Cuaderno Nº 44
Índice Temático
GUALEGUAYCHÚ, Domingo 17 de julio de 1994 CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 44
TONELADAS DE CARNE POR EL RÍO- Carga y descarga- Entre tormentas y bromas- El Puerto era una fiesta- Dos recuerdosEN URDINARRAIN NACIÓ LA BELLA BOMBA RUBIA ARGENTINA- Tilda Thamar - Tilda Thamar es un símbolo de VenusLOS HABITANTES DE LA MANSIÓN IV- Conversación con Juan Pablo Domingo- Entre Letras y Pinturas- El mueble ese desconocido- Aguijón ( Martín Adan)
TONELADAS DE CARNE POR EL RÍO
Fabián Magnotta
La carne faenada en el Frigorífico Gualeguaychú en sus décadas de esplendor, viajaba inicialmente hacia el puerto de Buenos Aires y desde allí se repartía por el mundo como una enredadera imponente, sabrosa y próspera.
Dice la historia que para el traslado de las toneladas de carne a la dársena porteña, la empresa utilizó tres barcos, cada uno de los cuales supo lograr y conservar vida propia. Para recordar aquellos años, que más que lejanos son irrepetibles, CUADERNOS reunió a dos hombres, Osvaldo y Ramón Ghiglia, que conocen algo acaso más trascendente para los tiempos que las fechas exactas: los secretos.
Eran otros tiempos. El Frigorífico Gualeguaychú tenía tres barcos y otro número mucho mayor llegaba en busca de la carne de primera calidad. El puerto era una fiesta, los muelles una primavera con brisas de bonanza.
La empresa adquirió el primer barco en 1931. Poco antes, habían llegado al país desde Alemania tres buques, que se denominarían Atahualpa, Cachalote y Faraón. Este último, de nombre importante, fue comprado por el Frigorífico y pasó a ser el famoso, legendario UNO.
El Barco, que llevaba la inscripción "Frigorífico Gualeguaychú N° 1", tenía una capacidad en bruto de 1500 toneladas y podía transportar hasta 600 toneladas de carne, para lo cual disponía de dos bodegas. Su calado era de diez pies, la eslora de 78 metros y la manga (ancho) de 11 metros. Sus dos motores de propulsión empujaron innumerables veces por el camino que une el puerto de Gualeguaychú con el de Buenos Aires.
El barco que llevaría el número DOS, sería menos ostentoso. Con capacidad de 143 toneladas y calado de ocho pies, se había llamado María Teresa hasta 1941, cuando fue comprado a un hombre conocido como "el gallego" Carballo.
Se lo utilizaba -por su tamaño y porque carecía de cámara frigorífica-para el traslado de subproductos tales como cueros, huesos, grasa, sangre seca; y cuentan los memoriosos que solía regresar a las aguas del Gualeguaychú con cargamentos de sal y mercadería para las proveedurías de la empresa.
En 1953 se compró el número TRES, que se llamaría Dr. Francisco Troise en homenaje al visionario veterinario uruguayo, hombre de físico menudo y mirada alta que se desempeñara como presidente del Directorio desde el inicio de la empresa. Ese buque que inmortalizaría un nombre, tiene -decimos tiene porque aún se desliza por ríos y mares- una eslora de 61 metros, una manga de 9,75 y una capacidad total de 1200 toneladas (300 de carne).
Ramón y Osvaldo Ghiglia, hermanos, de 68 y 66 años, respectivamente, pasaron no pocas jornadas sobre esos barcos. El primero trabajó 30 años, hasta 1977; el segundo 21, desde 1951 a 1972.
CARGA Y DESCARGA
Ambos fueron timoneles del UNO, barco que al igual que "el Troise" llegaba habitualmente, diríamos de memoria, al puerto de Buenos Aires, donde era esperado por imponentes ultramarinos italianos, ingleses, alemanes, suecos, noruegos, españoles, americanos. Fornidos operarios se encargaban allí de pasar de barco a barco la carne faenada sobre la costa del río Gualeguaychú.
"La descarga duraba cerca de cuatro horas, pero se extendía si el destino no era un solo buque sino varios", apuntan los hermanos Ghiglia.
