La Plaza Belgrano en Gualeguaychú es un espacio público con una rica historia que refleja el desarrollo de la ciudad hacia la zona oeste.
Su creación fue sintomática de una época de crecimiento para este sector, marcada por eventos como el paso del ferrocarril y el nacimiento del Hospital Centenario. El Hospital Centenario, inaugurado alrededor de 1913, es mencionado como una obra paradigmática de esa época que precedió a la plaza.
Los inicios formales de la plaza se remontan a 1935. En ese año, durante la intendencia de Don Pedro Jurado, el municipio adquirió los terrenos donde actualmente se ubica la plaza, entre las calles Paraná, Urquiza, Moreno y 25 de Mayo. Según relatos, antes de convertirse en plaza, en esa zona vivían "marginales y cuchilleros". Fue entonces que Jurado tomó la decisión de construir la plaza que albergaría especies autóctonas.
Un aspecto distintivo de la Plaza Belgrano es que, a diferencia de otras plazas de la ciudad, aún conserva el diseño arquitectónico original que le dio vida. La iniciativa de Don Pedro Jurado incluyó el respeto por los orígenes criollos de las especies plantadas. Toda su flora es autóctona, con árboles nativos de la zona de los bosques del Gualeyán, como espinillos, sombra de toro, arrayán, laureles, guayabo, coronilla y ceibos, entre otros.
En el centro de la plaza se encuentra el mástil, que posee particularidades históricas. Es el más alto de la ciudad y tiene la distinción de haber sido el mástil que izó la bandera argentina por vez primera en 1940. Se ubica estratégicamente en la plaza que rinde homenaje al creador de la insignia patria.
Además de su flora y elementos arquitectónicos, la plaza alberga un memorial viviente de un hecho histórico reciente. A los pies de un espinillo en la parte norte de la plaza, descubierto en diciembre de 2011 por miembros del Centro de Estudiantes en Baires, se encuentra una placa en homenaje a Orlando Luis "Lito" Raffo. Este espinillo fue plantado por su padre, Don Orlando Raffo, en su conmemoración. Lito Raffo era estudiante de arquitectura cuando fue secuestrado y desaparecido durante la última dictadura cívico-militar. El espinillo simboliza la eternización de su figura.
A pesar de su rica historia y la belleza de sus especies nativas, la plaza también presenta el deterioro de sus juegos, la falta de areneros y el desgaste de sus caminos internos, reflejo de la falta de inversión a lo largo de los años. No obstante, sigue siendo un enclave céntrico elegido por muchos. Es considerada una "testigo presencial de la historia de Gualeguaychú".