La Diócesis del Litoral

El pronunciamiento del General Urquiza en contra de Rosas vino a empeorar la situación de la iglesia en Entre Ríos y Corrientes. Rosas interceptaba toda comunicación y el vicario que sucediera a Monseñor Medrano, debía renovar las facultades a los delegados eclesiásticos, pero no podía hacer llegar el conocimiento de sus órdenes a las autoridades de estas provincias. Más aún, Rosas llegó a prohibir que se transmitiese a las provincias la noticia del fallecimiento del obispo de Buenos Aires. La situación no podía ser más conflictiva, sobre todo en el litoral.

Estamos frente a una nación que es gobernada por caudillos, los cuales se autoproclamaban patronos del pueblo y también vice patronos de las iglesias, invocando derechos como la creación y construcción de templos y la designación de sus sacerdotes. Los gobernadores estaban convencidos de que eran soberanos sin ningún límite, decidiendo hasta en la reglamentación del toque de campanas. En el caso de Entre Ríos se llegó a prohibir la entrada de congregaciones religiosas en la provincia.

Así se entiende también que las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, que dependían de la Diócesis de Buenos Aires, gobernada por Rosas, se resintiera aún más las disciplina y la organización eclesiástica. A pesar de los esfuerzos de los delegados eclesiásticos de cuidar todo esto, la región se convirtió en refugio de los religiosos indisciplinados que no vivían en sus comunidades y obedecían a sus superiores, e incluso que no compartían las ideas de Rosas.

Algo parecido ocurría con el clero secular, que a veces carecía de costumbres edificantes y que eran protegidos por los caudillos, enemigos del Restaurador.

Este era el ambiente en donde se creó la Diócesis de Paraná. Para remediar la incomunicación que Rosas provocaba en Buenos Aires, el General Urquiza se dirigió a Salvador Ximénez como Cónsul Pontificio de Montevideo, para obtener del Papa una oportuna solución. Ximénez vivía desde 1848 en Gualeguaychú, en donde ejerció también el oficio de marmolero y escultor.

Para 1854, Urquiza obtiene del Delegado Apostólico en Río de Janeiro, Monseñor Viera, que nombrase un Pro Vicario Apostólico para dar la confirmación en las provincias. Eligiéndose al Delegado Acevedo para esta tarea. En 1855 el Gobierno Nacional en congreso de Paraná gestiona la creación de la diócesis, presentando a la Santa Sede a Monseñor Acevedo como su candidato a obispo.

Roma procedió con calma y nombró a Monseñor Marini como Delegado Apostólico ante el gobierno en febrero de 1858. Entre las amplias facultades con la que contaba, tomó la decisión de desmembrar las provincias de la Diócesis de Buenos Aires. Ahora Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes conformaban un vicariato apostólico, nombrando para dicho cargo a Miguel Vidal. En el archivo parroquial tenemos un original que se enviaba al párroco, anunciando la creación del vicariato.

Acevedo había fallecido hacía poco y se obtenía de Marini el nombramiento ante la Santa Sede del Doctor Juan del Campillo para que continuara las gestiones de la creación de la nueva diócesis.

En 1859 se creaba la Diócesis de Paraná, siendo su primer Obispo el riojano Gabriel Segura y Cubas. Como secretario y por algunos meses lo acompañaría el célebre sacerdote franciscano Mamerto Esquiú.

El primer Obispo de Paraná falleció en 1862. En marzo de 1865 se crea la Arquidiócesis de Buenos Aires dejando de pertenecer todas las diócesis de argentina a la Arquidiócies de La Plata – Charcas (hoy Bolivia). Ese mismo mes se designa Obispo de Paraná a José María Gelabert  y Crespo, quien realizaría tres visitas pastorales a la Parroquia San José de Gualeguaychú.

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Pastores según el corazón de DiosEl ministerio sacerdotal en la Parroquia San José de Gualeguaychú (1766 - 1905)

Pbro. Mauricio Landra

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