El Cuaderno Nº 169 de "Cuadernos de Gualeguaychú", publicado el Domingo 3 de octubre de 1999, con investigación y textos de Nati Sarrot, se adentra en el análisis de los testamentos como fuente para comprender la vida privada y las costumbres de los habitantes de Gualeguaychú en épocas pasadas.
Su enlace es: Cuadernos de Gualeguaychú Nº 169
Los principales temas abordados en este cuaderno son:
"UN MOMENTO DE SINCERAMIENTO: TESTAMENTOS": Esta sección retoma y profundiza el tema de los testamentos iniciado en el Cuaderno N° 48, con el propósito de "vislumbrar aspectos interesantes de las formas de vida de nuestras gentes de otras épocas".
La historia del testamento: Se explica que los testamentos reflejaban la confianza en la intervención de los vivos para "aliviar los padecimientos de los muertos", especialmente entre los siglos XVI y XVIII, impulsado por la idea del purgatorio y los intereses de la Iglesia Católica. En Gualeguaychú, una comunidad eminentemente católica, los testamentos dedicaban gran parte de su texto a manifestar la fe religiosa y las devociones del testador, quienes aseguraban dictar su voluntad en pleno uso de sus facultades. Se podían añadir "agregados sucesivos o codicilos" si la voluntad cambiaba.
Ejemplos de testamentos:
Eleuterio Ríos (8 de mayo de 1848): Declara su fe, su estado de soltero, reconoce a su hija natural María Canuta Ríos, y le pide que cumpla una promesa hecha a San Miguel de dos misas. Lega a su hija dos suertes de estancia con ganado y una casa, y un quinto de sus bienes a María Fructuosa Videla por "buenos servicios prestados".
Tomás González (15 de junio de 1848): Además de su fe y devociones, pide ser sepultado "sin pompa y fausto alguno" en el cementerio de la Villa con el hábito o mortaja elegida por su albacea. Ordena misas para sí mismo, su esposa, padres y suegra, y deja el remanente de sus bienes a sus hermanas.
Juana Luisa García (26 de julio de 1853): Soltera de 40 años, declara tener cinco hijos naturales y que dos de ellos ya habían recibido bienes de su padre.
Felipe Alvarez (enero de 1857): Detalla problemas pendientes al momento de testar, como una deuda por materiales de construcción que lo seguía acosando por parte de los herederos de Magdalena Zuñer, a pesar de haber intentado solventarla años antes.
"EVITAR CONFUSIONES": Se enfatiza la importancia de la claridad en los testamentos para identificar al testador (lugar de nacimiento, padres, edad, estado civil, hijos) y determinar la forma de amortajamiento, el lugar de sepultura y si la ceremonia sería sencilla o con "fastos". Se destaca que la prolijidad en estos detalles asegura que los bienes lleguen a los beneficiarios designados, sean hijos, esposos, concubinos o hijos naturales.
"Escribas y Escribanos": La redacción de documentos, incluidos los testamentos, evolucionó en Gualeguaychú. Inicialmente a cargo de "escribas voluntarios", luego por Alcaldes y Jueces de Paz con testigos, y a partir del 1 de septiembre de 1851 por funcionarios designados como "Escribano del Juzgado de Paz del Departamento de Gualeguaychú". Esta profesionalización llevó a una redacción más protocolar, perdiendo parte del "pintoresquismo" de los documentos anteriores. La figura del notario era crucial para el "sinceramiento del testador" y para garantizar la distribución de bienes y la ayuda para "ganar los goces de la vida eterna".
"D. JOSÉ MARÍA MÉNDEZ RODRÍGUEZ: EL ESCRIBANO DE LA JURA":
Nombramiento y rol: José María Méndez Rodríguez, español avecindado en Gualeguaychú, fue nombrado Escribano del Juzgado de Paz el 18 de agosto de 1851 por el Gobierno de Entre Ríos, cargo que ejerció hasta julio de 1858.
Jura de la Constitución de 1853: Desempeñó un papel fundamental en la jura de la Constitución de 1853 en Gualeguaychú. El 19 de julio de 1853, en la Plaza Mayor, fue el encargado de labrar el Acta y distribuir las planillas donde los ciudadanos juraron "respetar, obedecer y defender la Constitución política de la Confederación Argentina". Dada la gran cantidad de jurantes que no sabían firmar (más de quinientos cincuenta en la Ciudad y el Departamento), él, junto a otros vecinos, realizó las firmas por ellos. El Acta que encabezaba las planillas comenzaba con el lema "¡VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA!".
Vida personal y trayectoria: Nació en Pontevedra, Reino de Galicia, el 28 de junio de 1817. Llegó a Buenos Aires alrededor de 1847, donde conoció y se casó con Antonia Linares. La pareja se radicó en Gualeguaychú, donde tuvieron siete hijos. Antonia Linares dirigió la Escuela de Niñas de la ciudad hasta su fallecimiento. José María ejerció como escribano civil y Notario Eclesiástico desde 1847 hasta 1860, documentando importantes hechos con su letra "fina, larga, inclinada y de trazos sobrios".
Patrimonio y testamento: Su trabajo le permitió construir una casa de azotea y poseer una chacra. Sintiendo el fin de su vida en 1860, a los 43 años, dictó su testamento. Nombró a su amigo Benito Bravo y a su hijo Asisclo como albaceas y tutores de sus bienes, ya que sus hijos eran menores. Legó un quinto de lo que dejaba a Feliciana Herrera por los cuidados a su familia. En su testamento, hizo constar que sus bienes fueron fruto de su trabajo, ya que no pudo cobrar herencias pendientes en España.
El Cuaderno Nº 169 fue editado por Marco Aurelio Rodríguez Otero (Jefe de Redacción) y Fabián Magnotta (Redactor Invitado), con columnas de Silvia Razzetto de Broggi, Carlos M. Castiglione y Aurelio Gómez Hernández. La digitalización fue realizada por el Museo "Casa de Haedo" y la edición y diseño web por Patricio Alvarez Daneri.