LOS 100 AÑOS DE LA CASA GOLDARACENA
Cuando don Eusebio Goldaracena llegó a Gualeguaychú, en abril de 1860, el país se hallaba en plena transformación institucional y administrativa. Preparábanse ya las bases de las nuevas estructuras que, al abrir de par en par las puertas al progreso, atraerían como -poderoso imán- el sueño y la esperanza de muchos hombres del viejo mundo.
No había llegado aún la era de oro de la inmigración, pero ya de un extremo a otro del país -máxime en las tierras de Buenos Aires, del Litoral, Córdoba y Mendoza- eran numerosos los núcleos de europeos, sobre todo españoles e italianos, que aquí venían a confundir su suerte con la del desarrollo del país.
Entre Ríos, fértil tierra que compartía con Buenos Aires el privilegio de crear la riqueza ganadera argentina, piedra básica de nuestra vida económica, era una de las metas más codiciadas por los inmigrantes. Y Gualeguaychú se destacaba, en el dinámico quehacer del Litoral, por una particular pujanza. Con una población que ascendía a varios miles de habitantes, aparecía ya como uno de los centros agrícolas de la Argentina. Los vascos, a quienes corresponde el mérito de haber sido entre los más activos propulsores del progreso de la región, constituían el núcleo más importante de extranjeros establecidos en el lugar. Seguramente lo que los atraería, sería la fructifera paz y el orden perfecto que a la sazón reinaban en la Provincia de Entre Ríos. Además, los extranjeros eran muy respetados y a la iniciativa privada se le concedían toda clase de facilidades. Todos estos beneficios se debían a la inspiración y voluntad de un hombre, que gobernaba paternalmente a la provincia. El hecho de que por su apellido denotaba un origen semejante al de ellos, serían a su vez una garantía más.
UN JOVEN INMIGRANTE
De las provincias vasco-navarras había llegado también, con los sueños y el fervor de sus 21 años, Eusebio Goldaracena, nativo de Lecumberri, pequeña aldea ubicada en las estribaciones pirenaicas, a 32 kilómetros de Pamplona.
En ese entonces se iba a las tierras de Entre Ríos directamente desde Montevideo, sin pasar por Buenos Aires. Y la familia Goldaracena guarda aún, como cariñoso recuerdo, el permiso con que el ministro de Gobierno del Uruguay autorizó, con fecha 23 de marzo de 1860, al joven Eusebio "para que pueda pasar libremente a Gualeguaychú", en el vapor que cubría el trayecto Montevideo-Salto, con trasbordo en Fray Bentos.
Muchos miembros de la familia Goldaracena, asentada de antiguo en Lecumberri, habían partido para alistarse en las fuerzas carlistas. Eusebio optó por pedir permiso a su padre, don Joaquín, para trasladarse a América, con el deseo de "mejorar su fortuna" -según sus propias palabras, atraído seguramente por los relatos que desde las lejanas tierras enviaban otros pobladores de Lecumberri y pueblos vecinos, que lo habían precedido en la aventura.
América era su meta, mas indeciso hallábase aún en la elección entre la Argentina y el Uruguay. Hubo que cumplir una gestión especial para que el joven Eusebio pudiera emigrar.
No se usaba pasaporte en ese entonces, pero España se hallaba convulsionada por la guerra civil y los jóvenes en edad militar que solicitaban viajar al exterior debían ofrecer una fianza y garantías especiales.
Ante el escribano público y el alcalde de Lecumberri -narra un documento de la época- compareció don Joaquín Goldaracena, quien manifestó "que su hijo D. Eusebio Goldaracena se halla resuelto a pasar a una de las repúblicas de Buenos Aires o Montevideo, previo acuerdo y beneplácito del otorgante como padre, en su menor edad de los veinte y cuatro años y mayor de diez y nueve y que a ese propósito tiene convenido con D. Pedro Zornaria vecino del lugar de Iraizoz, en el valle de Ulzama, en que éste se encarga de la conducción de D. Eusebio en barco seguro, embarcándose en la bahía de Bayona para una de dichas repúblicas de Montevideo o Buenos Aires, bajo ajuste del pasaje o flete de cinco onzas de oro en el rancho de la proa, pagaderas al año de la fecha por el relacionante y fiador garantizado D. Simón Martija, vecino de este lugar".
