Las Comunicaciones

Lógicamente la ciudad no era un isla, las comunicaciones tuvieron su inicio desde los albores mismos de la villa de San José de Gualeguaychú.

Ferrocarril y vapores, o veleros que se convirtieron en barcos de motor y buques de hierro que reemplazaron definitivamente a los de madera.

Una de las primogénitas embarcaciones para la comunicación entre la ciudad de Fray Bentos se llamaba "La Siempre Anita" de quien decían que era una lancha, pero era mucho más que eso ya que poseía máquina de vapor, tenía casilleria baja y se destacaba por su color gris.

Prestó importantes servicios no solamente con la Banda Oriental sino también con el trasbordo a Buenos Aires o hasta Concordia en los vapores de bajada o subida que surcaban el Uruguay.

Es posible que ya nadie recuerde a "La siempre Anita" cuya vida se extinguió en el varadero cerca del que fuera astillero Izzeta en las proximidades de la calle Gervasio Méndez.

Pero a principio de siglo la ciudad que venía creciendo, reclamaba por un mejor servicio de trasbordo y de comunicación directa también con la Capital y fue así que distintas empresas intervinieron para cumplimentar ese anhelo y fue tal la competencia en que el pasaje a Buenos Aires llegó a pagarse cinco pesos de moneda nacional y además cada pasajero recibía gratis un sombrero "canotier".

Lógicamente esta terrible competencia no podía durar mucho y esas empresas no pudieron resistirlo debiendo abandonar el intento.

Entonces aparece don Nicolás Mihanovich y su empresa, la Compañía Argentina de Navegación Limitada (CANL) copando el sistema de las hidrovías del Paraná y el Uruguay, con cada vez más buques, más grandes, lujosos y eficientes.

Algunos propulsados por palas y otros, muy pocos por hélices.

Colón, Berna, Lambaré, surcan el Paraná y el Uruguay, por nuestro puerto aparecen en los viajes directos el vapor "Golondrina", el cual luego de una interrupción del servicio nos es devuelto con el nombre de "Viena" y tras una prolongada estadía es retirado y puesto en servicio entre Bs. As. y Colonia donde en extrañas circunstancias naufraga, sin víctimas, frente al puerto de esa ciudad uruguaya.

Y fueron llegando y cambiando nombres en el puerto.

Yaguaron, el Yerba que se quemó totalmente en el puerto, y la anécdota de este suceso. A la mañana siguiente de este hecho, el marinero al entregar la guardia dijo "Sin novedad jefe".

En viejas fotografías de época solemos ver el puerto con sus muelles y las naves atracadas a los mismos.

En algunas se aprecia el "Golondrina", y sobre todo aquel inolvidable vapor de principios de siglo, "El Pingo".

El "Pingo" tuvo una relevante actuación en la vida del puerto y de la ciudad, tal vez su nombre esté entrando ya en el cono de sombras que antecede al olvido.

Pero fue historia.

Y seguirá siéndolo.

Luego otros barcos de pala, reemplazaron al viejo "Pingo"

"El Dorado", el " Yaguaron", reemplazaron al "Pingo" y finalmente debieron cederle paso al vapor "Luna".

Así como el Pingo marcó una etapa en la historia de las comunicaciones en el riacho, de la misma manera que los largos años del "Luna" en nuestro puerto, marcaron otra brillante etapa, alternada brevemente por el "Yaguarón", mientras esta iba a carena periódicamente.

Tal vez fue esta la última visión de la extraordinaria empresa de Nicolás Mihanovich, pionero ejemplar que está más allá de toda alabanza.

Sería el "Luna" el último barco del CALN, luego Dodero, y finalmente de la Flota Fluvial del Estado, en el servicio de pasajeros que tendría esta ciudad.

El "Luna", figura familiar, en los puertos de Gualeguaychú y Fray Bentos, fue una embarcación traída del norte y que efectuaba la travesía entre Dover y Calais.

