La Calle II

Nos vamos de la plaza grande, con el recuerdo de la que fuera la más antigua casa de la ciudad, la casa de los Haedo, en donde Garibaldi estableciera su cuartel general en los tiempos en que dominó a Gualeguaychú, y hemos vuelto a nuestra principal arteria, la calle 25.

La calle, comienza a cambiar, lentamente primero, mas rápidamente mas luego.

Estamos asistiendo a las postrimerías del Cine Moderno, ha desaparecido Senserriche y en su lugar ya esta establecido "El Barato Argentino", en la cuadra entre Alberdi y Churruarín se abre un moderno café: el de Uzal y Mendoza, con billares que se instalaron en el subsuelo; y con la novedad de sillas y mesas metalicas apilables, aumenta la luz de las vidrieras. Nuevos locales van dándole otro aspecto a la calle.

La gente se va habituando al paseo de los días de fiesta, Sábados y Domingos, y luego los Jueves se agrega como un día mas.

Se abren nuevos negocios, se reforman viejas propiedades y la mano de Paúl Tack se hace ver en distintos lugares junto a la de Vismara un ingeniero que puso mucho de sí en la ciudad.

Cierra el Moderno, pero en la esquina de Humberto Primo abre un bar, el Richmond, de Rogelio Bargas, mientras tanto en lo que fuera el Cinema, las jóvenes de la caridad inauguran con fines benéficos un local bailable denominado Pomposamente "la Boite".

Tiempo después Marcelo Prevost libra al publico un bar donde antiguamente fue la confitería De La Cruz, con el frente reformado y el cielo raso sumamente decorado y curiosamente también le llaman La Boite, especie de bar entresemana y local bailable los feriados.

El local del Moderno, se usa esporádicamente para ferias de la ciudad, es usado como sede transitoria del Club Neptunia, el que luego pasa a la boite de Marcelo Prevost.

Las dos Boites tuvieron poca vida pues eran para gente mayor y muy formal, bien arreglada y que prestigiaban los lugares a los que solían concurrir.

La trayectoria del Neptunia se va dando a través de sus distintas ubicaciones, hasta el logro de su sede central y propia en pleno centro de la ciudad.

Mucho tuvo que ver con la calle 25 y el Moderno pues allí fue su nacimiento.

Alrededor de los años 30, la población ya se había volcado decididamente al paseo de calle Veinticinco, "La Veinticinco", como se la denominó desde entonces, y ese ha sido su nombre desde aquellos tiempos y el paseo se realizaba en lo que la población entendía como el corazón de la ciudad, de Suipacha a Churruarín, tres cuadras, ese era el centro total.

La gente caminaba al comienzo por las aceras y la preferida era la del lado sur, pues allí estaban ubicados los principales comercios.

No eran muchos, pero a decir verdad constituían un interesante núcleo.

Durante esa década se sucedieron grandes y continuos cambios en esa zona de la calle, a la cual el intendente denomino "Vía Blanca" debido a la iluminación profusa de esas cuadras mediante arabescos y flores de Lis en planchuela de hierro con múltiples lamparillas, que le daban una claridad extraordinaria al lugar, iban adosados a los muros de las esquinas y a media cuadra en ambas aceras.

El intendente, que a la sazón era don Claudio Méndez Casariego, había hecho mucho por la ciudad, tuvo mucho que ver en el ordenamiento de las calles cuando la empresa que hacia los zanjeos para las obras sanitarias, comenzó a abrir el pavimento a tontas y locas por toda la ciudad, no dejando ya, por donde pasar.

También se le recuerda por importantes obras en el parque Unzué, entre ellas el "Chateau Vert", significativa construcción a orillas del río.

Y de este intendente fue el rescate de los arabescos luminosos pertenecientes al carnaval, para la iluminación de la "Vía Blanca".

Desde temprano, con las ultimas luces de la tarde, comenzaban a reunirse en las esquinas, sobre todo en la de la librería Ferrando, grupos de personas que mas luego serian protagonistas de la reunión autoconvocada.

El desfile le llamaban.

Caía la noche, se prendían los artefactos y se cortaba la calle, entonces comenzaba el espectáculo y a eso de las diez la velada estaba en pleno apogeo.

Abigarradas ambas aceras, abigarrada la calzada, un ir y venir, de una esquina a otra, paseando sueños, esperanzas, yendo y viniendo.

El viejo Tutankamon había renacido en el desaparecido Cine Moderno y las mesitas colocadas en la calle por la estrechez de las veredas estaban colmadas, en las esquinas un conjunto de jóvenes, y no tan jóvenes derrochaban galantería ante las chicas que pasaban una y otra vez entre miradas y piropos, un juego ya desaparecido y que quizás, no vuelva nunca mas.

En las caminatas de la "promenade" de la 25, que se sucedía entre la "Soiree et la Nuit" de los días de fiesta, sábados y domingos y los jueves día de "moda", cuantos noviazgos, cuantos matrimonios, nacieron de allí.

Quizás en aquel ayer, muchos desde las mesitas de la confitería estuvieron recordando sus días de novios, aun no tan lejano de ese tiempo.

Avatares y sucesos de la época fueron opacando la promenade de la veinticinco, entre ellos los bailes que comenzaban temprano en la confitería, no mas de las veintiuna en el Tut Ank Amón hacían ralear poco a poco la concurrencia al desfile.

También las funciones del Cine - Teatro Gualeguaychú contribuyeron al comienzo de la decadencia del paseo, pues era coincidente con las horas clave de iniciación de los espectáculos de la ciudad, otras cosas, otras costumbres, determinaron el fin del paseo de la Veinticinco.

Posteriormente y por decreto municipal se intentó recobrar lo perdido, se cortó la calle intentando reeditar aquel multifacético paseo, pero el intento no pasó de eso, solo un intento, por que hay cosas que pasan solo una vez en una calle con alma.

Se fue, y es recuerdo, como el viejo carnaval de Gualeguaychú, al igual que el Lírico, el teatro primero de Mayo, o los varios cinemas, que tuvo la ciudad. Fueron hitos, marcas de tiempo vivido.

Si hoy algún fatigado viajero del tiempo volviera a ese lugar, solo lo reconocería en alguna cornisa, algún capitel subsistente, que traiga a su memoria, como fue, como era aquel desconocido, lleno de innúmeros boquetes luminosos.

CRÓNICAS INFORMALES

Carlos Lisandro Daneri

Gualeguaychú – Año 1998