Celebraciones

El culto católico fue desde los principios de la villa, no sólo tradición, sino fé de los pobladores, fe transmitida por generaciones y arraigada firmemente.

Tal así, que desde los albores de la patria, en la constitución primigenia figura formando parte de nuestro acervo.

También aquello de que el presidente de la Nación debía de ser católico para ejercer la mas alta magistratura de la Nación.

Era lógico que un país de raíces hispánicas abrazara y defendiese esta posición, en donde la mayoría pertenecía al credo cristiano.

El primer lugar donde se celebro el santo oficio en la villa de San José de Gualeguaychú, fue en la esquina de las hoy San José y Urquiza, exactamente donde se encuentra el cine palma, allí había un rancho y ese era el templo.

Esa manzana era el primitivo cementerio, que después fue trasladado al Hospital Centenario y mas luego al lugar que hoy ocupa, Cementerio Norte tal su designación.

La iglesia funcionó en ese lugar, hasta que el padre cura se negó a seguir celebrando misa en un rancho, así es que en dicho predio tiempo después se erije una construcción de material, que primeramente sirve a los fines de templo, y cuando estuvo terminado el definitivo, paso a ser casa parroquial. Al frente y hasta su demolición, ostentaba en su frente la cruz de hierro que marcara donde era la vieja Iglesia.

La parroquia de San José, fue desde siempre el centro de evangelización y catequesis de la numerosa feligresía de cuando era una villa y luego una ciudad mayor.

Los gruesos muros del templo comenzaron a levantarse y cuando estos habían alcanzado la altura de un metro, por falta de fondos, estuvo paralizada la construcción por algún tiempo, y los chicos de la zona se daban cita para sus juegos en dicho lugar.

La parroquia, igual que en todos lados y en ese tiempo, tuvo gran importancia además de lo que significo en el marco espiritual, pues se efectuaban las anotaciones sobre nacimientos, bautismos, casamientos y defunciones, actas que tenían valor como documentos públicos y a falta de otra autoridad, allí se requerían las constancias para justificar la identidad, hoy, aun ya a fin de siglo, estos testimonios siguen vigentes para aquellos casos de que se trate de acreditar la identidad, por supuesto de aquellas personas anotadas en esas circunstancias y que no figuraron en los posteriores registros civiles, por que no existían.

Los grandes festejos eran los 25 de Mayo, y los 9 de Julio, especialmente el primero y esto lógicamente en lo que se refiere a las celebraciones civiles.

La jornada del 25 de Mayo, comenzaba a la salida del sol, y esto se anunciaba con disparos de bombas de estruendo, mediante un mortero que se ubicabas frente al municipio, pero también en una época se usaban los viejos cañones del combate de la isla Libertad, apostados a cada lado de la puerta de entrada, que eran cargados por la boca con pólvora y atascados con papel y trapos, se encendían por los "oídos" donde asomaba una breve mecha.

Los estampidos despertaban el pueblo anunciando un nuevo amanecer de la patria.

La bebida de rigor era el desayuno con chocolate caliente, tan caliente que quemaba hasta los dientes y que se bebía en la intendencia por el intendente y sus empleados, tras los disparos de bombas y cañonazos.

La plaza San Martín era y fue el centro de las conmemoraciones patrias.

A eso de las diez de la mañana en la parroquia de San José, tenia lugar el Te Deum con asistencia de civiles, militares y autoridades de la ciudad. Tras el oficio venia el desfile de efectivos acantonados en la ciudad, que primeramente estuvieron dados por la "Guardia Nacional" y después por lo que fuera el regimiento "10", ese querido y recordada "10 de infantería", por todo el pueblo de aquel tiempo.

La plaza era embanderada profusamente y en las columnas de luz se instalaban escudos con sendas banderas entrelazadas, escuelas y colegios de toda la ciudad, rodeaban el monumento ecuestre del padre de la patria, el General don José de San Martín, nuestro máximo héroe.

El publico y las autoridades entremezclados acompañaban a la banda del regimiento, cantando a coro y enfervorizados, la canción patria.

Después de escucharse las palabras del orador de turno, una niña de alguna escuela recitaba con verdadero sentimiento una poesía alusiva.

En muchas circunstancias y esta era una de ellas, se apersonaba a las casas de familia, a veces uno y hasta tres guitarreros, y en los zaguanes, sin previo aviso ejecutaban con maestría marchas militares y otros sones del terruño.

