Una parroquia que crece, en una ciudad que avanza

Para 1848, Gualeguaychú tenía 528 casas en la ciudad, con un total de 2824 habitantes. En la zona rural había además 976 casas y 6474 personas[1]. La mayoría de la población era nativa de la provincia. En los márgenes del Uruguay vivían un buen número de inmigrantes orientales, correntinos y brasileños. Predominaban los mestizos y mulatos, en menor número los blancos puros y los negros. Españoles, italianos y franceses se dedicaban en la ciudad al comercio y a las industrias. También encontramos ingleses, escoceses e irlandeses dedicados a la ganadería. Si buscamos esclavos negros no llegarían al centenar en toda lo provincia, y en ciertas partes ni se conocían. El “problema” del indio no existía ya[2].

Al producirse la renuncia del Padre Rodas, el Delegado Eclesiástico Alvarez designó al Padre Cosme Damián Olascoaga quien fue párroco desde el 2 de abril de 1843 hasta enero de 1852[3].

El Padre Olascoaga se dedicó, entre otras tareas educativas, a las clases de latín. También se preocupó por la participación en las fiestas patronales. Así, el 5 de diciembre de 1851 se le concedían indulgencias a aquellos que asistieran a las fiestas patronales de San José, patrono de Gualeguaychú[4].

Imaginemos como habrá vivido este sacerdote y sus feligreses la madrugada del 20 de septiembre de 1845, cuando Garibaldi y sus hombres invadieron y saquearon la ciudad. Este marino, luego héroe de la unificación italiana, se alojó en la casa de Haedo y desde allí dominó la Plaza Mayor y la Comandancia[5]. No está documentado si hubo un encuentro entre el cura y el invasor, pero sabemos que todos los comercios y las familias pudientes fueron despojados de sus valiosos bienes y de su dinero, no así la parroquia que contaba con muy pocos objetos de valor. Un acto de herejía al robar en un templo, sólo era cometido por infieles, algo que no se vería con buenos ojos entre ambos bandos armados.

Nunca faltarán dificultades y momentos amargos para los sacerdotes y para las comunidades. A veces estas se presentaban con calumnias y acusaciones que podían condicionar la buena fama de los vecinos y por supuesto también del cura. Esto ocurrió con el Padre Olascoaga, que escribía al Delegado en Paraná,  para defenderse de las acusaciones de una mujer, que decía tener un hijo suyo y que reclamaba por alimentos ante las autoridades en Gualeguaychú. El 26 de abril de 1851, el mismo cura solicitaba que se lo suspendiera en su tarea y se investigara, para comprobar semejante calumnia que provenía de una mujer que desde que su marido había muerto no llevaba una vida santa[6].

El lector tendrá que imaginarse esta y otras muchas situaciones de la vida social y eclesial que ocurrían el siglo XIX, las que no podemos contarlas a todas, en primer lugar porque no las sabemos y en segundo porque desviaríamos la mirada en otros temas que acaecieron en torno a la parroquia San José de Gualeguaychú. Un ejemplo, para terminar con esta idea, ocurrió cuando en 1849 el Comandante Rosendo Fraga recibe el pedido de captura de un sacerdote de Buenos Aires, que podía andar por allí: su nombre Ladislao Gutiérrez y su compañera Camila O´Gorman. 

[1] Cf. Archivo Histórico de Entre Ríos, Gobierno, serie VII, carpeta 2, legajo 8.

[2] Esta frase es de Bosch, B., Urquiza, gobernador de Entre Ríos (1842-1852), cf. Castelli, E., Antología Cultural del Litoral Argentino, pág. 423.

[3] Cf. Libro de Bautismos 4-5-6, f. 138.

[4] Cf. Cf. Borques, J, C., Eclesiásticas I, 11, 1753, en Archivo Instituto Magnasco.

[5] En Gualeguaychú se llamó Plaza Mayor o De Armas (entre 1783 y 1879); Plaza Independencia (entre 1879 y 1936) y actualmente Plaza San Martín.

[6] Cf. Borques, J, C., Eclesiásticas, III, 56, 639, en Archivo Instituto Magnasco.

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Pastores según el corazón de DiosEl ministerio sacerdotal en la Parroquia San José de Gualeguaychú (1766 - 1905)

Pbro. Mauricio Landra

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