A cinco siglos de la incorporación de América al Hinterland europeo, la historiografía americana fortalece su espacio propio en el escenario de la historiografía mundial. Tarea nada fácil. Entre los relatos políticos y patrióticos, entre el azaroso ritmo institucional, la historia halla difícil en Latinoamérica encontrar su terreno propio.
Sin embargo, hombres y mujeres sensibles a los procesos que experimentan, han gestado una nueva ciencia histórica. Han reaccionado contra la concepción historiográfica fáctica, contra la historia del culto de los héroes, contra la diacrónica obsesión maniquea de la historia de los "jueces suplentes del Valle de Josafat".
Centrando su objeto en la comprensión de los hechos humanos como resultado de la integración de innumerables fenómenos, han puesto al hombre americano y a su compleja circunstancia monopolizando el objeto de la Historia, devolviéndole a la Ciencia Histórica y a la Historia Americana su dignidad.
Si hoy hablamos de una entidad llamada América, de una cultura americana cuyo sello es la diversidad. Si concebimos en el intelecto y la voluntad un mañana americano, es porque el historiador americano ha librado sus combates por la historia. Ha asumido el compromiso intelectual de rastrear la memoria colectiva de su gente, de toda su gente.
Ese historiador comprendió que sin problemas no hay Historia, pues el problema es el comienzo y el final de toda la historia. Plantear problemas y formular hipótesis son las dos operaciones imprescindibles de la historiografía. Como ésta es un hecho científico y, como tal es el producto del trabajo del investigador, no es algo "dado" al estudioso.
Hoy la historiografía americana comprende con sensible agudeza los problemas de la historia urbana, las incidencias de la conquista ecológica, sistematiza rigurosamente los métodos y técnicas de la aculturación durante el proceso de la conquista.
El historiador americano camina con solidez la senda sutilísima de la historia de las mentalidades, que es la historia de la fuerza de la inercia en las estructuras mentales, y apela a la semiótica avanzando a pasos agigantados hacia la interpretación simbólica de las culturas que interactúan en su espacio. Se aleja de las generalizaciones y pone su énfasis en la globalidad de lo singular.
La historiografía demográfica pone al descubrimiento los factores que inciden en la vida cotidiana, en los patrones de crecimiento y de fecundidad de su población.
No han escapado al análisis las transformaciones fisonómicas y psíquicas provocadas por las mutaciones alimentarias ni la urbanización como vehículo constructor de un nuevo orden socio político. Los estudios microeconómicos hoy nos permiten comprender la incidencia de la oferta, la demanda y de los mercados internos y externos en las transformaciones del sistema de producción americano; y el "valor" americano en el comercio de ultramar, su proyección manifiesta en políticas arancelarias, en las relaciones de intercambio, los aspectos monetarios y las políticas de cambio.
El historiógrafo ha identificado las variables inherentes al desequilibrio regional de América y de las fuerzas que presionan al quiebre de la unidad continental; de la misma manera que se ha preocupado por la particular percepción espacial del hombre de América.
El amor, las pasiones, el rol de los sexos, los sueños eróticos y la vida privada, son hoy un territorio explorado en el cual el hombre americano reafirma su particularidad. Esta historia es el fruto del aliento, de la "prepotencia de trabajo", de la sensibilidad y de la inteligencia de aquellos que, a diferencia de los fanáticos, saben que la historia es una necesidad de buscar y dar valor en el pasado a los procesos que preparan el tiempo presente, permiten comprenderlo y ayudan a vivirlo.
Esta historia, libre de eurovisión, vuelve nuestra atención hacia nosotros mismos, nos identifica con nuestro pasado y permite que desde "un lugar" miremos al mundo y a sus cosas.
Los combates por la historia son las labores silenciosas, los esfuerzos tenaces de decenas de hombres y mujeres, con un pasado y una historia personal y otra colectiva. A ellos, que comprendieron que la Historia es vida y la vida es acción, a ellos que honran la Historia y el oficio del historiador, gracias por acompañarnos en el esfuerzo por "descubrir América".