Con algunas reformas , fue lo que conocimos por estas latitudes, primeramente con silenciosa máquina de vapor y luego desmejorando con la incorporación de potente diésel que ni le aumento la velocidad ni lo mejoró, pues se convirtió en maquina trepidante por un calculo deficiente en la relación potencia - hélice.

Brindaba él una cuestión aparte de sus vibraciones, más amplitud en su salón principal y en la simpática salita de la cubierta inferior a la cual se accedía por la cómoda escalera desde el mismo comedor.

La salita también contaba con cuatro camarotes reservados.

Sobre la cubierta superior o sea la correspondiente al comedor, se extendían por ambas bandas frente a los pasillos exteriores, una serie de camarotes, interrumpidos primero por un vano para la chimenea, protegida por barandillas, luego venía un cuerpo de camarotes y un pasillo lo separaba del último bloque de camarotes de proa.

A la cubierta superior se accedía por una escalerilla ubicada en el pasillo extremo de la nave.

En esta cubierta estaban ubicadas la clásica toldilla, botes salvavidas en sus pescantes, bancos de plaza, chalecos salvavidas , ventiladores, chimenea, y finalmente la timonera.

Desde la altura de esta cubierta, se tenía una panorámica extraordinaria del río y de sus costas y mucho más allá de los caminos de sirga, o mejor dicho espacios de sirga puesto que tales caminos nunca existieron.

Así se descubría que la vegetación tupida de las costas cedía lugar a los grandes espacios desmontados de los campos de labranza, y lo que antes pudimos suponer monte tupido, había sido tan solo la idea de algo que tuvo lugar mucho antes y en el pasado lejano.

El último nexo directo a Bs. As. que cierra este capítulo fue un buque motor importante llamado "Ciudad de Concepción".

La desaparición de los servicios fluviales, tuvieron su origen y final en los estremecimientos Socio - políticos y en una profunda depresión económica y también el deseo de encuentro de un acceso más rápido a la capital.

Así nacieron los servicios terrestres que no dieron más que una breve economía a los viajes de pasajeros y sí muchos inconvenientes.

En cuanto al Ferrocarril, ni el transporte terrestre lograron conferir a los viajes, tanto de los pocos de placer, sino por verdadera necesidad y que eran los más, no lograron, decía comunicar ni el encanto del río, ni su paisaje , ni su poesía infinita, que hacía ver las cosas lindas de la vida, mas lindas aun y las tristes menos tristes, por que los viajes en barco tenían alma y ángel, algo que ni el ferrocarril ni el automotor podrían tener jamás.

Perdidos ya, para la ciudad los servicios fluviales con el retiro del Luna con su pase al cementerio de los barcos en el río Luján, este vacío se llena con el advenimiento de las lanchas isleñas que no ofrecen ni mucha comodidad ni la debida seguridad en los viajes de travesía en esta zona del río Uruguay.

Uno de los últimos transportes que llenaba medianamente esta necesidad estuvo determinado por el "Ambrosoni ", pequeño barco de motor con reminiscencias del pasado.

Después otra vez las lanchas que hacían la carrera a Fray Bentos y más luego, nada....

Y las lanchas se fueron con el puente de un nuevo día que nos unió con el Uruguay mediante un corto trecho de camino.

Por sobre la obra imponente, contemplamos el abismo cubierto, el río vencido y muy abajo, barcos y lanchones de carga que remontan o bajan el río, entre los destellos del sol espejando el piélago.

Con los barcos de Mihanovich, también se fue una época y un estilo de vida de los integrantes de la ciudad, pero no solo eso, también se fue el Puerto, su actividad, sus ruidos, las casuarinas de la Colón, las victorias, un sello, una forma de ver la vida, de mirarnos con la naturaleza y de sentirnos.

CRÓNICAS INFORMALES

Carlos Lisandro Daneri

Gualeguaychú – Año 1998