló en dirigirse a Corrientes con ochenta hombres, para prestar auxilio. A su llegada, construyó un fuerte para refugiar a los pobladores y salió a dar un duro castigo a los indios. Como consecuencia, se agravó su enfermedad que lo obligó a retornar rápidamente al Paraguay.
El primer nombramiento de Hernandarias como Gobernador de Asunción fue hecho por el Cabildo el 13 de julio de 1593. Desde Potosí, Ramírez de Velasco lo designó Gobernador y Capitán de Asunción en 1593. Desde Potosí, Ramírez de Velasco lo designó Gobernador y Capitán de Asunción en 1596, dejando éste la Capital y falleciendo en 1597. Las autoridades y pobladores reeligieron gobernador a Hernandarias, en 1598.
En este año, el 19 de julio, vivió Asunción un día tan jubiloso como histórico. Entraron en la ciudad "
Por Real Cédula de noviembre de 1601, Hernandarias fue nombrado Gobernador de Buenos Aires, reeligiéndolo en el cargo el Rey, en 7 de setiembre de 1614. Su período de gobierno en Asunción finalizó el 12 de octubre de 1618.
Al nombrarlo Gobernador decía el Rey: "... El cargo de Gobernador conviene proveerlo en persona de cualidades que se requieren y estas concurren en la de vos Hernando de Saavedra y tengo en consideración lo que me habéis servido en los dichos cargos y esperando lo continuaréis por el término de 3 años tiendo Gobernador del Río de la Plata".
PARTE III
Al cumplirse el primer Siglo de iniciada la conquista, la civilización y evangelización de la población indígena de América, aún no había dado sus frutos.
Hernandarias, frente a este problema, buscó soluciones y solicitó permiso al Rey para incorporar las Comunidades Misioneras en las tareas de evangelización.
En las primeras gestiones, logró la presencia de setenta y dos misioneros jesuitas alemanes que, además de ser sacerdotes, debían ejercer algún oficio como ser: albañil, carpintero, herrero, escultor, orfebre, etc.
Con ellos inició la fundación de poblaciones de indígenas guaraníes en la zona de Guayrá (hoy Paraguay) y sobre los ríos Paraná e Iguazú, organización que llamaron Misiones de los Jesuitas.
Las primeras se fundaron en las postrimerías del Siglo XVI, y mayoría a comienzos del Siglo XVII. Llegaron a ser más de treinta pueblos de indígenas guaraníes que poblaban la zona y que se manifestaron claramente en actitud amistosa y con espíritu de asociarse con los "blancos".
El 16 de diciembre de 1617, el Rey Felipe III estableció la división de la Provincia del Río de la Plata y Paraguay. La Gobernación del Río de la Plata comprendía a Trinidad de Santa María de Buenos Aires, Santa Fe, San Juan de Vera de las Corrientes y Concepción del Río Bermejo.
La otra Gobernación, que se instituyó del Guayrá: a Asunción, como cabeza de su gobierno, y a Guayrá de Villa Rica del Espíritu Santo y a Santiago de Jerez.
El Rey nombró Gobernador de la del Río de la Plata a Diego de Góngora y Hernandarias fue al Paraguay donde ejerció el cargo hasta el 12 de octubre de 1618.
A partir de la destrucción de las Misiones de Guayrá por las bandeirantes paulistas, en 1631, su gobierno se llamó Provincia del Paraguay.
Cuando refiere a la designación de Hernandarias como Gobernador de Asunción, el padre jesuita José Guevara -historiador del Siglo XVIII- expresa: "Floreció un insigne Caballero conocido por sus proezas en las guerras contra infieles, insigne protector de indios, enemigo declarado de bullicios y disturbios; prudente celoso del bien común y defensa de los reales derechos: Hernando Arias de Saavedra, natural de la Asunción del Paraguay, que se gloria de haber dado cuna a uno de los mejores sujetos del nuevo mundo, esclarecido en las artes de la paz y de la guerra, de prendas tan sobresalientes, que su retrato colocaron los ministros de la Casa de la Contratación de Sevilla en una de sus salas, entre los héroes eminentes que han producido las indias."
Después de veintiséis años ejercer como Gobernador, en carta al Rey, año 1624, decía: "En los 60 años de mi edad, los 45 muy dicho sanamente empleados en servicios de Vuestra Majestad... Lo que significa que hay veinte años en que sirvió al Rey en tareas ajenas a sus funciones como Gobernador.
Para lograr un ordenamiento en las misiones, Hernandarias organizó un Sínodo al que se convocaron las ciudades para lograr la paz y concordia entre los prelados y los gobernadores, a fin de ordenar todo lo que conviniese al Servicio de Dios y del bien público.
Uno de los resultados de aquel Sínodo fue el dictado de las ordenanzas de los indios.
PARTE IV
Los jesuitas tuvieron en Hernandarias un gran amigo y no dejaron de reconocer sus favores. También lo hicieron los franciscanos.
En febrero de 1600 los jesuitas escribieron al Rey que el nombramiento de Hernandarias "...ha sido la más notable elección que Vuestra Alteza ha hecho para la tierra y el tiempo que ha corrido, porque no es cargoso a los vecinos ni a los indios penoso, ni hombre de regalo ni de cohecho y tan sin interés que con estar pobre vacando en la Concepción un pedazo de repartimiento el mejor que hay en esta región y pudiéndolo tener para sí, conforme a las cédulas de Vuestra Alteza les puso en Vuestra Corona con los 192 indios que en esta Gobernación son los únicos que rinden tributos".
Fue Hernandarias un notable protector de los indios y promulgó las ordenanzas en su defensa. Contienen, a mi juicio, disposiciones muy acertadas que superan a las de Domingo Irala y Gonzáles de Abreu. Se constituyó en uno de los Capitanes que más viajaron de un extremo a otro en el territorio de las actuales repúblicas Argentina y Paraguay. Igualmente, tomó parte en la expedición a la Patagonia, en pos de la fantástica Ciudad de los Césares. Poco después de tres meses de la partida, la expedición regresó a Buenos Aires al tener noticias de un ataque y destrozos en la ciudad de Tucumán.
Cumplidor estricto y fiel a las reales cédulas referidas al comercio, no permitía ningún contra bando, pese a que estas prohibiciones cerraban el puerto de Buenos Aires y aparecía la pobreza. Premió entonces el rey la labor de Hernandarias, otorgándole una importante extensión de tierra en Entre Ríos, en la llamada Bajada del Paraná, sobre la costa de este río y "con fondo" hasta el río Uruguay.
A comienzos del siglo XVII, llevó 200 vacunos para poblar de hacienda su campo, donde instaló una pequeña estancia con encargados del cuidado de sus animales. Los indios charrúas, que ya obraban en Entre Ríos conquistados por los portugueses a través de bebidas alcohólicas, anzuelos, cuchillos, machetes y naipes, favorecieron el contra bando de los lusitanos, proporcionándoles cueros de vacunos. Atacaron varias veces a los hombres de Hernandarias hasta que éstos abandonaron la población y regresaron a la Asunción. Volvió Hernandarias a traer más vacunos a sus campos, hacia 1612, aumentando así la población bovina que al iniciarse el siglo XVIII se estimaba llegaba a la cifra de un millón y medio de cabezas.
El contrabando portugués encontró en esa hacienda "cimarrona" un importante aporte para sus ilícitos negocios. Favoreció esa tendencia en el XVIII y comienzos del XIX, el puerto natural que más tarde se llamaría PUERTO LANDA, único lugar de la costa entrerriana donde podían recalar los barcos piratas por la existencia de un canal profundo .
En el citado lugar -Landa- el gobierno de Buenos Aires ubicó la Reducción de Santo Domingo de Soriano, en el 1666, tratando de evitar el contrabando de los portugueses. Ese comercio ilícito en el Río de la Plata preocupó mucho a Hernandarias y lo decidió a trazar caminos y fundar ciudades.
PARTE V
EI propósito de Hernandarias de explorar el río Uruguay y la Banda Oriental, fue el de abrir caminos y fundar pueblos para impedir que posibles corsarios o piratas se establecieran amenazando la existencia de la ciudad de Buenos Aires.
No se equivocó cuando intentó cubrir una zona tan expuesta al acceso de delincuentes.
Pocos años transcurrieron para que se convirtiese en motivo de intentos de violación por parte de portugueses, ingleses y franceses.
La exploración aludida tuvo efecto en el año 1607.
Es extraño que Hernandarias, luego de transitar el actual Entre Ríos en sentido oeste-este cruzara el río Uruguay a la altura de Colón-Paysandú que es el único lugar para hacerlo con menor dificultad.
Es probable que pudiese tener alguna información sobre el Paso Paysandú ya que no es fácil encontrarlo transitando a través de grandes y extensos médanos, más aún viajando con carretas.
Al llegar a este Paso, ordenó el cruce e indicó a sus hombres seguir avanzando por la ribera oriental del río hacia el sur.
Regresó a Santa Fe, pues tenía allí y en Buenos Aires tareas pendientes.
Concluídas las diligencias en Buenos Aires, cruzó el río de la Plata.
El re- encuentro se produjo en San Gabriel; exploraron la costa uruguaya "hasta llegar a un río y puerto que llaman Monte Vidio que quedó por nombre Santa Lucía por habérsenos hallado allí aquel día". Era el 13 de diciembre de 1607.
Hernandarias se detuvo en ese puerto natural que consideró el mejor para fundar una ciudad. Luego remontó el río Santa Lucía hacia el interior de país donde combatió varias veces con indios charrúas, sin sufrir daño alguno. Retornó al punto de partida después de seis meses de exploraciones.
PARTE VI
Mencionar las obras realizadas por Hernandarias, nos llevará mucho tiempo y papel. En su ciudad natal, Asunción del Paraguay, el padre José Guerra expresó:
"(…) de haber dado cuna a uno de los mayores sujetos del Nuevo Mundo, esclarecido en el arte de la paz y de la guerra, de prendas tan sobresalientes que se lo considera entre los héroes eminentes que han producido las Indias".
Fue un gran defensor de los indios y procuró por todos los medios ordenar el trato que le daban los españoles.
Todas las rebeliones de los indígenas y las frecuentes luchas para sofocarlas, se originaron en la dureza y violencia con que fueron tratados por los conquistadores.
Hernandarias convocó a asamblea a procuradores, letrados y religiosos a fin de hallar solución al problema de ese trato y lograr la paz y la concordia. Uno de los frutos del Sínodo fue la serie de Ordenanzas que promulgó y que perfeccionaron a las de Irala y Abreu, a las que Hernandarias agregó 28 artículos que dictó el 12 de diciembre de 1598.
De inmediato se preocupó por conseguir el establecimiento de los Jesuitas. Estos misioneros tuvieron en él un gran amigo. Hizo que fueran al Guayrá, al Paraná y al Uruguay.
Luego se unieron los Franciscanos. Para todo contó con la aprobación del Rey.
Se organizaron y fundaron los Pueblos Jesuítico-guaraníes en las zonas de Asunción, Corrientes y las Misiones.
Los Padres enseñaron a los indios no solo religión y las reglas prácticas de una buena economía, sino también el método para la moderación, la paz y la quietud de los pueblos; que era preciso, desde un principio, fueran entablando una vida civil con sujeción y dependencia, reconociendo en los que gobernaban la autoridad a la que se debía respeto y obediencia.
Para lograr todo esto fue menester combatir largos años con las tinieblas de la ignorancia y expugnarles la brutal libertad a que estaban acostumbrados.
Los Misioneros los aceptaron con sus creencias, hábitos, lenguaje, organización social y familiar, para educarlos y evangelizarlos en el tiempo que fuera necesario.
Los frutos de la extraordinaria obra de Hernandarias -la fundación de las Misiones Jesuíticas-se tradujo en la conquista del indio como hombres sanos, educados e incorporados al cristianismo lo que va originar los hechos más importantes de los siglos XVII y XVIII.
Preparados para la defensa de la Gobernación del Río de la Plata, la hicieron por el lapso 1620-1776, contra los intentos de conquista de portugueses, franceses, ingleses y dinamarqueses, codiciosos del territorio que España por su pobreza bélica no pudo defender.
Nuestros indios preparados e instruidos con autorización real fueron carne de cañón en esa lucha por su Patria que es también la nuestra.
"Hernandarias, modelo de honestidad y de constancia, vivió setenta años, de los cuales medio siglo dedicó al bien de estas provincias. El Paraguay y la Argentina le deben un homenaje imperecedero de mármol y bronce" (Ricardo Levene).
Se cumplieron el día 17, 103 años de la muerte del católico insigne, maestro de juventudes y cantor de la libertad, José Manuel Estrada.
Solo vivió medio siglo, pero vivió en plenitud cristiana, en fervor ciudadano, en fervor por las instituciones republicanas.
Porque amó la libertad, la libertad cristiana, supo marcar a fuego, con la limpidez de un apóstol, a quienes lo desvirtuaron.
No tenía aún diecisiete años cuando de su pluma ya inspirada y fecunda, conocieron sus contemporáneos el llamado a la unidad, a la concordia, a la igualdad, a la libertad, al amor fraternal.
Consolidada la organización constitucional en 1861, el joven Estrada hizo un alto para concentrarse en el estudio; ya estaba signado su derrotero. Una madurez precoz apuraba su ideal en una visión filosófica de los grandes horizontes.
Quiso ser el paladín de la Verdad y ahondando en ella encontró la Verdad y la Vida.
