Adela Pérez Cheveste

Por Adriana Pérez Caballier y Fabiana Pérez Cattaruzza

Nació el 20 de marzo de  1907, en Mercedes, República Oriental del Uruguay, en el hogar de Ramón Pérez y de Agustina Cheveste, padres de nueve hijos: Jacinto, Luis, Waldo, Mario, Rosa, Dionisio Ramón, Rogelio, Adela y Juana Pérez Cheveste. 

Llegaron a Gualeguaychú en ocasión de escapar de  las consecuencias  sociopolíticas que  significó  la última  revolución  civil uruguaya,  a bordo de un vapor que los dejó en el puerto de esta pujante ciudad, a principios del siglo XX.

Su niñez estuvo marcada por experiencias de austeridad, sentido de familia y deseos de pertenecer y de retribuir gratitud a la comunidad que les abrió las puertas. Fue naturalizada argentina el 25 de septiembre de 1949.

La Escuela Nº 1 Guillermo Rawson acompañó sus primeros pasos en el inicio del arte. Allí desarrolló su habilidad natural para observar. Adela aprovechaba, ya desde  los nueve años, aquellas situaciones directas y cotidianas que  le  ofrecían  los  gestos  y  expresiones  naturales  de  sus  compañeros  y, posteriormente, de sus alumnos, como fuente de inspiración para los retratos con lápiz que luego mejoraba en la casa. Su afición a la cinematografía enriqueció su desarrollo autodidacta. Usó barro como material en  los comienzos de obras escultóricas.

Obtuvo el título de maestra normal nacional en la Escuela Olegario Víctor Andrade y depositó en su futuro como maestra  las expectativas de crecimiento personal, social y artístico.

Su primer trabajo docente  lo desempeñó a cinco kilómetros de  la ciudad de Rosario del Tala, Entre Ríos, en la localidad Las Guachas, como maestra y directora. Luego estuvo en la Escuela Nº 26 de Lucas González, en la Villa El Tropezón, donde también fue catequista a pedido del obispo de Paraná. 

Trabajos que implicaron su residencia en esos lugares, por lo que debió superar –en plena juventud– situaciones difíciles alejada de su familia.

Su  contacto  con  la gente de  campo,  especialmente  inmigrantes de diferentes nacionalidades, afanzó en ella la vocación de entrega (“... me hice amiga de esos seres desprotegidos,  los visitaba asiduamente, sobre todo, cuando los niños faltaban a clase, aprovechaba su hospitalidad para conversar sobre diversos temas, nuevos para sus escasos conocimientos”).

Su último trabajo rural fue en la escuela del pueblo Pastor Britos. Obtuvo luego el cargo de maestra en la Escuela Provincial Nº 44 López Jordán, para llegar después a la Guillermo Rawson, en la que continuó la carrera hasta su jubilación. En todos los establecimientos enseñó también artes plásticas y manualidades.

Su capacitación se vio enriquecida cuando recibió diversas becas del gobierno de  la provincia de Entre Ríos para  la “escuela de verano”, Universidad Nacional de Cuyo (años 1953, 1954 y 1955), donde se inició en el camino de la especialización en tallado y escultura; y en 1960, para cursar en la Escuela de Artes Visuales de Paraná. Además, a través del Instituto Magnasco, pudo asistir a centros de capacitación en Capital Federal.

En su modesto y primer taller de calle Chacabuco –ámbito donde a la vez enseñaba, creaba y  restauraba  imágenes y otros objetos–,  sufrió un accidente que le significó la pérdida progresiva de la visión: mientras restauraba una imagen de la Virgen María, un pedacito de yeso lesionó su iris, por lo que debió ser intervenida quirúrgicamente varias veces, situación que no le impidió seguir con el arte, el que desarrolló prácticamente al tacto en los años más fructíferos de su carrera. 

En el transcurso de su larga vida, dio relevancia al afecto de sobrinos y sobrinos nietos, quienes conformaron su familia cuando fallecieron sus hermanos. 

La  labor de Adela  sumó alrededor de 500 obras escultóricas –entre estatuas, bustos, monumentos y grupos escultóricos–, emplazadas algunas en diversos lugares privados y públicos del ámbito local, provincial, nacional e internacional.

Realizó exposiciones temáticas y recibió premios por algunas de sus obras en salones de la capital provincial y en Buenos Aires. Entre ellas se destacan: Monumento a la Madre labriega y La Maestra, Villa Elisa, Entre Ríos. Busto al General San Martín, en el Regimiento de Infantería Montes 30, provincia de Misiones. Busto del General San Martín, Colegio Nacional, Corrientes capital. Grupo escultórico “Madre, madre escuela”, Escuela Normal Superior Olegario Víctor Andrade de Gualeguaychú. Busto al General San Martín, en la cabecera del Puente Internacional que lleva su nombre. Monumento a la Madre, en el puerto de Concepción del Uruguay. Monumento a la Delfina y Busto de Tomás de Rocamora, en la misma localidad. Bustos de El Rincón de los Poetas, Plaza San Martín, Gualeguaychú. Busto a San Martín, en el serpentario de Gualeguaychú. Imagen de  la Virgen de Guadalupe, en  la ermita km 62, Ruta 14, Gualeguaychú.

La Maestra, grupo escultórico donado a la Municipalidad de Gualeguaychú, fue  la concreción del proyecto al que  la “Señorita Adela” –o  la tía Adela para su querida familia– dedicó sus últimos días. 

Su libro Tus manos entre mis manos, memorias, con textos y compaginación de Beatriz Carmona de Jurado, editado en vida de Adela, en 1997, refleja fielmente  su vida, obra y mensaje como el  legado que ella misma deseó transmitir a las generaciones de su querida ciudad.

En un reportaje dijo: “… tal vez no corresponda que yo les hable poniéndome como ejemplo, pero es  lo que siento. Quisiera que todos tengan el optimismo, la fe y la voluntad. Todas las etapas de mi vida han sido lindas y estoy feliz por eso. La felicidad está en uno, en todo lo que uno pueda aportar de sí mismo para lograrla. Eso es lo que deseo para todos”.

Falleció en Gualeguaychú, el 7 de marzo de 2001. La Municipalidad de  la ciudad, a modo de homenaje, bautizó con su nombre a una de las calles del Parque Unzué. 

Fuentes

Vivencias y testimonios familiares.

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