Comparecido el joven Eusebio ante don Miguel Ramón de Astiz, alcalde de Lecumberri, éste da testimonio de que el exponente "no trata de sustraerse a los procedimientos de ninguna autoridad ni evadir con perjuicio de terceros el cumplimiento de obligaciones o compromisos; y que ningún impedimento racional se opone a que realice su viaje. Sin perjuicio de esto y hallándose el exponente en la edad de diez y siete a veinticinco años, sujeto por consiguiente a los reemplazos de quintas y milicias provinciales, consignará en depósito la cantidad de seis mil reales de vellón, u otorgará escritura de fianza suficiente para cubrir la plaza de soldadada que pueda corresponderle en el ejército o en la reserva; debiendo ser dicha escritura aprobada por el alcalde que suscribe después de oir por escrito a sus padres autores, curadores o inte-resados de mozos, tres de la propia edad del exponente y otros tres de la inmediata".
Cumplidos los requisitos legales, nombrados los reemplazantes para la eventualidad de que se le convocara bajo banderas, el joven Eusebio pudo viajar, el 22 de noviembre de 1859, a la ciudad de Bayona, su lugar de embarque. Lo alcanzaría allí una carta de su hermana María Santos, que sería como el viático espiritual con que la familia lo despedía en momentos de emprender la gran aventura.
Eusebio Goldaracena no volvería a ver a María Santos. Durante toda su vida, empero, hallaron hondo eco en su espíritu estas palabras escritas al pie de la carta encontrada en Bayona: "La madre me hace decir de su parte que reces el rosario delante el escapulario de Nuestra Señora del Camino y que nunca, en el deseo de poseer riquezas, te lleve el interés a algún mal fin, pues que Dios no desampara al que sigue en su senda".
LOS PRIMEROS PASOS
En Gualeguaychú, el joven Eusebio no tardó mucho en hallar trabajo. La comercialización de los "frutos del país" era, a la sazón, una actividad ampliamente explotada en la zona. Varios saladeros se habían constituido, y algunos de ellos se hallaban en manos de vascos. Compraban éstos carnes saladas y cueros, que luego eran exportados a Cuba y al Brasil.
Durante cuatro años Eusebio trabajó, con entusiasmo y tesón, en uno de esos establecimientos. Dinámico y perspicaz, animado por el deseo de alcanzar la meta que lo había movido a cruzar el Atlántico "mejorar su fortuna" el inmigrante de Lecumberri se especializó en la faena, adquirió rápidamente experiencia y conocimientos, amplió sus relaciones y, sobre todo, supo conquistar la unánime estimación por su gran amor al trabajo, la corrección y seriedad de su proceder, la capacidad demostrada en el desempeño de sus tareas y la clara percepción que tenía de todo el manejo de la actividad mercantil.
El mes de noviembre de 1864 fue particularmente decisivo para Eusebio Goldaracena. El mozo de Lecumberri, quien acababa de cumplir los 25 años de edad, comenzó a sentirse dueño de su propio destino. Confiado en su esfuerzo y en su experiencia, se estableció por su cuenta con un pequeño negocio de ramos generales. Los "frutos del país" constituían el renglón principal de su modesto emporio. Se dedicaba, sobre todo, a la adquisición de cueros se vendían entonces con garras y pezuñas que, convenientemente preparados, enviaba luego al exterior.
Ese mismo año contrajo matrimonio con doña Joaquina Garciarena, vasco ella también, nacida en Beráztegui, provincia de Guipúzcoa.