Su corazón se abrió a las exquisiteces del Pescador de Galilea. Así nació el maestro, el gran maestro que habría de dar perfiles definitorios al inmortal Estrada. Ninguno como él, a mi entender, en su época, fue más digno de llamarse maestro porque para serlo se inspiró en los más puros ideales, se identificó en la caridad que es amor y, dando todo de sí, creció en ansias y se multiplicó en obras.
Fue Profesor y Director del Colegio Nacional de Buenos Aires, Inspector General de Enseñanza, Profesor de Derecho Constitucional, Jefe del Departamento de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires y Diputado Nacional. De él se llegó a decir que "nunca el Congreso había temblado bajo el peso de tan avasalladora elocuencia".
Estrada integraba la falange de jóvenes que en el decenio de 1880, junto a Goyena, Achával, Rodríguez, Garro y otros, puso vallas "al laicismo forastero que intenta corroer las tradiciones del país".
Desde las páginas de LA UNIÓN luchó vigorosamente por la vigencia de los principios que alumbraron la nacionalidad y robustecieron la familia y la educación argentinas.
Parte II
José Manuel Estrada fue la más pura encarnación de republicanismo y el ser más sensiblemente dotado para la defensa de las libertades. Los principios por él sustentados son imperecederos porque tienen su origen en la verdad absoluta, y de nada valen ni valdrán mañana, las variaciones del pensamiento humano que pudieran contraponérsele.
Ninguna vida de hombre público se levantó más alto como obrero de la educación, que la de José Manuel Estrada. Como paladín de la verdad y la justicia, no apagó su voz, lo que más tarde le valió la oprobiosa destitución de sus cátedras, cometiéndose un agravio a la libertad de la cátedra y a la enseñanza pública.
Corre la década del 80 y la bacanal del siglo llega al máximo. La debacle financiera se produce. La revolución estalla. La pólvora y la sangre ponen el sello a la locura del oro y de las ambiciones políticas.
Estrada, que ha luchado sin tregua en ese decenio, comprende tal desequilibrio en la crisis de los valores morales. Se fortalece el Apóstol y se persuade de que la caridad en función de socorro tiene que extenderse más allá de los castigados por la miseria física. Contribuye a crear instituciones de formación espiritual que, enriqueciendo los resortes anímicos, coadyuvan en el apostolado cristiano. Este es Estrada.
Cuando el César de turno; don Julio A. Roca, incapaz de persuadirle o seducirle, lo separa de las cátedras, en su última lección, abrazó a sus jóvenes alumnos con aquellas palabras de bronce que dicen "con las astillas de las cátedras destrozadas por el despotismo, levantaremos tribunas para defender la libertad".
Estrada se durmió en el sueño de los justos para contemplar, desde las regiones del eterno bien, la proyección que alcanza en los hombres y en las instituciones de su patria, el holocausto de su vida luminosa.
No es la figura que pasa y cubre el casillero de un mojón en el espacio. José Manuel Estrada es figura monitora cuyo pensamiento se prologó más allá del tiempo físico, porque el verbo en la cátedra, en el libro, en el parlamento, tiene cadencias de eternidad.
Porque dio con valor testimonio del Crucificado en todos y cada uno de los actos de su vida. Por que su muerte fue el último testimonio con que selló una vida incesantemente ofrendada por Dios y por su Patria.
PARTE I
Con motivo de rendir homenaje, en el aniversario de su nacimiento (10 de noviembre 1834), y particularmente por destacar todo aquello que se vincula con nuestro pasado, es oportuno señalar uno de los aspectos que menos se repite en los ensayos biográficos del gran José Hernández.
Ya sabemos que su vida no fue apacible ni fácil; que desde sus primeros años tuvo que sortear duros obstáculos y que desde su temprana madurez se sintió atraído por la política de ideas con toda su secuela de enconadas luchas.
Le tocó actuar en acciones guerreras y revolucionarias, destacándose por su temple y coraje.
Sabemos que, en función sobresaliente de su propia capacidad, la política lo llevó al Parlamento y al ejercicio de tareas ejecutivas.
José Hernández fue político, gobernante, fue periodista, taquígrafo, comerciante, ganadero. Fue un hombre completo para su época; fue también maestro y éste es el aspecto menos mencionado en sus biografías y que es menester destacar.
Pasó largas horas de su fecunda vida junto a los niños, tratando de modelar hombres útiles para la Patria. Ocurrió en la provincia de Corrientes, en 1867, en plena guerra con el Paraguay.
Alternaba el delicado arte del gobierno y el apasionante batallar de la política con las muy nobles tareas de la docencia. Nuestro poeta ocupaba en Corrientes el Ministerio de Hacienda y Gobierno y dictaba clases en el Colegio San Agustín de los Padres Franciscanos. Este funcionaba en un local modesto que, según las crónicas, se caracterizaba por la pobreza de líneas de la época, con muros de barro y techo de paja. Al abrigo de esas paredes, como todas las que cobijaron nuestras primeras inquietudes de Patria y horizontes límpidos, creció en ansias y se multiplicó en obras, nuestro abuelo más gaucho, como maestro de una escuela católica.
Después, una revolución le obligó a interrumpir su abnegada misión de educador y a abandonar Corrientes.
Comenzaba a ensombrecerse el horizonte en nuestra Patria y se iniciaba una época de oscuras persecuciones contra hombres y doctrinas que habían ido consolidando la verdadera fisonomía de la floreciente Nación Argentina, de profundo contenido cristiano.
PARTE II
José Hernández nace en la chacra de Pueyrredón, el 10 de noviembre de 1834. Sus padres fueron Rafael Hernández y doña Isabel Pueyrredón, prima hermana de Juan Martín de Pueyrredón. Recibió el bautismo en la hoy Basílica de la Merced, con los nombres de José Rafael. Cursó como alumno en el Liceo Particular de San Telmo, del maestro Pedro Sánchez.
Con su padre, mayordomo de una estancia de Juan Manuel de Rosas, se fue a vivir al campo, en la Provincia de Buenos Aires donde compartió las faenas y costumbres de los gauchos. Allí conoció a los criollos nuestros y, quien ha convivido con ellos, puede atestiguar la limpieza y grandeza de su alma.
Después de ese aprendizaje, se sintió capaz de entreverarse en las guerras gauchas y empuñó con ellos la lanza para enancarse en aventuras montoneras. Participó en el combate de Rincón de San Gregorio y contra las fuerzas de Buenos Aires, como teniente, a las órdenes de Sotelo, en El Tala.
En 1859 casa con doña Carolina González del Solar. Intervino luego en Pavón y en Cepeda.
Aunque sin estudios universitarios, con una rica cultura general, fue redactor en diferentes periódicos y se desempeñó como taquígrafo del Senado de la Confederación en Paraná. Ya en la ciudad, empuña otra lanza, la literaria desde "El Nacional Argentino".
Publica en Buenos Aires, El Río de la Plata en colaboración con Guido Spano y Agustín de Vedia. El César de turno hace cerrar sus periódicos y es perseguido.
Participa en favor de López Jordán en Entre Ríos, y cuando Roca viene sobre aquél se ve obligado a emigrar y refugiarse en el extranjero A su regreso a Buenos Aires en 1879, fue diputado de la provincia, reelecto en 1880.
El 1886 muere en la quinta de Belgrano. Sus últimas palabras fueron: Buenos Aires... Buenos Aires...
Don Julio Argentino Roca derrotó a López Jordán en Nambé y tronchó sus sueños revolucionarios. Hernández, que se había unido a López Jordán en una aventura montonera, opta por exilio, cruza a Rivera (República O. del Uruguay) y a través de la frontera Norte, entra en Santa Ana de Livramento, Brasil.
Ingresó al primer hotel que halló a su paso. Frente a la mesa de su cuarto y llenando carillas volcó sus ansias de escribir. No memorias sino la descripción de un infortunio, de una cadena de penas.
Fue una denuncia y también una protesta. Su protesta: el lamento de la tierra con sentido telúrico que se corporiza en el hombre. En el desvalido, el marginado, el despojado. Es el paisano rudo y simple que ha perdido su familia, su casa, su tierra, hasta su identidad; que ha sido arrastrado a la leva para luchar en la frontera, donde se señala el límite entre la civilización y la barbarie de los salvajes.
Esto que no es una leyenda sino el panorama, el fondo, el tema que animará al protagonista. Que será el gaucho. Así va a nacer el Martín Fierro.
Pocas carillas quedarán de aquel impulso. Semanas después, en Montevideo y a su regreso en Bs. Aires, en la chacra de San Martín o en la quinta de Belgrano, las estrofas cobrarán formas definitivas. Antes de concluir 1872 se volcarán a la tipo grafía para multiplicarse en ediciones. Primero serán pan intelectual de los sencillos y terminarán por impresionar a los eruditos.
José Hernández, mucho antes de cumplir los 40 años, será célebre, no faltará quien lo denomine el Cervantes argentino por haber escrito la obra representativa de su lenguaje.
En 1879, publicó "La Vuelta de Martín Fierro". Muy pocos acaso sabrán que no menores méritos le enriquecieron para escribir la "Instrucción del Estanciero"; para integrar por autoridad docente el Consejo Nacional de Educación; para polemizar con Leandro Alem sobre la capitalización de Buenos Aires y para mostrar sus dotes de legislador desde la banca de Senador, que ocupó hasta su muerte en 1886.
Para todos, José Hernández será siempre, por encima de todo, el autor de "Martín Fierro".
PARTE IV
El Martín Fierro ha alcanzado difusión universal, como ocurre con las creaciones literarias sobresalientes. Las numerosas versiones del poema en diferentes lenguas, lo corroboran en la nómina siguiente:
El Martín Fierro fue traducido: Al alemán por Adolfo Berstendoefer, Max Tepp y Tell Shulteis (1945). Al francés, por Paul Verdevoye (París 1955), Adolfo Villate y Marcel Carayon. Al italiano, Folco Testena (1950). Al inglés, A fragment from Martín Fierro by José Hernández por J. Anslander; por Walter Owen, New York (1936); Martín Fierro, the Argentine Gaucho Epic. de Henry Holmes (1948). Al guaraní, la Traducción en versos de Eduardo Saguier, (Bs. As. 1951). Al húngaro, lo tradujo Ladislao Szabó en 1944. Al checo, Carlos León Svoboba.
Al árabe: existen dos traducciones, de Malapi Khouri y de Yaud Jorge Neder. Al portugués; por Cecilio Meirilles. Al japonés; Miyamoto. -Al griego; por Jorge Primbas. Traducción al Catalán de Enric Marti Muntaner (1936). Al esperanto, por Adolfo Angel Quiña González. Al iddisch: por Samuel Claserman. -Al esloveno; Tini Debelja! (1970). Al armenio; Martin Fierro y La Vuelta de Martín Fierro por Sissag Kalaidjian.
Se ha hecho edición en sistema Braile para que tengan acceso a la obra los no videntes.
Además se conocen traducciones parciales al ruso, hebreo, gallego, sueco, croata, piamontés, rumano, vasco.
OTRAS OBRAS DE JOSÉ HERNÁNDEZ
Enunciamos: "Rasgos biográficos del general Ángel Vicente Peñaloza", publicado en "El Argentino" de Paraná, en 1875; El gaucho Martín Fierro con final interesante sobre el camino trasandino. "Vida del Chacho Angel Vicente Peñaloza" (1875); "Juramento de los treinta y tres Orientales", carta en versos gauchescos que firmó con el seudónimo Martín Fierro, en el que hace un detallado análisis del cuadro del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes (1878); "Instrucción del estanciero" tratado completo para la planta y manejo de un establecimiento de campo destinado a la cría de hacienda vacuna lanar y caballar (1882).
Con el título "Personalidad parlamentaria de Hernández" la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, publicó en 1947, sus discursos y proyectos que ocupan tres volúmenes. Además "Selección de escritos de José Hernández", en prosa de Antonio Pagés Larraya (1952).
Se conservan también, poesías de Hernández, la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, publicó en 1947 sus discursos y proyectos que ocupan tres volúmenes. Además "Selección de escritos de José Hernández", en prosa, de Antonio Pagés Larraya (1952).
Se conservan también, poesías de Hernández, en lengua culta, como: "El viejo y la niña", "Los dos besos", "El carpintero" y "Cantares".
Llaman a tu puerta...
Miremos al fondo de los siglos.
Un crepúsculo perfila la noche blanca de la Navidad primigenia, concreción divina de la promesa mesiánica.
Dos peregrinos llegan al portal de una posada, en busca de techo y abrigo para ellos y de cuna para una esperanza. Cuna para la esperanza de una humanidad irredenta.
Y responde el infame posadero: "no hay lugar"... Y sí, hay lugar. Se repite el reclamo y se repite la negativa: - "no hay lugar".
Los peregrinos, desoídos, ignorados y postergados, van a albergar su angustia en un pesebre, para acunar un capullo divino en una cuna de paja.
Transitemos a través de veinte siglos y veremos a un peregrino, al eterno Peregrino de la Verdad y del Amor que llama a la puerta de todos los hombres; y a su amoroso reclamo, le responden siempre: "no hay lugar".. y sin embargo, sí hay lugar.
Este Peregrino del Amor y de la Esperanza llama a nuestra puerta. Sentimos ya su reclamo; nos pide techo, abrigo y cuna como en aquella Navidad de Belén. Techo, abrigo y cuna para una esperanza. Cuna para la esperanza de una humanidad que desespera por vivir la eterna Nochebuena de la Redención.
El llama a nuestra puerta y no vamos a responderle como aquel posadero de Belén: -¡no hay lugar, porque sí, hay lugar! Hay lugar para todo. Hay lugar para la diversión, para el fútbol, la revista, y la televisión, y el cine y la novela, para el paseo y la conversación banal.
