Centenario del Frigorífico Gualeguaychú

Autor: Dr. Gustavo Rivas

El 10 de Septiembre de 1923 se fundó formalmente la Sociedad Anónima que en pocos años hizo realidad el mayor emprendimiento de la historia de nuestro pueblo: el Frigorífico

Fue una gigantesca obra para la época, tanto en su realización, como en su proyección benéfica posterior hacia toda la comunidad.

No fue el primer jalón hacía la realidad que muy luego plasmara Marco Aurelio Rodríguez Otero: "Gualeguaychú, Madre de sus propias obras".

Porque ya existían algunas realidades de la larga serie que nos dio esa admirable fisonomía de crecimiento por el propio esfuerzo: el Hospital Centenario (1913), creado por la Sociedad de Beneficencia, y el Teatro Gualeguaychú, por una agrupación de vecinos, acompañados por la Municipalidad.

Pero faltaba el gigante.

LA CAUSANTE DE LA INICIATIVA

Las corrientes inmigratorias alentadas por Urquiza (continuadas por su viuda, la Gualeguaychuense Dolores Costa) y en el plano nacional, por Sarmiento y Avellaneda, había puesto en producción los feraces campos de una amplia zona entrerriana.

Eran tierras nuevas que se dedicaban en gran parte a la ganadería.  Sus dueños no eran empresas multinacionales, ni pools, ni nada que no se basara en el trabajo y esfuerzo propio, o familiar. Pero chocaban con un inconveniente que se agravaba con el paso del tiempo. 

Mientras la oferta de carne vacuna estaba dispersa entre numerosos productores desconectados entre sí, la demanda se concentraba en unos pocos frigoríficos de origen extranjero. Fundamentalmente ingleses y norteamericanos, que a diferencia de sus proveedores, se manejaban en total concertación para dominar el mercado oferente, con jugosas ganancias.

¿Cómo hacían? En primer lugar, dejaban de lado la prédica de Adam Smith y otros economistas liberales, defensores de las ventajas de la competencia sin interferencias de los Estados. A lo que adhería fervorosamente Alberdi. Pero estos anglosajones torcían las prácticas a tal punto, que terminaban justificando a los críticos del mercado y la iniciativa privada.

¿Cómo?  Previa concertación entre ellos sobre las modalidades de negociación, llegaban la zona sus compradores y en lugar de pesar en cada campo la hacienda en oferta, la median al bulto, globalmente "a ojo de buen cubero" y decían terminantes: "-Son treinta mil kilos"...

-"Pero no puede ser señor! Hay más de 50 mil!"

-Nada: son 30, y no admitían discusión (que podía generar el rompimiento del trato). 

Frigorífico Gualeguaychú en Milán: Dr Dekkeouabu Galli

Si no obstante, éste se rompía, venía otro comprador y procedía con el mismo o mayor prepotencia. O no venía ninguno más, tal era la colusión entre ellos. Eso, en cuanto al peso de la hacienda, que era la primera parte del despojo.

Pero además, había otro ítem no menos abusivo: era lo relativo a la calidad ofrecida.

Por entonces, no existía la tipificación de carnes, que recién se estableció en la década siguiente.  Tampoco la Junta Nacional de Carnes, ni la CAP (Corporación Argentina de Productores de Carne, creada en 1935). Aprovechando esas falencias, los frigoríficos del pool de las carnes, además de robarlos en el peso, "los dormían" en la calidad: les pagaban como de calidad inferior, un lote que talvez era "JJ", el máximo de la escala para el chilled beef.

No era de extrañar el modus operandi de aquellos frigoríficos: las autoridades nacionales miraban para otro lado. No era cuestión de malquistarse con el país que además, era dueño de los ferrocarriles, bancos acreedores, compañías de seguros, prestadoras de servicios públicos etc. 

Y que también (el propio Estado) se dejaba estafar por burdas maniobras de evasión impositiva, doble contabilidad y otras que denunció en 1935 el Senador santafesino Lisandro de la Torre, objeto un atentado en plena Cámara de Senadores.

Fue en medio de su célebre discurso acusatorio, cuando el matón a sueldo Ramón Valdez Cora, erró el tiro a De la Torre y mató a su compañero de bancada, Enzo Bordabehere. Que dio lugar a la impactante película de Juan José Jussid: "Asesinato en el Senado de la Nación" (1984).

