La leyenda que rodea a la Azotea de Lapalma, ubicada en calles Jujuy y San Luis, es quizá la más conocida de Gualeguaychú. A partir de algunos sucesos trágicos, ocurridos en el siglo XIX, se creó una atmósfera de misterio, se comenzaron a contar historias sobre apariciones fantasmales y sucesos inexplicables en la casa.
La niña que murió de amor
Se cree que la silueta de la joven Isabel Frutos, vestida de blanco, todavía se pasea por piso superior de esta casona de 1830. Lo hace lamentándose por su mala fortuna en el amor, suceso que acabó con su vida.
Isabel Frutos Carmona fue una joven gualeguaychuense de mediados del siglo XIX, criada en el seno de una familia burguesa y rodeada de hermanos, criados y parientes.
De acuerdo a la tradición oral, Isabel protagonizó un intenso drama sentimental que conmovió a la sociedad local de la época. Siendo adolescente, se enamoró perdidamente un joven correntino, modesto empleado de comercio.
Pero dicha relación, entre una niña de la más alta sociedad y un simple jornalero era inaceptable. Los planes de matrimonio de la pareja colisionaron con la negativa rotunda de los Frutos Carmona.
Los padres de Isabel decidieron entonces separar a los enamorados y enviaron a la joven a vivir con su tía Martina en la casona de los Lapalma, ubicada en la zona de chacras.
Lejos de sus hermanos y con la imposibilidad de llevar adelante su romance, Isabel decidió dejarse morir. Sin poder vivir su historia de amor entró en una profunda depresión, negándose a comer y a beber. Así, el 26 de febrero de 1856, a los 19 años, Isabel “muere de amor”.
El joven enamorado de Isabel, en tanto, regresó a su Corrientes natal donde formó una familia y logró ser un hombre muy destacado en el ámbito político. Enterado del destino de Isabel, las crónicas de la época cuentan que le escribió cartas a la madre de ella durante el resto su vida.
Por aquel entonces, también se encontraba en la Azotea el joven Olegario V. Andrade quien, huérfano desde hacía mucho muy poco tiempo, había sido recogido junto a sus hermanos por el matrimonio Lapalma Carmona, del cual era pariente lejano.