¿Cómo no ha de haber lugar para El que es nuestro amigo, nuestro Padre, nuestro Dios?. Para El, que llora sobre el dolor y la desesperanza de nuestros hermanos y sobre las muchedumbres sin Pastor: muchedumbres olvidadas, envueltas en la ignorancia, en el frío, en el descreimiento, hurgando en el vacío de los desposeídos de la Verdad. Sed de verdad que nos reclama, que nos incita a prodigar nos. La comunidad tiene sed, y a esa sed nosotros podemos mitigarla, saciarla, porque la verdad, que es Cristo mismo, es infinita, es eterna, es redentora. Darnos en la verdad, que es darnos en el amor El ejercicio del apostolado de la verdad como impulso del amor humano divinizado, es caridad cristiana.
¡Llaman a nuestra puerta!... Que las campanas de la Nochebuena despierten en nosotros nuevos e inolvidables ecos. Que la estrella de Belén nos envíe un rayo de luz venido de Cristo Niño para dejarnos una meditación y la inquietud del Cristo total, temporal y eterno.
¡Llaman a nuestra puerta!... Nochebuena; Que la noche de paz y de campanas, de caridad y esperanzas, noche de estrellas, noche cristiana, nos explique sin palabras, el misterio que ella guarda.
Iniciamos un estudio geológico del río Gualeguaychú porque, para considerar luego las etapas históricas del empedrado de las calles de la ciudad, tendremos que referirnos a nuestro río, que proporciona en abundancia la piedra necesaria y, sobre todo, la forma en que pudo transportarse por las condiciones de acceso que ofrecían las regiones, de donde se extraían.
Iremos mencionando los distintos lugares de nuestro río donde tiene características especiales para poder ubicarlos. Además agregamos las distancias en Kilómetros a los distintos puntos de referencia.
De Gualeguaychú en el que es muy abundante la piedra en el subsuelo, tenemos unos 2 Km. hasta el lugar llamado La Horqueta. Allí desemboca el arroyo Gualeyán. Aunque la piedra existe en el lecho y sobre la margen izquierda, no asoma a la superficie. A partir de La Horqueta y sobre margen izquierda, comienza la abundancia de piedra en los campos de estancia "San Martín", lo que es visible en tierras altas mezcladas con la vegetación. Esta abundancia se extiende hasta el arroyo Isleta, ubicado unos 6 Km. más al Norte.
A partir de este arroyo, la piedra aparece también en el mismo río, 1 Km. más al Norte, en todo el ancho del río y en una extensión de 500 metros que hace muy difícil la navegación, aún para canoas.
Tres kilómetros más adelante, si bien en el río se observan piedras, en bancos muy aislados se las encuentra en la margen izquierda hasta llegar a la llamada Colonia Las Piedras que actualmente se nomina "Complejo Municipal".
A través de unos 5 Km. existen bancos aislados que dificultan la navegación hasta aparecer en abundancia, colmando todo el lecho en el lugar llamado "Cancha de las piedras".
En una extensión de 200 metros se ven solamente las piedras y apenas algo de agua en algunas grietas o fracturas de los bancos, de 10 a 20 centímetros de ancho.
Unos 3 Km. más adelante nuevamente es abundante la roca sobre la margen izquierda hasta llegar a una altura de tres metros sobre el nivel del río. Allí se encuentra el llamado "Ojo de agua", una vertiente natural que muestra un borbollón de unos treinta centímetros de altura que se escurre entre las piedras hasta caer al río desde una altura de tres metros.
En los campos adyacentes las rocas asoman en cualquier lugar alto, en pleno monte. En ese lugar el río se torna muy angosto, a no más de diez metros, conformando un pequeño rápido de un metro de pendiente, imposible de atravesar ni con la canoa.
A nivel normal, la altura del río en ambos niveles del rápido es de casi 1 metro de diferencia. Continuaremos con esta información en el próximo número de "CVADERNOS".
PARTE II
Al continuar nuestra información sobre la geología del Gualeguaychú, es necesario aclarar cómo se consideran las distancias señaladas entre las distintas características de nuestro río.
La distancia entre nuestra ciudad y el punto final de nuestro informe, que será el Salto de Méndez, es de unos 32 Km. aproximadamente. A esta distancia apreciada en línea recta, la calculamos en unos 30 Km. ya que el camino no tiene mayores curvas. La consideramos así, porque a la distancia exacta, por agua, es casi imposible determinarla por la sinuosidad o meandros que tiene nuestro río. Probablemente ha de ser de unos 42 Km.
En muchas oportunidades hemos viajado desde nuestra ciudad al Salto de Méndez, a remo, en tiempos en que no se contaba con motores poperos. La duración mínima de esos viajes fue siempre de 8 horas. Descontando las demoras por pasos difíciles, por las piedras, el tiempo empleado se calcula en 7 horas.
La velocidad de la canoa con tres personas y la carga habitual para un campamento, es de unos 6 Km. por hora, lo que nos da un cálculo de 42 horas de recorrido.
Cuando pudimos hacer el viaje con un motorcito popero, el tiempo empleado fue de 4 horas. Descontando el tiempo de una hora por las demoras en los bancos de piedra, nos quedan tres. A la velocidad de 15 Km. (de nuestro motor) nos acerca a la distancia ya apuntada.
Señalamos en nuestro informe anterior, hasta el "Ojo de Agua": Desde ese punto, unos 3 Km. más adelante, nuevamente aparecen las piedras en bancos costeros en ambas márgenes del río, pero no dificultan la navegación. El río pierde su anchura que queda reducida en unos 30 metros.
Con río en nivel bajo, es necesario viajar con prudencia, siempre por las piedras. Luego unos 2 Km. con ausencia de piedra a la vista y un canal más profundo.
Recupera el río un ancho de unos 50 metros y nuevamente la margen izquierda se cubre de piedras, a través de unos 5 Km. sin que molesten la navegación.
Más adelante aparecen las barrancas altas en la margen derecha y un meandro muy pronunciado, un rápido de unos 20 metros de largo y 15 metros de costa a costa. El rápido de muy poco declive, sobre pedregullo de vistosos colores y donde, con nivel normal del río, puede cruzarse a la otra margen con no más de 20 centímetros de agua.
A partir de ese punto reaparece la piedra en margen izquierda en los campos del establecimiento "Centella"; va cobrando altura a través de algo más de 2 Km. hasta llegar al "Salto de Méndez" donde la barranca pétrea alcanza los 4 metros de altura y en el monte, lejos de la costa, entre el pasto y los árboles hallamos la piedra a nivel del suelo.
Geología del Gualeguaychú Río
PARTE III
Habíamos llegado al Salto de Méndez. Un gran banco de piedra, entre ambas márgenes, eleva el nivel del agua a unos 2 m. El agua después de correr unos 20 m. cae al nivel bajo del río. Falta agregar que, a partir de "Las Piedras", sobre la margen derecha del río, hasta el "Salto de Méndez", la piedra es abundante y es la zona que dio más material para el pavimento de la ciudad.
Además hay que señalar los pasos que ofrece el río en las zonas de grandes playadas: Uno, ubicado en la zona de La Horqueta donde cruza el puente sobre la ruta 136. El río era muy playo y solamente ofrecía un pequeño canal sobre la margen izquierda, que con río bajo sólo dejaba cruzar canoas... Por abusos de las empresas areneras, este paso ha des aparecido.
Desde "Las Piedras", unos 6 Km. al Norte, se encuentra el "Paso de la Arena". Se cruza el río fácilmente con un pequeño sector que tiene sólo 1,50 metros de profundidad.
Recordamos el paso que había a la Isla de la Libertad, a principios de este siglo, que permitía cruzar el río sobre un banco de piedra con el agua a la rodilla. Fue destruido con minas para facilitar la navegación.
La Isla de la Libertad se formó en época muy reciente. El río antes pasaba por el actual Balneario Municipal, doblaba al Este, luego al Sur, por donde va el camino de la costa, luego al Oeste y finalmente nuevamente al Sur a la altura del arroyo Munilla formando un meandro. Luego el río fue erosionando la costa a partir del Balneario para abrirse paso hacia el Sur y estableció su lecho frente a lo que fue después nuestro puerto. Quedó formada la isla.
Este fenómeno se produce en los ríos de llanura. En el nuestro hemos encontrado varios de estos pasos por erosión, donde se originaron islas como la citada. Unos kilómetros al Norte de "Las Piedras" un gran meandro de unos 900 m. de extensión, en uno de esos "cortes", dejó una isla de unas 8 hectáreas en la década del 60. Fuimos testigos del proceso que duró unos 4 años.
En sector casi frente a "Las Piedras" existió otro meandro que luego fue "anulado" por erosión del río, dejando una isla. Eso es muy antiguo pues, del viejo lecho, sólo quedan algunos vestigios. Un sector de una antigua barranca con un gran banco de piedra de casi 3 metros de alto, con las señales características que el agua marca en la piedra. El lugar fue habitado por indígenas que dejaron restos de su presencia. Al lugar se lo conoce como "El Cerro de los Difuntos", quizá el que lo nominó así encontró allí huesos humanos.
Del antiguo lecho del río allí sólo quedan un pequeño lago, bañados y plantas acuáticas.
PARTE IV
Alguien me preguntó por qué habían desaparecido las hermosas playas que existieron en nuestro río, en todas las curvas que tiene desde nuestra ciudad al Norte, hasta llegar al lugar llamado Barrancas Coloradas.
Barrancas Coloradas es un lugar ubicado a unos dos Km. antes del complejo Municipal de "Las Piedras". En ese lugar la barranca tiene una altura de más de 4 metros sobre la margen izquierda del río. Las playas que existieron, que en realidad eran hermosas, desaparecieron, con el abuso que se hizo por parte de las empresas areneras, en la comercialización de la arena.
En todas las curvas o meandros que existen en nuestro río en el tramo señalado, existieron esas playas y quizá con el tiempo volvamos a tenerlas.
Eso quiero explicarlo porque: Los meandros se originan por la acción erosiva del agua en los momentos de las grandes lluvias. Al llegar el agua a esas curvas tropieza con la barranca, debe cambiar su curso y erosiona con violencia. No existiendo piedras que ofrezcan resistencia, el agua, aún derribando los árboles a los que gasta el apoyo de sus raíces, gana terreno en perjuicio de la barranca, la que pierde espacio. El agua arrastra humus, greda, arcilla y todo, menos los calcáreos o toscas.
La curva que se origina en la masa de agua produce por influencia, un gran remolino cuya curva llega la orilla opuesta. Ese remolino transporta todo el material que ha sacado. El humus, greda y arcilla que el agua lleva en suspensión son transportados a distintas distancias según su peso. Lo único que no lleva en suspensión es la arena. Esta después del envión inicial de pocos metros, por su peso, es sólo arrastrada sobre el fondo hasta la otra ribera donde el remolino la acumula, formándose la playada.
Mientras la costa erosionada retrocede y pierde espacio, la costa opuesta avanza y gana el terreno que la otra ha perdido. Por eso el río, por lo general, mantiene su ancho.
A los elementos transportados en suspensión, el agua los lleva a distintas distancias, según su peso, y ello determina las variantes de profundidad en el curso del río de acuerdo al lugar donde se produzca la decantación. El humus es uno de los materiales más transportados por estar compuesto de sustancias orgánicas de poco peso, que enturbian el agua mucho tiempo y suelen llegar en suspenso a través de nuestro río, como también del Uruguay, hasta el río de La Plata donde decantan con el agua en reposo.
Como este fenómeno se produce siempre con las lluvias, que son frecuentes, tenemos la esperanza de que las playadas de nuestro río, se repongan con el tiempo. Sobre todo ahora que no se permite más el comercio con las arenas de nuestro río; los que lo navegan podrán ver ¡Qué hermosas son las playadas desde Barrancas Coloradas hasta mucho más allá del "Salto de Méndez", donde no llegaron los areneros GRACIAS A LAS PIEDRAS que no se lo permitieron.
PARTE V
Se han dado referencias sobre el río Gualeguaychú, desde nuestra ciudad hasta el Salto de Méndez, ahora lo haremos desde nuestro Puerto hasta su desembocadura en el río Uruguay.
Existe una boya en medio del Uruguay, donde nace el canal de acceso al Gualeguaychú, llamada Boya 90, que señala el Kilómetro 90 a partir del de Cero del Riachuelo, en Buenos Aires.
Desde esta Boya 90 hasta la boca del río Gualeguaychú, hay 6.800 metros señalados con otra ubicada en dicho punto. Partiendo de allí hasta la desembocadura del arroyo Munilla (Cerca del Puerto) otra boya indica (si aún está) el Km. 22,300.
Tenemos, 15 Km. desde la Boca a nuestro Puerto, tramo que está señalado con boyas luminosas, al cuidado de un boyero encargado de mantener con gas los faros. En la actualidad el sistema está algo descuidado.
En la década del 30 se abrió, antes de llegar al arroyo Venerato, un canal que permitió acortar en casi 1.000 m. la distancia a la Boca. La navegación por esta vía es para el turismo o embarcaciones de poco calado.
El tramo de 15 Km. por el río hasta la Boca, debió ser, en el siglo pasado, un verdadero "Derroche de piedras", en ambas márgenes. Hoy se ven pocas porque fueron utilizadas en grandes obras. Sólo se observan canteras, frente a la boca del Munilla y hasta cerca del Club de Pescadores. Además desde unos 100 m. al sur del Frigorífico existe una cantera-isla, que sólo deja un canal angosto sobre la margen izquierda del río.