Esta era la situación en 1923. Impotentes ante el abuso, aquellos ganaderos no pensaron en cortar la ruta (que por entonces no existía, vino 10 años después). Pero tampoco se quedaron de brazos cruzados.

¿Qué hicieron? 

A raíz de las maniobras monopólicas de los frigoríficos extranjeros, la situación de los ganaderos, que no tenían otros mercados, era preocupante por las pérdidas que iban acumulando a principios de los años 20.

Y no sólo en los campos de Gualeguaychú, sino en la mayor parte de Entre Ríos y Provincias vecinas: Buenos Aires, Santa Fé, Córdoba e incluso la República Oriental del Uruguay.

Era pues, un problema dramático, grave y extendido en una amplia zona del Litoral.

Pero como adelantáramos, no estaba en la cabeza de nadie realizar protestas violentas, pese a que el clima generado, era propicio para ello.

Aún cuando no se contaba con el sistema de comunicaciones de hoy, los ganaderos de toda la región tenían contactos entre ellos y todos, conscientes de la gravedad, querían ponerle fin.

Hasta que las palabras comienzan a convertirse en acción: el 14 de junio de 1923 se celebró una importante reunión en la Sociedad Rural de Gualeguaychú, con presencia de sus directivos, de ganaderos locales y también muchos del resto de la provincia y el pais que totalizaron 380 personas.

En esa gran asamblea, se resolvió constituir Comité Ejecutivo de Organización, que inmediatamente resolvió convocar a una Asamblea General de Ganaderos del Litoral.

Y el mismo día se cursó una amplia nota de invitación a todos los hacendados y ganaderos que se sintieran afectados por la situación descripta.

Al pie firmaban, por la Comisión Organizadora, su Presidente Julián Irazusta, Secretario Beltrán Morrogh Bernard, Tesorero Carlos Cinto y vocales: Rafael Emiliani, Gustavo De Deken, Francisco Troise y Sixto Vela.

Finalmente se enumeraban los 297 integrantes del Comité Ejecutivo, que eran los ganaderos más reconocidos de toda la Provincia.

Y el texto finalizaba con el lema: AMPARAR A LA PRODUCCIÓN, ES DEFENDER A LA PATRIA.

La invitación que allí formulaban, era para la precitada asamblea, a realizarse en Gualeguaychú el día 29 de Junio de 1923.

Vista del conjunto del frente del Establecimiento

La amplísima convocatoria a "todos los ganaderos del Litoral" tuvo una contundente respuesta: el 29 de junio de 1923 llegaban a Gualeguaychú centenares de ellos, provenientes de Entre Ríos, Santa Fé, Buenos Aires, Corrientes, Córdoba y hasta de la vecina República Oriental del Uruguay. 

¿Cómo llegaron en aquel contexto de casi total aislamiento? Fundamentalmente por la principal y casi única vía de comunicación que teníamos con el resto del mundo: por agua

La ruta terrestre a Buenos Aires llegó recién 10 años después, por el esfuerzo titánico de Don David Della Chiesa y su gente (cuyo hijo, del mismo nombre treinta años después, presidió la Sociedad Rural de Gchú).

Otros llegaron por ferrocarril (nuestra estación data de 1889 y en 1908 se había habilitado el servicio de ferry boat a Buenos Aires). 

La Asamblea tuvo lugar en el único recinto de la ciudad con capacidad para tantos concurrentes: el Teatro Gualeguaychú, iniciativa de diez años antes por un grupo de vecinos, algunos de los cuales -como Gustavo De Deken- también fueron pioneros del Frigorífico. 

Dicho sea de paso, y como lo recordaba Don Clemente Risso, Secretario del Directorio de la Sociedad por mucho años, y de hecho, su primer historiador, esa sala parecía destinada a albergar importantes movimientos. Como que en 1968 fue la cuna de la gran movida Mesopotamia que culminara con la realización de la ciclópea obra Zarate- Brazo Largo.

En la gran asamblea del 29 de junio de 1923, primó la idea que ya estaba en cabeza de todos: hacer un frigorífico de los ganaderos.

En eso no hubo mayor discusión, pero las divergencias surgieron cuando hubo que determinar el lugar de su emplazamiento. Obviamente, los "dueños de casa" querían emplazarlo en Gualeguaychú. Y argumentaban la proximidad con el puerto de Buenos Aires, por dónde salía la totalidad de las exportaciones cárnicas. A lo que se sumaba la comunicación fluvial directa, por los ríos Gualeguaychú, Uruguay y De la Plata. 

