Romance del Llamado

En el cincuentenario de mi llamado al Sacerdocio, 11 de abril de 1931.

A la querida memoria del Padre José Schächtel,

que guió mis pasos al Seminario de Paraná.

“El Señor me llamó mientras yo iba tras el ganado. Y díjome

el Señor: Ve a profetizar a mi pueblo” Amós 7.15

Señor que te acompañaste

con hombres rudos de pesca

y eternizaste caminos

en campos de Galilea,

un hijo de tierras criollas,

porque es tuyo, se te acerca.

Las chacras del Gualeyán

también sintieron tus huellas.

En una tarde de abril

yo deschalé en tu presencia.

Sentí pasar algo enorme

por entre las chalas trémulas

y en una espiga vi abrirse

mi porvenir: alma, Iglesia.

“¡Sígueme!” Lo dejé todo

crucificado en tu idea.

Me llevé sólo el milagro

de tu súbita presencia.

El mismo que ayer araba

hoy te desangra un poema...

Hasta el cardo da una flor,

que es la oración de mi tierra.

Estas manos campesinas

que alzarán la blanca ofrenda

tienen callos de guadañas,

tienen unción de manceras,

tienen rasguños de talas,

tienen viento, tienen selva.

Por eso tienden al Cielo:

ya están cansadas de tierra.

Aquella frente mendiga,

que siempre pescaba estrellas

en los ríos de la noche,

hoy es una enredadera

que en el tronco del pasado

pone un tajo de flor nueva.

Aquel diálogo sublime

del charco y la luna llena.

El niño que hablaba a Dios

sin palabras en la lengua,

con terrones por preguntas

y con flores por respuestas.

Mañanas, pájaros, nubes;

un horizonte, una huella.

Yo era un eco de esa vida

y un diapasón de mi tierra.

Un sacerdote de todas

las distancias y presencias.

Dios bajaba un sol al mundo.

Yo le subía una idea:

compraba su Eternidad

con un canje de monedas.

Aquellos días de niño

parece que hoy renacieran

y me aromaran el alma

de carcajadas traviesas

que eran criollez de espinillos

y eran candor de azucenas.

Vienen a desenredarme

del ñapindá de tristezas,

como yo hice tantas veces

con descarriadas ovejas,

(el recuerdo es un pastor

que al fin siempre nos encuentra).

Señor de ayer y de siempre,

mi pasado se te acerca

para decirte: el futuro,

¿será temblor de manceras?,

¿será carpida de surcos?,

¿será pastoreo de ovejas?,

¿será buscarte en el sol?,

¿será encontrarte en la melga?

Señor: no pido un milagro;

pero lo hiciste en la Cena.

Transubstancia mi pasado

en redención de mi tierra,

Señor, que salvaste al Mundo

con hombres rudos de pesca.

Pbro. Luis Jeannot Sueyro

"Los versos del Cura Gaucho"

El Cura Gaucho