Huellas y Cantos
Al poeta entrerriano Guillermo Saraví, que dijo:
“Al canto para siempre se anudó mi destino.
En el canto resumo lo mejor que hay en mí:
con él doy testimonio de mi origen divino...”
Nació en el tajo de un interrogante,
como los ríos, como las ideas.
Viene de lejos, llena de horizontes
y un cansancio de siglos y de leguas.
¿Sabéis su historia? Como el río minuán
tendió su abrazo la entrerriana tierra
cuando en las nieves de la idea virgen
paróse el sol de la eternal belleza.
Y fue infinita como el Paraná
y fue criolla como sus riberas...
Una lira de oleajes y de ceibos
que en vez de notas le salmodia estrellas.
¿Sentís pasar su marejada enorme
a golpes de alas y de lunas llenas?
¿Sentís el alma del pasado errante
en su espuma de nívea cabellera?
¿Sentís el porvenir de un horizonte?
¿Sentís el torbellino de una idea?
El viento del futuro
abanica de espumas las riberas,
cual si quisiera despertar al tiempo
con su música nueva:
ayer una montaña y un deshielo;
hoy luchas de tormentas;
mañana el mar, y siempre lo infinito
prisionero en la tierra.
Siempre mirar la vida entre una cruz:
horizontes y alas que se quiebran.
Lo que viene de Dios, vuelve a la altura
hecho canción o nube o primavera.
Nuestro canto es así: alma y espuma,
barrancas y olas que el pampero encrespa
en la inquietud sagrada de Entre Ríos
de levantar al cielo su belleza.
Nuestro canto es el alma del terruño
que sube en las tremantes polvaredas
a mezclar con las nubes nuestra historia
de oración, de sudor y de epopeya.
Abrazo fulgurante de arco iris
que amarra de lo eterno las conciencias,
mensajeros de Dios, labios del Verbo,
somos un rayo de la aurora inédita
que sacude las noches de la carne
y hace erguir las cabezas
y siembra la nostalgia de los astros
en los ojos manchados por la tierra.
Somos eolia de la voz hermana;
todo nos cabe en las amantes cuerdas;
la voz de los que lloran,
la voz de los que esperan,
los que en la noche clavan sus preguntas
y mendigan al alba una respuesta...
¡Almas hermanas que no sois de aquí:
no cabéis ni en el tiempo ni en la tierra!
Como el jacarandá que se desflora
en generoso chaparrón violeta
para vestir de cielo
la desnudez del polvo, así el poema
que florece ante Dios vuelve a los hombres
para cubrir de cantos la tristeza.
¡Hijos del Paraná, ritmo de lomas!
El alma gaucha se nos sale afuera
para abrazar el pago en una estrofa.
Desde el Montiel al Delta;
del Uruguay charrúa pensativo
al Paraná minuán, una epopeya
que va cubriendo las cuchillas gauchas
con floración de historia en primavera.
Nuestro canto es así: terruño y cielo,
contrapunto de ceibos y de estrellas.
Cuando hay algo que nace... y algo muere
y el Tabaré interior se nos despierta
para vengar el crimen de lo nuestro
por manos extranjeras...,
y cuando el viento en su invisible poncho
arropa a las cansadas montoneras
y las cuchillas trotan a la carga,
embanderadas en su propia tierra;
cuando el zorzal en lengua de minuanes
discute su ostracismo a las sirenas
y no hay un nido para las calandrias
en los bosques de extrañas chimeneas;
cuando el hornero escribe en los teléfonos
su nota vieja en partituras nuevas;
cuando el pampero en recios torbellinos
nos transmite el mensaje de la tierra;
cuando el pasado en los ceibales rojos
nos grita su dolor en sangre nuestra;
... entonces el terruño
agranda el corazón, salta a la lengua,
y entonces aprendemos de los ceibos
a desangrarnos para la epopeya.
¡Cielo de Dios y tierra del Supremo;
contrapunto de lomas y de estrellas!
¡Quién pudiera juntaros en abrazo
de santo y de poeta!
Nuestro canto es así: marcha y altura,
una cuchilla más en nuestra tierra.
Nuestro recio laúd es de espinillo:
hosca altivez criolla por defuera
y una sonrisa de aromito adentro,
que es rezo y es vidala y es bandera;
y es violín religioso de Solano,
y es guitarra crucial de Santos Vega.
Nuestra ansiedad, como una flor de ceibo
con nostalgias de estrella,
se ha vuelto cardenal y se levanta
a hablar al cielo en nombre de mi tierra.
Vamos a Dios por huellas entrerrianas,
pulsando sus barrancas y sus selvas;
despertando sus voces milenarias
y humedeciendo tanta sangre seca:
prestando un alma al pajonal sonoro;
poniendo un ritmo a la olvidada letra
del narcisismo triste de los sauces
que pescan el pasado en la leyenda...
¡Payadores dolientes del terruño,
en dúo con vosotros mi amor reza!
Cielos de Dios y pagos de Ramírez,
contrapunto de ceibos y de estrellas:
¡quién pudiera juntaros en abrazo
de santo y de poeta!
Pbro. Luis Jeannot Sueyro
"Los versos del Cura Gaucho"