Pero otros pujaban por distintos puntos de emplazamiento, en Santa Fe, o Provincia de Buenos Aires. 

Por esas divergencias no pudo llegarse a un acuerdo. 

Pero era tan fuerte la convicción de los Gualeguaychuense y otros entrerrianos, que, lejos de darse por vencidos, se animaron al gigantesco desafío de emplazar su frigorífico en la ciudad de Gualeguaychú. 

Intención unánime que se plasmó en la formal fundación de la sociedad, concretada dos meses después.

Descartada la posibilidad de acuerdo unánime con sus pares de todo el litoral, en la citada asamblea, los ganaderos de Gualeguaychú y zona de influencia, lejos de darse por vencidos, "hincharon el lomo" y dijeron: "entonces lo haremos nosotros".

Durante Julio y agosto de 1923 se dedicaron en pleno al desafío que asumían. Y empezaron por la base, como fue constituir formalmente la sociedad que le diera impulso. No era cuestión de poner la firma e instalarse en un periquete como socio fundador. Porque detrás de ello y en breve tiempo, había que integrar el capital suscripto.

Y no sólo el inicial para empezar a moverse, sino también el necesario para levantar la fábrica. Basta con ver hoy, las dimensiones de lo que queda ella, para darse cuenta de la inversión necesaria en aquella época. Y si bien muchos de aquellos fundadores poseían importantes fortunas, lo que se necesitaba era mucho más de lo líquidamente que disponían. Volveremos sobre este aspecto.

Y para patentizar la rapidez con que todo se movilizó, digamos que ya para el 10 de Septiembre de 1923, quedaba constituida la "Sociedad Anónima de Abastecimiento Urbano Saladeril y Frigorífica Gualeguaychú".

Es exactamente la fecha que se toma como centenario de la entidad y que motivará este serie iniciada en ese aniversario.

Tenía un capital suscripto de doscientos mil pesos y su primer Directorio estuvo constituido por: Beltrán Morrogh Bernard, Francisco Troise, Julián Irazusta, Domingo Carabelli, Pastor Britos e Ignacio Olaechea.

Con tanta celeridad se movió todo, que para el 7 de noviembre de 1923 la naciente sociedad obtenía su personería jurídica por decreto del Gobernador Ramón Mihura.

Cómo habíamos adelantado, una vez constituida la sociedad, con su personería aprobada y confirmado su Directorio, sólo había que llevar las ideas fundantes, a la realidad.

Lo primordial desde el inicio, era tener un mercado para la producción ganadera, libre de maniobras monopólicas y oligopólicas que ralearan artificialmente el justo precio de sus haciendas.

En el comienzo, no era imprescindible tener una industria Frigorífica funcionando. No se contaba con los cuantiosos recursos necesarios, ni del tiempo para que ello estuviera en marcha. Por lo tanto, y sin por ello abandonar la idea primera, resolvieron arrendar las instalaciones de un saladero. Que después se compró.

Se resolvieron por el que perteneció a Don Salvador Rossi, ubicado en el lugar que después ocupó la fábrica.

Y tuvieron la precaución, con clarividencia del futuro, de conservar un símbolo de aquel saladero, que conservaron aún cuando después se levantó alli la gigantesca fábrica.

Felizmente ha vencido el paso de los tiempos y se conserva intacta hasta hoy pudiendo divisarse desde el río. Es la antigua columna de ladrillo que constituía su chimenea  y que durante muchos años estuvo rodeada de enredaderas.

Porque la industria antecedente saladeril, utilizaba vapor de agua a cierta presión para desgrasar la carne, que luego en trozos iba a salarse.

No está demás recordar que contiguo al saladero de Don Salvador Rossi, vecino de Gualeguaychú, se encontraba uno similar, perteneciente a Don Eduardo Nebel, de Concordia. Don Eduardo es bien recordado en su ciudad de origen, a punto tal, que hoy un barrio y un club muy popular de allá, llevan su nombre.

El saladero fue la solución inmediata y los ganaderos-empresarios obtenían lo que buscaban: precios justos para su producción.

Saladero de Nebel y antigua Chimenea del Frigorífico

Pero no se descansaron en esa primera etapa y enseguida pusieron proa hacia la meta realmente impulsora: el frigorifico.

Para ello, siguieron sumando capital y entre los socios figuraban muchos comerciantes, o empresarios, que sin ser ganaderos, adherían concientes de su importancia para el futuro de la ciudad. De ese modo, el capital social suscripto en poco más de cinco años redondeaba los 700 mil pesos, y así, para 1929 se inicia la ciclópea construcción.

