Allá por los comienzos del año 1600 un rico estanciero, entre español y criollo - don Gonzalo Pérez de la Viña - corría por los campos de Entre Ríos, desierto ya de indios, pues que todos, peleando de bosque en bosque y de cuchilla en cuchilla, habían muerto sin rendirse, en busca, según parece, de una mujer que era para su vida un horizonte, y que como por magia había desaparecido de su lado. Eran costumbres de la época estas desapariciones misteriosas; pero nadie se conformaba a aquella moda.
A los diablos se daría don Gonzalo, según me parece, y el estado de su ánimo hacíalo galopar desde el Guayquiraró al Ibicuy, sin notar que las leguas volaban bajo el casco de su caballo. En una de sus excursiones llegó el amante desesperado a cierto paraje que le encantó por su belleza. Tras unas cuchillas suaves y de recorte caprichoso, garapiñadas, de bosques espesos formados, no tanto de plantas ricas en maderas cuanto lo eran en colores y perfumes, alcanzó las orillas de un arroyo que era todo una pintura.
Hallábase allí el hombre, mirando por donde seguiría y arrobado en la contemplación de la naturaleza, cuando en hora malhadada antojósele cruzar el riacho para alcanzar la costa del Gualeguay, que, según los rumbos que él traía, no debía distar mucho hacia el poniente. Hombre de resolución, echó pie a tierra, dobló los cojinillos, aligeróse de ropas y volviendo a cabalgar, penetró al riacho no tardando en perder pié. Nadando con bravura y a fuerza de trabajo tocó al fin don Gonzalo la otra orilla; pero en mala hora.
Un toro cerril, que rezagado en la aguada pastaba a pocos pasos y no estaba habituado a la vista de jinetes ni peatones, cuadróse bravamente, batióse el flanco con la cola en ademán nervioso, escarbó el suelo con la pezuña, y en medio del remolino que formara, embistió hacia don Gonzalo, que sin tiempo para más, abandonó su corcel y corrió a pie, seguido muy de cerca por el toro embravecido.
El momento fue terrible; varas más y el toro lo alcanzaba. El pobre perseguido, recordando que un hombre echado a muerto era siempre respetado del asta penetrante, tiróse de bruces en una depresión del terreno donde, aquí y allí, brotaban pajas y junquillos. Llegó el toro, dio un bufido, escarbó el suelo, movió su cola con bravura y ya se disponía a reeditar su mímica espantosa, cuando el hombre ve avanzar por sobre su cabeza la achatada y reluciente de una víbora terrible: el ñacaniná - la víbora celeste, hoy casi desaparecida - cuyo veneno es fama que "mata a quien alcanza", según el dicho minuán.
Entre Escila y Caribdis estaba don Gonzalo: levantarse era caer en las astas de su enemigo, dejarse estar era correr un albur de no levantarse más. Optó por lo segundo, pero, hombre religioso, juró, si se levantaba y escapaba con vida, elevar allí, en el lugar del peligro, una capilla a San José, el patrono de su casa y de los suyos.
Baja el toro la testuz, acerca su cabeza al enemigo y huele con fruición su cuerpo, pero la levanta con presteza, pues allí donde cree no encontrar peligro alguno se oculta una punzada que lo embravece: la víbora ha clavado en su nariz el colmillo agudo y venenoso. Repuesto el toro, embiste nuevamente y otra nueva punzada lo obliga a retroceder... ¡Luego bambolea y cae jadeante!
Don Gonzalo, no bien lo ve vacilar, salta de su escondite y no tarda en recobrar su corcel y jinete en él viene a contemplar a su enemigo muerto y más allá a su salvadora, que enroscada a una rama busca los últimos rayos del sol poniente para hacer lucir su armadura brillante y deslumbradora.
