UNA MIRADA A LA CIUDAD DEL ‘16
Cuando se realizaron las primeras elecciones presidenciales en el país aplicando la Ley Electoral Sáenz Peña, Gualeguaychú era decididamente otro. En una mirada a EL ARGENTINO encontramos que, en el matadero de abasto se faenaba para el mercado interno alrededor de 150 bueyes y un número similar de vacas y ovejas. El puerto era el corazón de la producción rural que fluía desde el interior sureño y continuaba palpitando en la estación del ferrocarril en un paisaje dinámico de trabajadores, carros y caballos. En el verano, el puerto era una fiesta: de día, la gente se acercaba para ver el espectáculo de la llegada de los vapores, especialmente el “Golondrina”; de noche disfrutaba la fresca brisa ribereña. En la plaza Colón, funcionaba un kiosco que solía ofrecer cerveza, chufa y sidra helada y además, prometía las melodías de alguna orquesta. El tren partía desde Gualeguaychú hacia Paraná, Uruguay, Concordia, Gualeguay, Villa Elisa, Hasenkamp, Maciá y Diamante.
Mientras tanto, la profesora Manuela Guerra enseñaba piano y solfeo en calle Uruguay 665 y Tomás J. Raffo tenía en Concordia 38 el único vivero de plantas de la ciudad. En la plaza Libertad se realizaban retretas a cargo de la Banda del Regimiento 10 de Infantería dirigida por el maestro Sabatolli y en el Teatro Gualeguaychú se asistía a hermosas veladas musicales.
Los hombres vestían casi siempre traje sobrio y sombrero; las mujeres se inspiraban en la moda de París que indicaba: colores café, verde, violeta y azul marino para el invierno próximo. Trajes cortos para marcar las formas y tapados largos con cuellos de piel. En ese tiempo, la sastrería EL PORVENIR de Ludovico de Marco, ubicada en 25 de Mayo y Montevideo, ofrecía sombreros, chalecos y “por la crisis” trajes desde 45 pesos, en competencia con Miguel Pérez, cuyo local comercial estaba en 25 de Mayo y Churruarín.
¿De qué hablaba la gente ese verano? Seguramente, de las calles en mal estado, de las clases que comenzaban el 15 de marzo, de la escasez de carbón que dificultó el funcionamiento de los barcos y encareció los pasajes un 35 por ciento; de las decisivas elecciones que se aproximaban, para las cuales no solo había que resolver a quién votar, si a Demócratas o a Radicales, sino que había que estudiar las principales exigencias de la nueva Ley Electoral.
Sin embargo, a los vecinos no les faltaba tiempo para alentar otras inquietudes: unos, se preocupaban por acompañar los primeros pasos del Colegio Nacional; otros, formaban la comisión Pro Corso, presidida por Gerardo Vasallo. Los vecinos reclamaban por el empedrado mal hecho de algunas calles, por ejemplo la Gervasio Méndez, llena de pozos. Los insistentes reclamos de los vecinos, lograban que el 4 de marzo apareciera en el diario un esperado llamado a licitación: el adoquinado de la calle Rocamora, desde 25 de Mayo hasta la Estación y una obra similar en calle San Martín, desde Mitre a Rocamora.
La Rocamora era una de las arterias más transitadas; esperaba con tierra y polvo en el verano y con las lluvias del invierno se volvía pantanosa. El adoquinado era una necesidad y por eso la Municipalidad informaba en un recuadro la trascendente decisión con la frase “sácase a licitación…” Por esos días, se terminaba el empedrado de calle Bolívar hacia el río. Se advierte así cuales eran “los ejes” de aquella ciudad: el puerto, la estación y calles como 25 de Mayo, Urquiza, Bolívar, San Martín, Rocamora.
A todo esto, en EL ARGENTINO, aparecía asiduamente, una lista con nombres de las personas que entraban a la policía por abigeato, desorden y otros delitos. Y la de los alumnos que faltaban a la escuela.
Así llegaría el domingo de las elecciones, entre reclamos, expectativas, retretas, barcos, trenes y bailes de carnaval. En el verano se habían destacado los alegres bailes carnavaleros en la casa de Sofía y los bailes de máscaras en la vivienda de Celina Gonzáles, en Brasil y 25 de Mayo.
La poderosa Casa Caviglione Hermanos, ofrecía café, malta y las últimas novedades en tango, vals y clásicos. Era la música que se escuchaba en un pueblo influido por actividades agrícolas, chacareras y ganaderas. Entonces, numerosos e importantes remates se realizaban en la Sociedad Rural y a veces en el Jockey Club. Las firmas rematadoras de renombre eran: Garbino y Maya, Angel C. Ferrari (sucesor de Landó y Ferrari) , José Merlini, Luis Secchi , Rafael Esmoris.
Una empleada doméstica cobraba en esos días 15 pesos mensuales. Para tener una idea, puede señalarse que el kilo de yerba importada desde Paraguay valía 0.80 y un kilo de carne 0,45.