Para ello se contó además con el importante apoyo del Gobierno de Entre Ríos durante la administración de Eduardo Laurencena, que aportó como capital suscripto por la Provincia, la suma de 200 mil pesos.

Aquellos fundadores no sólo arriesgaban su fortuna: también su vida. Es el caso de Beltrán Morrogh Bernard, que en uno de sus viajes en automóvil a Paraná, falleció en un accidente automovilístico.

Su lugar fue ocupado por Dolores "Lola" Irazusta de De Deken, quién también lo suplió en la garantía personal con todos sus bienes. Es una de las mujeres que mayor aporte hizo a la inquieta comunidad gualeguychuense por aquellos tiempos.

También se contó con el Banco de la Nación Argentina, creado por el Presidente Carlos Pellegrini para sostener al campo, y cuya sucursal en la ciudad era donde hoy está el Club Neptunia. Fue con préstamo a largo plazo de $1.000.000.

Es decir, que se contaba con un monto total cercano a los dos millones de pesos, cifra sideral para época. No contamos con las pautas para establecer una equivalencia actual.

Pero para tener una idea, debemos suponer que esa cifra equivaldría hoy a una similar en dólares. Pero además, multiplicada varias docenas de veces. A lo que se suma la compra de las máquinas y los primeros barcos.

El Frigorífico Gualeguaychú

A fuer de incurrir en repetitivo, no está de más recordar cuál fue el objetivo del emprendimiento: defender el precio de la hacienda. No más allá.

Y ello explica, no sólo cómo se pudo hacer la gigantesca obra, sino también la característica diferencial con los otros frigoríficos, incluyendo los argentinos.

Y aquí nos permitimos discordar con los que lo presentan como el primero de capitales argentinos. No es así; ya para los años de 1880, se conocían frigoríficos pertenecientes a connacionales, aunque no de la dimensión de los extranjeros.

Así por ejemplo, el de Eugenio Terrazón en San Nicolás, desde 1882. Y un poco mayor en tamaño, el "Sansinena", de Avellaneda, con puerto propio en General Cerri, cerca de Bahía Blanca. Pero aquellos pertenecían a emprendedores industriales.

En cambio el de Gualeguaychú se diferenciaba -y en eso sí, fue el único- en que era propiedad de los ganaderos y creado por ellos.

Esta especial circunstancia, explica otras consecuencias:

A ningún accionista lo movilizaba el afán de participar en las utilidades de la fábrica. Y desde el inicio como saladero, estaban chochos de contentos con los precios que recibían por su ganado. Por lo tanto, casi nadie retiraba las utilidades que reflejaba cada balance del frigorífico. Porque preferían reinvertir esas ganancias en el emprendimiento iniciado. 

Ello explica que para 1926, se pudiera contar con el importante capital suscripto, mencionado en la nota anterior. Y sobre todo, que esto fuera bien visto y valorado por el Gobierno Provincial, que finalmente sumó su apoyo.

La empresa adquirió el primer barco en 1931 y pasó a ser el famoso legendario "UNO", llevaba la inscripción "Frigorífico Gualeguaychú Nº 1"; el Nº 2 fue comprado en 1941, por su tamaño y porque carecía de cámara frigorífica se lo utilizaba para el traslado de subproductos tales como cueros, grasa, huesos, sangre seca; y cuentan los memorioso que solía regresar a las aguas del Gualeguaychú con cargamentos de sal y mercaderías para las proveedurías de la empresa". El Nº 3 llamado "Dr. Francisco Troise" en homenaje a quien fuera presidente del Directorio desde el inicio de la empresa. Este fue adquirido de la Empresa "Metalúrgica y Diques Flotantes S.A.", de Montevideo (República Oriental del Uruguay)
Dr. Francisco Troise

Así las cosas, el 20 de Julio de 1926, el Presidente del Directorio, Dr. Francisco Troise, y el Secretario Carlos Cinto, firmaban el importante contrato con la Compañía Argentina de Cemento Armado, de Buenos Aires correspondiente a la obra civil de la fábrica.

Esta especial circunstancia, explica otras consecuencias:

A ningún accionista lo movilizaba el afán de participar en las utilidades de la fábrica. Y desde el inicio como saladero, estaban chochos de contentos con los precios que recibían por su ganado. Por lo tanto, casi nadie retiraba las utilidades que reflejaba cada balance del frigorífico. Porque preferían reinvertir esas ganancias en el emprendimiento iniciado. 

