El descanso del Padre Palma

Ese mismo año sería elegido diputado provincial, en momentos difíciles para la patria y su nombre llegó a aunar opiniones, desvanecer muchos rencores  y suavizar muchas asperezas. En febrero de 1893 se le reeligió en ese mandato, volviendo a representar en la cámara de la provincia.

Desarrollando esta actividad y estando en Paraná es que cae enfermo de influenza, la que se agravó con una bronconeumonía. El Padre Palma se preparó muy bien para una santa muerte. Acompañado por sus doctores y amigos Méndez Casariego, Crespo y Arragaray, recibió los últimos cuidados médicos. Así también fue en lo espiritual cuando recibió el viático acompañado por muchos sacerdotes a quien abrazó uno por uno y finalmente tomado de la mano de su madre exclamó “sálvame” como última palabra y como despedida. Falleció a las cinco y media de la mañana del 27 de agosto de 1894.

El gobierno de la provincia decretó un funeral con honores y quienes tuvieron a su cargo los discursos fueron Alejandro Carbó y Leopoldo Herrera, además de Lucas Ayarragaray y Evaristo Carriego. El fiscal eclesiástico, Padre Yañez, afirmaba que una gloria de la Iglesia había fallecido y que el púlpito de Gualeguaychú, quedaba para siempre vacío.

El pueblo de Gualeguaychú, en la representación de su Consejo Deliberante, solicitó el traslado de los restos al templo. Ocurría que había una norma eclesiástica por la que no se permitía inhumar en el interior de la Iglesia. La dificultad mayor era la negativa de la madre del Padre Palma.

Las autoridades gualeguaychuenses de la época eran Emilio Marchini, Policarpo de la Cruz (Jefe de Policía); Francisco Campi (presidente de la Municipalidad); José Antonio Haedo (Administrador de Rentas Nacionales); Cándido Irazusta; el Padre Torres Vilches (su teniente cura), Sixto Vela; Alfredo Spangenberg y Ramón Jurado entre otros, quienes solicitaron  a la madre que accediera al propio pedido de su hijo, de permanecer en el templo parroquial.

El llorado no era un sacerdote común, era alguien con condiciones excepcionales, de trato afable, cuya persona irradiaba simpatía. También su caridad y generosidad para con los más pobres fue una de sus cualidades sobresalientes.

A cuatro años de su muerte se formó una comisión para la realización de una estatua en su honor. Presidía esta comisión la señorita María Luisa Clavarino, como vice Rosario Lamas y secretaria María Luisa Furió de Spangenberg. Se le encargó al escultor Lucio Correa Morales una imagen tamaño real del sacerdote, que es la que actualmente se encuentra en el atrio del templo.

A veinticinco años de su muerte, el sueño del Padre Palma se concretó. El 27 de agosto de 1919, con el Padre Blasón como párroco y con gran participación de público y fieles, que trasladaron sus restos al interior del templo de Gualeguaychú. Allí descansa el autor de tantas poesías y discursos inspirados en el amor a Dios y a su pueblo[1].

[1]  Cf. Vasallo, M., Prólogo, en Luis N. Palma, Poesías y discursos célebres. Buenos Aires (1944) 9-29.

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Pastores según el corazón de Dios El ministerio sacerdotal en la Parroquia San José de Gualeguaychú (1766 - 1905)

Pbro. Mauricio Landra

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