Los años que siguen son de extraordinaria prosperidad. El modesto negocio instalado en noviembre de 1864 se convierte en centro de importantes operaciones que abarcan todas las actividades relacionadas con la producción agropecuaria de la provincia.
UN COLAPSO
En pleno florecimiento, la empresa que Eusebio Goldaracena ha sabido llevar a feliz cumplimiento gracias a su tesón, sufre un colapso en 1870.
Son los efectos del convulsionado período que sucede al asesinato de Urquiza y que ponen en jaque toda la vida y la actividad de la provincia. En pleno caos, se asaltan las estancias, se carnea el ganado, se requisa la caballada. No hay ningún respeto por la propiedad privada. En algunos casos, los dueños de los establecimientos son obligados a vivir como miembros de las montoneras. Intervienen, en protección de los extranjeros, los representantes consulares de sus respectivos países. El vice-cónsul de España en Gualeguaychú otorga a Eusebio Goldaracena este certificado, que atestigua su condición de extranjero: "Don Francisco Fernández Eguzquiza, caballero de la Real Orden Americana de Isabel la Católica y Vice-Cónsul de España en Gualeguaychú y Puertos del Uruguay en la Provincia de Entre Ríos. Certifico que don Eusebio Goldaracena es súbdito español y se halla inscripto como tal en el Registro de Matrícula de este Vice-Consulado al folio 13. Y para que pueda hacerlo constar, expido la presente firmada de mi mano y puesto el Real Sello de este Vice-Consulado en Gualeguaychú a 6 de diciembre de 1870. A continuación se agrega la filiación que dice: Edad 31 años, estatura alta, cabello castaño, cejas al pelo, ojos castaños, nariz regular, barba cerrada, color bueno. Profesión comerciante. Estado casado".
EL GRAN IMPULSO
Restaurada la normalidad en la provincia, la Casa Goldaracena reanuda, con mayor ahínco, sus tareas, y don Eusebio imprime a su quehacer un nuevo dinamismo, como llevado a recuperar el terreno perdido. Se amplia el almacén, que incorpora nuevos rubros, hasta abarcar diversas ramas del comercio y las industrias de la región. Explota también, ahora, canteras y bosques, proporciona piedra y carbón a los consumidores locales y, poco a poco, va cubriendo la demanda de otros centros urbanos, hasta alcanzar los rincones más alejados de la provincia. Predios agrícolas y campos ganaderos convierten a Eusebio Goldaracena en uno de los acopiadores más importantes y pujantes del sur de Entre Ríos.
Dos años después arrienda a los Unzué la explotación total de los montes de la gran estancia El Potrero, en Concepción del Uruguay.
Doña Joaquina, que no abandona los cuidados del hogar, se ha transformado también en inestimable colaboradora por la experiencia adquirida al lado del esposo, del que ha sido como un permanente sostén. Mas la extensión y la multiplicidad de las actividades requieren la colaboración de muchos. Parientes y amigos -vascos en su mayoría- engrosan las filas de los colaboradores de Eusebio Goldaracena, cuyo hogar se enriquece con la presencia de nueve hijos.
La visión del joven inmigrante de Lecumberri se ha ampliado y se ensanchan, también, sus ambiciones. Mas Eusebio Goldaracena permanece fiel a sus principios. Mejorar la fortuna es, una vez más, su lema, pero sobre la base de la prudencia y la rectitud.
El auge y la expansión de sus negocios obligan a don Eusebio a desplazarse a Buenos Aires y Montevideo. Es entonces su esposa, doña Joaquina Garciarena, quien se coloca al frente de la empresa, dirige a los empleados, envía al marido cuya ausencia, a veces, se prolonga durante meses los informes sobre la situación de los mercados y le proporciona todos los datos que puedan serle útiles en su cometido.