Ello explica que para 1926, se pudiera contar con el importante capital suscripto, mencionado en la nota anterior. Y sobre todo, que esto fuera bien visto y valorado por el Gobierno Provincial, que finalmente sumó su apoyo.

Así las cosas, el 20 de Julio de 1926, el Presidente del Directorio, Dr. Francisco Troise, y el Secretario Carlos Cinto, firmaban el importante contrato con la Compañía Argentina de Cemento Armado, de Buenos Aires correspondiente a la obra civil de la fábrica.El Dr. Francisco Troise, uruguayo de origen y Veterinario, se convirtió a lo largo de varias gestiones en un verdadero pilar del Frigorífico y por ello, en la entrada a la fábrica se erigió después de su muerte el busto en su memoria, que aún se conserva.

Y tan visionario era, que ya antes de comprar las máquinas, empezaba a preocuparse por los buques frigoríficos en los que se iba sacar la producción. Que, como veremos, finalmente se adquirieron. 

Por ello, el tercero de esos buques, se llamó con toda justicia "Dr. Francisco Troise".

Muchos navegantes lugareños lo contemplábamos mucho después con nostalgia en los años 90, cuando nos cruzábamos en el Río Uruguay con el histórico "Francisco Troise" convertido en pedregullero.

Dolor que el sólo recuerdo ahora nos vuelve a oprimir.

Ayer marcábamos algunas singularidades de la sociedad que creó e impulsó a nuestro Frigorífico. Cómo para diferenciarlo de otros, recordando que no era el único de capitales nacionales. Pero olvidamos otra característica que lo hace único, la que mantuvo casi hasta el final.

Y era esta: el capital accionario desde el inicio, estuvo distribuido en forma tan amplia y dispersa, que no podía decirse que alguien detentara la mayoría del paquete. En otras palabras, y esta es la diferencia con sus pares argentinos, no había nadie que pudiera titularse "el dueño del frigorífico". Ni individualmente, ni por familia.

Consecuencia de ello, nadie reunía la mayoría necesaria, para designar por sí al Directorio. Que generalmente se nominaba en asambleas ordinarias por acuerdos  entre los distintos accionistas. En una oportunidad, alguien, sorprendido cuando le marcaba esta característica, me pidió que como abogado le definiera esta singular forma social.

Le contesté: es formalmente una sociedad anónima, pero con alma de cooperativa

Y eso fue desde su origen. Los cooperativistas, generalmente se unen para mejor defender sus intereses, por aquello de "la unión hace la fuerza". Exactamente el espíritu que guió a aquellos ganaderos. 

Pero si algo le faltará al frigorífico para constituirse en el ejemplo histórico que es, lo tiene en la siguiente característica adicional: no sólo sirvió a la defensa de los intereses de sus fundadores (los precios de su hacienda), sino que además cuidó el bienestar de sus trabajadores y también apuntaló el progreso de toda la comunidad. Volveremos sobre esto.

"La acción social de este establecimiento la hemos seguido desde su comienzo con el legítimo interés que provoca una obra impulsada por móviles altruistas, que abarca el núcleo considerable de nuestro pueblo laborioso que se proyecta en beneficios prácticos y fundamentales que hacen a la dignificación del trabajo, al mayor bienestar físico y espiritual del trabajador..." (Revista La Res Nº 341, 20 de marzo de 1948) 

Y sigamos ahora con su historia.

Habíamos visto que a mediados de 1926, el Dr. Francisco Troise firmaba el contrato para la obra civil de la futura fábrica.

Y hacia fines del mismo año, 12 de diciembre de 1926, se colocaba la piedra fundamental de la gran mole.

No fue una ceremonia sencilla: contó con la presencia del Gobernador Eduardo Laurencena, que habiendo iniciado ese año su mandato, concurrió a la ceremonia acompañado de la mayor parte de su gabinete.

Laurencena tenía muchos amigos en Gualeguaychú, principalmente correligionarios radicales. Uno de ellos era Pablo Bendrich, quien tuvo un barco muy conocido al que le impuso el nombre "Gobernador Laurencena".

Fue uno de los pioneros del transporte de pasajeros en colectivos y en 1947 trajo a Gualeguaychú otro emblema de la época: la lancha "Carapachay", que hacía los viajes a Fray Bentos.

