La Leyenda de Fray Mocho

Sin lugar a dudas, está presente, en la memoria de los coetáneos, la leyenda de Fray Mocho. La publicó "EL CENSOR" en un número Almanaque de 1904.

El episodio que en ella se narra, la peregrinación sobre el rastro de una mujer robada, es incuestionablemente verosímil. “En los campos de muchos ganados" al decir de los mapas lusitanos, cruzados a todos rumbos, por peones, contrabandistas, gauderios alzados y changadores, las mujeres no abundaban y eran por ello presa codiciosa. 

Ogárvide, en su Diario: Emilio A. Cona, en su Contribución a la Historia del Gaucho; y otros, refieren casos numerosos de raptos que tenían por escenario los desiertos del Uruguay, Entre Ríos, Corrientes y Río Grande, madriguera en un tiempo de los hombres más bravos. Puede muy bien el de Fray Mocho, ser uno de tantos. Pero lo malo es que él no lo prueba, y aquí se trata de probar, y sino no vale; y es una lástima que no valga porque la leyenda es linda; y como linda merece que se le perdone la vida. Gualeguaychú: hijo del agradecimiento.

Pérez Colman, analizándola, señalaría algunas inexactitudes: por ejemplo, que 150 años después de la fecha en que Fray Mocho da como extinguido o dominados a los indios, todavía se realizaban contra ellos expediciones punitivas.

El doctor Secchi, en cambio, haría notar que el héroe de la leyenda es un Capitán Pérez de la Viña, y que en el teatro de la misma, viejos mapas mencionan al arroyo del Cura como Arroyo del Capitán Pérez.

¿Y que decir de ese combate entre la ñacaniná y el toro, sobre el cuerpo del Capitán, milagrosamente salvado?

Entiendo que la Comisión no afirma ni niega la veracidad del episodio: suspende su juicio. Después de todo, tal vez sea esa la actitud más indicada.

¿No dicen siempre que menos averigua Dios y perdona?

En cuanto a mí, la sombra de Fray Mocho puede dormir tranquila: no estaría bien que un criollo se empeñase en develar el encanto de su imaginería, si lo fue…

Con referencia al asunto, la verdad es ésta: según el autor Pérez de la Viña viene de la margen izquierda, cruza el río, y es en la orilla derecha donde le acaece el raro percance, referido por su pluma.

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