En fecha no documentada, Justo José de Urquiza ordenó construir en la chacra que fuera del Cura Erausquin una casa de campo de casco sólido, rodeada de galerías sostenidas por pilares. La segunda planta tenía forma de torre de base cuadrada. Esta vivienda posee un conjunto de elementos neoclásicos que solo podían lograr maestros albañiles especializados. En esos tiempos se la conocía como «la quinta del General».
En el inventario de los edificios, arboledas y enseres de la quinta, figuran cuatro piezas de azotea, con corredores y pisos embaldosados (89).
El portón de "...fierro con abanicos, colocados en pilares", estaba adornado con arcos y cornisas de material. Las siete puertas vidriera de pinotea y cuatro ventanas con rejas completaban la fachada.
Para llegar al lugar, los viajeros recorrían un camino señalado por ciento cinco postes de calle, ordenados con tres alambres hasta el portón. Para el Gobernador, su quinta privada no cumplía solo la función de descanso. Era a la vez un espacio público de acuerdos y de poder, alejado del trazado original de la villa. Allí concurrían visitantes nativos y extranjeros que solían transitar hacia la residencia de San José.
DETRÁS DE LOS NOMBRES
La edificación iniciada en la chacra de Justo José de Urquiza daba un aspecto particular al lugar visitado por diferentes diplomáticos. Los carreteros iban y venian transportando madera de pino, horcones y tablas, para los arreglos de la propiedad ubicada al oeste de a ciudad.
Las entradas y salidas de mercaderías registradas en el libro matriz indican el movimiento en el predio. Esquilar ovejas, quinchar ranchos y acarrear leña eran trabajos de todos los días.
Las casas de negocios que proveían de mercadería a Justo José de Urquiza se encontraban con el dilema del nombre de la propiedad. No sabían si llamarle «Chacra del Cura» o «Quinta del General».
Cada una de las cartas enviadas por los empleados al mayordomo de Urquiza debían ser elevadas al "Superior conocimiento del Señor General". En cierta oportunidad en que uno de ellos envió una misiva, indicaba que "(deseaba) hacer reparar el mal estado de a casa y cocina si a S.E. le place y quería saber como se denominará esta quinta para el arreglo de mis cuentas..."
El dominio de la propiedad había generado una serie de disputas que continuaron con el tiempo y el nombre del lugar guardaba relación con estas discusiones. Don Francisco Alonso comunicaba en 1860 que había negociado la compra del campo de don Juan Gómez, para cuadrar el terreno de la quinta que no figuraba legalmente en posesión de Urquiza.
Los títulos de propiedad estaban escriturados a nombre del cura Errausquin, a pesar pesar de haber hecho sesión de derechos a sus sobrinos. El asesor de Urquiza, José María Domínguez, aconsejaba convocar por edictos al sacerdote «aunque nada tiene que ver con el asunto».
El apoderado de Miguel Erausquin había franqueado toda la correspondencia de su:
poderdante (sic) para terminar pacíficamente su asunto con el Sr. Gral. En esa oportunidad, [...] (había) otorgado plenos poderes y amplias facultades al P. D Millán Zabala, pero exigiendo de éste el señor Erausquin que se tase el campo así como se practicó con la casa y demás existencias que dejó en el Establecimiento".
El poder de traspaso otorgado a Miguel Erausquin por sus hermanos -por el que lo hacían dueño exclusivo de la chacra- no había sido remitido al apoderado, a pesar de la nota en que estaban registradas las cantidades de dinero recibido del erario y peculio particular de Urquiza. Los intentos de conciliación fueron efímeros y los nombres de la chacra reflejaron el conflicto.
En 1871, el predio -embellecido con plantaciones de duraznos-poseía dos bombas de pozo. Don Bernardo Etchevert había pasado un presupuesto por su compostura y por la colocación de varias piezas de tornillos, tuercas y un caño de plomo. En la boleta de detalle de gastos, la propiedad figura como «Chacra de Urquiza». Algo similar hizo don Bautista Arizpe: por componer la escalera del altillo, bancos para bombas y una carretilla, utilizó el mismo nombre.
En ese año, don Luis Marchini emitía boletas por compostura de rastras, rasquetas y máquinas de alambre para «La Quinta de don Justo J. De Urquiza».
Referencias:
(89) Archivo Histórico Palacio San José. Módulo 1 «A», caja 26, carpeta 267. "Chacras en Gualeguaychú" 1855-1868Autor: Elisa María Fernández; "Hacia la Urbanización del Paisaje", Historia de San José de Gualeguaychú.
Este sitio, ubicado a legua y media al oeste de la plaza principal de la ciudad de Gualeguaychú, hoy asiento del Regimiento de Tanques 12 "Duque de Caxias", posee una rica historia marcada por distintos propietarios y eventos significativos.
