Por Andrea Sameghini
En este solar se vive el respeto por la tradición. Su historia se remonta a la fundación de Gualeguaychú en 1783, Fue uno de los ochenta y cinco sitios que repartió el Comandante General Don Tomás de Rocamora.
Sus paredes impregnadas de ese empezar a vivir de la tranquila villa, proyectan hoy un testimonio de los acontecimientos a casi dos siglos de establecida.
Indagar sucesos, aclarar situaciones de acciones que estremecieron la actividad del pueblo, es traer a consideración ese vivir de épocas pretéritas,
Es la primera construcción vernácula, claro exponente del colonial primitivo. Paredes anchas, rejas puras, ventanas hundidas con persianillas verdes. El muro limpio muestra el sentido de perspectivas en las ventanas y las gárgolas sobre la cornisa dan detalles de interés en la simpleza absoluta de sus líneas.
Toda ella es la manifestación de un señorío que viene desde el Cerrajero Real don Agustín José de León. Su hija Ramona casó con don José Borrajo, los cuales tenían en propiedad con don Andrés Doello, "una casa de ladrillo cosido de azotea en el casco de esta villa, compuesta de esquina, sala y dos cuartos, con sus puertas exteriores e interiores, ventanas de rejas de fierro correspondientes una cosina de palo id un cuarto más de palo a pique y embarrado de id; todo lo cual se halla cerrado de palo a pique de ñandubay, siendo quatro sitios" (1)
Don José Borrajo y Don Andrés Doello se habían establecido en la zona de los Arroyos Sauce y Tala y su residencia de la Villa era lugar destacado. El espíritu de progreso y las duras tareas del campo no pudieron hacer olvidar el intimo amor por la tierra de origen. Esa misteriosa relación que engendra pasiones y designios, hizo desconocer la apoteosis de libertad del suelo que habitaban.
Su rebeldía los llevó por el triste camino del destierro, se había ordenado "la prisión de los gallegos Borrajo y Doello"
"La Junta quiere que de aquí en adelante experimenten los perversos y terribles penas a que se hacen acreedores los que atacan la seguridad de la Patria y del Gobierno" (2),
Y así el Aguacil Mayor del Cabildo de Gualeguaychú Don José Borrajo, llegó a Soriano en veloz marcha.
Esa alteración total en todos sus aspectos, impuso un largo paréntesis; la sangre española golpeaba en rebeldía, no admitía que se negara a los reyes, que habían legado una cruz y un idioma a los hijos del Nuevo Mundo.
Triunfante la causa de los patriotas y aplacadas las pasiones, la casa recobra su ritmo normal,
Las familias de Haedo y Doello, inician nuevamente las largas travesías en carreta hasta la estancia "El Sauce".
Tierra indómita y de matreros; donde el Negro Doroteo y su banda siempre el terror a lo largo y ancho de las cuchillas.
Pilar Borrajo de Doello y Matilde Peñalva de Borrajo que se encontraban en "El Sauce", ofrecieron conducir a pie la imagen de la Patrona del Rosario hasta el pueblo, si su familia se salvaba de la crueldad del bandido.
Estos asaltaron la finca de Salvador Peñalva y le dieron muerte, degollándolo junto con dos peones. Jorge Peñalva, hermano de Doña Matilde, se salvó milagrosamente. En el preciso momento del bárbaro sacrificio, el Negro Doroteo dio la orden de "volada" y sólo le cortaron las ligaduras que lo sujetaban.
En prueba de agradecimiento fue cumplida la promesa y la imagen se encuentra hasta la actualidad en la vieja casona.
Cabe consignar que en una carta dirigida al Coronel Palavecino y fechada el 20 de julio de 1814, Don José Benítez da cuenta que la gente que andaba en persecución del Negro Doroteo le había dado caza por Ceibas. También le hacía saber que por equivocación, días antes habían cortado la cabeza a otro negro.
Y llega abril de 1815 y un hecho desgraciado, ese será el tema de la próxima nota.
El 3 de abril de 1815 se produce la sublevación del General Alvarez Thomas en Fontezuelas, territorio de la Provincia de Buenos Aires, lo cual origina la caída del Director Supremo Carlos María de Alvear, a quien iba dirigida.