Esfuerzo de un hombre y de una familia ejemplares, la Casa Goldaracena ha alcanzado un sólido y merecido prestigio no sólo en Entre Ríos, sino en todo el ámbito del país y en la vecina orilla.
DESAPARICION DE DON EUSEBIO GOLDARACENA
El 2 de agosto de 1892, en plena tarea, con muchos sueños que aún esperaban su cumplimiento, la muerte sorprende a Eusebio Goldaracena en Gualeguaychú. Tiene sólo 53 años, vividos en la plenitud del trabajo y del hogar. Deja una fortuna, fruto de la tenacidad y el sacrificio. Mas su legado consiste sobre todo en el ejemplo de rectitud, de honradez, de perseverancia y de honda raigambre moral que lo han distinguido en cada acto y en cada circunstancia de su hacendosa existencia.
Deja, al fallecer, cuatro hijos varones y cinco mujeres. Doña Joaquina toma definitivamente las riendas de la empresa, dispuesta a dar cumplimiento al programa que su esposo se había trazado y que la muerte no logró truncar.
Se constituyó así la Casa Viuda de Goldaracena e Hijos, cuyas actividades cobraron un nuevo ritmo. Joaquín, el hijo mayor, queda al frente de la empresa en Gualeguaychú. Tiene 24 años la misma edad de su padre al fundar el pequeño almacén de los modestos comienzos, pero se ha forjado en la experiencia paterna y revela poseer las condiciones apropiadas para el difícil manejo del múltiple quehacer.
Los otros hermanos colaboran con igual eficacia en el renovado impulso que transforma rápidamente el giro de actividades de la nueva razón social. Lázaro recorre la provincia de un cabo a otro, comprando cueros, lanas y otros artículos de producción local. Eusebio viaja a Europa, donde establece conexiones con clientes y agentes en los principales puertos del continente.
OTRO TENAZ LUCHADOR
Secundado por sus hermanos y con el afectuoso y prudente asesoramiento de la madre, don Joaquín se convirtió en una figura excepcional de jefe de empresa. Sencillo y modesto en la apariencia, tenía la virtud de ser, al igual que su padre, un tenaz luchador, un hábil hombre de negocios, un espíritu realmente integro, cuya recia contextura moral se puso en evidencia en la rectitud y sentido de responsabilidad que caracterizaron su fecunda actuación.
Con su inteligencia y firme conducción, la empresa adquirió nuevo vigor. Fundáronse estancias, abriéronse sucursales, levantáronse graneros, al mismo tiempo que se adquirían vapores de carga para el transporte de las cosechas y otros productos agropecuarios que la firma comercializaba en el sur y centro de Entre Ríos. La flota de Goldaracena, integrada por el "Famoso Luján", el "Sol Argentino", el "Heraldo", el "Marte" y el "Gualeguaychú G" -de pasajeros y carga, estos dos últimos unió el sur de Entre Ríos con la Capital Federal, mientras que hoy, transcurridos sesenta años, no existe un solo vapor que efectúe ese recorrido.
Gracias a los Goldaracena, Gualeguaychú se convirtió en un mercado de lanas de primera magnitud, sostenido por una serie de industrias colaterales.
Fallecido don Lázaro en Diciembre de 1907, el 1º de octubre de 1908 se constituyó la sociedad Goldaracena Hermanos que, formada por (Juan) Joaquín, (Vicente Liborio) Eusebio y Juan (José), acrecentó nuevamente sus operaciones.
Prosiguieron las exportaciones directas de cueros, mientras que la marca G.H. se acreditaba en toda Europa. Lo mismo ocurre con la importación de café y yerba, que cubre el mercado entrerriano. Eusebio se traslada a Buenos Aires, donde instala una sucursal que permite a la marca G.H. adquirir rápido prestigio. Otras sucursales se abren en ciudades y pueblos de Entre Ríos, al mismo tiempo que se incrementan, con intervención de firmas amigas, las transacciones en Concordia, Villaguay, Nogoyá y Paraná.