"Los viajes desde Gualeguaychú a Buenos Aires tardaban doce horas cuando viajábamos en los dos buques grandes y un día en el barco chico", recuerdan.
"Salíamos de Gualeguaychú hasta el kilómetro 90, donde volcábamos a la derecha, hacia el Uruguay, y después tomábamos hacia el río de La Plata hasta la dársena porteña", añaden.
¿Cuántos viajes se hacían por semana? Generalmente tres, lo que hace pensar en la importancia que tenía entonces la empresa.
Ramón fue, en sus treinta años de horizonte de agua, el hombre de los mil oficios. Cinco años en la cocina, después contramaestre (dirigía la gente), timonel, patrón (capitán del barco) y baqueano (a cargo de la dirección técnica del buque).
ENTRE TORMENTAS Y BROMAS
El trabajo, más que rutinario, era tirano: no había descansos, ni feriados. Se salía con la carne para exportación, de día o de noche, con sol o tormentas, fuera jueves o domingos.
Sabían que la sonrisa de partida podría borrarse con malhumor del río de la Plata en el temido kilómetro 71, frente a Colonia; allí donde se sabe la ubicación pero no se divisa la orilla; allí donde la única compañía es el murmullo inestable del agua.
"Allí siempre había treinta o cuarenta buques a pique y de noche se ponía muy peligroso” , comentan ahora.
Una noche, los sacudones del violento río hicieron temblar al barco número dos, el más pequeño. Ramón pensó entonces mientras miraba el cielo sin muecas, que podía ser el final. "¿Tendré que quedarme aquí?", se preguntó en un instante de serenidad que le permitió la tormenta.
Afortunadamente, aquella incertidumbre terrible fue superada y hoy la puede contar, puede narrar la odisea minuto a minuto, puede confesar que se sorprendió rezando en silencio.
Sin embargo, como la moneda invariablemente tiene otra cara, la historia también encierra recuerdos felices, gratitudes, anécdotas graciosas.
Una vez, Osvaldo y Ramón quisieron hacer un obsequio al gerente del Frigorífico. Sabedores de que el hombre era un apasionado por los monos y aprovechando la relación que habían entablado con algunos embarcados europeos, consiguieron un simio.
En una noche de frío intenso y en un descuido, el mono que viajaba hacia Gualeguaychú hizo una travesura poco feliz que lo envió al río de la Plata. Los hermanos lo rescataron con esfuerzo y lo descubrieron tiritando.
No se les ocurrió mejor idea que aprovechar el horno del barco para depositar un rato allí al animal con el objeto de que se recuperara. Pero, para desgracia de ambos, se olvidaron del "náufrago" allí y se fueron a dormir. Al día siguiente, cuando el cocinero abrió el horno se sorprendió al encontrar un monito calcinado... Ahora la anécdota provoca una sonrisa, pero el gerente se quedó sin la gentileza de los Ghiglia y siempre ignoraría que estuvo a un paso de recibir otro mono de regalo para su colección.
¿Cuántas jornadas transcurrieron así, entre risas, rutina y temores sobre los ríos? ¿Cuántas toneladas de esa carne que ansiaban en Europa acompañaron desde el puerto, doblaron en "la boca" y tomaron hacia el corazón de la Argentina?
Después, los tiempos cambiaron. Las exportaciones decayeron, la empresa descendió de la cima y los barcos fueron alquilados y vendidos. Como una prolongación de los mejores días, un amigo y compañero de viajes, Bernardo Ferroni, siguió en "El Troise" para otra empresa; el UNO encontraría un final menos feliz.
Hace algo más de diez años, mientras navegaba desde Brasil a Montevideo (no ya para el Frigorífico) la niebla hizo que el histórico buque se atravesara en el canal de los vapores y un ultramarino griego lo dividiera en las aguas como se parte un ladrillo. No hubo víctimas porque desde el mismo barco europeo llegó el auxilio, pero en el fondo misterioso quedarían los trozos del recordado UNO, aquél que ayer nomás esperaban todos como un milagro cotidiano, aquél que el Frigorífico había comprado medio siglo antes, aquél que parecía que no dejaría nunca la inolvidable costumbre de regresar y cargar y regresar y cargar.
