En los umbrales
En la inesperada despedida del amado ex rector del Seminario,
José Zaninetti, marzo de 1939
Nunca te vi más padre que esta noche,
orlada tu vejez por cien renuevos
que brotados de Fe no han de quebrarse
sin abrazar el tallo en triste cerco,
para atar al terruño esas raíces
que nos dieron la altura y el sustento.
¡Es tan enorme el peso que nos dejas
y el terrón que te llevas es tan nuestro!
Déjanos retenerte con el ansia
de eternizar este cruel momento,
que aunque es más triste el sol en su partida
es más sublime su postrer reflejo.
Míranos otra vez ya en los umbrales
de tu horizonte nuevo. Quédate entre nosotros
algo de tu vivir te devolvemos,
como la fuente inquieta del remanso
devuelve su mirada al sol postrero.
Algo yo siento que se va contigo
de este barro moldeado por tus dedos.
Algo de Dios, del misterioso germen
que tú regaste con tu propio aliento
y hoy se alarga en la flor agradecida
para gemir su adiós al jardinero.
Es todo tuyo ese aletear de voces
que en el umbral te salen al encuentro.
¿Los oyes bien? Del fondo del pasado
te viene a despedir tu mismo acento,
que en estos muros vivirá tu historia
en carne de tus ecos.
Cuando se abate un cedro en la espesura
crujen sus brotes y se calla el viento.
Al desgajarnos de tu lado, padre,
tus retoños gemimos en silencio,
pues si nos sobra fuego para amarte,
para decirte “Adiós” nos falta aliento.
Jamás pensé rimarte esa palabra...
Ya me queman los labios estos versos,
que ni siquiera saben traducirte
lo que te dice el alma del recuerdo;
ni ese cantar más íntimo, acordado
con austeros compases de silencio,
aletazos de preces,
bullir de corredores y recreos,
y frentes soñadoras que te cercan
con nostalgias de cielo,
y nerviosas llamadas del que busca
tu mágico mirar del Nazareno.
No digamos “Adiós”, si dejas tanto...,
si tú mismo te quedas muy adentro,
como queda temblando entre las aguas
la luz del sol postrero.
Pbro. Luis Jeannot Sueyro
"Los versos del Cura Gaucho"