Terminada la ejecución, se abrían las canceles, los propietarios agradecían la serenata y agregaban una propina.

El recorrido de los guitarreros abarcaba toda la jornada, la cuál finalizaba ya bien caído el día.

No pasaban tanques, ni Carriers, ni Unimog. por que no habían.

Únicamente cañones en sus cureñas tirados por la caballería; Infantería con todo su equipo a la espalda y cocinas de campaña con sus servidores; La caballería montada y la banda.

El pueblo agolpado en las esquinas, participaba del desfile militar y un chico estaba soñando con reproducir la parada con sus soldaditos de plomo.

Estaba cayendo la tarde y el sol comenzaba a ocultarse.

Era el fin de la jornada.

Los cañones de frente del municipio volvieron a dejar oír su voz y el eco recorrió todos los confines del pueblo.

Mas, la celebración del día no se había cumplido totalmente aún, faltaban los dos broches finales con los que cerrarían los festejos.

Ellos eran la velada de gala, función que se celebraba en nuestro primer coliseo, la cual termino siendo el Cine Teatro Gualeguaychú.

Y la Recepción de Gala del Club Recreo Argentino.

La función de gala, era algo especial dentro de los festejos de la ciudad, asistían a el las mas altas autoridades Civiles, Militares y Eclesiásticas.

El Teatro estaba engalanado con escudos y banderas en los frentes de palcos y columnas. Damas y caballeros lucían hermosas vestimentas y colmaban palcos, plateas y cazuelas.

Afuera sobre el balcón largo sobre la calle lucían con orgullo una serie de banderas argentinas.

Los militares vestían un uniforme de gala y guantes blancos.

El acto comenzaba con la ejecución del Himno que se escuchaba de pie y ejecutado por la orquesta estable del teatro.

Luego de finalizado este, una cerrada ovación de los presentes constituían el corolario a la canción patria.

El espectáculo que se presentaba eran compañías prestigiosas de la capital, mas tarde fueron suplantadas por grandes producciones cinematográficas.

El cambio de costumbres, fue poco a poco restando brillo a los fastos, la orquesta desapareció y fueron los discos los encargados de transmitir a la sala, la canción patria.

Ya no había uniformes de gala, ni caballeros y damas luciendo sus hermosos y correctos atuendos.

A eso de las 22 horas, se abrían las puertas del club para comenzar a recibir a sus asociados, sus familias e invitados especiales y entre estos las autoridades de la ciudad y jefes y oficiales de la unidad destacada en la ciudad.

Los concurrentes eran esperados en la puerta del Club por el mayordomo, quien se les solicitaba la tarjeta que los acreditaba como invitados.

A los presentes en el Club se los agasajaba con una excelente cena servida en su amplio comedor de la planta alta, y luego un baile de gala en el salón de fiestas del club, amenizado con músicos pertenecientes a destacadas orquestas locales.

Los nueve de Julio, se realizaba un almuerzo en la planta baja, con iguales característica, pero más informal.

El Primero de Mayo, aniversario de fundación del Recreo, era otra fecha para la celebración.

Y hablando del Club, prestigiosa Institución de la ciudad, cada fin de año, es decir el 31 de Diciembre, celebraba el "reveillon" en el cual se despedía al año viejo y se recibía al que se iniciaba.

Era habitual que en esta fiesta, cena y reunión danzante, se presentaba en sociedad a las niñas que cumplían 15 años.

El Recreo segundo club Social de la República, el primero lo fue en importancia el Club Progreso, no fue ajeno tampoco a la recepción de altas autoridades de la nación, tales como el presidente, General Agustín P. Justo.

Luego del Te Deum oficiado en la parroquia de San José, se traslada la comitiva a pie por la entonces calle chile, y luego breves metros por 25 hasta la sede del club, donde los visitantes son agasajados.

El grupo era encabezado aparte del Presidente Justo, por los máximos dirigentes de la institución, el Escribano Alfredo Garbino (H) y el doctor Zabala Carbó.

En los días de carnaval de antaño, el club realizaba un baile de disfraces para sus asociados y familias, el cual era muy comentado por la calidad de los disfraces presentados.

El Recreo conoció épocas de brillo y esplendor, desde aquellos días en los cuales, la araña del salón de fiestas era iluminada con gas, y la sociedad del lugar se daba sita allí, cuando en los días de fiesta, damas y caballeros venían accediendo a la planta alta, por la gran escalera alfombrada de rojo, mientras Camilo, nuestro viejo Camilo seguía en la puerta recogiendo tarjetas.