Años más tarde, don Gonzalo Pérez de la Viña cumple su promesa, y es alrededor de su capilla que el Capitán Rocamora funda en el siglo siguiente a San José de Gualeguaychú.
arrobado: en estado de exaltación, admiración o alegría intensa que hace desaparecer cualquier otro sentimiento.
cojinillos: Manta diminuta elaborada de vellón o lana que se pone sobre el lomillo de la pieza del apero de montar.
corcel: Caballo ligero, de mucha alzada, que servía para los torneos y batallas.
el río Guayquiraró es un río de la cuenca hidrográfica del río Paraná.
el río Ibicuy es un afluente del río Uruguay, que desemboca en el Río de la Plata.
fruición: Placer o gozo intenso que siente una persona al hacer algo.
minuán: Los minuanes fueron una de las parcialidades del pueblo indígena charrúa, que habitaron ciertas zonas que actualmente se hallan en el Litoral de Argentina especialmente en la provincia de Entre Ríos.
ñacaniná: es una especie de serpiente sudamericana. Habita las zonas de pantanos, lagunas, bañados y arroyos.
Escila y Caribdis: son dos monstruos marinos de la mitología griega situados en orillas opuestas de un estrecho canal de agua, tan cerca que los marineros intentando evitar a Caribdis pasarían muy cerca de Escila y viceversa. De la narración sobre Escila y Caribdis surge una expresión: «Estar entre Escila y Caribdis», vale decir, "estar entre la espada y la pared», o sea, en un problema de difícil (si no imposible) solución.
testuz: La frente, en algunos animales, como el caballo.
toro cerril: Dicho del ganado no domado.
varas: La Vara era una unidad de longitud española antigua que equivalía a 86 centímetros.
Almanaque del Diario "El Censor" - Año 1904
Digitalizado por Néstor PiquetEl relato "Fundación de Gualeguaychú" de Fray Mocho , publicado en el Diario "El Censor" en el Nº 2 del "Almanaque" de 1904, trascendió para convertirse en la Leyenda de Gualeguaychú .
Su impacto se debe a su profunda conexión con la identidad local , su transmisión oral y la consolidación simbólica lograda a través de los elementos visuales presentes en la bandera de la ciudad.
El Prólogo del Autor
A manera de introducción al relato en la página 77 del "Almanaque", el propio Fray Mocho justificaba su atrevimiento literario aludiendo a sus raíces y a la singularidad del hallazgo:
"Cae bajo los puntos de mi pluma —hecha más para relato de crónicas y noticias que para filigranas literarias— el nombre de aquel Gualeguaychú, pueblo de Entre Ríos donde nacieron poetas de alto vuelo como Andrade y cantores del amor —dulces y apasionados— como Gervasio Méndez.
Revisando papeles viejos y hojeando mamotretos, me encuentro nada menos por ahí, que con el origen de su fundación, y como es curioso y nada conocido, no me tiembla la mano para informar de él a aquellos que me leen de continuo."
Publicación Póstuma
Fray Mocho falleció en agosto de 1903 a la edad de 45 años. Esta publicación en "El Censor" se realizó un año después de su muerte, siendo una de las obras póstumas que se sumaron a colecciones de cuentos que recogen lo mejor de su repertorio costumbrista.
Autor de renombre y arraigo local: José Seferino Álvarez, conocido como Fray Mocho, fue un escritor y periodista nacido en Gualeguaychú. Al ser una figura emblemática y prestigiosa de la localidad, su obra adquirió una legitimidad especial que favoreció su adopción por la comunidad.
Folklorización del relato: La historia fue popularizándose, saliendo del ámbito puramente literario para ser contada y retransmitida de forma oral. En este proceso de folklorización, la narración original escrita se enriqueció, modificó y adoptó por los habitantes, quienes la incorporaron a su memoria colectiva.
Integración en la identidad ciudadana: La leyenda se volvió parte del imaginario local, hasta el punto de que los elementos centrales de la historia (el toro y la serpiente) fueron incorporados al diseño de la bandera de Gualeguaychú. Esta representación visual y simbólica consolidó el relato como un mito fundacional de la ciudad, trascendiendo su origen literario.
Inclusión en la educación: La leyenda forma parte del currículo educativo en las escuelas de Gualeguaychú. La enseñanza institucionalizada del relato contribuye a perpetuarlo en las nuevas generaciones, reafirmando su estatus de leyenda oficial de la ciudad.
En resumen: El relato de Fray Mocho no se quedó como una simple obra literaria, sino que su autoría local, la amplia difusión popular y su consolidación simbólica en la bandera de la ciudad hicieron que se transformara en la leyenda que identifica a Gualeguaychú.