Otro banco visible aparece frente a la boca del arroyo Lorenzo, en campos de propiedad de Boari el que actualmente está construyendo un camping balneario.
La gran cantidad de piedras que tuvo nuestro río en tramo de la Boca al Puerto fue utilizada en grandes obras a fines del pasado y principios del presente siglo.
Sin poder precisar de qué lugar se extrajeron las piedras usadas en el siglo anterior, podemos suponer que lo fueron del tramo de Puerto a Boca. Los posteriores trabajos del presente siglo, si, sé hicieron con material obtenido en el tramo descripto en notas pasadas de CVADERNOS, al norte de la ciudad.
No debemos olvidar que la piedra de la que tanto hablamos, es la arenisca característica de la formación rocosa de fines de la era secundaria y principios de la terciaria, tan abundante en nuestro subsuelo.
PARTE VI
La presencia de grandes bloques de arenisca a flor de agua, en el río Gualeguaychú puede causar extrañeza, ya que las rocas pertenecen a los primeros milenios del período terciario o finales del secundario, es decir cerca de 30 millones de años, anteriores al cuaternario que suma los dos millones.
El cuaternario, se superpone al terciario en muchos metros de terrazas compuestas de sedimentos de gravas, gredas, arcillas y arenas.
Es conveniente aclarar el porqué de la presencia, casi superficial de arenisca en nuestro río y en los terrenos próximos a su cauce.
Al retirarse el mar que cubría la zona, hace más de 5.000 años, los estratos cuaternarios y los acumulados posteriormente, fueron erosionados por las corrientes de agua provocadas por las lluvias. El agua llovida se desplazaba hacia el río con previa acumulación en proximidad de su cauce.
Antes de fundarse Gualeguaychú y a través de 5.000 años, la acción de la erosión acuífera afectó los estratos transportando el material más liviano y arrastrando arenas y gravas al lecho del río. El desgaste erosivo de tantos años, aunque fuera sólo de 1 ó 2 milímetros por año, trazó una pendiente más o menos rápida, según el caudal de agua que corriera.
En la zona Norte de lo que hoy ocupa la ciudad, el desagüe se orientó a través de los afluentes del arroyo Gualeyán, como el canal Bolacuá; y al Sur por los que corrían hacia el arroyo del Cura, como los cañadones Manantiales y el Laurel.
El agua de las lluvias del N.O. y del Oeste, corría por cañadas de menor porte y a través del terreno que hoy ocupa la ciudad.
Consideremos el proceso actual: El agua de esos puntos corre, en un 25% por el canal Clavarino, que es desde luego, el Gaitán y sólo afectó la erosión en la zona que comprende unas 70 manzanas del sector S.E., antes de volcar en el río.
El 75% restante, corre principalmente por Rocamora, luego por la zona de Plaza Ramírez y toma por calle Del Valle acumulándose por lo que era el cauce del arroyo Munilla. Ya sabemos lo que al presente ocurre en esos lugares.
También tenían su desagüe por cañadas menores, a través de la ciudad. No quedan señales de es tas cañadas que fueron corregidas a medida que se edificaba y nivelaban los terrenos.
Una cañada menor de la que tenemos memoria era la que evacuaba el agua del centro, particular mente de la calle 25 de Mayo y que tenía caída por calle Suipacha (hoy Perón). Llegaba hasta Andrade, cruzaba en diagonal la manzana de la Escuela Normal (sin edificar aún), doblaba por G. Méndez hasta 3 de Febrero, y de ahí a calle Del Valle.
Los niveles de Perón, Pellegrini y Chalup, desde G. Méndez al Sur, eran muy elevados y no permitían el desagüe por ellas. Sólo la G. Méndez daba curso a las aguas llovidas. Vemos aquí, lo que ocurría en Gualeguaychú hasta principios de este siglo XX.
PARTE VII
Completamos la información de nuestra nota anterior (Cvadernos N° 132).
Los que ejercen la docencia en la Escuela Nacional Superior del Profesorado, "Olegario V. Andrade", han visto muchas veces, en los inviernos lluviosos, anegarse el aula destinada a Actividades Prácticas, en el subsuelo. El agua llega por infiltraciones hasta los 20 cm.
Donde existe o ha existido una corriente de agua superficial, ella tiene su complemento que corre, en forma más lenta desde luego, a través de estratos arenosos del subsuelo.
Actualmente, el torrente de agua que fue la calle Gervasio Méndez, ha disminuido debido a la construcción del pavimento de las Pte. Perón, Pellegrini y Chalup, donde el nivel fue bajado de 30 a 80 cm, en atención al nivel de cada una. Ello permitió el desagüe por esas arterias.
Resumiendo: desde el N.O. y O. hacia el S.E. para dar curso a las lluvias, se originó la pendiente por erosión, corriendo por ahí el agua hacia el río.
Diferencia de niveles o cotas: En la zona del Puerto de Gualeguaychú la cota es de unos 4 m. En Plaza San Martín está en 10 m. (siempre en base al nivel del río). En Urquiza al Oeste se acerca a los 15 y en Bulevar A. Daneri a los 20 metros.
En Bulevar Isidoro de María, donde ubicamos al Instituto Agrotécnico, ronda los 25 m. y si nos acercamos a la Ruta Nac. 14, se alcanzan los 40 m. en el Parque Industrial.
En síntesis, las terrazas cuaternarias que llegan a dicho nivel en la Ruta 14, desaparecen sobre las márgenes del río Gualeguaychú, cuyo curso corre por terrenos terciarios. De ahí que las areniscas están en sus riberas y casi a flor de tierra, en las zonas próximas al Gualeguaychú.
De no haber ocurrido movimientos tectónicos (1) seguramente, en la zona del Parque Industrial, encontraríamos las areniscas a más de 30 m. de profundidad.
En las zonas próximas al río, donde se producen inundaciones, las areniscas son "muy conocidas".
En calle Concordia, cuando se construyó un canal para instalar la línea cloacal en dirección a un pozo de bombeo, los bancos de areniscas fueron tan grandes que opusieron serias dificultades a la empresa constructora. El uso de dinamita para fracturarlos ponía en peligro de graves daños a los edificios próximos al zanjeo, entre calles Borques y Mitre.
La solución se encontró -en el lugar más afectado- en una abertura entre dos niveles de rocas, lo que permitió colocar los caños por debajo de uno de los bancos, a 5 m. de profundidad.
Como último dato respecto a la presencia de arenisca, digamos que la zona de mayor abundancia, existente a poca o ninguna profundidad es la más afectada por las inundaciones.
Ref.: (1) tectónico: relativo a la estructura de las rocas y a sus formas externas resultantes de la deformación de la corteza terrestre.
PARTE VIII
Nos queda recordar algunas rocas que se constituyen en referentes de hechos del pasado, que configuran nuestra historia.
En la década del treinta, un sector del río Gualeguaychú a unos tres Km. al norte de "Las Piedras, tendría apenas 30 metros de ancho y entre ambas márgenes había caído un tronco de árbol que tenía las raíces en el lecho del río y sus ramas, gruesas, se apoyaban en la barranca de tres metros de la margen izquierda. Su tronco, de más de 50 cm. de diámetro, se bifurcaba en dos ramas que desaparecían dentro de la barranca. Este dato nos habla de la antigüedad de su caída, además de estar fosilizado en base a sílice.
La margen derecha, cubierta de arena y plantas acuáticas que llegaban a la base del tronco, dificultando desde ya el paso de embarcaciones.
La particularidad de la fosilización con sílice, es testimonio del proceso en aguas marinas. Lógicamente, la presencia del mar en esa zona nos habla de más de 5.000 años antes del presente, cuando ocurrió la última ingresión marina. Testimonio elocuente de que nuestro río fue un brazo del mar.
En la década del 40, el tronco del que hablamos desapareció cuando el río,- en ese lugar-, alcanzó un ancho de más de 50 metros; ambas habían sido erosionadas por las corrientes de agua. Quizá el tronco esté en el fondo del río. Otro testimonio lo constituyó la presencia de un gran banco de piedra que fue explotado por una empresa, cerca del frigorífico.
Por el camino que va al Club " Yacaré" se pasa cerca de dos pozos aún con agua, lugar donde estuvo dicha cantera. En la oportunidad que tuve de visitarla, puede observar la presencia de muchos troncos de árboles, de un diámetro de 20 a 30 centímetro, amontonados en desorden, como si una fuerte correntada los hubiera traído y arrojado a una zona baja o bañado, donde ya habría, quizá, un banco o estrato de arena. Lo importante para señalar es que los troncos estaban fosilizados y transformados en piedra junto con la arena, lo que también indicaría la presencia de antigua ingresión marina.
Corresponde citar también, como elemento testimonial, la presencia, en singular ubicación, de una base de arenisca, en la esquina de calles Camila Nievas y Gervasio Méndez, sector sudeste. Con una superficie horizontal, sin defectos y muy pulida, partía desde el muro de la edificación y llegaba al cordón de las veredas de ambas calles, haciendo un total de unos cuatro metros cuadrados de superficie. El piso de la vereda se completaba con "lozas" de arenisca, talladas y colocadas, -esas sí-, por el hombre.
Resumiendo: Un banco que quiso " ser piso"… y lo logró. Hoy, la edificación y el piso fueron "modernizados".
Si alguien quiere saber algo de las características de nuestros bancos de piedra, puede observarlos donde se construye el canal de desagüe en Avenida Del Valle.
PARTE IX
Hemos presentado ocho notas referidas a lo que podríamos llamar el personaje ilustre de Gualeguaychú; la piedra arenisca.
Lo hemos ubicado en su lugar de origen, cómo se presenta, dónde es más abundante y los sitios más accesibles.
Ahora nos dedicaremos a considerar cuándo, dónde y cómo, este personaje prestó servicios al hombre.
Gualeguaychú, como todos los pueblos, tuvo sus problemas y muy serios, a los que debió darles solución y, en los más graves y urgentes era preciso obtener material óptimo y en grandes cantidades.
Nuestros abuelos miraron hacia el río; allí estaba lo que necesitaban, pero -¿Será suficiente lo que vemos?, se dijeron: ¡allí también hay!
Exploraron el fondo del río. -¡Allí también hay! Miraron, caminaron... -¡Sí, hay! Aguas arriba más de 40 km. ¡Sí, en abundancia!. Tierra adentro, entre los montes, allí dormían enormes bancos...
Cerca del pueblo, también casi en la superficie y a diferente profundidad, también. -¡Sorpresa!... Millones de toneladas de arenisca dormían en el subsuelo de la ciudad nueva. El hallazgo apabulló a nuestros abuelos, pero... ¿Habían encontrado la solución buscada?
Nos queda mencionar cuáles fueron las tareas que reclamaron la intervención de aquellos.
En primer lugar, estaba el río; navegación a vela hasta casi fines del siglo XIX. Los barcos impulsados por el viento debían tener una quilla profunda. Sin quilla con prolongación de fondo que fuera de uno a un metro y medio, no puede navegar a vela.
El canal de acceso a nuestro río ponía permanentemente grandes dificultades.
El comercio, el transporte de todo tipo, los que viajaban, lo hacían por vía fluvial. La escasa profundidad del canal impedía la libre navegación. Ni con posibles dragados tenía solución ese problema. Veamos las causas:
El río Uruguay corre de Este a Oeste hasta la curva en la que cambia rumbo al Sur. Es en esa curva donde está el canal de acceso a nuestro río. Es conocida la marejada que se origina cuando soplan vientos del N.E., del E. y del S.E., que son los más frecuentes. Por su acción, el agua corre y castiga la ribera derecha, la que, desde el Ñandubaysal hasta la Boca es casi totalmente de arena.
El oleaje afloja; la empuja -la arena no flota llevándola poco a poco a lo profundo y al O. y, en grandes cantidades, hacia el canal de nuestro Gualeguaychú.
Ese aporte es permanente y no puede evitarse. -¿Cuál es la solución?... Crear un terraplén paralelo al canal para detener la marcha de la arena. Problema de nuestros abuelos: ¿Terraplén?... ¿Con qué?... ¡Con piedras!
Ahí apareció el PERSONAJE. ¡Tenemos! ¡Tenemos! Y nuestros abuelos saltaron de alegría.
Tenían la solución... ¿Cómo?... Ya se lo contaremos, porque vale la pena que lo sepan.
PARTE X
Antes de detallar la hazaña de nuestros abuelos, vamos a considerar, con más información, la difícil situación de nuestra ciudad frente a las dificultades en atención a los inconvenientes que presentaba nuestro río. A esto lo hemos señalado en CVADERNOS 97, 98 y 99.
Frente a la imposibilidad de navegar a vela por el Gualeguaychú se hizo necesario buscar otro puerto desde donde comunicarnos con y desde Buenos Aires. El lugar donde ubicarlo fue Rincón de Landa, único sitio donde el río Uruguay ofrece canal y puerto profundo.
La distancia a ese puerto nuestro, por agua es de 45 km.; por tierra (en el siglo XIX), 400 km.
El camino que conducía por Costa Uruguay Sur, desde pesquería Foldesi, arroyo Las piedras, estancia Punta Caballos y estancia La Estopona, no existe más.
Al momento crucial lo señalamos a fines del siglo XIX, cuando se buscaba una navegación por el río Gualeguaychú con embarcaciones de mayor calado y esto obedecía a la necesidad de concretar una conexión más segura y rápida hacia Buenos Aires, ya con motores a vapor.