Tenia la ciudad, otros festejos marcados en rojo en el almanaque, eventos religioso que parecían estas concatenados.

Comenzaban silenciosamente el 7 de Noviembre por la tarde; Por lo general a las diecinueve horas, entre otros lugares, en la parroquia San José.

El 7 de Noviembre no era una fecha marcada en rojo del calendario, la marca estaba en cada corazón creyente, que entonces eran muchos.

Se trataba del mes de María, un suceso de fé de carácter extraordinario.

Un mes entero en el cual la parroquia desbordaba de fieles, escaños, naves laterales, todo para rendir homenaje a María, madre de Dios.

Flores blancas, calas y gladiolos, vestían de fiesta al templo.

La nota tocante de cada uno de esos 30 días estaba dada al iniciarse el acto, por la entrada de una doble fila de niñas vestidas de blanco portando las flores que dejarían al pie de la virgen; Un grupo de chicas mas pequeñas que encabezaban el conjunto, portaban alas en sus espaldas y entraban cantando ... Venid y vamos todos con flores a María .. que madre nuestra es ...

Y no se faltaba un solo día de aquel mes para recibir las bendiciones con que se cerraba el acto.

El mes de María desemboca en el 8 de Diciembre, precisamente el día de María y en el cual era tradicional la celebración de la primera Comunión, otra gran jornada espiritual en la cual la Iglesia se encontraba de " bote a bote.

Era por lo general una mañana luminosa, una mañana de cristal diría tal la diafanidad observada desde dentro y fuera del templo.

Las chicas vestían totalmente de blanco y los chicos de azul y camisita de cuello volcado y con gran moño en el brazo.

Terminado el oficio, los de primera comunión pasaban a la casa parroquial donde les esperaba servida una taza de chocolate.

Luego los chicos y chicas salían a llevar recordatorios a familiares y amistades.

Estábamos yá por el segundo Domingo de Adviento, así que pronto seria Navidad.

El pueblo todo trasuntaba un aire festivo.

Los comercios de librería exhibían para la venta, arbolitos de Navidad de pluma de ganso, cajas con globitos y tiras de lameta plateada, porta velas y velitas de cera en colores, para adornar el árbol, figuras de yeso y de papel massé, niños dios de cera, es decir todo para armar el retablo navideño.

En muchos hogares se hacían pesebres que podían visitarlos quiénes quisiesen, uno de ellos estaba ubicado en las esquinas de Urquiza y Pellegrini, en la gran sala con sus ventanas abiertas, la gente podía verse desde la calle, la bubólica escena que se ofrecía a su vista.

En efecto, a todo el largo de la sala, montado sobre una plataforma se desarrollaba el Belén, pastores con sus majadas venianse aproximando desde un bosquecillo, simulando atravesar lagos y arroyos conformados por espejos, donde nadaban patos y simulaban beber algunos animales; Mientras en un costado emergiendo de pinos, un árbol de Navidad con todos sus adornos, globitos y lameta plateada dominaba ese ángulo del retablo que se encontraba mas a la derecha, y se destacaba entre una gruta hábilmente construida con un papel salpicado con pintura que imitaba el color de la piedra.

Una escena estática, que a pesar de su estatismo daba impresión de movimiento, tal el realismo que se había logrado.

Lo mismo sucedía con otras casas de familia que exhibían sus belenes, y en infinidad de hogares se realizaba este culto privadamente, pero el eje central estaba dado por el nacimiento o retablo.

Cada uno lo armaba de acuerdo a sus medios y ese era el verdadero, tal el sentimiento cristiano.

En la iglesia de San José, se disponían el retablo, al pie del altar mayor, con el tiempo, este sufrió distintos cambios y

metamorfosis, desde aquellos reales y pacíficos pesebres ideados por san francisco como belenes vivientes, hasta los días en que ya va quedando atrás, en los cuales, una corriente surrealista o existencialista permisiva y tolerante en extremo, se va apoderando de ciertos jóvenes estamentos directrices, al punto de deshechar lo tradicionalmente aceptado, y convertirlo en un aquelarre de irreverencias, presentando al sagrado niño tirado sobre bolsas y con un neumático de tractor por cabezal, y todo ello a la entrada del templo.