Volviendo a nuestro tema (porque a veces nos vamos por las ramas), en la histórica ceremonia junto a la piedra fundamental, se enterró un paquete que contenía entre otros elementos, un ejemplar del diario La Nación de Buenos Aires, del día anterior. En esa edición se hacía mención a la importancia del frigorifico de los ganaderos de Gualeguaychú. Lo que demuestra la trascendencia de la empresa a nivel nacional.

Y a modo simbólico de inicio de las obras, se le entregó al Gobernador una cuchara de albañil cargada con la mezcla de portland, que él aplicó para unir el primer ladrillo.

A todo esto, la cabeza de Troise estaba ocupada en otras cosas: la compra de las máquinas, cámaras y barcos frigoríficos.

No sé si lo contaremos mañana. 

Tal vez lo tape un tema no menos interesante, al que hemos bautizado como "la troica histórica del Frigorífico Gualeguaychú".

Pasaban los meses y el naciente frigorífico seguía quemando etapas: en junio de 1927, se adjudicaba por licitación, la compra de las primeras máquinas a la firma James & Fred Haward, de Bedford, Inglaterra, que llegaron a principios de 1928.

El "Frigorífico Gualeguaychú Nº 1" adquirido en el año 1931

En esa misma época se cerró trato con la firma A. J. Poels de Londres, como Agente de ventas en Europa. Tan larga fue esa relación, que en 1971, casi medio siglo después, visité en Smithfield, Londres, esa representación, ya que había conocido personalmente a Phillip Poels, en Gualeguaychú.

En 1931 se incorpora el primer barco con cámaras de frío. Se llamaba "Frigorífico Gualeguaychú Número 1".

Pese a que ya se sentían los efectos de la crisis mundial originada en Estados Unidos en 1929, el Frigorífico seguía su avance, y 1932 concretaba su primera exportación a Inglaterra.

En 1933, advertida la necesidad de una persona capacitada para organizar toda la fábrica, y siendo nuevamente Presidente el Dr. Francisco Troise, se designó como Gerente General, a alguien que no era de Gualeguaychú: el Señor Federico Birabén Losson. Nacido en Buenos Aires en 1890. Su elección fue uno de los más certeros aciertos en la historia de la sociedad.

LA TROICA HISTÓRICA: TROISE, BIRABÉN, GALLEMÍ

Y llegamos a lo que habíamos prometido. Haciendo un juego de palabras a partir del apellido del Presidente y recordando que el número tres, en francés se dice "trois" , se nos ocurrió este terceto de nombres que marcaron el máximo esplendor del Frigorífico.

Biraben le dió a la empresa la base organizacional que el rápido crecimiento le había impedido. Todo lo de la res debía aprovecharse. Siendo muy jóvenes, nos los graficó un día, el encargado de aplicar el marronazo en la frente a los novillos. 

Esa mañana de 1962, siendo alumnos de 5to. año Enova, no rateamos con Carlitos Caballier.

No era una rabona cualquiera: nos presentamos en el Frigorífico y atento a que él quería estudiar Veterinaria, pedimos conocer la fábrica. Nos hicieron una visita guiada completa, que se iniciaba en la sección matanza. 

- "¿Escucharon el grito del animal?" nos preguntó su matador.

- "Bueno, sépanlo: acá ese grito, es lo único que se pierde; lo demás, se aprovecha todo".

Narciso José Gallemi

Pero no sólo Birabén organizó integralmente toda la tarea del frigorífico (que abarcaba, usinas, cámaras, laboratorios, carpintería, herrería etc.) sino que aportó un adicional fundamental. 

Él consideraba que el obrero del frigorífico debía sentirse parte del proceso e identificarse con la empresa. Y para posibilitar aquello, era necesario introducir en el proceso, un ingrediente que recién se difundió en el mundo muchos años después, bajo el rótulo de "Responsabilidad Social Empresaria". 

Y en pos de ello, se íntegró el tercer al tercer miembro de la "troica": 

Narciso Gallemí, que desde el área "Acción Social" hizo realidad el propósito de Birabén, compartido plenamente por el Directorio.

Luego se integró su hermana Rosita Gallemi, en la Acción Social Femenina, ya que la empresa fue la primera en emplear mujeres en un rango de igualdad con los hombres.

LA ACCIÓN SOCIAL

Todo lo que la generación actual pueda imaginarse, de lo que fue aquella etapa, es poco. Pero podrán preguntarle a los abuelos ¡o abuelas! , que les contarán mucho y con más detalle.

