Oscar Rébora fue un escultor argentino, considerado el más representativo de Gualeguaychú y la provincia, y uno de los escultores más importantes de la ciudad. Su obra, que da forma a los sentimientos, permite transformar la ausencia en una presencia.
Nació en Gualeguaychú el 23 de abril de 1944. Hijo de Antonio, quien era albañil, y Rosa, que era peluquera. Pasó su infancia en el barrio de la zona del Club Juventud Unida. Realizó sus estudios primarios en la Escuela Tomás de Rocamora y los secundarios en el Colegio Nacional Sección Comercial Anexa.
Desde muy pequeño, a los siete u ocho años, mostraba inclinación por la escultura, tallando tizas con la punta de un clavito e incluso los bancos de la escuela, lo que le valió retos. Tenía esta actividad como algo más fuerte que él, parte de su naturaleza, y ha hecho escultura toda su vida, conservando una obra que creó a los seis o siete años.
Aunque se considera autodidacta, estuvo en talleres de escultores importantes. Frecuentaba el ambiente cultural, dándose cuenta de que el arte es uno solo, con diferentes expresiones para transmitir una misma sensibilidad, energía y fuerza, un sentimiento que llega a la gente. Participaba como oyente en las tertulias de la confitería Laborde, donde se reunían figuras como Julián Irazusta y Pablo “Pebete” Daneri. También se reunían poetas como Dora Hoffman, Marta Grané, Vicente Araóz y Antonio Machado, y Rébora, sin ser escritor, compartía esos encuentros que lo apasionaban.
Rébora no vivía exclusivamente de la escultura, habiendo hecho muchas otras cosas, pero se sentía afortunado por haber trabajado mucho. Creía que el arte no es para todo el mundo, sino que requiere una cierta sensibilidad. No estaba seguro del concepto de talento, pensando que cada persona nace para algo y debe hacerlo de la mejor manera posible, y que el arte reside en la persona que hace su trabajo con arte, cualquiera que sea. Confesaba que nunca tomó real conciencia de considerarse un escultor a pesar de haber hecho muchas obras, aunque aceptaba el título porque hacía esculturas.
Su proceso de trabajo se caracterizaba por el silencio. Su taller, ubicado en Santa Fe al 20, era un espacio sencillo y cálido, desconectado del exterior, sin radio ni televisión. Trabaja escuchando "el son de lo esencial" para plasmarlo en sus formas. Su rutina incluía ir al taller temprano por la mañana y regresar por la tarde, buscando siempre el silencio y tratando de que la actualidad o los debates no influyeran en su trabajo. Las materias primas que moldeaban su alma de artista eran la persistencia y coherencia, el trabajo y el silencio, pero también la humildad y la generosidad. Sus manos dejaban huellas en el aire del taller, moviéndose como "alas de un vuelo antiguo y fraterno".
Principalmente, trabajó por encargo. Su objetivo era que la gente quedara muy conforme con su trabajo, ya que a mayor conformidad, más encargos. La mayor satisfacción para él, o para cualquier persona que hace arte o un objeto, era saber que el otro queda satisfecho con lo que contempla. Le resultaba hermoso ver a la gente acercarse y tocar sus esculturas, sintiendo que al tocarlas, sentían una presencia, lo que consideraba la función más importante de cualquier oficio.
Su obra es prolífica y puede apreciarse en diversos lugares de Gualeguaychú y en instituciones educativas y culturales. Algunas de sus obras más conocidas incluyen:
El Monumento a Los Amigos, ubicado en la plaza de los Amigos o en la Costanera. Representa la amistad como una abstracción. Lo materializó unificando dos masas diferentes (una pulida y otra no) que se funden, simbolizando dos hombres con un sentimiento en común que se meten uno dentro del otro, sin rostros visibles porque la amistad no tiene forma. El bandoneonista Alejandro Barletta interpretó profundamente esta obra e hizo postales que distribuyó en Europa.
El Monumento a Kahlil Gibran, ubicado en Avenida Libertador y República del Líbano en CABA. Es el segundo monumento a Gibran en América y el único no figurativo; está fundido en bronce en Gualeguaychú. Fue encargado en 1995. Rébora resolvió la dificultad de colocar el rostro de Gibran en un paredón de ladrillos con una forma de libro, cuyas páginas plegadas y retorcidas bajaban como raíces, simbolizando la literatura de Gibran enraizando en la tierra americana.
El Monumento al padre Luis Jeannot Sueyro. Una estatua de cuerpo entero de 2,5 metros realizada hace unos doce o trece años antes de la entrevista (2010). Inicialmente detenida a pedido del propio Padre Jeannot, fue terminada en yeso y guardada, y finalmente trasladada al Vía Crucis. Existen ocho figuras como esta, hechas con un molde pero únicas por el acabado a mano, que la gente pide como tributo. La imagen en el Cementerio es muy especial. Rébora ya le había regalado al Padre Jeannot estatuas del Padre Pío y la Virgen de la Sonrisa.
El busto de Pablo Daneri, hecho después de compartir las tertulias en Laborde's. Rébora sintió que este busto tenía algo especial, "traído de adentro", influenciado por una lección de vida aprendida de Daneri sobre la importancia de no esconderse y asumir las cosas.
El circuito de Vía Crucis del Parque Unzué.
El Monumento Habir Haddad, en la plaza Haddad de Suburbio Sur. La inauguración de este busto llevó al encargo del monumento a Kahlil Gibran.
El Monumento a Jesús resucitado, donado a la Municipalidad de Gualeguaychú.
Una escultura para el Museo del Carnaval llamada “Poema de Carnaval”, donada a la Municipalidad, que representa el carnaval de Gualeguaychú y sus poetas, realizada en bronce martillado.
Realizó bustos de numerosas personalidades, incluyendo Urquiza, Pancho Ramírez (uno que estuvo en la Costanera y más de 10 otros), San Martín, Belgrano, Perón, Evita, Yrigoyen, Domingo Sarmiento, Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner.
Rébora colaboró siempre con las carrozas estudiantiles y carnavalescas, mostrando su generosidad y compromiso. Donó la propiedad donde funcionaba su taller en Maipú y Concordia para que fuera el museo del Padre Jeannot y sede de la Asociación de Amigos del Cura Gaucho. En este lugar, enseñaba a los alumnos y creaba obras para regalar en las escuelas.
Su obra no es fácil de catalogar, ya que no se adscribe a movimientos específicos ni es puramente rural o urbana; se considera que está más cerca de la naturaleza universal del hombre, mostrando lo que somos desde hace milenios y lo que nos trasciende.
Oscar Rébora estuvo casado con Margarita Pombo, una gran lectora que lo apoyó en su trabajo, como en el proyecto de Kahlil Gibran.
Falleció el 16 de septiembre de 2020, a la edad de 76 años (aunque una fuente menciona 73). Su recuerdo perdura en sus esculturas, que son consideradas legados eternos en la ciudad.
Su partida significa que "viajó para regalar su arte y su talento a otros mundos".