O como cuando se lo presento al pesebre con figuras, siluetas mejor dicho, de telgopor.

La noche por excelencia era el 24 de Diciembre, noche buena, en la cual las familias de la grey preparaban sus mesas para recibir el Cristo con serena alegría, cada uno a su manera, solo bastaba un trozo de pan dulce y a veces una copa de sidra, y rodeando la mesa, la familia unida.

A las doce (24), las campanas de San José, se echaban a vuelo, los silbatos de las locomotoras y de los vapores en el puerto y los molinos; Anunciaban el nacimiento esperado, soñado largamente, mientras el cielo era surcado por luces multicolores y las ristras de cohetes chinos ponían su nota ruidosa en las calles del pueblo, y las luces de bengala pendiente de las ramas de algún arbolito en la vereda dejaban escapar múltiples estrellas blancas.

Después era la paz de la noche estrellada y silente que todo lo iba inundando, era la noche de paz y de amor, que se repetía año tras año, por que ya era la Navidad.

Los primeros esbozos turísticos se van dando por estas fechas, en la ciudad con la llegada por el río, de algunos yates, unos arribando al puerto y otros al incipiente Club Náutico.

Solían allegarse los visitantes a las misas de las 10 o 10.30 y se les reconocía por su ropa casi informal pero correcta.

Estos arribos también sucedían y de la misma forma, para los días de semana santa.

La semana santa es fin y es principio.

Termina en la pasión y comienza con la resurrección.

El domingo de Ramos, era un día festivo, era la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, aclamado por la multitud, pasaba entre palmas y olivos.

En la iglesia se repartían gajos que eran bendecidos al comienzo del oficio y luego con ellos se marchaba en procesión por el interior del templo.

En los días siguientes, esa alegría del Domingo de ramos se iba diluyendo y ese era el sentimiento predominante en la ciudad.

El Jueves Santo caía sobre el pueblo un manto de tristeza, el sermón de la montaña.

El Viernes santo completaba el cuadro de pesadumbre, la ciudad parecia desierta y en el templo las imágenes estaban ocultas con un velo al igual del altar mayos, con un enorme cortinado.

Pero, finalmente llegaba el sábado de gloria y previas las Letanías el velo se corría, apareciendo el altar mayor totalmente iluminado e irrumpía la música del Organo.

Desde ese momento la tristeza de días anteriores desaparecía y todo recobraba el ritmo anterior, y finalmente llegaba el Domingo de Pascuas.

Pascua de resurrección.

Mucha agua ha pasado bajo los puentes desde entonces, se han reformado algunas cosas y cambiado otras, pero es el mismo espíritu cristiano, el que sigue prevaleciendo aun, no quizás como entonces, es posible que no, pues para comprender aquel clima del espíritu, es lógico que debimos vivir ese tiempo, pero así fue San José de Gualeguaychú.-

Hace ya casi 70 años, llego a Gualeguaychú Don Enrico Vercelli, un Italiano que venia, por encargo, a instalar el gran órgano de la Iglesia Catedral de Concepción del Uruguay, y terminado este, fue interesado para realizar otro similar en nuestra parroquia, así que concluido el trabajo, se traslado a nuestra ciudad para efectuar su construcción, pero con una diferencia, el nuestro fue íntegramente hecho en Gualeguaychú, cada pieza, cada tubo, cada pedalera, es obra de ese gran artista que se llamo Enrico Vercelli.

En el año 30, quedo inaugurado oficialmente este hermoso instrumento, con un concierto dado en la Catedral y en el cual participo como violinista, el eximio Maestro Luis Quaranta.

Aquí debemos recordar a Luis Rossi, quien fue organista durante mucho tiempo y de su valia como tal lo da el hecho de que la firma Lotermoser importadora de un impresionante órgano para el teatro opera de Buenos Aires, no lo podía instalar por que no había quien lo entendiese.

El órgano en cuestión se exhibía en el local de Lotermoser y pasando Rossi por el lugar, entró a verlo y luego solicito permiso para ejecutar algo en él, entonces le dijeron que no había nadie quien lo pudiese hacer.

Rossi sin decir nada, se sentó, coloco los registros en el lugar correcto y ejecuto varios temas de jazz.

Cuando terminó, fue calurosamente felicitado y salió del local contratado como organista del cine.

Así eran los de Gualeguaychú.

CRÓNICAS INFORMALES

Carlos Lisandro Daneri

Gualeguaychú – Año 1998