No se trataba de introducir en el amplio conglomerado edilicio, algún espacio más, para comodidad del personal.

No. Se trataba de espacios de grandes dimensiones, construidos con materiales, como pisos, ventanales, cortinados, iluminación, todo de primera. Es decir con importantes inversiones por parte de la empresa.

Con destino a salones de descanso, comedores, cocinas, enfermería, salas de música, de teatro, biblioteca, aulas para los obreros que querían estudiar, o clases de apoyo a sus hijos escolarizados.

En la parte dedicada a la salud, contaban con el servicio de Odontología, consultorios e instalaciones para atención de urgencia en casos de accidentes, equipadas hasta con Rayos X, como en los mejores sanatorios.

Las mujeres tenían sus propios espacios para descanso. Las embarazadas tenían un control desde el inicio de la gestación hasta mucho después de los nacimientos. Hemos podido ver las fichas de control en las que se registraba la evolucion del peso de los bebés, su alimentación o enfermedades.

Y vaya la siguiente anécdota, con autorización de su protagonista, para terminar de redondear lo que fue todo aquello.

Promediando el año 1946 se detecta a un bebé de 4 meses, hijo del matambrero de la fábrica, una enfermedad por entonces incurable: Difteria. Sólo una droga podia salvarlo: penicilina. Pero por entonces era una muy escasa; Alexander Fleming la había descubierto en 1928, y sólo en Buenos Aires podía conseguirse, con dificultad.

Y con la apremiante urgencia del caso, se tendría recién en dos o tres días. Podía llegar tarde.

La novedad y preocupación llegó a oídos del Gerente General, Federico Birabén Losson y sin dilación alguna, al propio Directorio.

¿Qué hicieron? Inmediatamente se contrató un avión para traer de Buenos Aires la droga, previos llamados de urgencia para asegurarla. En pocas horas, el avión de Francisco Etchegoin llegaba con la ansiada penicilina.

Hoy, aquel bebé tiene 77 años y vive para contarlo lleno de emoción. Se llama Héctor Leonardo Muñoz.

También por vía de Acción Social y el empeño de Don Narciso Gallemí en el amplio espacio al aire que daba al río, se practicaba gimnasia en todas sus especialidades, fútbol, tenis, y había canchas cerradas para básquet, voley y otros deportes.

En  las áreas para mujeres, la artífice era su hermana, Rosita Gallemí.

Los empleados del Frigorífico llevaban el deporte a sus casas dónde se sumaban sus hijos y chicos del barrio.

Barrio que se fue formando por la radicación cercana del personal del Frigorífico, al cual comenzaban a llamarle "Pueblo Nuevo".

Y luego surgieron en su espacio, las instituciones que hoy son el alma del barrio, como la Escuela 9 "Leopoldo Herrera", la Capilla "Cristo Rey", hoy Parroquia, y los clubes: "San Lorenzo", fundado en 1936, y "Pueblo Nuevo", el 8 de Noviembre de 1945.

En 1947 se editó en Buenos Aires una completísima revista dedicada al Frigorífico Gualeguaychú. Con tapas en papel de primera calidad y numerosas fotos de toda la fábrica, incluyendo el puerto y sus barcos.

Con especial cobertura de todos los rubros de la Acción Social, que nos ha servido de fuente para lo que aquí relatamos.

Se titulaba: "Una Obra Social Argentina" , y en su amplia tapa, la foto de una obrera-deportista utilizando su arco y flecha.

Y bien, estamos llegando a la última nota de esta serie que comenzó el día 10 de Septiembre, justo cuando se cumplieron 100 años de su fundación.

Nos motivó el incomprensible silencio reinante, por tratarse del mayor emprendimiento de nuestra historia, y por el cual pasó la vida de miles de gualeguaychuenses.

Nuestra crónica se centró en las motivaciones que le dieron origen y en el brillo de su primer cuarto de siglo, cuando creció con más ímpetu.

Con la fortaleza adquirida, pudo  superar el mayor golpe se su historia.

Aunque somos cada vez menos, muchos recordamos aquella aciaga noche de abril de 1959, cuando sorpresivamente empezó a sonar con insistencia la sirena del frigorífico. En una ciudad más chica y silenciosa, no quedó ningún gualeguychuense sin escucharla y nos preguntabamos qué pasaba. 

