Veinte años más tarde...

En la calle 25 de Mayo, contiguo al Colegio Nacional, y al "patio de las toronjas", había, y digo había por que ya no esta mas, una hermosa propiedad con su frente pintado al aceite, de color verde obscuro, de lineas y depurado estilo románico, que me recuerdan al arquitecto Palladio, allí vivió junto a su esposo, la educadora Camila nievas y Eleodoro Capdevila, un eximio artista del piano que se destacó en Europa, dando conciertos en diferentes países entre ellos España, Francia, Alemania y Noruega.

De regreso a esta ciudad fué nombrado profesor de música del Colegio Nacional.

Camila Nievas juntamente con Ana Bugnone, otra educadora fundaron la primer biblioteca por mujeres en el país, bajo el nombre de Osvaldo Magnasco, y con la sigla "Por la Patria y el Hogar"; siendo además Camila profesora de castellano en nuestro Nacional.

No solo fue casa Biblioteca y casa de conferencias sino también un extraordinario museo con piezas auténticas de la guerra del 14, donde era dado ver armas, municiones, bayonetas y granadas (desactivadas) cascos alemanes y linternas de acción manual.

Aparte de ello su acervo bibliotecario contaba con volúmenes incunables y solo con la venta de uno de ellos habrían podido levantar el gran edificio que anhelaban las fundadoras.

Pero Camila nunca los quiso vender.

El grandioso edificio que se construyó más tarde, ocupaba cuarta manzana, y la nación hizo los aportes necesarios para su ejecución.

Entonces quedaron , la primitiva casa y una finca en la esquina que fuera propiedad de la profesora de matemáticas María Méndez, también del colegio, y que fueran demolidas para completar la imponente obra que Camila no pudo ver terminada.

No obstante, su velatorio se realizo en el gran hall de entrada de la obra aun inconclusa.

Durante largos años, permaneció un gran baldío en la esquina de la calle 25 y Perú, hoy esta ultima rebautizada con el nombre de Camila Nievas, la educadora, la visionaria.

Hoy se levanta en el baldío, la continuación de la obra y se ha convertido en la manzana que alberga dos centros de la cultura de la ciudad, la manzana de las luces.

En la casa descrita, antes de que fuera residencia de Camila y su esposo, antes del parque unzué, el puente y los clubes de río, allí nace el Yacht Club Gualeguaychú, cuyo fundador fue Domingo Carabelli (h), hijo se esta ciudad, y que fuera guardiamarina, habiendo dado la vuelta al mundo en la Fragata Sarmiento.

El Club en aquella época tuvo pocas posibilidades de supervivencia dado que, para esta ciudad había nacido antes de tiempo.

Sin embargo la semilla que después fructificaría estaba puesta.

La figura de un esbelto Yacht velero de reducida manga aparece un día flotando frente a la isla, fondo plano quillote fijo, y doble proa.

Su casco negro hace honor a su nombre, "PETREL GHOST" y por supuesto lo había hecho construir Carabelli en el astillero de Giusto.

Fue el anticipo, de lo que era una embarcación de vela deportiva.

Este ejemplo fue tomando cuerpo, y otro entusiasta de la navegación deportiva, quien también había estado en la escuela Naval, don Pablo J. Daneri, encargo al constructor naval Scarpa, un pequeño Velero de cuatro metros de eslora, con orza de cuchillo, y velamen compuesto de Mayor y Foque.

Se llamaba "Corsario", evocador de aventuras fantásticas.

Estos navíos iniciaron a otros nautas, que sin recursos ni medios económicos concluyeron por construir sus propios barcos, rudimentarios es cierto, pero fueron el principio de lo que continuaría mañana.

Lancha de doble casco, con mástil bajo, pedida en préstamo, con una vieja lona, una cortina secuestrada de una galería, botes de alquiler, con improvisado aparejo, todo era bueno para practicar el deporte de la navegación a vela.

El advenimiento del náutico en 1930 y luego Neptunia, vendrían a facilitar las cosas y a poner un orden relativo en las ideas y sistemas, aproximándolos al conocimiento de técnicas de construcción y navegación, todo lo cual vino a erradicar la improvisación.