Así fueron pasando los años. Antes casi sin descanso, ahora con tiempo para la nostalgia, Ramón y Osvaldo Ghiglia vuelven a hermanarse en las historias y en las fotos que valen oro, como ayer se unieron por las partidas, las tormentas y el rumor de los motores que se confundía con la soledad enorme, la extraña hermosura del impenetrable silencio del río de La Plata.
Era cuando todavía esperaba el mundo esas toneladas de carne que cruzaban como felices pájaros de viento los ríos y los mares.
EL PUERTO ERA UNA FIESTA
Osvaldo y Ramón Ghiglia no dudan en manifestar que en los años cincuenta el puerto era una fiesta.
No sólo los buques del Frigorífico engalanaban con sus constantes llegadas y partidas la vista desde la costa, sino que el puerto trabajaba a pleno. Y hasta el río se mantenía dragado por las hélices de los buques grandes. Ramón Ghiglia se tomó el trabajo de anotar, en un cuaderno de apuntes, algunos de los nombres de los barcos que eran una maravillosa costumbre en el río Gualeguaychú.
Sol Argentino, Halcón I, Aicó, Tábano, Lázaro Giusto, Rápido, Gobernador Eduardo Laurencena, Colón, Aguaraí, Noruega, Luna, María Teresa, Comercio II, Juana Madre, Nicolás Ambrosoni, Crispi, Lasteña, Argos, Zelandia, Ana María, Copérnico, Brisas, Pastor, Swift, Cacique, Don Bautista, UNO, TROISE, Comercio de Gualeguaychú, Juan Antonio, Margot, San Martín, Holandía, Almirante Brown, Australia, Canadá, Batitú, Bermejo, Pavón, Cepeda, Salvador, Ciudad de Colonia, Madrid, Roma, Dorado, Ituzaingó, Tula, Reina Villegas...
La gente tenía entonces el hábito de ir al puerto, en busca quizás de una distracción o de algo que acaso roce la psicología: en los puertos suele esconderse un encanto eterno e indescifrable.
Existen fotografías que ilustran ejemplos contundentes. Corría el año 1939, cuando se inauguró en el Parque Unzué la cancha de Rácing Club. La gente esperaba una delegación del club homónimo de Avellaneda que llegaba en barco.
Trajes, sombreros, todo un acontecimiento en la ciudad. Las fotos son obviamente en blanco y negro, pero colores no le faltan.
DOS RECUERDOS
Los peronistas memoriosos recuerdan que uno de los barcos "grandes" del Frigorífico cumplió significativa misión en los años 50.
En Buenos Aires se iba a proclamar la fórmula Perón-Perón, formada por Juan Domingo y Eva Duarte. Era el 22 de agosto de 1951, día que para la historia política argentina quedaría como "el del renunciamiento", porque Evita declinó el pedido popular con la frase "renuncio a los cargos pero no a las ideas".
En esa multitud que cantaba por la fórmula Perón-Perón, había un grupo numeroso de gente de Gualeguaychú que había partido varias horas antes desde el puerto en uno de los barcos del Frigorífico, trasladando no sólo a obreros de la empresa, sino también a militantes y dirigentes de la ciudad.
Quizás porque fue el primero, el más grande o porque un día se supo con certeza que nunca más volvería, el UNO fue, de los tres barcos, el que más hondo caló en el sentimiento de la gente.
Extraemos algo que escribió Pablo Zuluaga para ese barco Número Uno.
"Largaste amarra y marchaste/con tu andar muy despacito/y la isla Martín Chico/te quería saludar/la Noventa al esperarte/parecía un monumento/y le pitaste a Fray Bentos y hacia otro rumbo tomaste".
EN URDINARRAIN NACIÓ LA BOMBA RUBIA ARGENTINA
Marco Aurelio Rodríguez Otero
TILDA THAMAR
Para mayo de 1991 la prensa de Buenos Aires difundía el cierre de una galería de arte y la custodia policial de su vidriera que exhibía un desnudo fotográfico (obra de 0,30 x 0,40 m de la artista germano argentina Annemarie Heinrich). La fotografía, del año 1949, tuvo por modelo a la actriz Tilda Thamar y fue inserta en "El espectáculo en la Argentina 1930-1970", junto a otras de Enrique Santos Discépolo, Eva Duarte, Alfredo Alcón, Blanca Podestá, etc.
