En la historia comercial de Gualeguaychú, pocos establecimientos han dejado una huella tan profunda y singular como la casa de ramos generales "Al Pobre Diablo".
Fundado alrededor de 1870 y en actividad hasta pasada la década de 1920, este negocio no solo fue el más surtido de su época, sino un verdadero precursor de los hipermercados modernos por la vastedad de su oferta y servicios.
Ubicación e Infraestructura
El establecimiento era propiedad de Don Agustín G. Piaggio y se encontraba estratégicamente ubicado en la esquina suroeste de las calles Urquiza y Chacabuco. Según la nomenclatura antigua de 1875, ocupaba los números 254-256 de la calle Urquiza, que pasaron a ser el 1005 a partir de 1908.
La magnitud física del comercio era impresionante para la época:
El edificio principal: Ocupaba exactamente un cuarto de manzana, extendiéndose hacia la casa contigua sobre Urquiza, donde vivía la familia Piaggio.
El depósito y anexos: En la vereda de enfrente (esquina Noroeste de Urquiza e Yrigoyen), la firma poseía otro cuarto de manzana destinado a corralón de maderas, depósitos de mercadería y caballerizas para los vehículos de reparto. En el año 1927, el Directorio del Frigorífico adquirió la finca de Urquiza e Yrigoyen a la razón social "Piaggio, Carbone y Cía" para levantar un edificio de construcción moderna destinado a la venta de carnes en el centro de la ciudad.
Hallazgos arqueológicos: Décadas más tarde, durante reformas en el Automóvil Club (que ocupó el predio), se descubrió una inmensa cisterna u olla de aljibe del siglo XIX, que servía para almacenar agua de lluvia y abastecer al gran complejo comercial,.
El Surtido: De la "A" a la "Z"
La característica distintiva de "Al Pobre Diablo" era que allí se podía comprar prácticamente cualquier cosa. Las facturas y publicidades de la época detallan una variedad asombrosa que incluía: máquinas agrícolas, artículos de almacén, ferretería, droguería, bazar, zapatería, mercería, cristalería, lozas y artículos navales,.
El cliente podía adquirir en el mismo mostrador desde un libro de aritmética o historia hasta un arado; desde cintas y medias hasta un frasco de "limonada purgante" o cartuchos para escopeta,. También vendían variedades nuevas de árboles frutales traídos de Buenos Aires y coronas fúnebres. Incluso contaban con talleres propios para la confección de ropa y una dulcería famosa por su dulce de membrillo.
Un Nombre Curioso y la Cultura Popular
El nombre del negocio es parte del folclore local. El célebre escritor Fray Mocho, en su obra "En mi pueblo", describe con humor el cartel del almacén que rezaba: "El Pobre Diablo. Se venden clavos, tachuelas y otros comestibles". Aunque la veracidad literal de ese letrero es dudosa y podría ser una picardía literaria, refleja el espíritu jocoso de la ciudad en aquel entonces. Tan fuerte fue la marca que a la familia de Don Agustín se la conocía popularmente como "las del Pobre Diablo".
Centro Social y Sofisticación
Más que un simple comercio, funcionaba como un centro neurálgico de la vida social y logística:
Servicios: La gente de zonas rurales usaba el local para recibir correspondencia o esperar la diligencia de Salagoyti y Raffo. También ofrecían alquiler de alfombras para casamientos y fiestas.
Personal de Lujo: La atención era sumamente refinada. Los empleados llegaban a usar "media galera" y el personal incluía figuras idóneas como José Frávega, Cayetano Queirolo y Félix P. Badano,. Destacaba el Sr. Ignacio Etcheverry, quien dominaba el francés y el inglés para atender a la clientela inmigrante que no hablaba castellano,.
El Dueño y su Legado
Don Agustín Piaggio no limitó su actividad al almacén. Participó en empresas colonizadoras y firmó un contrato con la Municipalidad para construir una galería subterránea de nichos en el Cementerio del Norte. Curiosamente, esta sección del cementerio fue bautizada por la voz popular como los "Nichos del Pobre Diablo", generando la paradoja de que las familias piadosas dejaran a sus difuntos, tras una misa, en "manos del diablo".