Malvina Seguí de Clavarino

Por Delia Leticia Reynoso de Ramos

Malvina del Corazón de Jesús y María nació el 2 de mayo de 1854, en Santa Fe. Hija de Cornelia Villar y del doctor Juan Francisco Seguí  (redactor del histórico Pronunciamiento de Urquiza y constituyente de  1853, por Santa Fe). Fue la mayor de siete hermanos –cuatro mujeres y tres varones– de dicho matrimonio, cuya casa paterna, en Gualeguaychú, aún se conserva en la esquina de calles Seguí y Luis N. Palma, ángulo SO. 

Sus primeros estudios  los realizó en Santa Fe. Por sus cualidades, Malvina fue una de las jóvenes más preciadas de la sociedad de su tiempo. Poseía, además de una gran voluntad, vasta cultura, gustaba de la lectura y dominaba con fluidez la lengua francesa, fruto de las características de la educación de entonces. 

Muy  joven, en  1877, contrajo matrimonio con Luis Clavarino  (hijo), ciudadano  comprometido  con  los  intereses de  su pueblo, quien a  lo  largo de su vida, además del comercio, ejerció diversas funciones públicas y sociales (jefe de Policía,  intendente,  concejal, presidente del Club Recreo) y  también debió atender los bienes de su esposa, que había heredado una gran fortuna. Ambos fueron muy humanitarios y brindaron su ayuda a quien lo necesitara.

La vocación de servicio y el carácter solidario de Malvina han quedado plasmados hasta el presente en diversas  instituciones  sociales y culturales de Gualeguaychú. 

Integró  la  histórica  Sociedad  de  Beneficencia,  creada  en 1875 por un grupo de mujeres –entre las que se contaba su madre–, en los difíciles  tiempos de  las  luchas jordanistas, con el fin de hacerse cargo de la administración y del sostenimiento del Hospital La Caridad, que tantas necesidades tenía y funcionaba precariamente en una vieja casona municipal  (9 de  Julio  y Roca,  lugar que hoy ocupa  la Capilla  San  Ignacio). Esta  institución  la  contó no  solo  como miembro,  sino  también, en algunos 

períodos, como presidenta, función en la que se destacó por su incansable labor para mejorar el edificio y el servicio de atención a los enfermos. Así, trabajó con perseverante  insistencia y gestionó recursos ante  legisladores nacionales, tanto para la incorporación de material quirúrgico para la sala de cirugía como para la construcción de un nuevo pabellón, que fue concluido en 1899. 

Pero también la educación recibió su apoyo. En 1910 habían llegado a Gualeguaychú las religiosas de la Compañía de María para regentear el establecimiento de niñas huérfanas, creado por la sociedad La Caridad. Pero como la congregación  religiosa estaba orientada hacia  la educación, de común acuerdo con  la comisión de La Caridad, decidieron abrir un colegio en el cual  se  impartiría enseñanza primaria y  lecciones particulares de  francés, pintura, dibujo y música. 

El colegio llevó el nombre de Franco Argentino y se estableció en una casa alquilada, ubicada en la esquina de calles Bolívar y Mitre, ángulo SE. Al mismo tiempo, el Asilo de niñas huérfanas funcionaba en el local de Urquiza y Ángel Elías, donde actualmente se levanta el Correo. 

Pero  la comunidad religiosa deseaba estar reunida en un mismo edificio. Para satisfacer este deseo, La Caridad tomó  las previsiones para ubicarlos en un mismo lugar y así, en 1911, el Colegio se trasladó a un solar contiguo al Asilo, sobre calle Ángel Elías. Establecidos ahí, la obra fue más conocida y, por consiguiente, creció el número de alumnas y se admitieron externas.

Como consecuencia de ese mismo crecimiento, con el tiempo, el espacio resultó chico, por lo que aumentaron las dificultades para el funcionamiento institucional, ya que las religiosas no disponían de recursos suficientes para alquilar o comprar un nuevo edificio, por ello pensaron en levantar la fundación. Al enterarse Malvina, en permanente contacto con ellas, las convocó y alentó: “Ustedes no se van, luchen, luchen, que yo las voy a ayudar”. 

Tiempo después  las  llamó para darles dos opciones para  la nueva ubicación del colegio: una en la ciudad, en la esquina SO de las calles Urquiza y Churruarín; la otra, en su quinta de siete hectáreas, llamada Villa Malvina, ubicada al norte de la ciudad. 

Las monjas visitaron la propiedad urbana, pero les pareció poco conveniente, ya que veían las limitaciones para la extensión del colegio en el futuro. 

Fue por esto que aceptaron la Villa, a pesar de la lejanía. Entonces, como en casos anteriores, sirvieron las palabras de aliento de la benefactora, quien con mucha visión de futuro les dijo: “... no piensen en la lejanía, un día llegará en que la Villa Malvina estará en el centro de la ciudad”. 

En  septiembre de  1915,  falleció Luis Clavarino,  y Malvina,  víctima de una enfermedad  reumática,  se  recluyó en  su palacio, ubicado en 25 de Mayo y Mitre –actual Colegio Nacional–. Durante ese  lapso en que sobrevivió a su  esposo,  redactó  su  testamento.  Como  no  tenía  descendencia  directa, dejó la mayor parte de sus bienes a sus hermanos y sobrinos. La otra parte de su patrimonio –el palacio– fue entregada al Gobierno Nacional, con la cláusula de que el futuro colegio llevara el nombre de su esposo. A las religiosas de la Compañía de María les legó la quinta Villa Malvina. Los detalles de esta donación constan en las cláusulas cuarta y quinta de su testamento, 

que establecen:

Cuarta: “Declara que dona al superior Gobierno de la Nación la finca y el terreno que posee en la ciudad de Gualeguaychú, calle 25 de Mayo 499, esquina Mitre, con la expresa condición de que se instalará y funcionará en ella un Colegio Nacional, que deberá  llevar el nombre de  su finado esposo, don Luis Clavarino, en caso de que dicho superior Gobierno no aceptara este desprendimiento o diera a la finca destino distinto del que aquí se le asigna deja sin efecto desde luego esta donación…”.

Quinta: “Declara que deja y lega a doña Ángela Cabailh, superiora de la orden  religiosa Hijas de Nuestra Señora de  la Compañía de María, que tiene a cargo el asilo de La Caridad,  la finca de pertenencia de  la otorgante, denominada Villa Malvina, sita en el Municipio de Gualeguaychú (…) comprometiendo a la legataria la obligación de cuidar y conservar en perfectas condiciones de aseo y seguridad el mausoleo que en dicha finca deberán construir  los herederos que  instituye y en el que se guardarán los restos de la otorgante y su esposo…”.

Como el legado estaba hecho a la Madre Cabailh, esta compareció en el año 1937, ante escribano y testigos, para hacer donación gratuita a la asociación educativa de la Compañía de María del establecimiento, el cual hoy lleva el nombre de esta gran mujer que fue Malvina Seguí de Clavarino, fallecida el 6 de marzo de 1917. Su nombre y el de su difunto esposo se han perpetuado a través de esas dos reconocidas y tradicionales instituciones educativas, en las que se han formado, gracias a su generosidad, varias generaciones de hombres y mujeres de Gualeguaychú. 

Fuentes

Archivo de la Compañía de María, Colegio Malvina Seguí de Clavarino.

Revista  50  Aniversario,  Colegio  Nacional  Luis  Clavarino,  Gualeguaychú, 1965. 

Zuloaga, Angélica, Historia de la Sociedad de Beneficencia. Trabajo de Seminario del Profesorado de Historia del Instituto Sedes Sapientiae de Gualeguaychú.

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