El viaje por nuestro río se tornaba posible y más rápido, pero el Uruguay lo hacía imposible. Ese gigante de más de 10 km. de ancho, con el aporte de toneladas de arena, decía ¡No!...
Hasta más o menos 1880, nuestra metrópolis fue Montevideo. La razón era muy simple. Un viaje a Buenos Aires que se podía hacer únicamente por agua, navegando a vela, llevaba, por lo general dos días, siempre que hubiera viento y no lloviera, ya que 40 km. debían hacerse por tierra. En cambio el viaje a Montevideo, con las postas de la época, organizadas para las diligencias, significaba cruzar a Fray Bentos y luego por el camino a Montevideo, adonde podían arribar en un día.
En el Instituto Magnasco de Gualeguaychú están los libros de contabilidad de la familia Guiñazú, en los que figura que hasta 1880 se mantenía contacto social y comercial con Montevideo.
Esta situación cambió totalmente apenas el viaje a y desde Buenos Aires se resolvió con el uso de motores. Se pudo completar al solucionar el problema de acceso al río Gualeguaychú.
Nuestros abuelos se enfrentaron al gigante, el río Uruguay, y lograron cerrarle el paso a sus intentos de obstruir permanentemente el canal de acceso.
Ellos, con el pechito hinchado de orgullo, se dirigieron a la zona que hoy llamamos Pueblo Nuevo y, en el terreno al sur de donde estuvo instalada la vía ferroviaria al puerto, y cerca del río, señalaron el lugar, ya conocido por ellos, donde tenían una descomunal cantera de piedra arenisca, suficiente para terminar con las pretensiones del Río Uruguay.
PARTE XI
Facilitar el acceso al río Gualeguaychú, significaba tener que solucionar el problema de la entrada, provocado por el río Uruguay.
Era necesario un terraplén a lo largo del canal de acceso, en una extensión de casi 3 Km. El material, la piedra, estaba, pero la construcción de la obra constituía un serio desafío. No era suficiente construirlo, sino efectuarlo en forma ordenada a los efectos de que el oleaje del Uruguay no lo alterara.
Nuestros abuelos, usando su ingenio, lo hicieron. La piedra no podía colocarse arrojándola al agua "a la bartola", sino en forma conveniente para dar mayor solidez al terraplén.
Esta dificultad se solucionó agregando como base de construcción una balsa, hecha con troncos donde ordenar pacientemente la piedra; bien calzada y sostenida esta balsa con pontones y embarcaciones, de ambos lados. Se la mantenía a flote hasta lograr núcleos de 6 m. de base, 2 m. de ancho en la superficie y 2 m. de altura. Estos núcleos, de 4 a 5 metros de largo se bajaban al fondo del río para dejarlos fijos y construir otro tramo de 4 ó 5 metros, con otra balsa. Se evitaba de esta manera el desparramo de piedras y se daba compactación a la estructura.
Se construyó así lo que se calificó como espigón, en la margen izquierda del canal, partiendo desde tierra firme hacia donde se ubicó la boya 90, canal de río Uruguay.
Este primer espigón alcanzó una extensión de 2.700 m. con el fin de poner freno al sector más afectado por el Uruguay. El de la margen derecha, partió de un punto más avanzado de la costa y alcanzó el extremo del otro a los 2.000 m. Todo este trabajo fue muy lento y arduo por el peso del material y se concluyó casi al finalizar el siglo XIX.
Lo que más trabajo dio fue el transporte de la piedra desde Gualeguaychú hasta la boca del río. Nuestros abuelos lo realizaron en forma excelente ya que cumplido un siglo desde su construcción, el terraplén continúa en perfecto estado... Con el mayor de los éxitos ha vencido la prepotencia del Río Uruguay.
Si será efectivo que, en los primeros 500 m. del espigón que frena el avance del gran río, con la cantidad de arena que arroja, se ha originado una isla con vegetación acuática y en ella un monte, y ya aparecen los ranchos donde se ubican los pescadores de la zona. Se tiene un piso a nivel de los espigones, lugar a los que no llega más la arena. El resultado de la construcción no pudo ser mejor.
Nos sentimos orgullosos de nuestros abuelos porque fueron capaces de mantener con éxito más de 50.000 toneladas de piedra.
PARTE XII
Creo que la historia de Gualeguaychú puede dividirse en dos épocas o períodos. El primero, del año 1783 a más o menos al 1880 y el segundo hasta el presente.
Las embarcaciones de transporte que funcionaban con velas, se transformaron en embarcaciones con motores a vapor y se generalizaron hacia el 1890. El presidente Domingo E Sarmiento que visitó Concepción del Uruguay en ejercicio de su mandato, en el transcurso del 68 al 74, viajó hasta Puerto Landa, puerto de Gualeguaychú en esa época. Aún no habían llegado los motores. El resto del viaje lo hizo por tierra.
La construcción de los espigones de piedra se hizo a fines del siglo XIX, porque desde entonces se terminó con la imposibilidad de viajar por el Gualeguaychú con embarcaciones de vela y porque aún ofrecía dificultades el Uruguay.
También fue necesario el muelle e instalaciones del puerto. Terminados los espigones, se debió complementar la obra con el dragado del canal de acceso al río Gualeguaychú, afectado por las "andanzas" del Uruguay y del mismo Gualeguaychú con sus canales poco profundos.
Nuestra ciudad, al finalizar el siglo XIX, contaba con un apreciable progreso. La cantidad de calles empedradas comprendían unas 165 cuadras: de Urquiza a Gervasio Méndez, en tramo de Mitre a Rocamora, con sus transversales.
Al iniciarse el siglo XX fue también necesario el empedrado hasta el puerto por calle Leandro Alem, desde Bolívar hasta Del Valle y de ahí hasta el puerto. Agregar las que conducían a la Estación del Ferrocarril, inclusive al centro de partida del tranvía desde calle Tala (hoy Maestra Piccini).
En el tramo comprendido entre Alem y el puerto se construyó la Plaza Colón. A propósito, conviene recordar algo muy importante: En el lugar existía un bajo muy anegadizo. Para corregir ese mal paso se recurrió a la piedra que, en grandes trozos se obtuvo del río, parte del banco de arenisca que unía con la isla Libertad y la otra, del banco de Pueblo Nuevo.
La base de la plaza Colón, que se elevó a más de dos metros, se logró con un relleno de piedra de algo más de un metro y medio y el resto con tierra y arena.
Al afectarse algunos árboles (actuales) de la plaza, se recurrió a tratamientos especiales para evitar se secara. Algo mejoraron pero en el presente su estado es lamentable. Parece que nadie recuerda ese relleno de más de metro y medio en el subsuelo de toda la plaza. Nos es posible que los árboles puedan estar lozanos si sus raíces tropiezan con piedras.
Igualmente cabe recordar que el pavimento de calle 25 de Mayo, confeccionado con cubos de madera, comenzó a deteriorarse a principios del siglo XX, destruyéndose en la década del 20, hasta que fue necesario adoquinar dicha arteria.
En la década del 20, cuando llovía salíamos a la calle (en Gervasio Méndez y Chile, hoy Chalup), a juntar los cubos de madera de "la 25" que pasaban flotando en el agua.
PARTE XIII
Para los últimos trabajos que se hicieron a principios de este siglo, las piedras se extrajeron de la estancia "Las Piedras", siendo embarcadas en barcazas desde unos 200 m. al sur del actual puente de la ruta N° 136 que lleva al puente "San Martín"; de allí al puerto. Los adoquines eran elaborados en la cantera de origen con gran habilidad por los picapedreros, que lograban dar una notable semejanza en tamaño y forma.
Podemos observarlo en las calles aún pavimentadas con piedra como Bolívar, entre C. Nievas y Alem.
También los cordones de limite con las veredas de unos 50 a 90 cm. de largo y un ancho de 30 a 40 cm. confeccionados en las canteras de origen, son tan perfectos en su talla y hasta curvos, siguiendo la línea de acera en las esquinas.
En calles pavimentadas con cemento hallamos cordones quebrados o rotos lo que difícilmente ocurre con los de piedra solamente que los hayan cortado para hacer canales de desagüe.
En el primer período del siglo XX, la tarea del empedrado de calles fue intensa, adoquinándose con piedra gran cantidad de calles, empezando por Luis N. Palma y Rivadavia y sobre todo la Urquiza, en la que se extendió hasta el Hospital y más tarde hasta el Bulevar Daneri. Además se empedraron calles transversales y se completaron las ya empedradas, desde Mitre a Alem.
Comienza luego la era del pavimento con cemento, las primeras con pedregullo y después con piedra arenisca picada. Es posible ver en algunos sectores el uso del pedregullo que se traía de las canteras de Colonia Elía (Depto-Uruguay), por ejemplo, en sectores de Luis N. Palma, y de piedra picada en muchas calles de la ciudad.
En el período del cemento, con piedra picada y últimos adoquinados de piedra, el material se extraía de diferentes lugares de las márgenes del río Gualeguaychú, de estancias como: "San Martín", "Centella", "Isleta", "Las Piedras" y el "Salto de Méndez". Por último de las canteras próximas al Frigorífico Gualeguaychú.
En el trabajo realizado por los picapedreros o empedradores, resaltan algunos nombres como Vicente Cicarelli, Pedro Narbais, Manuel Bilardo, Juan Tramontín, etc.
Aunque el pavimento con cemento en calle 25 de Mayo se hace por 1927, éste comienza en gran escala entre 1936 y 1942 con Urquiza y Luis N. Palma.
En 1936 se transforma la del Valle de arroyo en calle pavimentada, mediante fondos nacionales, con cemento, durante la presidencia del Gral. Agustín P. Justo que visita la ciudad. (CVADERNOS N° 75).
La década del 30 es histórica para Gualeguaychú pues las obras que se llevaron a cabo fueron de tal magnitud, que quizá no haya otra similar. La mayor cantidad de ellas están ligadas a un hijo de Gualeguaychú.
Este fue el Diputado Nacional Juan Francisco Morrogh Bernard. (CVADERNOS N° 36).
Nota: El Gral. Agustín P. Justo visitó Gualeguaychú el 29-5-1937. (CVADERNOS N° 75)
PARTE XIV
Hechos muy importantes se producen en el río Gualeguaychú en la primera mitad del siglo XX, sobre todo a partir de la década del 30.
Construcción del puente que unió ambas riberas, a la altura de calle Luis N. Palma. Apertura de un canal profundo en el banco de piedra arenisca que permitía cruzar a la Isla Libertad caminando, con el río en bajo nivel, a la altura de 3 de Caballería, aproximadamente. Corte de un canal para la navegación de barcos de menor calado, a pocos metros del arroyo "La Capilla", que permitió acortar la navegación hasta la Boca, en casi un kilómetro.
Como citamos en notas anteriores, la Plaza Colón. Realización del dragado más importante realizado en el río. La construcción de la Avenida Costanera. Construcción del nuevo muelle, con extensión del murallón costero hasta cerca de la boca del Arroyo Munilla. Los ocho galpones del Puerto, junto con las plazoletas que se extienden hasta el edificio de la Subprefectura Marítima. La calle San Lorenzo, desde Bolívar hasta el río y, como complemento, crecido número de calles pavimentadas, incluyendo las paralelas al Norte de Urquiza, Luis N. Palma hasta el Puente y las paralelas al sur de Gervasio Méndez como así extensión de transversales hasta la Avenida Del Valle.
Para "quedar bien" con nuestro amigo el río, se trató de arreglar más el aspecto de ciudad de nuestro Gualeguaychú.
También debemos citar obras que se hicieron prácticamente en la misma época. Las instalaciones de los centros de recreo y actividades náuticas, clubes Náutico y Neptunia. El chalet de Rossi para "adornar" la Isla y el sello tan particular que ofrece el castillo construido frente al Puerto.
Sumemos otras realizaciones de esa época. Como la ampliación de la Escuela Normal sobre Andrade, lo que completó el edificio hecho con frente a Méndez en 1910. Igualmente, el Colegio Nacional, cuyo edificio fue ampliado hasta San Martín; el Instituto Magnasco, que ocupa una cuadra sobre Camila Nievas; el Banco de la Nación Argentina y, desde luego, el Frigorífico Gualeguaychú.
Como "yapa" varios kilómetros de pavimento de la ruta 14 desde Urquiza hacia el sur. Señalemos que el puente que comunica con el Parque Unzué fue iniciado, en su primera parte, en 1920, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen. Al término de esta presidencia, 1922, dicho puente quedó construido en su primera trama hasta el primer pilote asentado en el río. El presidente Alvear no continuó esta obra durante su mandato: 1922-1928; reanudándola Yrigoyen, nuevamente presidente desde 1928, la que fue terminada en 1930; no llegó a inaugurarla porque fue depuesto por el golpe revolucionario del 6 de setiembre de ese año. Quedó librado el puente al uso público el 14 de julio de 1931 (ver CVADERNOS Nº 34).
Hasta esa fecha prestaban servicios entra ambas riberas del río, tres balsas que salían desde distintos lugares en nuestra costa ciudadana como así en la de enfrente.
PARTE XV
Completamos la información sobre el período 1930/1940 con la organización del Parque Unzué.
Saturnino J. Unzué y hermanas donaron el terreno para el paseo con la condición que se hiciera realidad en un término de años. Pasado ese lapso, si no se cumplía lo pactado se cancelaba la donación.
La construcción del puente permitió hacer la obra que embelleció la ribera izquierda de nuestro río (ver CVADERNOS 34, 41 y 67).