Annemarie Heinrich fue acusada de exhibir obras obscenas, causa que, por varios días (como ocurre generalmente) conmovió a la opinión pública, para quedar luego en olvido.
En programa televisivo sobre cine argentino, hace un mes, se nos dio la oportunidad de ver comedias en que Tilda Thamar (pícara vampiresa de los años 40 y 50), sin calidad de mujer fatal "que se metía en la vida de los hombres para darles un momento de solaz y llamar la atención de las esposas desprevenidas"(l).
Matilde Sofía Margarita Abrecht, Tilda, nacida en Urdinarrain, Entre Ríos, tomó de su madre Martha, su apellido artístico trasponiendo sus sílabas y en la década del 30 incursionó en el cine argentino con cortas actuaciones que se afirmaron en 1941 con "Adolescencia" junto a Ángel Magaña.
Sucedieron una serie de films, Adán y la Serpiente, Todo un hombre, El muerto falta a la cita, Un modelo de París, No salgas esta noche, La señora de Pérez se divorcia, La hostería del Caballito Blanco, La casta Susana, entre otras. Para 1950 firmó contrato con Lumiton para filmar siete películas, pero según la misma Tilda Thamar lo declarara, luego de protagonizar "Novio, marido y amante" se exilió en París "pues Eva Perón dispuso que no filmara más en la Argentina"(2).
En Europa se casó con el conde Toptani. Volvió en 1955 para filmar La dama duende, La mujer desnuda y El festín de Satanás, entre otras. También trabajó en España y en Francia, alternando la actuación con la dirección de cortos y largometrajes en 16 mm. por los que mereció importantes distinciones.,
A la vez, dio cauce a su pasión por el dibujo y la pintura en la que volcó los objetos coloridos de su zona natal y de la Misiones que frecuentó acompañando a su padre Carlos Abrecht que explotaba yerbatales en el noreste argentino.
Casó en segundas nupcias con Alejo Vidal Quadras, un famoso pintor y viajaba a la Argentina asiduamente.
En 1979, en Galería del Retiro presentó exitosamente 33 telas; el crítico Walter Thiers de Agencia Telam, opinó que eran el resultado del “constante contacto con la agreste naturaleza del litoral durante su infancia y su adolescencia los que conformaron experiencias visuales que la actriz, pianista y pintora Tilda Thamar plasmó (…) donde sueños oníricos se conjugan con animales poéticos dentro de un clima surrealista..." (3); paisajes y elementos que ella declara eran de Misiones y del Urdinarrain de su niñez..
En 1989, nuevamente el nombre de la entrerriana mueve a la prensa del mundo. El 12 de abril muere en un accidente de tránsito en el sur de Francia, la bomba rubia del cine argentino, Tilda Thamar. Era hija de Martha Nichoerster y Carlos Abrecht; aquel alemán que procedente de la Selva Negra, radicó un Urdinarrain. Fue maestro de alemán, tenedor de libros y finalmente en 1925 abrió comercio de joyería, librería, casa de fotografía, discos y revistas… en la esquina de Doctor Silva y Presidente Perón. En 1950 cerró sus puertas.
TILDA THAMAR, ES UN SÍMBOLO DE VENUS
En 1960 era una mujer fatal, transparente frente a sus rivales.
Había una razón muy simple: era profesora de dibujo.
Un profesor de dibujo, aún en la Escuela de Bellas Artes de Buenos Aires, no ve en principio, la vida como Picasso.
La actual exposición de Tilda Thamar nos da la prueba. En toda su obra hay animales tan transparentes, frutas tan transparentes, flores tan transparentes, que parecen respirar.
Su exotismo de buena ley y sus frescas telas adornarían, estoy seguro, una sala, aún la más moderna.
Sobre el ala de sus pinceles, ella pasea su alegría en colores francos y sin embargo misteriosos.
Resplandecientes como una sonrisa.
Marcel Acharé (de la Academia Francesa)
TRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI – DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
Índice General de Cuadernos de Gualeguaychú
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