El ojo de La Nación

     Como que estamos en una realidad partida –partida en dos- las versiones varían en armonía con las subjetividades que las pronuncian. Las partes de este país partido, han tomado cada vez más distancia y su “verdad” se halla progresivamente más y más cautiva de variables ajenas a las herramientas gnoseológicas. Esto es propio de una sociedad desintegrada. A los jefes de este tipo de facciones les importa arengar y nunca desairar a sus acólitos, el jefe no quiere ser visto como un flojo. Los medios de comunicación  que se reparten los lectores están cautivos de sus políticas editoriales. 

     Los apasionados están rehenes de sus pasiones. La bibliografía editada por la Liga sigue en su totalidad los relatos de su diario amigo “La Nación”, exaltando como valores particularidades que en la vereda de enfrente serán tenidos como terribles vicios. Así dice este medio gráfico de la Brigada de Gualeguaychú: “Conocidos son los fines de la Liga Patriótica Argentina, fines comunes a todas sus similares de la república. Pero la de Gualeguaychú tiene una exaltación nacionalista no igualada tal vez en el país. Vive en una perpetua evocación del pasado en cuanto éste tiene que ver con las instituciones y el cariño de la tierra nativa. Todo ello con mucho de exageración si se quiere, pero con otro tanto de sinceridad respetable”.

     Tras esta delatora descripción de la Brigada, La Nación hace algunas consideraciones sobre los miembros de la Federación Obrera Departamental. Los califica como “buena gente”, pero con un sesgo de idiotas útiles, al padecer la presencia de media docena de infiltrados que lo echan todo a perder. Según Carlos Muape (el enviado especial de “La Nación”) el día 1º de mayo es inapropiado para que los trabajadores celebren su fiesta. “Las ideas disociantes -dice Muape-  suenan de peor manera en las fiestas patrias”. Y cita la opinión de un vecino que le dijo asombrado “…que sería si los trabajadores del mundo, con las divisiones nacidas en su seno… hubieran elegido para su día el 25 de mayo, ¿habríamos de estar condenados a ver flamear en este día tan nuestro la bandera roja y a oír discursos contra la Patria dichos en tonos extranjeros?”. Con estos prolegómenos podremos comprender –o intentar hacerlo- la visión liguista sobre los hechos de la plaza. 

     La manifestación de la Liga debía disolverse a las 14 horas según se había acordado con las autoridades policiales pare evitar cualquier tipo de roce. La movilización de la Federación Obrera hacia la plaza comenzaría una hora después y con diverso recorrido. En la plaza, unas mesas del café “Apolo” de Chile y Urquiza sirvieron de palco a los obreros. El orador principal era Félix Godoy (delegado de la F.O.R.A. venido de Buenos Aires). Según narra Muape, los obreros ya habían comenzado sus discursos cuando “un grupo” de liguistas se les hizo presente en su plaza (según fuentes foristas eran unos 1500). Muape consigna que el jefe de policía envió a la mayoría de sus efectivos 

a custodiar el edificio de la Jefatura (frente a la plaza), y que los pocos que quedaron frente a la catedral, en el sector Oeste de la plaza –es decir el opuesto a la jefatura-, no pudieron detener la osadía de los jinetes, que penetraron por las bocacalles. Según las fuentes liguistas se trataba de “grupos de segregados”.

     Esta última afirmación no puede tenerse por cierta. No solo por el número de personas que integraban esos grupos, sino también porque los acompañaba Sixto Vela (Presidente de la Liga de Gualeguaychú y Juan Francisco Morrogh Bernard (su par de Gilbert).

      La excusa de la presencia de la brigada era el retiro de la bandera que los obreros llevaban como insignia. Según Muape y las demás fuentes conservadoras –El Censor, La Prensa-, tras largos cabildeos Sixto VELA (en medio del abucheo y de las agresiones verbales de los federados) consiguió que la retiren. El jefe de policía habría oficiado de mediador. Respecto del tema de la bandera roja hemos de hacer dos consideraciones. En primer lugar su uso público había sido autorizado por una ley provincial. En segundo lugar las fuentes obreras niegan que se haya asentido su retiro. El informe de Lahítte dice que él mismo y cuatro obreros llevaron la bandera a la Jefatura.

     Pero volvamos al relato de Carlos Muape. Según el corresponsal, luego  de logrado el retiro de la bandera se aflojó la tensión contenida y los jinetes tenían la obligación de retirarse. En ese momento un hombre de la Liga avanzó hacia el centro de la plaza al galope blandiendo una bandera argentina. Allí comenzó el tiroteo y el primer disparo -siempre siguiendo a Muape- lo habrían hecho los obreros, porque éstos habrían interpretado esa carga a caballo “como una agresión”. 

      La Nación no nos proporciona excusa válida alguna de la presencia misma de los liguistas en la plaza Independencia y en este punto cabe recordar que ello fue asumido por la propia Liga, cuyo boletín de la Liga dice sobre el particular: ¨…no podemos menos que señalar la grave imprudencia y la justicia de los reproches que en este punto se hacen a la Liga¨.

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