El territorio entrerriano estaba prácticamente en poder de los partidarios de Artigas.
El 14 de abril de 1815, llega a Gualeguaychú como lo hacía habitualmente Fray Marcelino Pelliza, religioso domínico, nacido en la Banda Oriental y ese instante ha marcado en el pasado histórico de la ciudad, un hecho doloroso que perdurará a través de los tiempos, dadas las circunstancias de quien lo protagonizó.
Fray Marcelino era un sacerdote gaucho, que cumplía su misión evangelizadora en estas tierras entrerrianas, siendo su principal preocupación los habitantes de la campaña.
Su figura era respetada y querida, el arribo al pueblo era conocido por el sonar de las campanas, llamando al vecindario a participar en el sacrificio de la misa.
Ese día las campanas enmudecieron, un breve enunciado daba cuenta de la orden de prenderlo y fusilarlo. Las causas que lo motivaron fueron estrictamente políticas y el mandato había emanado del Gral. Artigas que se encontraba en Paraná.
Le sirvió de capilla, la sala del domicilio de la familia Haedo, situada en el ángulo N.O. de las actuales calles Rivadavia y San José.
Toda la población se sintió identificada con tan trágica noticia. Las casas se convirtieron en oratorios y muchos de los que habían sido sus feligreses lo acompañaron durante toda la noche, arrodillados en la vereda frente a la morada, en ese momento del límite de su vida temporal.
Fray Marcelino perdonó a los que tomaron tan extrema determinación y la ejecución se realizó en la madrugada del 15 de abril de 1815 en un paraje que está a tres cuadras de la Plaza Independencia (actual Plaza San Martín), hoy en calles San José y San Juan, esquina N.O.
En este sitio edificó su casa en el año 1875, la señora Emiliana Lapalma de Zapata y conservó la ermita con la cruz de madera que señaló el lugar del fusilamiento.
Todavía se mantiene la vieja casona, de líneas simples y techo a dos aguas, de quien por muchos años guardó con veneración religiosa emplazamiento tan infortunado.
Los restos del infortunado fraile dominico fueron velados en la casa de la familia Nadal, Urquiza y Rosario y la tradición conserva un recuerdo; estando el cadáver en un catre en medio de la habitación, se advirtieron gotas de sangre que caían al piso, esto fue tomado como señal de prodigio.
En el Libro I de Defunciones de la Iglesia San José, hoy Catedral de Gualeguaychú puede leerse:
"En el año del Señor de 1815, a 16 de Abril, Yo Dn. Mateo Fortunato Gordillo, Cura de esta Villa de San José de Gualeguaychú, dí sepultura eclesiástica en la Iglesia, con Entierro Mayor cantado a el Pe. Fray Marcelino Pelliza, del Orden de Predicadores, murió muerte desgraciada, se confesó y recivió la Eucaristía; se enterró con Cruz Alta; y misa Cantada de cuerpo presente, y pa, q.e. conste lo firmo". Mateo Fortunato Gordillo.
Identificada con estos recuerdos llegué a las dos casas que las circunstancias quisieron que atesoraran para la posteridad el testimonio de una vida que signos adversos quebraron para siempre.
Ese vivir más de esta casa, me ha guiado por un largo camino de hechos que ocurrieron en el viejo Gualeguaychú; unidos al presente por vivencias plenas de profundo contenido histórico.
En el Testamento de Ramona de León, viuda de don José Borrajo, fechado a los diez y siete días del mes de Enero de 1823, año trece de la libertad, declara como únicos herederos a sus hijos "Petronila, Juan José, Gertrudis, Juana Bautista, María del Pilar y Cirilo Modesto, p.a. q.e los hayan, hereden y gozen, de ellos con la bendición de Dios y la mía... Salvo el presente, en el que declaro mi voluntad última, el cual otorgo ante el Señor Alcalde Mayor Ordinario, Don Facundo Nadal de esta Villa de San José de Gualeguaychú,".
