María de las Mercedes González de Rivero  

(“Mamita”)

Por Leticia Mascheroni

Nació en Concepción del Uruguay, el 24 de marzo de 1910. Cursó los estudios del Profesorado en Letras en  la Escuela Normal Mariano Moreno de esa ciudad.

Contrajo matrimonio en 1934 con Carlos A. Rivero, oriundo de Paysandú, República Oriental del Uruguay, joven que se había afincado en Gualeguaychú a principios de  la década del treinta, cuando se  incorporó como empleado en el Frigorífico Gualeguaychú. De esa unión nacieron  sus  cuatro hijos.

En las décadas del treinta y del cuarenta, fue pionera en el tenis femenino en  las viejas canchas de Racing Club, en el Parque Unzué y,  luego, en Juventud Unida. A esta inquietud, agregó el dictado de clases de Educación Física; al mismo tiempo, organizó torneos  intercolegiales de básquet y de atletismo.

A partir de los cuarenta años, Mamita se dedicó a la docencia; dictó cátedra de Historia en los tres turnos del Colegio Nacional Luis Clavarino y en la Escuela Profesional de Mujeres, hoy Escuela de Educación Técnica Nº 1 José María Sobral. En esta institución organizó el Club Colegial y editó, junto con sus alumnos, la revista Colmenar.

Su paso por el  Instituto Magnasco dejó  la  impronta de  los que hacen, de los que generan emprendimientos sociales y culturales en permanente iniciativa. Entre los años 1957 y 1995, como miembro de la Comisión Directiva, donde  ocupó  los  cargos  de  Vocal  y  Secretaria  de Actas,  se  entregó  con generosa participación  y  creatividad. Además, hay que destacar  su  colaboración en  la Biblioteca Olegario V. Andrade, ya que  sus conocimientos sobre bibliotecología  le permitieron generar múltiples actividades para  la formación y el enriquecimiento de la población a través del libro.

Fue delegada del Instituto ante la Primera Presidencia de la Federación de Bibliotecas Populares de Entre Ríos y su denodada afición la llevó a participar en las doce presentaciones de la Semana del Libro para Niños; en la última, hasta disimuló sus dolores físicos para volcarse a la muestra.

No menos  importante  fue  su abultada  correspondencia  con Alicia Arderius de Sussini, eximia cantante y concertista de piano, que se presentó en magnífico concierto con motivo del 75º aniversario del  instituto. También acompañó al piano al barítono Fernando Larocca en brillante actuación.

Tal vez pudo canalizar la más bella de sus expresiones artísticas como miembro fundadora del CEYFOLK, Centro de Estudios y Cultivo del Folklore, que el 26 de septiembre de 1961 se gestara en el Instituto Magnasco. Entonces, junto con María Felisa Obispo Murature, Benjamín Mancini, Rosa Margarita Etchegoyen, María Amalia Ferrer Guasp, Horacio Romero y el Pbro. Luis Jeannot Sueyro se suscribió el acta de fundación del centro que más tarde se llamaría Claudio Martínez Payva.

Su permanente accionar hizo realidad los postulados del centro, que aspiraba a cultivar en la sociedad el amor hacia los nobles valores de la tradición popular; a difundir las conquistas de la ciencia folklórica; a compilar todo medio de que se disponga; a propender a la unidad del espíritu nacional y a insistir en que el folklore fuera conocido como una disciplina humanista.

El 26 y 27 de octubre de 1962, dictó un curso de Danzas Regionales en  la Asociación Cristiana de Jóvenes de Paysandú. Los inconvenientes que debía sortear, como las largas colas y horarios de espera de lanchas, no menguaron su entusiasmo, a pesar de que debía trasladarse con material didáctico, entre los que no faltaban libros, discos y prendas gauchas.

La fluida correspondencia que mantuvo por muchos años con Álvaro Saldívar es una muestra de los vínculos culturales e intelectuales que Mamita sostuvo por años entre estas ciudades. Orientadora y conductora en permanente iniciativa, fue apodada “la Caudilla” por sus más caras convicciones federales y pujantes emprendimientos.

Puso de relieve sus excelentes dotes y conocimientos de las danzas nativas en la recordación de fechas patrias, en actos alusivos al Día de la Tradición o en conmemoraciones importantes. No faltaban en estas, como broche de oro, los cuerpos de baile de alumnos formados por ella. Su impecable presentación y su estilo pudieron ser apreciados por varias generaciones que se deleitaron con sus expresiones artísticas.

Su conjunto de danzas nativas La Huellera fue el semillero de gran cantidad de jóvenes y adultos que participaron en festivales, colaciones y fiestas gauchas, solo inspirados en el amor al folklore y a las cosas nuestras. Gran dimensión  cobraban  estas  demostraciones,  ya  que Mamita  brindaba  sus enseñanzas de manera totalmente gratuita,  lo que habla de por sí de su admiración y respeto por nuestras raíces. 

Sus permanentes  contactos  y  su natural  y  espontánea  simpatía  lograron jerarquizar a  la entidad, que atesoró  la presencia de excelentes músicos, compositores,  concertistas,  cantantes,  poetas  y  conferencistas,  entre  los que merecen destacarse: Pipo Pescador, Linares Cardozo, Aníbal Sampayo, Ernesto Bourband T., Antonio Gallardo y Alfredo Ibarrola, entre otros.

Jubilada de la docencia, volcó su mayor esfuerzo en lograr la concreción de un museo que atesorara todos los elementos que enriquecieron la trayectoria del CEYFOLK, y logró que el profesor Javier Villanueva, como director de Cultura de la Municipalidad, le asignara un espacio en Casa de la Cultura, pero, lamentablemente, nunca se terminó de concretar la exposición al público. Cuantioso material disperso necesita  ser concentrado para hacer realidad el sueño de esta incansable luchadora.

Mamita falleció el 20 de agosto de 1995 y una nutrida concurrencia, adhesiones y homenajes fueron el mejor reconocimiento a su dilatada y prolífica labor.

Por ordenanza del Concejo Deliberante Municipal del día 5 de diciembre de 2007, se  impuso el nombre de Mamita Rivero a  la calle pública al este del bulevar de León, entre calles San Juan e Ituzaingó, como homenaje del pueblo de Gualeguaychú a su digna trayectoria y aporte a la comunidad.

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