El 4 de junio de 1911 fallece doña Joaquina Garciarena viuda de Goldaracena. Por expresa disposición de la extinta, los campos pasan a poder de sus hijas, mientras que los tres varones quedan a cargo de la empresa comercial. La desaparición de la que fuera la abnegada y principal colaboradora del fundador de la empresa deja a los continuadores un programa de trabajo y de progreso de sólidas bases y de rutas definidas. La firma Goldaracena Hermanos se transforma en propulsora del cultivo del lino en Entre Ríos y crea con ello para la provincia y el país una nueva fuente de riqueza.
Al estallar la primera guerra europea, las actividades alcanzan límites extraordinarios. Los cueros y las lanas, el trigo y el lino que comercializan los Goldaracena se cuentan por cientos de miles de toneladas. La empresa se halla en pleno desenvolvimiento cuando, el 25 de octubre de 1915, fallece don Eusebio, quien tanto había contribuido a imprimirle el nuevo ritmo que la caracterizaba.
FORMACION DE UNA SOCIEDAD ANOΝΙΜΑ
En 1927 la empresa se convierte en sociedad anónima. Es Goldaracena Hermanos Limitada S. A. Comercial. Don Joaquín y Don Juan se trasladan a la Capital Federal y los negocios cobran un volumen acorde con el desarrollo y el progreso del país.
En 1930 la crisis que pone en serios aprietos a la economía mundial interrumpe el ritmo creciente de la Casa Goldaracena, al poner en grave riesgo la situación del agro argentino. El valor de los cereales desciende a precios increíbles y la colocación de los productos se torna imposible. La empresa es sorprendida por la crisis en momentos en que se halla con la mayor parte de su capital comprometido en las operaciones tendientes a habilitar a los colonos. Aún así, al igual que en el riesgoso período sucedido al asesinato de Urquiza, la Casa Goldaracena supo hacer frente a los acontecimientos. Don Joaquín y Don Juan, dado que la razón social tenía todo su capital comprometido, no titubearon un solo instante en vender sus propiedades privadas. Con el dinero obtenido a través de la venta de estancias, haciendas, campos y establecimientos se capeó el vendaval financiero que había llevado al quebranto a importantes casas comerciales de gran prestigio y solidez económica.
Superada la crisis, la Casa Goldaracena resurgió, casi de sus cenizas, intacta en su vitalidad.
Al margen de sus operaciones comerciales, sensible a las necesidades de la provincia y de sus pobladores, la Casa Goldaracena prestó su más generosa colaboración a todas las iniciativas de progreso, que alentaban en Entre Ríos. No hubo obra de bien o de progreso, puede decirse, que no contara, en una u otra forma, con su apoyo. Se hizo el bien por el bien, como estaba en la consigna y en el ánimo del fundador de la empresa, sin otras miras, sin ocultas ambiciones, sin dobles intenciones. Alguien lo destacó al escribir, cuando falleció en Buenos Aires, el 2 de enero de 1938, don Joaquín, que "por la magnitud de sus empresas y las vinculaciones que ellas traían aparejadas, disfrutó de una positiva influencia política que nunca buscó, pero que fluía espontánea y decididora". Y agregaba: "A su amparo fueron llenadas no pocas situaciones políticas y, en cambio, ni él ni los suyos ocuparon puesto alguno jamás".
Al fallecer don Joaquín, asumió la dirección de la empresa su hermano Juan, quien luego de consolidarla a través de una acción que abarcó distintos matices, en un período que estuvo colmado de vicisitudes perturbadoras, se retiró definitivamente de la actividad en 1956.