El Náutico, había comprado unos botes de paseo, construidos con el sistema de tingladillo remachado, doble par y asiento con respaldo para el timonel, estos botes se lucían, navegando en el "lagón" que forma el río entre el puente y la isla y alrededor de esta.

Pero el Náutico, en un principio, no estaba al alcance de la generalidad de las gentes, así que cuando se creo el Neptunia, llenó ese lugar que faltaba.

Neptunia incorporo botes y se hicieron remeros, hubo competencias, y poco a poco fue surgiendo el espíritu de aventura entre los cultores del remo.

El remo que se practicaba en el Neptunia era distinto, era mas bien de carácter competitivo, desde luego había otros deportes como bochas, volley, y contaba con una pista de baile de baldosa colorada.

El galpón de botes estaba ubicado sobre la pendiente que en tiempo pasado, fuera la cabecera sur de una de las balsas que cruzaban el riacho cuando el puente no existía, de allí que en un principio el puente se llamara "La Balsa", pues su ubicación es próxima a ese vado.

El Ing. Pizza, al frente de la sección Obras Publicas Municipal, tuvo mucho que ver en las primitivas instalaciones del club.

Desde los modestos tiempos de su iniciación, se fueron utilizando elementos de deshecho como las baldosas coloradas de la pista de baile, hasta los techos y los parantes de los viejos tranvías de la ciudad, para hacer con ellos pintorescas pérgolas, donde aun se conservaban los asientos largos colocados entre parante y parante.

Angel Pizza, con su visión de futuro, fue quien proyecto, e hizo realidad, el local donde se instalarían los vestuarios y baños para caballeros y damas socias y socios de la institución, con sus correspondiente bancos y casillas para guardar sus efectos.

La construcción estaba rematada con una terraza con barandas de neto estilo romano y completada con un pérgola y el acceso a ésta, estaba dado por dos amplias escaleras una a cada extremo de la obra.

Para construirla, los elementos que la componían fueron fabricados en el lugar y en el suelo, nivelado a tal efecto.

Cemento, arena, canto rodado y varillas de hierro redondo, fue el material empleado, y por supuesto, tablas para encofrar, la cuestión es que una vez fraguados todos los elementos se efectuó en forma rápida la sencilla pero vistosa construcción.

Bajo las escaleras de acceso a la terraza se encontraban, sendas habitaciones para deposito, y la del lado izquierdo posteriormente fue la cabina de trasmisión dónde se instalo el equipo de música, que animaba los bailes y las tardecitas del club, el equipo muy complicado y gran potencia, había sido construido por José (Pepe)

González, propietario de Silver Star Radio, una conocida empresa local que fabricaba excelentes aparatos de radio, y otros equipos no menos importantes.

El club , contaba con pileta olímpica flotante frente a sus instalaciones, compuesta por dos balsas sobre tambores y las canchas marcadas por andariveles flotantes.

Allí se celebraron los mas exitosos eventos en los que participaban socios y socias de la institución, cuyas autoridades propulsaban los deportes náuticos, en todas las facetas posibles, así nacieron las pruebas de natación de la vuelta a la isla, y las competencias desde el arroyo Gualeyán hasta frente la playa del club.

Pruebas repetidas innumerables veces, al igual que las regatas de los doble par de la institución.

En estos botes se entrenaban los remeros, cuyo grupo llego a ser numeroso y anotaron dos hechos importantes para la vida del club, y que constituyeron en su momento una arriesgada empresa, la de unir de una singlatura la sede del club con el REMEROS de la ciudad de Fray Bentos en el tiempo récord de tres horas veinte minutos.

Salieron un sábado y regresaron el domingo por sus propios medios y con igual marca horaria.

En el club Remeros de Fray Bentos una nutrida multitud aguardaba el arribo de los deportistas de Gualeguaychú, los cuales fueron recibidos por el presidente de la institución, Sr. Goñi Etchenique, quien les dio la bienvenida recibiendo de manos del capitán de Remeros un recuerdo de la singlatura, consistente en un par de pequeños remos símiles a los empleados en el raid, los cuales habían sido fabricados por el carpintero naval Antonio Bonazzola, constructor de uno de los botes usados en el evento, que acababan de cumplir. Por la noche el Remeros se vistió de gala para agasajar a los raidistas y se celebro un baile en las instalaciones del club.

