Por Andrea Sameghini
Buscar una relación de vida donde un hombre habitó, es una manera de descubrir presente, pasado y futura, es decir mostrarse en toda la dimensión de la personalidad humana.
Des viejas casonas unidas en el tempo y la distancia, prolongan en mudo testimonio el permanente recuerda de este benemérito sacerdote.
Nada las identifica, una cercana a la Catedral, la otra, sencilla y aislada en medio de la cuchilla próxima al Cementerio donde en una tumba de piedra su antiguo morador duerme el sueño de los Justos.
Me avecino a la casa de calle San José esquina Rivadavia ángulo N.E.
Si sus paredes hablaran mil recuerdos iluminarían mi visita, pero casi nada subsiste de la que fuera la colonial casa del padre Juan Carlos Borques. Vuelvo entonces mi memoria hacia los hijos de su espíritu los libros que escribió y los otros, de autores famosos que guardó como preciado tesoro durante su larga existencia.
En ellos está implícita su imagen, hombre de fe y pasión de historiador. Esa dualidad dio respuesta a su vida.
Así se fue formando su carácter, desde los lejanos días de Juventud en Colegio de la Inmaculada de Santa Fe (1), cuyos claustros señalaron el camino de la luz, hasta su encuentro en la celda franciscana con Fray Mamerto Esquiu (2), de quien fue su familiar, situación privilegiada que repercutió profundamente en su alma.
Recorro las habitaciones hoy desposeídas de todo aquello que antaño sirvió de mundo mágico a este uruguayo de nacimiento y entrerriano de corazón, yа по están ni la colección de documentos y libros antiguos, ni el organito a cilindro que le obsequiara el francés Lefebre, ni las sillas talladas de la época de las misiones Jesuitas, que con su visión de futuro llegara a la Biblioteca "Olegario V. Andrade y Museo del Instituto Magnasco; solo encuentro el silencio que ha caido como um manto bajo el peso de los años.
Continúo mi camino; la primavera anuncia en este invierno que va llegando su fin. Por un sendero amplio, inundado de sol, arribo a la otra casa, que sirvió de descanso en los años de su ancianidad.
Su Arquitectura sobria, denota la sencillez de quién la habitó, todavía sobreviven algunos de los arboles que supieron de sus palabras amenas, en las que vibró siempre como eje fundamental su inclinación a buscar los hechos históricos para volcar en sus libros ese caudal encontrado en su dilatadas horas de investigador, que le darían el merecido reconocimiento de ser llamado el primer historiador de Gualeguaychú.
Artículo publicado en el Diario "El Argentino" en fecha 25 de Mayo de 1974
Serie "Casa y Caserones" por Andrea Sameghini
Casa del Canónigo Juan Carlos Borques