(Fuente: Famliy Search)
UN CENTENARIO Y PLENO FLORECIMIENTO
Hoy la Casa Goldaracena, orgullosa de su pasado, grata a la memoria de quienes supieron imprimirle una trayectoria moral y comercial que altamente los honra, cumple sus cien años de vida en pleno florecimiento y desarrollo. Con sucursales instaladas en 18 localidades, brinda actividad y bienestar, entre personal estable y transitorio, a más de 800 familias. Ocupa, en el acopio de cereales, el primer lugar entre las firmas similares de Entre Ríos, al propio tiempo que se dedica a nuevos renglones vinculados con el agro y comercializa el 10% de la producción argentina de lino, además de abarcar diversas tareas en el ámbito industrial. Tiene el honor de ser la más antigua empresa acopiadora de frutos del país que se halla en actividad. La dirigen, en la actualidad, Mario y Osvaldo Goldaracena, e integran su directorio Eusebio J. Goldaracena, María A. Goldaracena de Etchebarne, Alfredo S. Zuloaga y Juan Hugo Eyhartz. Su síndico es Ricardo E. Goldaracena.
Miembros de la tercera y cuarta generación de los fundadores de la empresa, siguen todos ellos fieles a una tradición que los honra y que honra, también, a Entre Ríos y al país, porque está basada sobre la virtud del trabajo, de la rectitud y de los valores morales.
Las palabras de María Santos, que en el lejano noviembre de 1860 leyó el joven Eusebio, henchido el corazón de esperanzas y de tristeza, en el puerto de Bayona, viven y resuenan, como viático permanente, también en el espíritu de las nuevas generaciones de los Goldaracena:
"...que nunca en el deseo de poseer riquezas, te lleve el interés a algún mal fin, pues que Dios no desampara al que sigue en su senda".
Fue este el lema con el que Eusebio Goldaracena, el joven soñador de Lecumberri, emprendió, hace cien años, el largo y arduo camino.
Sigue siendo esta la divisa de honor de sus descendientes, que hoy celebran, con orgullo y confianza, el primer centenario de su extraordinario esfuerzo que tan fecundamente ha fructificado a través de cuatro generaciones.
CRONOLOGÍA
16 de noviembre de 1839 : Nace Eusebio Goldaracena en Lecumberri, Navarra, España.
22 de noviembre de 1859, embarca el joven Eusebio desde Europa al Uruguay.
Abril de 1860: Llega Don Eusebio Goldaracena a Gualeguaychú.
Octubre de 1864: Eusebio funda la Casa Goldaracena (Almacén de Ramos Generales).
17 Diciembre de 1864: Eusebio contrae matrimonio en Gualeguaychú con María Joaquina Garciarena Obineta.
1870: Colapso de la empresa por los efectos del convulsionado período que sucede al asesinato de Urquiza.
2 de agosto de 1892: Fallece Don Eusebio Goldaracena.
1 de octubre de 1908: se constituyó la sociedad Goldaracena Hermanos
4 de junio de 1911 fallece doña Joaquina Garciarena viuda de Goldaracena.
1927: la empresa se convierte en sociedad anónima. Es Goldaracena Hermanos Limitada S. A. Comercial.
1930: la crisis que pone en serios aprietos a la economía mundial interrumpe el ritmo creciente de la Casa Goldaracena.
Década de 1990: Cierre definitivo de la Casa Goldaracena.
"En octubre de 1864 abre sus puertas el almacén de don Eusebio Goldaracena.
El pequeño almacén que don Eusebio Goldaracena instaló en nuestra ciudad, en el año 1864, se había transformado, al poco tiempo, en un importantísimo comercio de ramos generales, que explotaba en gran escala la compra y venta de frutos del país.
En el "Telégrafo" del martes 5 de agosto de 1876 se lee la siguiente noticia: "Marítimas - Entradas. El vapor Oriental "Antonito": a Eusebio Goldaracena 15 pipas de vino - 4 pipas de vino - 22 pipas de vino - 15 cajones de vermut - 15 cajones de ajenjo - 25 cajones de azul - 10 cajones de aceite - 5 bultos de pasas – 1 cajón de pimentón - 50 bolsas de fariña - 30 bolsas de arroz - 30 damajuanas de anís - 20 damajuanas de vinagre - 15 damajuanas de aguardiente - 30 cajones de querosene".
