Vocación

¿Qué viste en la alborada de mi vida,

Rabí de Galilea,

que volcaste el misterio de tus ojos

en mi frente pequeña,

y me abriste llameantes horizontes

y el ansia enorme de una vida nueva?

¿Qué dejaste, Señor, entre mi barro,

que desde entonces reflejé una estrella

y hastiado ya del mundo,

soñé en altares, hostias y patenas?

Pasabas, Nazareno, por mis campos,

lo mismo qué en las tardes de Judea;

trepaste a las cuchillos entrerrianas;

te asomaste al rastrojo y a las glebas...

buscando quien alivie tu camino,

buscando un corazón que te comprenda.

Se irguió tu inmensidad en el terruño,

y yo te vi cual eras.

Me miraste en el alma aquella tarde;

te contemplé con infantil fijeza,

y al borde de tus ojos divinales

vi asomarse el abismo de tu idea:

“Otros surcos harás entre los hombres

y otras semillas verterás en tierra.

¡Fecunda los terrenos con mi sangre

y subirá hasta el cielo tu cosecha!

Tus dedos rozarán mi carne pura.

¡Toma mi Cruz y deja la mancera!”

Señor, mi alma de niño

no pudo comprender tu voz tremenda;

pero mis toscas manos

sabían de guadañas y de siegas...

y algo entendí de “las hinchadas mieses

que sin segar se quiebran”.

Y escuché en el rumor de las espigas

el grito de las almas indefensas.

“¡Sacerdotes!”, pedían los trigales.

¡Sacerdote seré!, dije a mi tierra.

Pbro. Luis Jeannot Sueyro

"Los versos del Cura Gaucho"

El Cura Gaucho