Poco tiempo después tuvo reedición este singular evento con algunos remeros nuevo y otros de la anterior singlatura con el mismo éxito que la primera.

Resta decir que la manga de esos botes es de solamente sesenta centímetros y que el río tiene 24 kilómetros, y la parte del Uruguay donde fue cruzado cuenta con ocho kilómetros de río abierto al pampero.

Algunos nombres de aquellos pioneros, se rescatan aquí, y ellos fueron: Faud Al Jarrat, Doello, Roberto Piaggio, Bottani, Amarillo, Carboni, Da Luz, Freyre, y el que esto escribe.

Este singular hecho, despertó un mayor entusiasmo por el remo y así nació la idea de un insólito emprendimiento, cual seria unir Gualeguaychú con la ciudad de Montevideo, y para esto se contaba con la embarcación adecuada, que seria uno de los botes empleados en los raids anteriores y dos capacitados remeros Al Jarrat y Amarillo.

Los cultores del remo, entusiasmados, aplaudieron el proyecto y lo aprobaron, y como resultado, la Comisión Directiva dio su consentimiento.

Estos acontecimientos pertenecen a la década del 40, y amplios comentarios se reflejaron en los diarios de la época, especialmente El Argentino, cuyas destacadas crónicas eran leidas con avidez.

El viaje debería haber durado una semana, así fueron dejando atrás y a buen ritmo, el destacamento boca, la noventa, el Río Negro, Playas de la Agraciada, Nueva Palmira, Carmelo, y al cruzar Martín

Garcia comenzó lo mas bravo del recorrido, habían superado el Parque Anchorena y el puerto de Colonia y decidieron hacer noche en las proximidades de Juan A. Lacaze.

Restaban apenas 100 Km. para finalizar el raid, habían sacado el bote a tierra como lo hacían cada noche y asegurado y colocado boca abajo, y se pusieron a dormitar, para emprender la ultima etapa.

La noche estaba cerrada y presagiaba tormenta, pero nunca se espero el tornado que se desato pasada la medianoche en medio de una tremenda obscuridad, y fue tan violento el temporal que levanto la frágil embarcación destrozándola totalmente.

Desde Lacaze, los remeros debieron volver por tierra hasta Fray Bentos y de allí en el Luna hasta nuestra ciudad.

Poco falta para que nos separen sesenta años de aquel suceso, y si bien que el fuego sagrado no se apagó, el interés por el remo, comenzó la búsqueda por otros caminos.

"Andar el río", esa era la consigna.

El río se iba poblando de embarcaciones de todo tipo, lancha isleñas como la Delia de Ideartegaray, Yachts como el "Robin Hood" del doctor Etchegorry, "Hirondelle" de Gauvry y que antes fuese de Mignaquy; o el "Kiwi" de los amigos Britos, Etchebarne y Spangemberg, "La Alborada" de artusi, y la lancha con portátil "Eblajú" también de Britos.

Prácticamente todas estas embarcaciones, pertenecían al Registro Nacional de Yates, dependiente de la entonces Sub - Prefectura Gualeguaychú y bajo el gallardete del club Náutico y aquí es donde verdaderamente comienza la historia de la náutica que después fue grande, con la navegación a vela en nuestro medio.

Había otras embarcaciones, inscriptas en la matricula nacional, como un velero tipo pescador denominado "titi" y el "Quo Vadis", este era un bote con aparejo marconi y que ya era un verdadero velerito pues contaba con orza de cuchillo, lo que le permitía marchar contra el viento hasta un máximo de 80% de penetración, estas embarcaciones eran de Martín Recalde, un vecino próximo a la rivera.

Antes de que todas estas historias ocurriesen, habían llegado a esta ciudad dos hermanos descendiente de franceses, Hipólito y Luis Gauvry, en los comienzos de la era automotriz.