Los obreros de la fábrica se dieron cuenta y acudieron presurosos: era el llamado desesperado para tratar de salvar la carne, cuando por la repentina creciente se inundaban las cámaras. Al igual que Hernán Cortés, los gualeguaychuenses tuvimos así nuestra "noche triste", casi simultánea con el hundimiento de la draga, que hasta hoy muestra su panza en medio del Uruguay. Poco se pudo salvar. 

Sin embargo, el frigorífico pudo reponerse de ese golpazo inesperado. Pero quedó herido.

Luego, la demorada incorporación de Gran Bretaña a la Comunidad Económica Europea, influyó negativamente en la fluida relación comercial con aquel país, aunque otros países, como p. ej. Israel, eran compradores.

Hubo otras causas que llevaron al declive definitivo y a la quiebra. Tanto internas, como externas. Hasta que, casi al final del siglo, el frigorífico llegó a su fin. 

Frigorífico Gualeguaychú, hoy. Fotografía de Gonzalo Elgue

Han pasado los años, y sin embargo, quedan sus instalaciones recicladas, hoy municipales, que sirven a otros fines comunitarios, comerciales, educativos, deportivos y turísticos.

Pero queda algo más de aquel gigante de Gualeguaychú.

Son las instituciones nacidas en su regazo, que sobreviven hasta hoy: el Club Frigorífico, la Mutual, aparte de la Supervisión que existió hasta hace poco.

Y lo que tal vez poco se recuerde: la Sección Nocturna del Colegio Luis Clavarino, fue la continuidad del curso que se dictaba en la órbita de Acción Social dentro de la fábrica. Con participación de un eximio docente e impulsor desparecido: Mario D'Agostino.

Y finalmente, cabe recordar que ¡oh paradoja! el elemento más íntimo y resguardado de todo el mobiliario de la empresa, hoy, aunque muchos no lo saben, es uno de los muebles más públicamente conocidos de la ciudad.

En efecto: la gran mesa que se encuentra en el salón del Honorable Concejo Deliberante, era la del Directorio del Frigorífico.

Fue comprada en subasta pública por el entonces Presidente de ese cuerpo, Rodolfo "Cacho" Guastavino, respetabilisimo vecino, que también trabajó en el Frigorífico Gualeguychú.

Y para finalizar, lo prometido: el poema escrito hace unos años por otro muy respetable vecino de Gualeguaychú, que desde 1956 y por muchos años, trabajó allí y lo recuerda con sentimiento y gratitud en estas estrofas.

Muchas gracias querido ARTURO BOYERO RONCONI.

Y muchas gracias a quienes nos acompañaron con interés y aportaron sus comentarios a lo largo de esta serie.

EL GIGANTE DORMIDO

Frigorífico Gualeguaychú fuiste orgullo de mi suelo.

Yo te conocí, siendo muy joven

Y vos estabas en pleno apogeo

Qué grande te veía!

Yo llegaba del campo con un sueño...

Conseguir trabajo en el pueblo.

Y fue en tus cámaras tan frías como el miedo,

Que empecé a caminarte desde adentro.

Un frío que congelaba hasta el ánimo

Ganas de abandonarte en cualquier momento.

Pero el orgullo dominó mí mente...

Y me aguanté, ¡que frío aquello!

En ese frío conocí el calor de la amistad, mis compañeros

Hombres trabajadores y parejos

Codo a codo, días tras días fue pasando el tiempo

Embarques que duraban días y noches

Era un tirar parejo.

Cuantas familias viejo frigorífico, se alimentó de aquello.

Horas lindas que siempre recuerdo.

Horas duras, con sabor amargo

Pero sin aflojar, todo es más cierto 

Hoy te veo desde el otro lado del río

Y me parece un sueño todo aquello.

Tu muelle desnudo, sin tu barco

Tu chimenea sin su humo

El pito de la cinco y de la una

Y ese enjambre bullicioso del obrero.

Sos un Gigante Dormido, solo y triste.

Esperando talvez como en un sueño

Que alguien te diga cómo a Lázaro, 

Despiertate ya es tiempo!

Y otra vez volverán en tus mañanas

El bullicio cordial de los obreros

Hombres fuertes, mujeres valientes

Y serás otra vez, orgullo de mí suelo.

Te veo silencioso frigorífico, y me tiembla la voz con tus recuerdos.

Quiera Dios que te vea nuevamente.

Sé que eso es todo un sueño.

Más seguiré soñando que me digan...

El Gigante no duerme

Está despierto!

BOYERO RONCONI

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