Admonición patriótica

¡Qué amanecer argentino

viene abriendo las fronteras!

¡Qué olor a historia naciente,

qué rachas de Patria nueva!

En el rejón de las lanzas

florece la sangre seca.

Están brotando más glorias

las tumbas de ayer abiertas.

La lluvia limpia de Mayo

ha regado las conciencias

y el alma gaucha dormida

de pronto se nos despierta

con empujes de pamperos

y con temblores de selva

que levanta en su ramaje

la plenitud de la tierra.

La Patria que llevo dentro

ya presiente la de fuera,

como presiente la flor

el fruto en la rama nueva.

Como el ceibo se desangra

para adornar a mi tierra,

así prendido al terruño

yo desangro mis poemas

y transmito al porvenir

lo que el pasado me ordena.

¡Si ya no cabe en mi espíritu,

y si estalla entre mis venas

esta inquietud rediviva

de la Patria que despierta!

La veo surgir en la aurora

como si recién naciera.

Evocación fulgurante

de lo gaucho que regresa,

envinchado en la mañana

y arreando siglos y leguas.

Desangra en el horizonte

su tropel la montonera;

el diapasón de un galope

abre otra vez la epopeya;

un relámpago de lanzas

barre todas las tinieblas;

las tacuaras del Supremo

enjaulan la polvareda

y empiezan a florecer

nuestras cuchillas inquietas.

Belgrano convierte en mástiles

las humeantes chimeneas;

Lamadrid surca el asfalto;

San Martín está de vuelta

y su viejo corvo escribe

una nueva Independencia...

La Patria de ayer avanza:

¡va rumbo a la Patria nueva!

Se van abriendo caminos

en terrones y conciencias;

los sepulcros los empujan

y las cunas los esperan.

Son el ayer y el mañana,

ya se encuentran, ya se encuentran,

como dos mares se chocan,

como dos mares se mezclan,

y unidos yerguen su espuma

con trepidar de banderas.

Mi Patria viene de Dios;

ya se cansó de ser tierra

y se levanta en un gesto

de mástiles o de selvas

que peinan el horizonte

con la ansiedad de la espera.

Trepida el suelo esperando

un toque de primavera,

está pidiendo una voz

que traduzca su epopeya,

está pidiendo una Cruz

que abrace todas las sendas,

está pidiendo un camino

que la eleve a las estrellas,

está pidiendo argentinos

esta vieja Patria nuestra.

Despertad. Brilla la aurora

como un incendio de idea,

la Patria que está naciendo

no es aquélla, no es aquélla.

La vi enorme en los trigales

y en los rastrojos que humean;

en el azul de los linos,

y en el blanco de las huellas;

en todo lo que es terruño

y en todo lo que es bandera.

La vi en los ojos que lloran,

la vi en las frentes que piensan,

la vi en las almas, Dios mío,

y muchas estaban muertas.

La vi contra los caminos:

ranchitos cuyas cumbreras

son manos que piden Cielo

porque ya no tienen tierra.

Y la vi en el alma gaucha

que en mi Patria es extranjera...

Porque en el campo argentino

hay horizontes de haciendas,

y mis hermanos de raza

no tienen cielo ni tierra.

¡Señor, que son mis hermanos,

y la Argentina es inmensa,

y las glorias del pasado

a todos, a todos llegan,

como al último retoño

llega el temblor de la selva!

Yo los vi entre los cardales

de las calles polvorientas;

los centauros de Entre Ríos,

las glorias de la epopeya,

como cóndores heridos

anidaban su miseria

sin más riqueza que el sol,

sin más Patria que las huellas

y el polvo nuestro pisado

por máquinas extranjeras.

¡Cuánto alambrado de púas

y cuántas bocas hambrientas;

pentagrama de dolor,

nota que maldice o reza!

¡Señor, que son mis hermanos,

Señor, que son almas vuestras;

no me los dejes sin Cielo,

no me los dejes sin tierra!

¡Que amanezca para todos

en esta Argentina nueva!

Pbro. Luis Jeannot Sueyro

"Los versos del Cura Gaucho"

El Cura Gaucho