Hace unos años, en una amable charla que mantuvimos con la señora Matilde de Elía respecto a las familias de García de Zúñiga y de Elía, le referíamos que teníamos un velo impenetrable respecto a Clara García de Zúñiga y los años siguientes a su separación de José María Suviría; los años conflictivos, de vivir en los estrados judiciales con ruidosos y escandalosos juicios.
¿Quiénes habían sido esos hombres que llegaron a esa alma -turbada por la sinrazón- y los hijos que nacieron en la ilegitimidad en ese Montevideo que se aproximaba al fin de siglo?
La respuesta fue que ella nos proporcionaría las fuentes necesarias para completar la biografía de Clara (1) y puso en nuestras manos la genealogía de Clara y demás integrantes de los García de Zúñiga, desde el primero que llegó al Plata como así el completo estudio que realizara Dora Isella Russell, bisnieta de Clara, sobre "Roberto de las Carreras", "el dandy hermoso", "el luzbel del Montevideo de fines del Siglo XIX".
Ello nos ha permitido desentrañar esos aspectos oscuros de una familia que poseyó una de las estancias más grandes, ubicada en lo que después fue nuestro Departamento de Gualeguaychú, la muy renombrada "Campos Floridos" de cien leguas cuadradas.
Singular personalidad del Montevideo finisecular fue este hijo de Clara García de Zúñiga.
Roberto había venido al mundo en una época de tenebroso drama familiar; Clara, su madre, había casado con el abogado y diplomático doctor José María Suviría en 1859 y de esa unión nacieron tres hijos: Isabel, Clara y Alfredo (2).
Separada de Suviría, los hijos vivían con los abuelos maternos en la Quinta "Las Duraznas" cercana a Montevideo, donde transcurrió la infancia de los niños.
Muerto el padre de Clara, el poderoso terrateniente Don Mateo García de Zúñiga en el año 1872, Clara comienza a mostrar signos de demencia, su vida se torna un torbellino de calamidades, ha unido su vida a Alberto García Lagos y de ese vínculo nacerá Rosa Sara (3).
Traspasada su alma por tanto infortunio, alejada de Doña Rosalía, su madre, asediada por los abogados que pululan junto a estas dos mujeres, por la inmensa fortuna que está en danza.
Clara es la única heredera, ya con un definido comportamiento de enajenación mental.
Es en ese tiempo que nacerá Roberto, el hermoso niño rico, que fue creciendo entre halagos, voluntarioso y egocéntrico, fruto de los amores de su madre con Ernesto de las Carreras Viana (4).
No se conoce una fecha cierta del año de su nacimiento, para unos fue en 1873, para otros 1875 (5).
Roberto será poeta y diplomático, un dandy bien parecido y llamativo, de rizos rubios, de elegancia petulante, que escribía versos eróticos en aquel Montevideo, que como dice Dora Isella Russell era todavía semicolonial.
Roberto cantaba así:
"A casi todos mi persona inspira
Una especie de burla cariñosa".
Se sabía negado y observado, por su sangre corría una heredad patricia, aunque por la vía ilegítima.
Su estirpe linajuda entroncaba con viejas familias de prosapia Virreinal; el genearca de la línea García de Zúñiga, Don Gonzalo, natural de Castilla, vino a América y se estableció en Buenos Aires como comerciante y adquirió grandes extensiones de campo en la Banda Oriental y en la Bajada de Santa Fe, hoy provincia de Entre Ríos (6), los de Alzaga y los de Elía, por la parte materna; y los Carreras y Viana por la paterna.