En el año 1830, las familias de Haedo y Doello encargan a los maestros, don Felipe Alvarez, albañil, y don Pedro Pascual Mosqueira, carpintero, la estimación del valor "de una casa de Azotea que se halla en el Casco de esta Villa y que pertenecía a don Andrés Doello y los herederos de Don José Borrajo por mitad, cuya tasación han hecho a pedimento de los herederos por $ 1.729.24".
"A Don Andrés Doello le cabe por su mitad $ 864,57". "A los herederos del finado Don José Borrajo le caben por su mitad $ 864,57".
Al contraer matrimonio Petronila Borrajo con Don José Antonio de Haedo, "natural del Consejo de Zalla, del Señorío de Vizcaya"; instalan su hogar en la casa de sus mayores.
Habían heredado la azotea y los ranchos ubicados en los patios.
En esos aposentos interiores (hoy desaparecidos) murió Mariano López, más conocido como Mariano Grande, uno de los valerosos Treinta y Tres Orientales, que desplegaron la Bandera Tricolor de Artigas en las Playas de la Agraciada el 19 de abril de 1825, en memorable gesta.
El 20 de septiembre de 1845, se produce en Gualeguaychú el Asalto y Saqueo de Garibaldi; en la azotea de Haedo los soldados invasores emplazaron un pequeño cañón en dirección al Oeste, lugar donde estaba ubicada la casa del Comandante Don Eduardo Villagra, que había sido sorprendido y tomado prisionero en su domicilio.
La estancia del Condottiero en Gualeguaychú sembró el terror en la población que era en ese entonces de unos cuatro mil habitantes.
Me relató el actual dueño de la finca Sr. Rafael Haedo, haber oído una anécdota referente a este suceso, a sus tías Victoriana y Mercedes Haedo. En la Villa se tenía conocimiento de que varios buques, comandados por José Garibaldi podrían remontar el Uruguay, aguas arriba.
A tal efecto fue enviado un "tape de confianza", conocedor de la zona, paгa que cuando avistara al enemigo desde las cuchillas, los precediera en acelerada marcha.
El vecindario continuó su vida apacible, sin tomar ninguna actitud de defensa, debido al silencio del emisario.
En el atardecer del 23 de septiembre, llegó el jinete sudoroso y cansado y con aspecto de profunda pena, refirió que había visto al enemigo avanzar desde la Boca del Gualeguaychú por el río y que no avisó, porque le dijeron que tenía que comunicar cuando pasara por las cuchillas y como lo había efectuado por el río, quedó escondido tres días entre los pajonales. Esta versión, cierta o no, recogida por tradición oral, aporta un dato más a la "Historia del Saqueo". Un hondo drama envuelve la vieja casona a fines de marzo de 1879.
En forma repentina muere mientras se dirigía a su estancia, el Juez Juan Pablo Haedo. En el mismo caballo que montaba éste, vienen a buscar a su hermano Pedro José; cuando arriba al sitio es tan grande el dolor fraterno que lo embarga que cae muerto junto al cadáver del hermano.
Y así cantó su pena el viejo Goyo Aguilar en la muerte de Pedro, José y Juan Pablo Haedo el 26 de marzo de 1879.
"Se debe el pueblo enlutar
Gualeguaychú ya murió
As de cuenta que perdió
la mitad de su caudal
La pérdida en General
Todos la hemos sentido
A unos hombres tan queridos
A unos hombres tan honrados
Y que en su clase de empleados
Fueron los dos distinguidos"
En esta sintética cronología de los acontecimientos más salientes vividos en esta casa detengo mi marcha para pene trar en la evocación de uno de los últimos Haedo que la habitó: Pedro M. Haedo.
Descendiente de aquellos caballeros españoles que fueron Don José Borrajo y Don Andrés Doello, heredó la hidalguia y el arquetipo de los nobles varones hispánicos.
Aún lo recuerdo, con su clásica vestimenta de otros tiempos, transitar por las calles de la ciudad que él tanto amó y que dejara como legado ese sentir del tiempo ido; para que las nuevas generaciones valoraran lo que se hizo con proyección de futuro, en épocas heroicas para la vida de la patria.
Artículos publicados en el Diario "El Argentino" en fecha 5,12 y 19 de Mayo de 1974
Serie "Casa y Caserones" por Andrea Sameghini
Más información: Una casa Colonial
Casa de Haedo