El Cuaderno Nº 154 de "Cuadernos de Gualeguaychú", publicado el Domingo 21 de febrero de 1999, aborda diversos aspectos de la historia, cultura y leyendas de Gualeguaychú.
Su enlace es: Cuadernos de Gualeguaychú Nº 154
Sus principales secciones incluyen:
Crónica de una Gran Tormenta (Gualeguaychú, 1852):
Un detallado documento de la comandancia del 12 de enero de 1852 permite reconstruir la crónica de una violenta tormenta de viento y agua que azotó Gualeguaychú en la madrugada del 3 de enero de 1852.
La tormenta ocurrió poco después de que Gualeguaychú estrenara su condición de ciudad, decretada por el Gobernador Urquiza el 4 de noviembre de 1851.
Provocó enormes daños y pérdidas en toda la ciudad.
Tapiales, techos de paja y azoteas fueron derribados o volados. El techo de un caserío llegó a volar seis cuadras de distancia.
Edificios públicos como el aún inconcluso Teatro 1º de Mayo, la Escuela de Varones y el Hospital sufrieron graves perjuicios.
La zona de la ribera fue intensamente castigada, con embarcaciones semihundidas en el puerto (como el queche Sufragio, las goletas Joven Emilia y Amalia, y el pailebot Argentinista).
Saladeros de la zona sureste (Santa Rosa, José Benítez y Cía., Juan José Borrajo y Cía., Juan Baigorria y Cía., Isabel Alzaga e Hijos, Manuel Basavilbaso) sufrieron daños significativos, incluyendo la caída de chimeneas y galpones.
Hornos de ladrillo, chacras y quintas productoras de verduras y frutales fueron totalmente arrasadas.
Un documento planillado de 80x53 cm, con cinco columnas, detalla los nombres de los dueños y los perjuicios, clasificados por cuarteles y la ribera, con notas sobre la situación económica de los afectados.
No se registraron consecuencias fatales en los habitantes, y la ciudad se abocó a la reconstrucción a pesar de la población mermada por el Ejército Grande.
De visita el ñacurutú (Eduardo Díaz):
Un relato sobre un misterioso ñacurutú (búho) que visita un cuartel y provoca temor entre los soldados, quienes asocian sus sonidos y sombras a fenómenos paranormales.
El sargento "Batman" y otros soldados experimentan sustos y alaridos, hasta que un gaucho degollado, que resulta ser "el Chancho Matto, el tropero", revela que el búho es su mascota, criado de guacho, que visita el cuartel atraído por las luces en busca de pareja.
El "ñacurutú" es descrito como un búho de color amarillento y gris, con plumas rizadas a manera de cuernos.
Mr. Eden no dice miau miau (Marco Aurelio):
El autor reflexiona sentado en un banco de la Plaza San Martín de Gualeguaychú, contrastando el poco uso de la plaza en su juventud con la vitalidad de la Plaza Ramírez en Concepción.
Evoca la nostalgia al recordar a su querido gato de pelaje dorado y ojos verdes, llamado "Mister Eden", en alusión al elegante canciller inglés Anthony Eden.
Se pregunta cómo su familia coincidía en que el bigote del gato se parecía al de "mister iden".
La sección finaliza con una anécdota y una voz infantil informando que "Mister íden, aquí en la esquina, no dice miau miau", antes de que el narrador se despida del lugar.
Ahora; Con Cañones (Profesor Manuel Almeida):
El Profesor Almeida retoma la investigación sobre los cañones arrojados en el río Gualeguaychú.
Se refiere al episodio de la guerra con Brasil en 1827, cuando el Almirante Guillermo Brown persiguió a una flota brasilera que se refugió en el río Gualeguaychú.
Los buques brasileros, al intentar ingresar, quedaron varados en un médano del canal y arrojaron sus cañones junto con las balas al agua para aligerar la carga y poder avanzar hacia el puerto. Los buques de Brown no pudieron seguir por ser de mayor porte.
El inventario del 14 de febrero de 1827 no menciona los cañones ni la munición, confirmando que fueron desechados. Se estima que unos 36 cañones quedaron en el lecho del río.
La ubicación de los cañones ha sido un problema, ya que la erosión del río y el avance de la ribera complican la búsqueda.
Un cálculo inicial ubicaba el lugar a entre 100 y 150 metros de la boca actual del río, pero la búsqueda allí fue infructuosa.
El profesor Almeida afirma haber hallado la solución "con otros medios" y en un lugar "tan lejos de lo supuesto que nos dejó sorprendidos", prometiendo más detalles en una próxima nota, pero sin datos exactos para evitar que "algún intruso" o el mismo Estado "robe" los cañones, con el deseo de que queden en Gualeguaychú.