Para los que no conocieron la época anterior al periodo antes citado, informamos que la ribera derecha de nuestro río, desde el puerto hasta el Club de Pescadores, era un simple y vulgar pantano.
En tiempos de lluvia o de repuntes del río, el agua o el barro llegaban a media cuadra de calle Alem. La San Lorenzo no existía; allí retozaba el agua del río.
Donde ahora se levantan los galpones del puerto y plazoletas que llevan hasta Alem, era un bajo nivel, visitado con frecuencia por el río o agua de lluvia.
En la manzana que da a esa calle, entre del Valle y 3 de Caballería, sobre el sector Este, con frecuencia se veía entrar un pequeño barco que proveía de zapallos, melones, papas, etcétera, a un mercadito situado sobre Alem. Ese barquito, cuando el río levaba un poco su nivel se deslizaba por detrás del hoy hotel El Charrúa (esquina noroeste e Del Valle y San Lorenzo).
Acercándose a unos 30 metros de Alem, descargaba la mercadería en el negocio, para su venta. ¿Se ubica?...
Toda esa zona baja se relleno con arena que una draga sacaba del río.
■ Aproxímese usted a la baranda que limita la costanera: mire hacia abajo, hacia donde ahora retoza el río y podrá apreciar la distancia que existe entre ese fondo y sus pies.
■ Calcule el nivel a que fue elevado el terreno en toda la extensión desde el puente hasta el Club de Pescadores, en un ancho de hasta media cuadra antes de Alem. Además, podrá calcular lo que ganaron en profundidad el puerto y sus aledaños con la enorme cantidad de arena que fue extraída del río para su relleno.
Cabe agregar algo más: Los trabajos de la draga se extendieron hasta la zona del Frigorífico Gualeguaychú y cercanías de la boca del arroyo del Cura. El material obtenido del dragado se destinó a elevar los terrenos, sumamente bajos, de la margen derecha del río.
Todo el material era transportado, desde la draga hasta la costa por un tubo montado sobre a serie de pontones en cadena, el que conducía material hasta las zonas bajas.
Muy diferente fue este al trabajo hecho en el tramo dragado de hace poco tiempo, cuando lo extraído por la draga fue arrojado en el mismo río, en el meandro o curva cerca del arroyo Venerato.
PARTE XVI
A través de quince notas nos hemos referido a la geología del río Gualeguaychú. En ellas informamos sobre sus características, sus estructuras, sus comportamientos y efectos y sobre todo, belleza.
Hoy queremos agregar algo que caracterizamos como "una yapa de nuestro río".
El canal de entrada al río Uruguay -o mojones de piedra-, alcanza en trayecto de 2.700 metros a la boya 90, la que señala su canal.
Hasta allí llegaron las arenas del Gualeguaychú, en algunos de los dragados efectuados hasta el presente.
En esa zona formaron un inmenso banco, muy cerca de la playada del río Uruguay. Sabemos que éste, en su margen derecha, conforma una extraordinaria playada como quizá no exista otra en América.
A partir de la primera pesquería que existió en propiedad de la familia Labayen, la playa es de cualidades excepcionales. En 1931 la medimos, penetrando en al río hasta que nos llegó el agua a los hombros. La profundidad era de unos 150 centímetros y la distancia a la costa 1.100 metros. Arena limpia, uniforme, sin irregularidades ni obstáculos, la que a lo largo de la ribera hacia el sur, alcanzaba los diez kilómetros.
A partir de ese punto la playa tenía una profundidad mayor de 0,10 cm. sobre la costa y de 1,50 m; a unos 700 m. aguas adentro. Es decir, una playa para mayores.
Ese sector alcanzaba también unos 10 km. en dirección al sur y ya en zona del arroyo Las Piedras.
Siguiendo más al sur, el nivel en la ribera era de unos 30 centímetros, alcanzando 1,50 a 500 m. de la costa, ello para bañistas más exigentes. En este nuevo sector se pueden medir otros 8 Km. hacia el sur, pues estamos a la altura de la boya de los 60 km. en el Uruguay.
Como partimos de cerca de la boya 90, la playada es cercana a 30 km. de extensión. En toda la zona que sigue el río Uruguay hasta su desembocadura en el río de la Plata, continúa siendo playo, con profundidades que sólo alcanzan los dos metros cerca del canal principal que corre aproximado a la costa uruguaya y a una distancia de nuestra costa que oscila entre los cuatro y siete kilómetros.
¿Dónde podremos encontrar una playada como ésta? Aún no ha sido descubierta por los gualeguaychuenses... Durante la Intendencia de D. Carlos Bibé se constituyó una Comisión encargada de establecer playada-balneario para nuestra ciudad, la que era presidida precisamente por aquel jefe comunal.
La familia Labayen había ofrecido cincuenta hectáreas en donación, con ese destino. Bien. De los doce miembros de esa Comisión Especial, cinco votamos por el río Uruguay Sur y siete por el Ñandubaysal. Se hizo en este lugar.
Perdimos tan hermosa playada que nos dio como "yapa" el río Gualeguaychú con sus ricas aportaciones de arena.
PARTE XVII
Con referencia a la nota anterior, me han hecho algunas preguntas, por lo que deduzco que, acaso la información no fue muy clara. Hoy trato de completarla con más detalles.
El río Uruguay, desde el puente San Martín hasta altura de Fray Bentos (sobre margen derecha, por Entre Ríos) tiene gran cantidad de islas y bancos cubiertos de vegetación, que reducen su ancho de seis a sólo un kilómetro, frente a Fray Bentos.
Cuando el Uruguay desagua por lluvias o crecientes, solamente lo hace por esa franja más angosta que, además, es la más profunda.
Por su margen derecha, corre muy poca agua; apenas un canal o zanja de unos 10 metros de ancho. El resto es sumamente playo. Toda la arena que los vientos del Sudeste erosionan de la ribera entrerriana, es arrastrada por esa pequeña corriente, a la que se suma la del río Gualeguaychú que desagua en la curva del río Uruguay.
El Gualeguaychú corre por su canal de espigones, casi 3 kilómetros hacia el Sudeste. Antes de llegar a la boya 90, ubicada al borde del canal principal del Uruguay, a un kilómetro de la costa uruguaya y a seis de la nuestra, ambas corrientes se unen y, desviando su rumbo hacia el Sur arrastran las arenas hacia las playas del Uruguay en el lugar llamado de las pesquerías; allí donde están las extraordinarias playas que señalé en mi citada nota anterior.
Al llegar allí, nuestro río, arrastrando las arenas le dice al Uruguay:
- Viejo, aquí tenés las arenas que nos robás de nuestras costas y no sabés conducir. Ahora ordenalas vos.
El Uruguay, usando sus vientos del Sudeste, forma los bancos de arena que son los que convierten en magníficas playas a los primeros 10 kilómetros del gran río.
Ese es el aporte, como yapa que regala nuestro río.
(En mi nota última no me extendí en datos por no excederme en el espacio que me han confiado.
Tengo que portarme bien, porque don Marco Aurelio es quisquilloso (1) y me puede sancionar si no cumplo con el "reglamento". En realidad tiene mucha razón porque es el responsable, paredes adentro, de mantener el prestigio que ha ganado CVADERNOS. Si me equivoco o me porto mal, me decapita).
Buscaremos la forma de publicar un mapa, marcando los puntos de referencias que he ido señalando.
Al llegar a esta altura del tratamiento de "Geología del río Gualeguaychú", quiero expresar mi agradecimiento a Don Teodoro Heredia, por la información que me proporcionó en muchos aspectos sobre nuestro río, la que fue muy valiosa, en especial en lo referente a las canteras de piedra que adornan y enriquecen a nuestro Gualeguaychú.
- Ref. (1) quisquilloso: adj. sensible.
La Geodinámica comprende los procesos evolutivos que afectan a la tierra y analiza las fuerzas y efectos que se derivan de ellos y toda índole climática y tectónica que continuamente castigan al hombre. Ellos son:
TORNADO: Borrasca de carácter ciclónico, en giros violentos.
TROMBA: Columna de agua o tierra en giros violentos.
TIFÓN: Huracán en el mar.
HURACÁN: Vendaval que sopla en giros, a modo de torbellinos.
MAREMOTO Sacudida violenta del mar, viniendo del fondo.
CICLÓN: Huracán que igualmente sopla en giros, con alta velocidad, a través del océano.
TERREMOTO: Temblor o sacudimiento de la tierra.
SISMO: Sacudida de la tierra en profundidad.
ALUDES: De agua, lodo o nieve que cae de las montanas.
Como preguntando, digo: ¿Estas "cositas" las tenemos nosotros?
Claro, ocurren en cualquier parte del mundo y con mucha frecuencia. En Asia Oriental, Océano Pacifico, Océano Atlántico (hemisferio norte). Triangulo de las Bermudas, Las Antillas, Mar Caribe, Islas del Sudeste Asiático, Indochina, Indonesia y Japón. En julio próximo pasado, en el sudeste asiático un maremoto provoco 20.000 muertos y otro fenómeno igual en China, 30.000.
En todo el mundo este fenómeno climático provoca siempre decenas, centenas y hasta miles de victimas, como queda dicho. Los aludes de lodo ocasionan la sepultura de pueblos enteros. No hace mucho desapareció un pueblito con todos sus habitantes en Córdoba, provincia de España, a consecuencias de un alud de lodo.
¿Ocurrió eso, alguna vez, en nuestra zona? En la década del sesenta cruzó un cono de un tornado que paso al Este de nuestra ciudad. Sólo le causó destrozos al techo de la Gendarmería.
Gualeguaychú, prácticamente, nunca fue azotada por uno de estos accidentes. En la provincia, otras comunidades los han sufrido. Hemos tenido, si, tormentas fuertes, pero no han pasado de voladuras de techos débiles, arrancadas de árboles u otros destrozos no muy considerables.
Como si fueran "muestras gratis", las tormentas aqui pasan muy altas; sentimos el zumbido o el silbar del viento bravo, pero de ahí no pasan.
Con respecto a las crecientes, sentimos la del 59, con inundación de la zona baja de la ciudad. Si hubo ahogados, ellos fueron los arriesgados hombres de la histórica draga, en el río Uruguay. Agua, humedad, contratiempos, pérdidas, pero no de carácter desastroso. La inundación del 78 fue solo la "descarga" de agua por nuestro río de una lluvia torrencial en toda su cuenca. Mojaduras, molestias, pero no daños de consideración, en un sentido general.
La Mesopotamia soportó otras crecientes como la del 82 y la del 98 (actual) que realmente a nosotros no nos molestaron como habitantes; aparte, el contratiempo turístico, desde ya. En este año la creciente en Entre Ríos desalojó a 18.000 personas; en nuestra ciudad, solo se desalojaron 33 personas del barrio del Munilla.
En la próxima entrega informare sobre "el porqué" de esta nota.
Parte II
En la nota anterior señalamos que los fenómenos climáticos, a nosotros, en Gualeguaychú, no nos afectan gravemente. Nuestra intención, en este caso, fue remarcar la suerte que tenemos de que dichas cosas no nos causen daños serios.
Simplemente esto ocurre, porque gozamos del hecho de que Gualeguaychú está ubicado en un lugar de preferencia, regalado por la madre tierra.
En este rinconcito de Entre Ríos, las condiciones físicas son de privilegio. Las tormentas se originan en zonas más elevadas de la provincia, - más allá de los 50 metros de altura media. Cruzan regiones de mayor altura que la del centro urbano, como la del Parque Industrial (cota: 42 m.), ubicado 5 km. al sur oeste. Cuando llegan a nosotros, unos dos minutos, no han desviado su altura de 42 m. y como el centro de la ciudad está en los casi 10 m. de la cota de Plaza San Martín, sentimos entonces el zumbido o "rezongo" del viento, que pasa muy alto y que poco nos toca.
En toda la provincia las tormentas causan serios destrozos; en nuestra ciudad, no.
Aquí, las tormentas comparadas con las de otros lugares, parecen de juguete.
Con excepción de la creciente de 1959 ¿cuándo hemos tenido otra que nos causara daños? La de 1982 los provocó graves, incluso destrozó totalmente la Ruta Nacional 14.
Aquí creció un poco nuestro río, y nada más.
La creciente actual ha deparado a través de un año perjuicios dignos de consideración, aun que al núcleo urbano prácticamente no lo ha tocado. En ese sentido cabe preguntarse -¿No es esto un privilegio? ¿No les parece que este "rinconcito" de Gualeguaychú recibe un verdadero regalo de la Madre tierra...?
En la zona urbana, propiamente dicha, lo que realmente puede traer peligro es el río Uruguay que tiene sus "chinches". Pero eso en todo caso para los que no lo conocen. Los que lo conocemos evitamos navegar por él cuando se irrita. Por eso, accidente como el que hundió la draga en 1959, sólo ocurrió porque las victimas no conocían realmente al Uruguay y cometieron una imprudencia. Esos hombres no supieron enfrentarlo, indudablemente no habrán oído consejos. No debieron mantener con dos anclas a la draga, factor principal del desastre. Debiendo abandonarla, prefirieron quedarse.
Por otra parte, no tenían en condiciones los elementos necesarios para las maniobras; no debieron confiarse en los salvavidas. Quien conoce al Uruguay no se lanza al agua con salvavidas soplando vientos fuertes y con aguas crecidas, sabiendo que en tales condiciones los bancos de camalotes y canutillos son fatales al llegar a la costa.
Repito una vez más. Vivimos en un rinconcito privilegiado. Vivamos tranquilos a pesar del mal tiempo. Pensemos hoy en el huracán Georges que ya lleva centenares de muertos, 20.000 damnificados y en Santo Domingo arrasó 3.000 casas.
