Por Andrea Sameghini
Llegar a descubrir la vida de un hombre a través del contorno material de una casa, es recurrir a hechos que por la índole de su profundo sentido espiritual, marcaron lugares y ambientes del vivir humano en plenitud.
La emoción me nubla la mirada, ya estoy frente al solar nativo del "carnero macho", aquel niño de rulitos ensortijados (2) travieso y rebelde, que con el devenir de los años seria el famoso narrador y cuentista José S. Alvarez .(3)
Nació en esta casona sencilla y provinciana, de muros cubiertos con techo de tejas a dos aguas, clásica arquitectura popular, anterior a 1870 en Gualeguaychú (4).
En la fachada, que muestro al pie de esta nota calle Fray Mocho 135, se disponen las ventanas, todas iguales y característicamente situadas muy bajas, con rejas colocadas al ras de la pared.
La cortesía de los propietarios actuales (5), me acompaña a buscar entre esos muros centenarios los sueños infantiles impregnados de esa comicidad que iluminó su vida desde los días felices de la infancia.
El primer patio, de amplio corredor, ofrece esa raigambre en los elementos simples que lo componen. El zaguán conduce a él, alrededor del cual están la sala, los dormitorios, el comedor y la cocina.
Un aljibe de sencillo brocal de paredes lisas, un gran macetero, árboles frutales, plantas de hortensias y jazmines, dan un raro encanto.
El segundo patio tiene comunicación con el primero, en el que una prolija huerta trae remembranzas de otras épocas,
Aquí nació y de esta tierra que latió en su corazón hasta el último suspiro guardó el recuerdo de páginas conmovedoras, narradas en forma grácil y amena con un fondo de sentida melancolía por Gualeguaychú; como son sus "Notas de viaje", "En mi Pueblo". Con un conocimiento concreto busca lugares conocidos, "el arroyo pintoresco, festoneando de juncos y de achiras", el puñadito de casas que el lo veía más grande, las calles, los comercios con sus curiosas veletas de latón, la casita suburbana del primer amor.
Ese era su Gualeguaychú, así abreviado como lo consigno en su relato (6)
Era una etapa de su vida que había pasado, regresaba al pueblo impulsado por las reminiscencias, ya era el escritor que deslumbraba a Buenos Aires con sus primeros libros. Habían visto la luz "Memorias de un vigilante "(1897) "Viaje al país de los Matreros", una de las pinturas más deliciosas y exactas que existen de un pedazo de suelo argentino (7).
En el "Mar Austral" (1898), obra de acabada imaginación, la que penetró hondamente en la vida del lobero, con una prolija descripción del sur argentino, su clima y sus costumbres.
Pero al hablar de Fray Mocho es necesario unir dos vidas: el semanario "Caras y Caretas" y su director José S. Alvarez.
La popular revista porteña, fundada por los periodistas españoles Eustaquio Pellicer y el dibujante Manuel Mayol, ante el alejamiento de Bartolito Mitre, el entrañable amigo del Mocho, abre las puertas a este entrerriano que derramaba su gracia incontenible en cuentos impregnados de profundo sabor nacional.
Supo descubrir la vida con comprensión inigualable, infundiendo en esa mezcla de captar y volcar, una ironía entre picaresca y sutil, llegando a las profundidades de lo individual para mostrar a sus lectores las pequeñas historias de los barrios porteños, a través de personajes con arraigo en el mundo popular.
Fue el sociólogo de una época matizada por altibajos políticos, en las que es "notas de critica social" (8), descubren al talentoso escritor de ficciones incontenibles, que señaló con su pluma, el esquema de una forma del vivir argentino.
Ese fue Fray Mocho, que dejó esta vida, próximo a cumplir cuarenta y cinco años, el 2 de agosto de 1903, "que llenó de luto el hogar de Caras y Caretas, el que era sonrisa y alegría" (9)
Más información: La Casa de Fray Mocho
Artículo publicado en el Diario "El Argentino" en fecha 16 de junio de 1974
Serie "Casa y Caserones" por Andrea Sameghini
Casa natal de Fray Mocho