Originalmente, la propiedad tuvo varios dueños cuyos rastros se han seguido parcialmente. Sin embargo, desde mediados del siglo XIX, se consolidó su nombre como "Chacra del Cura" debido a su pertenencia al Presbítero Manuel María Errausquin. Documentos de 1777 y 1780 detallan mediciones y linderos de terrenos en la zona, mencionando a Theodoro Muñoz, quien legó la propiedad a Andrea Muñoz de Bustamante. En 1828, ella hipotecó estas tierras a D. Juan Melgar Pérez, quien finalmente las poseyó al vencer el plazo del contrato. Tras su muerte, su esposa Florencia Navarro e hijos heredaron la extensión.
Alrededor de 1847, el Cura Manuel María Errausquin se estableció con su madre y hermanos en parte de estas tierras, trabajándolas como chacra. La venta formal a los herederos de Juan Melgar Pérez se realizó el 13 de mayo de 1850, por 100 pesos moneda metálica, describiéndose la extensión en aproximadamente 24 cuadras de norte a sur y 8 de este a oeste, con linderos específicos. El Cura construyó una vivienda típica de la época, una ranchada de ladrillo con techo de paja y otras dependencias.
Sin embargo, la historia de la chacra dio un giro cuando, en una fecha no documentada, Justo José de Urquiza ordenó construir en estos terrenos una casa de campo de casco sólido, rodeada de galerías y con una segunda planta en forma de torre de base cuadrada, con elementos neoclásicos. Este lugar llegó a ser conocido como «la quinta del General». La construcción, iniciada en 1848 y concluida en 1852, incluía edificaciones auxiliares como caballeriza y obraje. Un portal con el nombre de Urquiza adornaba el acceso principal.
La residencia de Urquiza no solo sirvió como espacio privado y de descanso, sino también como un importante centro social y político. Recibió a visitantes ilustres, tanto nacionales como extranjeros, que se dirigían o regresaban de la residencia de San José. Diplomáticos como Mr. Robert C. Schench y el Vizconde de Abaeté fueron huéspedes en la chacra, lo que sugiere que la vivienda debía estar acorde a la importancia de tales figuras. Se celebraban lujosas fiestas, conocidas como "fiestas del día completo", con la asistencia de la familia de Urquiza y diversas actividades sociales.
La transición de nombre del predio, entre «Chacra del Cura» y «Quinta del General», refleja un periodo de disputas y la creciente prominencia de Urquiza. A pesar de que los títulos de propiedad aún figuraban a nombre del cura Errausquin, Urquiza aparentemente actuaba como dueño, realizando mejoras y recibiendo mercancías para la propiedad. Esto generó incertidumbre incluso entre los proveedores.
Tras la muerte de Urquiza, su hijo Cayetano heredó "una chacra en Gualeguaychú". Sin embargo, los herederos de Manuel María Errausquin iniciaron un juicio por reivindicación de la propiedad en 1881. Este litigio se extendió por años, involucrando mensuras y disputas legales. Finalmente, en 1885, un fallo en Paraná condenó al ocupante a desalojar la chacra.
En 1942, el lugar comenzó a ser ocupado por los Cuarteles del Batallón 3 de Zapadores Pontoneros, marcando una nueva etapa en su historia como propiedad del Ejército Argentino, con distintas unidades ocupándola hasta la actualidad.
Es crucial destacar la figura del Presbítero Manuel María Errausquin, un sacerdote español culto y de fuerte personalidad, con tendencias liberales a pesar de su ministerio. Llegó a Gualeguaychú alrededor de 1848 y tuvo un papel importante en la vida religiosa y educativa de la región. Fue rector del colegio de Paraná y luego del Colegio del Uruguay. Su carácter franco lo llevó a tener conflictos con las autoridades, incluyendo al propio Urquiza, siendo incluso encarcelado brevemente. A pesar de sus diferencias, Urquiza reconoció su valía al encomendarle la organización del Colegio del Uruguay.
En contraposición, Justo José de Urquiza utilizó la propiedad como un símbolo de su poder e influencia, transformándola en un punto de encuentro político y social. La construcción de una casa imponente y la recepción de figuras destacadas subrayan su rol como una figura central en la historia de Entre Ríos y de la Argentina.
En resumen, la Chacra del Cura, devenida en la Casa de Urquiza, es un sitio con una historia multifacética que entrelaza la vida de un influyente sacerdote y un poderoso caudillo. Su evolución desde una propiedad rural hasta un centro político y social, y finalmente un asiento militar, refleja los cambios y las tensiones de la historia argentina del siglo XIX y XX.
Aunque hoy solo el casco y un aljibe testimonian su pasado, su nombre perdura como un recordatorio de las figuras y los eventos que marcaron su existencia.
Fuentes consultadas: Cuadernos de Gualeguaychú - "La casa de Urquiza en Gualeguaychú, otro lugar histórico" por Sabina Melchiori - Gemini AI de Google
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