Si elegimos este tema para continuar con nuestras notas, es porque se ha actualizado en los últimos años, y porque a la mayoría le interesa.
Recordemos brevemente un hecho que puso sobre el tapete el problema de los túneles.
Fue cuando el conflicto surgido en la década del 60 en el territorio muy lejano de Vietnam. Los grupos vietnamitas, uno del Norte y el otro del Sur, se enfrentaron. Rusia y China apoyaban al primero y Estados Unidos al sureño. Estados Unidos, con todo su poderío bélico, después de varios años -en 1973-, se retiró de Vietnam sin doblegar a los que combatía.
¿El motivo?... ¡Parece mentira!. Los vietnamitas del norte no pudieron ser dominados poniendo un freno que nadie hubiera imaginado; La Guerra de Túneles. Cavando algo así como "vizcacheras" detuvieron e hicieron retroceder a los yanquis.
Había aparecido el fenómeno Túnel. De ahí que el tema fue sorpresa. Se renovaron los informes y se multiplicaron los comentarios sobre los túneles que tenemos en la Mesopotamia como recuerdo de los sacerdotes jesuitas y sus pueblos misioneros.
Sabemos que existen muchos túneles desde Misiones hasta el sur de Entre Ríos. Se conoce que la técnica de éstos es simplemente "técnica jesuita".
Entonces acude a nuestra mente un pensamiento sugestivo: Si existe una relación entre los túneles jesuitas y el éxito en la lucha de los soldados misioneros contra los portugueses que intentaron, durante un siglo y medio, apoderarse de territorios de nuestro país sin haberlo logrado, aún con la ventaja de su mayor poderío bélico frente a los indios guaraníes.
Las fuerzas de defensa de las Misiones, estaban integradas por indios guaraníes y, por temor a tener problemas con el uso de armas de fuego, los sacerdotes jesuitas los dotaron de machetes, completando sus clásicas lanzas y flechas.
Con ese armamento enfrentaron a los portugueses que en esa época ostentaban la hegemonía en los mares. Todos comenzamos a pensar: ¿Túneles?... ¿No sería que a los portugueses les pasó algo parecido a los yanquis?. He aquí el por qué en nosotros comenzó a crecer el interés por el tema Túnel.
Expulsados los Jesuitas en 1767 y, habiendo desaparecido el peligro de los indios en la frontera, los portugueses avanzaron sin obstáculos y tomaron toda la región del Guairá, que era nuestra. Pero... ¡Hasta ahí no más!.
Nunca cruzaron el río Uruguay. ¿Por qué no pudieron cruzarlo?. Misterio.
Los indios misioneros se diseminaron por toda la Mesopotamia y desde Misiones hasta el sur de Entre Ríos aparecen los Túneles. ¡A lo mejor!
Vamos a estudiar el tema.
Parte II
El estudio del tema túneles presenta a quienes lo han encarado, muchas dificultades, de las características que ofrecen en todas las ciudades de la Mesopotamia: desde el sur de Entre Ríos hasta Misiones.
Se desconocen, en cada ciudad, los detalles de la dimensión de los mismos y su respectiva ubicación.
Sabemos de ellos cuando, accidentalmente, ocurre la rotura en un piso, cuando se realiza una tarea de reparación, una excavación o construcción de edificios. Por lo general, cada vez que aparece un boquete a través del cual se ve "un pozo o hueco" se procede a disimularlo sin indagar "de qué se trata".
Se lo rellena, se cubre el orificio y: problema solucionado...
Lo más grave reside en el desconocimiento total que existe en cada ciudad, de la información que permita conocer el origen de esos túneles.
Nada en realidad ha trascendido a través del tiempo. Con respecto a nuestra ciudad, haciendo un cálculo simple sobre la cantidad de tierra que hubo que retirar, nada más que de la zona de la plaza San Martín, nos preguntamos: ¿Por qué se guardó tanto silencio de forma que no trascendió una operación de tal importancia que, seguramente, llamó la atención de todos?
Debieron moverse cerca de diez mil toneladas de una enorme excavación, las que hubieron de transportarse en carretas, al no existir otros medios.
Una carreta no cargaría más de media tonelada y aún suponiendo fuera de una tonelada cabe estimar diez mil viajes, saliendo de la ciudad.
¿Puede esta operación pasar inadvertida?
Si los testigos de la misma guardaron silencio ¿Fue para que el hecho no trascendiera? ¿Por qué? ¿Secretos de estado?
¿Se puede pensar en que se realizó el trabajo preparando defensas? ¿Para refuerzos de seguridad? ¿Ante qué enemigos?... Nada ha trascendido.
Pareciera una actitud similar a la de los vietnamitas (CVADERNOS N° 146). Quizá en la época de los caudillos, tiempos de luchas o peligros de intento de conquista por aventureros, lo que fue frecuente.
Nada sabemos y aunque revisamos toda la información histórica desde 1767, año de expulsión de los misioneros, no hemos encontrado el menor dato sobre el tema.
Mientras continuamos la investigación, estamos en estudio amplio de los túneles que tenemos en nuestra ciudad. Una vez que los conozcamos en su totalidad, en sus características, quizá logremos alguna pista para conocer la razón de su construcción.
A la vez que realizamos el estudio, nos hemos propuesto restaurar todo el complejo de los túneles y recuperarlos para ofrecerlos a la curiosidad pública. Vamos a trabajar conjuntamente con la policía de Entre Ríos y Municipalidad de Gualeguaychú, ambas interesadas en la misma tarea.
Parte III
Como primer tema con referencia a los túneles, vamos hoy a considerar, en particular, sus principales características.
Tenemos dos características observadas en los túneles que conocemos de Paraná por la información que nos ha llegado del señor Mernes, un entusiasta investigador de esa capital.
Algunos tienen una conformación que nos desorienta porque en sus estructuras no hay unidad de estilo. Formas diversas, técnicas variadas; unos son demasiado grandes, sin armonía; en parte grandes, en otra reducidos, construidos con distintas técnicas o materiales; falta prolijidad y los hay muy desordenados. En cambio en otros se observa una sola técnica, prolija, uniforme; el mismo material; excelente construcción.
Predomina siempre la técnica de los jesuitas misioneros. El ladrillo cocido a horno, de gran tamaño: 0,45 por 0,20 y 0,07 o 0,08 de espesor de buena factura; techos de bóveda, muy bien construidos, excelente piso y prolijo revoque, con un material muy duro.
Aún no conocemos el material utilizado y en las aberturas el arco de medio punto, de construcción perfecta.
La altura del túnel, por lo general de 2 metros y el ancho de un metro; material notable por su solidez. Lo que más llama la atención es su sistema de ventilación, que proporciona una excelente provisión de aire puro.
A propósito, para la ventilación, en todas las construcciones se utilizan aljibes, conocidos en el siglo anterior y parte del actual, para la provisión de agua, recogiendo la de las lluvias.
Los aljibes de los jesuitas hacen lo llamado "tiraje": es decir, producen una corriente de aire tipo "chimenea" que eleva el aire hacia el brocal, provocando la entrada de aire puro por orificios hechos en la parte lateral y baja de las paredes, donde se ubican rejillas de hierro. Constantemente circula el aire que así se va renovando.
Esos aljibes proporcionaban buena ventilación y el agua de lluvia, necesaria para los que ocupaban los habitáculos subterráneos que, por lo general, tienen una dimensión de 3,50 por 3,50 metros con 3 metros de alto. Cuando son muchos, se conectan entre sí a través del arco de medio punto. Su techo es una bóveda muy bien construida con un material sumamente duro.
Los habitáculos están conectados a los aljibes, para su ventilación, por túneles construidos con los ladrillos del tipo jesuita ya mencionados y con una medida de 1,50 de ancho por 2 metros de alto.
En uno de los túneles que tenemos en nuestra ciudad, que va desde el atrio de la Catedral San José hasta la Jefatura de Policía, a través de la Plaza San Martín, se ubican dos aljibes. Uno en la llamada rotonda (odeón) y el otro donde se alza el monumento a "Diana cazadora".
Dentro de la Jefatura de Policía (antigua Comandancia) hay dos. Otro se hallaba en la actual Catedral, en terreno que antes fuera cementerio.
Parte IV
En el estudio de los túneles, vamos a continuar con los aljibes, que eran elementos muy importantes. Permitían que, en el interior de tales construcciones, ya fuera conductos o habitáculos, se respirase aire puro.
Los aljibes eran muy similares a los utilizados para la provisión de agua en muchos hogares hasta el comienzo de este siglo XX, aunque por lo general, en los túneles tenían mayor tamaño.
Su piso era diferente. En todo el perímetro de la olla del fondo, se hacía una especie de pasillo o vereda de un metro de ancho, que permitía circular por el contorno. Allí llegaban todos los conductos que comunicaban con los habitáculos o con los túneles de gran extensión de recorrido.
Con diámetro menor al del "pasillo" mencionado y a un metro más de profundidad, el aljibe se ahondaba. A ese nivel se acopiaba el agua de lluvia, en la misma forma que en los aljibes comunes.
Los caños de conducción del agua, a mitad de su línea descendente y antes de entrar en el aljibe tenían una abertura donde se colocaba una especie de cuchara que desviaba el líquido hacia los desagües comunes. Ésto se realizaba para que el primer caudal de la lluvia que traía basura o tierra de los techos, no cayera en el aljibe. Después de llover un tiempo determinado, se quitaba la cuchara y se juntaba el agua limpia.
El hecho de construir igual a los comunes disimulaba su pertenencia al secreto de los túneles.
En Gualeguaychú son varios los aljibes de túneles que se conocen; ya dijimos que en Plaza San Martín existen dos; en la Jefatura de Policía, otros dos y donde estuvo el primer cementerio de la Villa otro. (1)
Se halló otro en casa de la Srta. Renée Oppen (calle Rivadavia) lugar que fuera usado para el servicio de la Comandancia en cierta época y que se comunica con la actual Jefatura por un túnel que corre hasta entrar en la antigua Comandancia por su sector noreste.
Otro túnel se encontró en el subsuelo de la Escuela Guillermo Rawson. Han aparecido además en otros lugares de la ciudad: dos en la zona del Puerto; otro en cercanías del Instituto Magnasco, por calle San Martín.
Se señala la existencia de varios más, pero no se cuenta con informes confiables. Muchos son confundidos con aljibes comunes que, como dijimos, no corresponden a túnel alguno (2)
Los ubicados en la Plaza San Martín están en buenas condiciones. La autoridad Municipal tiene intención de rehabilitarlos. Se propone poner en reparación el sistema de túneles para ofrecerlo al interés de los pobladores y turistas. Está también en nuestro propósito rehabilitar el sistema de túneles y habitáculos de la Jefatura de Policía.
Referencias:
1) En el grabado "Vista de Gualeguaychú en 1848", en el I. Magnasco, aparece el Cementerio a izquierda del Templo. Imagen tomada desde el Este. (Cvadernos N° 2 ) 2) Al remodelarse las instalaciones del Automóvil Club de Gchú., se estudió la obra de un aljibe de gran tamaño que se dedujo perteneció a los almacenes "Al pobre diablo". (Cvadernos N° 115 y 116, Los aljibes, Vivencias de antiguos detalles) N° 132, Al pobre diablo.Parte V
Donde tiene su domicilio la señorita Oppen, en el siglo XIX se había instalado la caballeriza y el centro concentrador de los vehículos para carga y de transporte de pasajeros que prestaban servicio a la Comandancia.
En su patio interior aún existen los restos de un aljibe para la depuración del aire en el túnel, que une ese centro con lo que fue la Comandancia, como ha quedado dicho, ubicada donde actualmente funciona la Jefatura de Policía.
Probablemente ese túnel tenía una extensión hacia el Este, puesto que en la finca situada al lado de la residencia Oppen, calle Rivadavia, se observan fracturas en las paredes que fueron construidas sobre el túnel, desde ya, sin conocimiento al respecto de su existencia.
Otro túnel corría desde la antigua comandancia hasta donde actualmente está el edificio de los Tribunales. Otro sector de túneles se lo ubica desde la Jefatura de Policía hasta el subsuelo del colegio Nacional "Luis Clavarino", probablemente para facilitar la salida de la ciudad por el túnel que comunicaba con la ribera del río, a la altura de la cabecera norte del actual puente sobre el río Gualeguaychú. Esta abertura facilitaría la salida del habitante del edificio, quizá en situaciones de violencia provocadas por la lucha entre los caudillos de la época.
Existiría otro sector de túnel, uniendo el de la plaza hoy San Martín con el colegio de Escribanos, en 3 de febrero y Urquiza. Lógicamente, el túnel de mayor dimensión por, sus funciones en emergencia, conectaba la Comandancia con la costa del río.
Referencias no confirmadas, aportan datos de otro túnel que conectaría la vieja Comandancia con el edificio existente en calle Rivadavia, entre San José y Belgrano. Se dice que el general Urquiza, cuando llegaba a Gualeguaychú, con frecuencia, se hospedada en la citada mansión.
Las instalaciones más importantes, dignas de mención, son las que existen en la manzana que ocupa la Jefatura de Policía, lo que trataremos en la próxima nota. Hace pocos años, al ubicarse en el atrio de la Catedral los restos del Padre Pedro Blasón, excavado el lugar del sepulcro, apareció el túnel que unía en su tiempo el Cementerio de primera mitad del siglo XIX con la Comandancia.