Ambos excelentes mecánicos, tenían deposito de combustibles en las proximidades del saladero, y también taller donde podían verse dos lanchas de madera, con "escalón" y en sus bandas leíase "Elto".

Eran de las denominadas "de carrera", en la jerga de entonces, cuando no se conocía el plástico.

Eran totalmente de madera y armadas con cuadernas "las costillas" al decir de los neófitos.

"Elto", por que era la marca del motor portátil como se decía en criollo, mas rebuscado después, fuera de borda, y actualmente "out board", no es nada que no sepamos que dice, queda bien.

La novedad del escalón, consistía en levantar la parte posterior del fondo de la embarcación para dar menor superficie de apoyo lo que aumentaría la velocidad, como se ve un detalle de alta técnica.

Luego vendría otra época, seria el tiempo de los botes con cabina y portátil un sucedáneo económico del Yacht, con un mínimo de confort y costo, nos permitiría navegar y disfrutar de la naturaleza.

Así fueron llegando el "Irupé" de Risso, la "Tapera" de Romero y "Ave Marína" de Cécere, y vuelven a aparecer otros yates, el "Gurí" del Dr. Specktor, la lancha de gran porte "Halcón" de Elías y la "All Right", una hermosa lancha automóvil, en realidad una Cris Craft, propiedad de Boggiano.

Se cierra aquí una etapa en la cual tuvo gran participación el club Náutico.

Ahora vendría la de los socios navegantes de pocos recursos, ingeniosos, transformistas, otros mas hábiles, constructores de sus embarcaciones.

Algunos socios del Club Nautico convencieron a Tamburini, de lo bárbaro que era navegar a vela y lo fácil que resultaría transformar su bote con motor fuera de borda, en un eficiente velero, entonces se le practico una caladura en la quilla y se le coloco una caja por donde pasara la cuchilla u orza, cosa que le permitiría navegar sin ronzar y marchar contra el viento en un ángulo muy cerrado.

Se cerró la cubierta y se le colocó una cabina y timón, y para la propulsión un aparejo marconi.

Así se construyó lo que seria un velero de 5 metros pero si bien, de reducida eslora, de gran actuación en nuestro río y en el Uruguay mismo por varios años, pero lo importante fue que dio escuela a muchos jóvenes de su tiempo, los cuales se declararon entusiastas cultores del deporte de la navegación a vela.

El JET, que así se llamaba, fue una figura popular en nuestras costas y mas allá de ellas.

Poco después el Náutico incorpora un "Snipe", comprado al mayor Alcides B. Spil, en Gualeguay. El "Pitá", que quiere decir colorado, pues así estaba pintado, y en el club de San Isidro de la Capital se adquiere el RUMBO, el cual ya era un barco mayor, un estilo Río de La Plata, sin llegar a tener las dimensiones de estos.

La necesidad de efectuar competencias hacen tomar a los directivos de la institución, la decisión de adquirir dos snipes mas, y serian estos el JOVHI que significaba azul, y el JHENDI YASI, que equivale a plateado en lengua guaraní.

Estas embarcaciones fueron encargadas al constructor naval, Antonio Bonazzola que tenia su taller, primeramente en le deposito del Sr. Delfino en la esquina de 3 de Febrero y Paraná ( hoy D. Jurado).

Allí se construyeron entre otros: la ballenera WHALER y la reforma del PIROSCAFO, un bote de lona que se transformo en velerito.

Otros veleros: AVE MARINA de cécere, construido por A. Bonazzola y SEA BREEZE, de los Guastavino, GAVIOTA de V. Gasparovic, KARUBI de O. Risso, PINGUINO de Olaechea, TRITON del autor, EOLO de Elías, son otras tantas muestras de la capacidad de estos aficionados que construyeron sus propios barcos.

Y este fue el verdadero comienzo de las actividades náuticas en nuestro medio, cuyo crecimiento y desarrollo pleno fue interrumpido por una falta de visión de algunos miembros del club respecto de su no creencia sobre la importancia que mucho más tarde tendría ese deporte, aunque no con el espíritu que animó en sus pioneros - constructores - navegantes.

CRÓNICAS INFORMALES

Carlos Lisandro Daneri

Gualeguaychú – Año 1998