Y debo hacer notar que, recorriendo los periódicos aquella época, esta entrada de mercaderías se producía varias veces por semana, lo que da una idea del volumen de sus negocios.
Pero la Casa Goldaracena, tiene para nuestro Pueblo y nuestro Departamento una significación muy especial, que no está dada solamente por la envergadura de su desarrollo comercial, sino que lleva aparejada la inteligente visión de su fundador y de sus hijos Joaquín, Eusebio, Juan y Lázaro, que dieron a nuestro campo importancia fundamental que tiene para la economía del país.
La casa Goldaracena fue el Banco de los colonos que recién se iniciaban en sus actividades agrícolas, la mayoría de ellos extranjeros, pobres y analfabetos.
Goldaracena no sólo les facilitó el dinero para desenvolver sus labores, sino que les indicaba qué cultivos eran los más convenientes para el suelo en que se habían establecido. La tarea que no cumplió el Ministerio de Agricultura la hicieron ellos, y por su consejo, Entre Ríos se convirtió en la primera provincia productora de lino del país.
Ellos que conocían la complicada marcha de los negocios internacionales, indicaban al colono aislado en la soledad de su campo, cuando era conveniente vender y o esperar mejores precios, que debían sembrar ese año de acuerdo al grado de saturación de los mercados, evitando, de esta forma que el fruto de su trabajo, resultara ilusorio y se les esfumaba ante las frías operaciones bursátiles de los grandes monopolios. Estuvieron al borde del desastre y apelaron a sus bienes particulares no para salvarse ellos solamente, sino para salvar a la gente de campo que había depositado en ellos su dinero y su confianza. He oído a mi padre referir que muchas veces, conversó con fuertes colonos que con emocionado cariño recordaban que todo lo que tenían se lo debían a los Goldaracena. De esta forma aquel muchacho vasco, que llegó pobre hace cien años a esta tierra desconocida y que comenzó trabajando de peón en los saladeros, ha retribuido con holgura lo que Gualeguaychú tan generosamente le brindara."
Estancia San Eusebio
El casco de la Estancia San Eusebio, más conocida por los Maciaenses como “Estancia Goldaracena”, está ubicada sobre Ruta Provincial N° 6, a tan solo 3 km. de la ciudad de Gobernador Maciá, Entre Ríos.
Fue escenario de una parte importante de la historia local, uno de los puntos de nacimiento de Maciá, donde comenzó a gestarse la identidad y cultura local, con una historia a su vez íntimamente vinculada a The Entre Ríos Railway Company Limited, que a su vez está vinculada al Ferrocarril Central Entrerriano.
La estancia fue adquirida por Eusebio Goldaracena. Joaquín Goldaracena, su hijo mayor, fue el primero que intuyó la necesidad de que el caserío que se había formado alrededor de la Estación tuviera un desarrollo urbanístico pensado como un asentamiento regular. En julio del año 1911 falleció don Joaquín Goldaracena y sus cinco hijos (Eusebio, Edgardo, María Adela, Mario Juan y Osvaldo) se quedaron con los campos de la sociedad y a cargo de la Casa Goldaracena.
En el año 2015 el Estado provincial, luego de la quiebra del grupo Goldaracena. finalmente tomó posesión de la Estancia San Eusebio. El destino del inmueble fue construir un museo local y un centro recreativo a cargo de la Municipalidad de Maciá.
Fuentes: Folleto por el Centenario de la Casa Goldaracena - "Conferencias" de Beba Bachini - FamilySearch - Arq. Eduardo Pons Goldaracena
Más información: Calle Eusebio Goldaracena
Casa Goldaracena Hnos. Ltda.