Almanaque del Diario El Censor - Página 77 - Año 1904
Digitalizado por Néstor PiquetAlmanaque del Diario El Censor - Página 78 - Año 1904
Digitalizado por Néstor PiquetPrincipios del Siglo XVII (circa 1600):
Don Gonzalo Pérez de la Viña busca a una mujer desaparecida: Un rico estanciero, "entre español y criollo", llamado Gonzalo Pérez de la Viña, recorre los campos de Entre Ríos en busca de una mujer que ha desaparecido de su lado. Los campos están ya desiertos de indígenas, quienes han muerto peleando sin rendirse.
Don Gonzalo encuentra un paraje de gran belleza: En una de sus excursiones, don Gonzalo llega a un hermoso lugar con suaves "cuchillas" (colinas) y bosques espesos, alcanzando las orillas de un pintoresco arroyo.
Intento de cruzar el riacho y ataque del toro: Don Gonzalo decide cruzar el riacho para llegar a la costa del Gualeguay. Desmonta, se aligera de ropa y vuelve a cabalgar, pero pierde pie en el arroyo. Tras nadar bravamente, llega a la otra orilla. Un toro cerril, no acostumbrado a la presencia humana, embiste furiosamente contra él.
Don Gonzalo es perseguido por el toro: El toro persigue a don Gonzalo, quien abandona su caballo y corre a pie. Para escapar, se arroja de bruces en una depresión del terreno, recordando que un hombre "echado a muerto" era respetado por el animal.
Aparición de la ñacaniná y juramento: Mientras el toro se prepara para embestir nuevamente, don Gonzalo ve una víbora ñacaniná (víbora celeste) sobre su cabeza. Atrapado entre el toro y la víbora, opta por quedarse en el suelo y jura que, si escapa con vida, erigirá una capilla a San José en ese mismo lugar.
La víbora ataca al toro: La víbora ñacaniná clava su colmillo venenoso en la nariz del toro. El toro retrocede, vuelve a embestir, recibe otra punzada y finalmente se bambolea y cae jadeante.
Don Gonzalo se salva: Don Gonzalo salta de su escondite, recupera su caballo y contempla a su enemigo, el toro, muerto, y a su "salvadora", la víbora, enroscada en una rama.
Construcción de la capilla a San José: Años más tarde, don Gonzalo Pérez de la Viña cumple su promesa y construye la capilla a San José.
Siglo XVIII (siglo siguiente al juramento de Don Gonzalo):
Fundación de San José de Gualeguaychú: El Capitán Rocamora funda la localidad de San José de Gualeguaychú alrededor de la capilla construida por don Gonzalo Pérez de la Viña.
Don Gonzalo Pérez de la Viña: Rico estanciero de origen "entre español y criollo" de principios del siglo XVII. Protagonista de la leyenda fundacional de Gualeguaychú. Es retratado como un hombre galante, valiente, y religioso, que cumple una promesa hecha en un momento de extremo peligro, construyendo la primera capilla que daría origen a la ciudad.
La mujer sin nombre: Motivo inicial de la desesperada búsqueda de Don Gonzalo. Su misteriosa desaparición desencadena los eventos que llevan al encuentro de Don Gonzalo con el paraje donde se fundará Gualeguaychú.
El toro cerril: Un toro no domado que ataca a Don Gonzalo al salir del riacho. Su embestida pone a Don Gonzalo en una situación de vida o muerte.
La ñacaniná (víbora celeste): Una especie de serpiente sudamericana cuyo veneno es letal. En la leyenda, es el elemento inesperado que, al picar al toro, salva la vida de Don Gonzalo, convirtiéndose en su "salvadora".
Capitán Rocamora: Figura histórica mencionada como el fundador de San José de Gualeguaychú en el siglo posterior a los eventos de Don Gonzalo. La fundación se realiza alrededor de la capilla prometida y construida por Pérez de la Viña.
San José: Patrono de la casa y familia de Don Gonzalo Pérez de la Viña. A él le jura Don Gonzalo construir una capilla si se salvaba del toro y la víbora.
Leyenda de la Fundación de Gualeguaychú