La Noche

Cuando los límites de la memoria se trascienden, es que se ha entrado en las vagas zonas de la anécdota.

Los años viejos de la ciudad están surcados por relatos de toda índole, algunos de directa transmisión como el que sigue.

Al caer la noche, la ciudad se cubría de sombras mal disimuladas por los faroles de gas de las esquinas del centro y más raleados a medida que se alejaban de este.

Pero algún postigo entreabierto y de algunos zaguanes con las hojas abiertas de par en par, escapaban rayos y manchas de luz que se esfumaban bien pronto al avanzar sobre la vereda y apenas llegadas al empedrado de la calle.

El perfume de las magnolias trascendía de tanto en tanto desde los patios frescos, aún mojadas sus baldosas coloradas por la refrescada de la regadera y que la humedad de la noche tibia no dejaban evaporar.

Ahora estamos ubicados en el tiempo, a pocos días antes del centenario.

En la abierta galería, en el sillón de mimbre, la señora mayor se hamaca con lentitud, y mientras la morocha le ceba un dulce , planea la compra de mañana en la feria franca de "la plaza chica".

En el comedorcito al fondo del patio las muchachas de la casa están con visitas y bajo la luz de una lámpara conversan con animación de los temas del día.

Desde el cieloraso envarillado de la galería, pende y se balancea apenas con la brisa tenue un globo brillante de color amarillo que refleja como un ojo de pescado en el anaformismo de su espejo, la escena de ese sitio.

Unas macetas de barro que penden de tres cadenillas que se unen al fijarse en el tirante de la galería, vuelca la melena de sus helechos y por entre ellos asoman las lenguas de gato y otras especies de hojas carnudas.

De tanto en tanto se oye el chasquido de una hoja seca de parra que se arrastra sobre las baldosas.

Entre sombras de las plantas y penumbras, en el medio del patio se recorta la figura cilíndrica de un aljibe de chapa con su puerta bombé que se adapta al contorno, y sobre el techo circular una cenefa de chapa estampada con flores de lis, presta apoyo y baranda a una serie de macetines con helechos arroz.

La gran pajarera esquinada que llega hasta el cielorraso de la galería con su carga de pájaros multicolores, ya dormidos, semeja una extraña caja de música en reposo, esa misma música que por las mañanas brota de ella y se esparce reventando en trinos por los patios , las alcobas y estancias invadiendo más luego la calle.

El reloj de pared, en su caja octogonal de madera, desata su rápida sonería que deja oír ocho campanadas.

Es la exacta hora de la cena y después la sobremesa . Las últimas tareas en la obscura cocina con el ruido de las ollas y cacharros refregados con ceniza.

El reducido movimiento del pueblo se ha ido acallando casi por completo y contados viandantes demorados, van apretando el paso rumbo a casa.

En marcha están las largas horas de la noche ya.

Se cierran los postigos en las ventanas y las hojas de los zaguanes se calzan firmemente.

Trancas y pasadores velarán la seguridad de los moradores de la casa. El pueblo comienza a dormirse cuando el último soplo de la jornada se lleva la tenue luz de los quinqués.

Pero siempre queda el vecino rezagado al que las once y media de la noche lo toma fuera del hogar.

Para él es todo el miedo de la noche tenebrosa y toda la soledad de las callejas penumbrosas, aunque el cielo sereno este tachonado de estrellas titilantes.

Un temor oculto lo corroe, mientras busca apartar de su mente una idea que se le va tornando fija, por que hasta ahora nadie sabe si el espantajo es burla o realidad.

Atisbando, perforando las tinieblas, marcha el vecino a quien el intempestivo maullido de un gato en el tapial, sobresalta hasta el espasmo.

A veces tiene suerte y alcanza el zaguán de su casa que traspone como luz, dando el trancazo sobre sus propios talones.

Es el alivio y la auto promesa de no dejarse estar tanto como para que lo agarre nuevamente el casi tiempo de la noche alta.

Otras veces, alguien no tenía tanta suerte y su angustia se colmaba cuando al acercarse a la salvadora luz del farol en la esquina, veía aparecer una alta figura envuelta en santo sudario que en actitud expectante, con su a veces tres metros de altura esperaba a la víctima que se acercaba.