Cuando se depositaron los restos de Monseñor Jorge Chalup, cerca del Altar Mayor de la Catedral, igualmente se descubrió el túnel, situado en el atrio. Quien encontró ese sector del túnel me ha informado que bajó munido de una escalera, provisto de una linterna, pudiendo constatar que atravesaba el templo hasta sus puertas de acceso, asegura que vecino a la hoy Catedral estaba el Cementerio y en éste existía un acceso a los túneles.
En otra nota tuve oportunidad de informar que en la Catedral, en la nave izquierda, existe el pozo de uno de los aljibes, que ventilaban los túneles.
Parte VI
El sector fundamental de lo que llamamos sistema de túneles, está en la manzana que ocupa la Jefatura Departamental de Policía, comprendida entre Sáenz Peña, República Oriental del Uruguay, Urquiza y Luis N. Palma.
En el subsuelo fue construido en alguna etapa del siglo XIX, una parte muy importante de los túneles.
Son habitáculos de 3,50 m por 3,50, con altura de unos 3 metros, uno a continuación del otro y separados por una abertura de 2 m, por 2,50 de altura, con el característico arco de medio punto, de clásica construcción jesuita.
No es posible señalar aún qué cantidad de habitáculos existen, pero en el centro del complejo hay un túnel que va de calle Sáenz Peña a Rca. Oriental y, en el mismo, dos aljibes, ubicados en cada patio de la Jefatura.
En el sector norte de la construcción se han conocido bastante habitáculos, lo que permite calcular la cantidad de los mismos y su ubicación. Es de suponer que si él túnel con los aljibes constituyen el centro de la construcción, al sur del sistema existiría otro sector similar al del norte.
La cantidad de habitáculos que se ubican de este a oeste, ordenados en cuatro hileras de 15 a 17 en cada una, hacen un total de 60 a 68 habitáculos. Habría otro tanto al sur.
De norte a sur, sobre República Oriental, habría otro sector de dos hileras, de 18 a 22 habitáculos. Estos sí han sido observados y, habría una o dos hileras al oeste sobre Sáenz Peña o sea otro tanto (18 a 22).
Debemos suponer que el total de los habitáculos, podría alcanzar una cifra que oscila entre 140 y 180 unidades.
Luego, además del túnel que une los dos aljibes y que corre de este a oeste, existen sectores que unen los aljibes con los habitáculos.
El total de túneles que habría en dicha manzana alcanzaría a unos 120 metros lineales.
Hay sectores que, diríamos, produjeron bastante información porque, aparte de lo descubierto por fractura en los pisos o roturación cuando realizaron construcciones de dependencias anexas a la Jefatura, la zona norte es la más conocida, ya que, repetidas veces se efectuaron investigaciones y porque existió una escalera en cercanías del actual penal que permitía el descenso al subsuelo. Muchos curiosos pudieron incursionar en el sistema.
Tuve oportunidad varias veces de observación por roturaciones mientras regia la orden de "rellenar y tapar". Además, recibí información de funcionarios que conocieron partes y que incursionaron en el subsuelo y como merecí la amistad de ellos me acercaron datos.
Desde 1990, contamos con un permiso especial para investigar y abrirnos un acceso que nos permitió realizar e estudio directo del tema que nos interesa: los túneles.
Parte VII
Con referencia a los túneles, aún queremos agregar algunos detalles de importancia.
El primer edificio de la Comandancia, fue construido en el año 1847. Tenía el largo de una cuadra, desde Urquiza a Luis N. Palma, con frente a Sáenz Peña (nombre actual de las calles).
Edificio de planta baja, tenía siete puertas de entrada a sus oficinas sobre el frente. En 1893 fue reformado.
Perdió parte de sus laterales, quedando con sólo unos cuarenta metros a Sáenz Peña por unos setenta de fondo hasta calle República Oriental.
La base de esa construcción "(ver Cvadernos N° 119) es la misma sobre la que fue construido el edificio actual de la Jefatura de Policía de 1893 (ver Cvadernos N° 42)". La construcción fue hecha sobre el conjunto de habitáculos y túneles que existen aún en el subsuelo.
¿Formó parte de la Comandancia esa gran cantidad de habitáculos? Y de ser así, ¿qué función cumplieron? ¿Fueron construidos al mismo tiempo o en fecha anterior?...
Eso es lo que nos preocupa saber para tener conocimiento del motivo y fecha de su construcción.
¿Por qué al levantar la Jefatura de Policía actual, fueron relegados o abandonados los habitáculos que han de ser unos cien o más...?
Al construir el edificio actual no se destruyó nada de lo que ya existía y el cimiento de la nueva construcción coincide con los cimientos de los habitáculos/ límite.
Queda como informe otro aspecto que nos preocupa.
Más o menos a mitad de este siglo, se procedió a cambiar el piso de la primera habitación del sector norte, sobre calle Sáenz Peña, que creo era oficina del Jefe. Al levantase el piso que se iba a reemplazar, se descubrió debajo del mismo la existencia de un habitáculo que se comunicaba hacia el Este con otro similar, a través de un pasaje con arco de medio punto. En ese lugar se vio gran cantidad de carpetas, biblioratos y muchos mazos de papel propios de un archivo, mezclados con diversos restos de elementos de todo tipo, característicos de un basural que habría pertenecido al siglo anterior.
Como se pudo apreciar, lo hallado podrían ser restos de un archivo descartado.
Se intentó obtener la autorización para el rescate respectivo pero la orden superior fue: ¡Tapar! ¡Tapar!... Y fue tapado con un muro.
Lamentablemente, se perdió de vista lo que pudo ser un archivo del siglo pasado que, desde luego, podría contener documentos de valor.
Existe la posibilidad de que dicho archivo sea recupera do ya que, en la actualidad, sería posible proseguir la investigación.
Parte I
Guillermo Brown, argentino de origen irlandés, apoyó la campaña de San Martín; comandó la Armada Argentina durante la guerra con Brasil y durante el bloqueo del puerto de Buenos Aires por los franceses en 1838.
Venció a las flotas de ambos países y persiguió parte de la brasilera, que huyó, internándose en el río Uruguay y, perseguida por el Almirante Brown se refugió en el río Gualeguaychú, donde no podrían ingresar los buques argentinos por ser de mayor tonelaje.
Al intentar entrar a la desembocadura del Gualeguaychú en el Uruguay, los barcos brasileros quedaron varados en un médano del canal y para superar el inconveniente, arrojaron al agua sus cañones junto con las balas de los mismos, lo que constituía una carga muy pesada.
Empujando las naves, lograron el ingreso al río Gualeguaychú para llegar a su puerto, donde intervino la autoridad correspondiente (ver CVADERNOS Nº 46: "Buques brasileros capitulan en Gualeguaychú").
Los buques de Brown no pudieron superar la dificultad del bajo nivel del río por ser ellos de mayor porte. En el inventario, labrado el 14 de febrero de 1827, sobre el contenido de los buques brasileros no figura ningún cañón ni la munición correspondiente, lo que nos dice que todo ello fue arrojado al agua.
Como se trataba de buques de guerra de menor tonelaje, que sólo portaban 12 cañones, los que quedaron en el lecho del río sumarían unos 36, dos de ellos figuran en el inventario. Quizá, si estos barcos llevaban cañones de menor porte también estarán ellos en nuestro río.
La dificultad para determinar en qué lugar se arrojaron los cañones, constituyó siempre un problema de difícil solución. El río erosiona constantemente las costas por efecto de los vientos del sudeste.
Considerando dónde fueron construidos los espigones que señalan la ubicación del canal y los metros que desde entonces ha avanzado el río, en lo que va de este siglo, podemos estimar cuánto avanzó la ribera desde el momento en que fueron arrojados los cañones.
Nuestro cálculo nos da una distancia de 100 a 150 metros de la ubicación de la actual boca del río, lugar donde se habrían arrojado los cañones; pero allí la búsqueda resultó infructuosa.
A la solución la hallamos con otros medios y realmente fue tan lejos de lo supuesto que nos dejó sorprendidos. La existencia de los cañones fue señalada al fin donde nunca pudimos imaginar.
En nuestra próxima nota lo informaremos con detalle aunque no con datos exactos.
No podemos arriesgar a que algún intruso nos "robe" los cañones, incluso el mismo Estado que podría tener interés en ellos. Al respecto, sería de desear que este material quedara en Gualeguaychú y que no corra la suerte de los cinco barcos brasileros en 1827.
Parte II
La búsqueda de los cañones constituyó un problema que siempre nos preocupó y llevó mucho tiempo hasta poder solucionarlo.
La verdad es que no los hallamos en nuestro río, en la boca como suponíamos, sino en el río Uruguay, a distancia que se mide en kilómetros desde allí.
Los lectores habrán oído hablar de la Radiestesia. Es simplemente lo que llaman Rabdomancia.
Se designa así a la búsqueda de los objetos ocultos, por medio de elementos que poseen supuestas propiedades detectoras, y de la sensibilidad especial de que están dotados los que practican la rabdomancia.
Las personas que buscan napas de agua a profundidad, usando una horqueta de madera que se sostiene con las dos manos, y a través de su sensibilidad, pueden determinar: A qué profundidad se encuentra la napa, con qué dimensión o abundancia de agua y hasta la calidad de la misma, producen este hecho tan común que ya no sorprende a nadie.
En próximo artículo en CVADERNOS daré detalles más completos sobre el tema, al que la ciencia aún no sabe cómo clasificar. Hace ya muchos años que siempre por curiosidad- he querido conocer las características de la tan mentada radiestesia. Desde luego, me llevé una gran sorpresa. Lo más elemental que se descubre, es la posibilidad de encontrar objetos perdidos.
Por la amistad con el Director del Museo de Bellas Artes de Salto, Rca. Oriental del Uruguay, que desde hace muchos años ha practicado la radiestesia con logros extraordinarios, comencé a usar el péndulo, elemento muy empleado en esta actividad.
El río Gualeguaychú tiene un tramo muy peligroso por las tormentas de viento sudeste. Es el último kilómetro antes de llegar a la boca. Entonces se me ocurrió averiguar, mediante el péndulo, si en ese tramo habría ocurrido un naufragio de naves sorprendidas por tormentas.
Pude enterarme por ese medio, del naufragio de un buque de guerra francés que, el siglo pasado, naufragó en dicho sector del río. Del buque no quedó ningún resto pues la madera se corrompe con el agua. Lo que sí quedaron en el lugar fueron los nueve cañones que transportaba.
Logré localizar la ubicación de los que ahora se sumaban a los dejados por los buques brasileros en 1827.
Desde luego, para comprobar la ubicación de estos cañones recurrimos a un rabdomante profesional a fin de confirmar el hallazgo con su método.
El rabdomante señaló la existencia de los cañones de ambos hechos, exactamente en los lugares ubicados por el péndulo.
En próxima nota daré más detalles.
Parte III
Ya informé sobre cómo fueron localizados los cañones en un lugar muy alejado de la Boca, como señala el texto histórico del hecho.
Puede ser de interés mencionar algunos detalles de lo llamado Radiestesia o Rabdomancia.
Los científicos no la consideran una ciencia pues no puede definirse como tal. Con claridad sostienen que puede llegarse a la verdad a través de los hechos que produce el péndulo.
En pocas palabras. Se supone que todos los cuerpos irradian algo así como una energía que capta el cerebro del hombre, la que el mismo cerebro trasmite, a través de los nervios, a nuestros músculos.
Esos movimientos, los de nuestros músculos, se pasan al péndulo que tenemos pendiente de nuestra mano.
Son tres los movimientos que realiza el péndulo. Oscilación o vaivén, que señala la dirección a derecha o izquierda; rotación, respondiendo a nuestra pregunta con un "sí" o un "no". Para ello el péndulo rota en círculo a derecha (en sentido de las agujas del reloj), indicando un "sí" o en sentido contrario para responder "no". Esto es todo lo que hace el péndulo. Todo es cuestión de práctica.
Se han publicado ya 38 textos con una información completa sobre este fenómeno, realmente extraordinario. Eso sí, el éxito del uso del péndulo depende la sensibilidad que cada uno de nosotros puede poseer. Es como los rabdomantes encuentran metales o napas de agua potable a profundidad, su potencial, su calidad o pureza. En estos casos, el rabdomante usa, por lo general, una horqueta vegetal en lugar de péndulo.
Igualmente se obtiene un "sí" o un "no" a determinada profundidad, calidad o magnitud.
Debo señalar que este sistema de Radiestesia no es nada nuevo. Tiene una antigüedad que realmente sorprende. Agregan los científicos que nosotros posiblemente no "manejamos" nada más que un 20% de nuestro cerebro y que realmente lo tenemos preparado para ir usándolo cada vez más. Se dice que si los hombres de los llamados platos voladores existen, deben usar un mayor porcentaje de su cerebro porque tienen más antigüedad que nosotros; por ello no podemos explicarnos cabalmente las cosas extraordinarias que realizan.
¿Qué le pasaría, por ejemplo, a Napoleón si pudiera hacer una visita a este nuestro mundo de hoy y lo pusiéramos frente a un televisor que nos está ofreciendo un partido de fútbol que Boca está jugando en Japón, en ese mismo momento?...
Al informarle qué es, nos diría -¿Un tele qué? No entendería nada; el asombro, lo llevaría de nuevo "al otro mundo".
Claro está que peor sería si "viniera de visita" Cristóbal Colón. ¡Pobre!... ¡Flor de jabón se llevaría! Consecuentemente, ¿qué nos pasaría a nosotros si lográramos visitar este mundo dentro de uno o dos siglos?