La Confitería

En un lugar que se destacaba por tantos valores culturales, humanos y filantrópicos como más adelante habremos de ver, aparte de sus instituciones sociales, no pudo dejar de contar con una gran confitería céntrica.

Estimo, sin lugar a equivocación alguna, que fue la mejor, la más elegante y distinguida que tuvo Gualeguaychú en lo que va de este siglo.

Ubicada en la esquina de Humberto Primo (hoy calle Italia) y 25 de Mayo se levantaba el espléndido edificio de la Confitería Serserriche.

Puesta a todo lujo y confort de época, con todos sus muros interiores enriquecidos por una boiserie de roble, rematada por espejos rectangulares, conferían al recinto una calidez poco común.

Mesitas de basamento fundido, tapa de mármol blanco con borde metálico, sillas de Viena esterilladas, mostradores de roble y mármol, vitrinas metálicas con cristales que exhibían todas las delicadezas de fabricación propia.

Un espléndido aparador con espejos de cristal dominaba la escena interior.

Amplias vidrieras a la calle 25 de Mayo y por la más amplia ochava con que haya contado la ciudad en todo ese tiempo.

Impecable y siempre pulcro suelo de mosaicos claros completaban la instalación.

Un impecable caballero en correctísimo traje y chaleco negro, y camisa blanca de cuello duro y moñito negro completaba el atuendo del propietario que de la amabilidad y cortesía no fementidas, verdadero anfitrión de su casa, el propietario.

La confitería de Senserriche tenía una significación especialísima. No puede decirse que el lugar de verdadera atracción, para la culta sociedad de la época, contase con un ambiente de corte barroquista, nada de eso, tan solo tenía el encanto conferido por su propietario de la reproducción en Gualeguaychú, de una buena confitería de principios de siglo, de Buenos Aires o Montevideo.

Gran confitería.

Clásicas eran sus masas y sus postres exquisitos.

Tradicional era su envoltura de papel blanco, asegurado con cinta argentina y que finalmente se portaba con una manijita de madera atravesada con un alambre gancho que tomaba de la parte superior de la atadura cruzada.

O la bombonera de cartulina decorada, con cierre elástico tan comunes en el obsequio a una preciada dama de tantos desvelos para muchos caballeros.

Casi al filo de la mañana se veía el local concurrido de una selecta concurrencia, que en animada tertulia, gustaban de la Hesperidina, el Noilly Prat, el Carabanchel, el 8 Hermanos o la famosa Granadina con soda.

Por las tardes y ya casi caída la noche y después de la cena, en verano, las damas eran parte obligada de la reunión elegantemente ataviadas, aquel marco superaba aún más y se respiraba así una atmósfera de la Gran Vía o de reminiscencias parisinas.

La descripción de la confitería de Serserriche podría ajustarse cabalmente a la que pudiese hacerse de cualquier establecimiento europeo de su categoría y de su época.

Y como no hablar de aquellos helados de sabor incomparables, servidos en coquilles metálicos , con cucharitas paleta, relucientes, pulidas, que convertían un simple helado, en un total placer de degustación estival.

Por el invierno a través de sus amplias vidrieras observábanse las animadas tertulias, cuyo punto mayor alcanzábase a la terminación de las veladas teatrales o líricas de entonces, cuyo obligado cierre se daba en la confiterías de Senserriche, frente a los pocillos de café, las copitas de licores y las damas con sus humeantes exquisitos chocolates y masitas de anís.

Fue en las primerísimas décadas del siglo, era como al filo del mediodía, un domingo tras la vuelta de la misa.

Como una filigrana delicada, como un cristal finísimo, de coloraciones inenarrables, así pasó Senserriche, el mejor establecimiento de su género, que haya poseído la ciudad en tiempo alguno.

Calidez humana fue su principal atributo.

Fue en las primerísimas décadas, con mi padre estábamos ese domingo en lo de Senserriche y me pregunté:

¿pero esto estaba realmente sucediendo ?

CRÓNICAS INFORMALES

Carlos Lisandro Daneri

Gualeguaychú – Año 1998