Isabel Méndez Casariego de Irigoyen (“Toto”)
Por Susana Mabel Lizzi
Hay vidas simbólicas que dialogan para siempre con el resto de los seres, por este motivo es necesario ponerlas en palabras, para que se propague como una medicina la idea de que una voluntad férrea, sumada a la poderosa fuerza del amor, son suficientes para llevar adelante empresas que dignifican y que se proyectan en bienestar común. Es el caso de Isabel Méndez Casariego de Irigoyen, más conocida como “la Toto”, de quien se ha dicho: “Para ella siempre todo era poco para dar”.
Esta figura ejemplar generalmente está ligada a la obra magnífica de la Guardería Nazareth, llevada a cabo por ella y por Delia “Lela” Martinelli de Bacigalupo. Sin embargo, la dimensión de Toto Irigoyen trasciende todo encasillamiento, porque desde muy joven supo embanderarse con causas relacionadas con la caridad, el amor al prójimo y la lucha por los humildes, para continuarlas a lo largo de su vida y traducirlas en concreciones exitosas, a pesar de los dolores que le infligieron las duras circunstancias que tuvo que sufrir. Grandes golpes esculpieron su temple, como la pérdida de su padre, a los 6 años, y la de su madre, un poco antes de casarse; el encarcelamiento de Daniel durante cuatro años y el fallecimiento de su hijo Horacio.
Había nacido el 29 de diciembre de 1921, en Gualeguaychú. Fue una de las dos hijas del matrimonio de Félix Humberto Méndez Casariego con la uruguaya María Isabel Rivas Ubios. Se recibió de maestra en la Escuela Normal y estudió francés. Tenía 21 años cuando contrajo matrimonio con Ricardo Martín Irigoyen, más conocido como “Patín”, con quien tuvo seis hijos: Ricardo, Horacio, Daniel, Isabel, Martín y Luisa.
Descubrió tempranamente su necesidad de hacer el bien y halló el cauce adecuado en la Acción Católica. En 1964, a través de Cáritas, comenzó su labor comunitaria en los barrios en la Fraterna Ayuda Cristiana. Luego, en el Centro San Ramón de Gualeyán, para ampliar la obra pastoral que organizara el párroco Juan Ángel Fiorotto. Más adelante, después de haber trabajado en Cristo Rey con el cura Varela, el padre González la envía junto con Aída Moreno para fundar Cáritas San Francisco, con el presbítero Luis Jeanot Sueyro. Ya en el año 1977, es designada directora de Cáritas Catedral San José, hasta mayo de 1998.
A la Guardería Nazareth le consagró sus desvelos y gran parte de su infinita energía, que se condensó en una lucha demandante de gran fuerza interior y profunda convicción de que la pobreza y la ignorancia son obstáculos que pueden vencerse si se trabaja con fe. Esta obra solidaria le valió numerosas distinciones. Por el servicio de la Protección de la Infancia, recibió un reconocimiento de parte de la Dirección Municipal de Cultura, el 27 de octubre de 1991. Dos días antes, el prof. Juan Ángel Berro, rector del Instituto Pablo Sexto, le había concedido la distinción que otorga el instituto por la labor asistencial y educativa que realizó con espíritu de sacrificio, dedicación
y perseverancia en favor de innumerables niños. Más adelante, recibió la medalla que otorgó el Congreso de la Nación a mujeres destacadas en el ámbito nacional como protagonistas históricas en la consolidación de la democracia y, en 1995, la Comisión Diocesana de Liga de Madres de Familia le entregó una plaqueta por su dedicación cristiana en Guardería Nazareth.
Aunque de frágil figura, toda ella era firmeza y convicción. Fue capaz de alzar en brazos a chiquitos ajenos que la miraban con ternura confiada, arreglar su ropa, llenar tazas con la leche humeante ante ávidos ojos, sin descuidar su inmensa tarea como esposa y madre. Se organizó de tal modo que podía cumplir con todo. “La recuerdo como una madre presente”, asegura su hija menor, Luisa. Pero su afán de ayudar trasponía las puertas de su hogar: su objetivo primordial era asistir a los desamparados, especialmente a los niños, brindarles contención y atención integral para lo cual no la arredraba ninguna incomodidad.
“La Toto todavía sigue ayudando”, rezaba el título de una nota en el diario El Argentino, publicada el 20 julio de 2003. En ella, Fabián Magnota, además de dedicarle un poema, le otorgaba los bien ganados títulos de “abuela, juez de Paz, médica y asesora espiritual”.
Su fallecimiento, el 29 de septiembre de 1998, es la prueba de que mujeres así no nos abandonan nunca. Su obra se proyecta en los cientos de chicos que vio crecer. La biblioteca que lleva su nombre hoy sigue contribuyendo a la formación de jóvenes alumnos. Su nombre tiene una dimensión que enorgullece a sus hijos y a nuestra ciudad, que sigue demostrándole su gratitud considerándola un ejemplo que se debe imitar.
Fuentes
Diario El Argentino, “La Guardería Nazareth celebró sus bodas de plata”, Gualeguaychú, 29 de julio de 2003, p. 3.
Irigoyen, Luisa, entrevista personal, 2009.
Martinelli de Bacigalupo, Delia, entrevista personal, 2009.
Obispado de Gualeguaychú (2007). Consultado en julio de 2009. Disponible en: http://www.obispadogchu.org.ar/
Radio LT41 AM 660 (2008, Gualeguaychú, Entre Ríos). “Todos trabajan con mucho entusiasmo”. Consultado el 17 de julio de 2009. Disponible en: http://www.radiolt41.com.ar/
Isabel Méndez Casariego de Irigoyen (“Toto”)