Quien ya retirado de las calles del centro se encontraba, de pronto con esa visión, sabía que debía poner rápida distancia entre el y " la cosa ", la cual por lo general, parecía atraída por la víctima en cuyo pos marchaba con extrañas zancadas que producían un hueco resonar sobre las piedras de la vereda.

Otras veces se trataba de un par y a veces de grupos de espantajos a la vez, y el terror que despertaban llegaba a limites paroxisticos.

Fácil resulta imaginar los comentarios que se entretejieron y corrían las más fantásticas y desencontradas versiones, tema preferencial y obligado, casi buscados, como corolario de las tertulias y veladas de sobremesa prolongadas en las extrañas horas en que los sucesos se desarrollaban en irregulares períodos y en siempre distintos lugares.

Así como aquel tiempo tuvo grandes zonas de luces y cultura, estuvo también mechada con su parte correspondiente al cono de sombras que agudiza y dilata las cosas tenebrosas.

Hay mil relatos cuchicheados con temor y con respeto, unos locales y muchos originarios de ambas penínsulas que nos volcaron su inmigración laboriosa y con aquella también sus anécdotas, sus miedos y temores como también sus creencias, que prendieron fácilmente cuando la ciudad despertaba a la cultura, pero en que la noche aún era la reina de sus sombras.

Le llamaban, El Fantasma.

O los Fantasmas.

Pero el miedo fue cediendo paso a la curiosidad y la curiosidad le hizo observar a un vecino que venía directo a toparse con el espantajo, cuando éste, distraído, cara al farol de la esquina, desde su altura abría la puerta de vidrio, saca un cigarrillo y lo enciende en la llama de gas del artefacto, aspirando con fruición la primera bocanada.

Un fantasma con hábitos humanos ya es bastante menos que un fantasma.

Y esto es lo que debe haber pensado aquel vecino.

No tardó en correrse la novedad pasada de boca en boca y no faltaron quienes se pusiesen de acuerdo para espiar a los fantasmas.

Y así fue que si antes los espantajos llegaron a ser los dueños de la noche, ahora la noche se había tornado en su propio peligro frente a los grupos armados con palos que trataban de encontrarse con el fantasma.

Un poco desconcertantes fueron las primeras disparadas del espantajo quien ante los atónitos seguidores, cambiaba de altura y se achicaba perdiéndose velozmente en el primer zanjón.

Este nuevo hecho agregó un nuevo elemento de duda.

Pero la curiosidad y por otra parte el deseo de limpiar las noches por lo menos de ese manifiesto y palpable temor, hizo que las cosas siguieran adelante.

Sucedió la noche en que la "patrulla" se encontró con uno, recostado a la pared de la esquina y bajo el farol.

El fantasma no tuvo tiempo ni de moverse.

Un certero palo se le atraco en la piernas y se produjo un horrible crujido como de maderas que se quiebran y se astillan, como un tunal silvestre abatido por su base con un filoso "collin", como cae y se desinfla sobre el paracaidista la tela de su salvavidas, así cayó el fantasma entre angustiosos ayes, más de dolor, de susto al principio por que al dolor lo tiene que haber sentido después de la golpiza de lo que ya fue indignación de aquel vecindario que por tanto tiempo fue tenido en jaque con las espantosas visiones fantasmales.

Después del episodio, los fantasmas no menudearon, desaparecieron todos a la vez y la noche del pueblo se vio al fin libre de espantajos.

También quedó develado el misterio de la altura.

Tras de aquel episodio comentado, aparte de una sábana, podían verse un largo par de zancos quebrados.

Nunca pudo saberse, si el fantasma fue como una institución de la noche una creación local, o si tuvo sus raíces en alguna modalidad peninsular y que al importarse a estas tierras, perdió su significación original y también cual pudo haber sido ésta en el muy supuesto de que haya podido tener alguna.

CRÓNICAS INFORMALES

Carlos Lisandro Daneri

Gualeguaychú – Año 1998

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