El Royal

1923 - Diciembre

Ya existía en esa fecha el Royal, un pequeño café enclavado en el corazón de la city, bar y confitería, calles Urquiza y Santiago Díaz. Derudi y Toni, la sociedad.

Café y billares, y también por Santiago Díaz una fila breve de mesas con paño verde acojinado y tacitas de bronce embutidas para depositar las fichas del juego de cartas que suelen practicar los parroquianos que se reúnen allí, tras la jornada de labor; No mucha luz, como en la mayoría de los negocios de aquellos tiempos.

Puerta en la ochava, y por Urquiza una vidrierita y otra puerta de acceso al local, piso de baldosa roja y en un corte de una pared interior, un mostrador de madera, la caja y en un extremo la maquina del express con una hilera de pocillos recostados a la cenefa del techo del artefacto.

El exterior, paredes rosadas, un viejo y descolorido rosado.

La calle empedrada y en algunas veredas, acacias de oriente.

Enfrente, por calle Díaz, la librería, casa de óptica, e imprenta de Máximo Chichizola.

En la cochera, un sedan Ford "T" de dos puertas, al medio de la carrocería., esta descansado sobre tacos que lo separan del piso para que no se perjudiquen los neumáticos.

Frente al mismo y por Urquiza, la sastrería de Neder, y haciendo cruz la casa del doctor Marchini.

Diciembre del 23, Día de la Virgen, segundo domingo de adviento, ya es la tarde luminosa cayendo lentamente, mientras los rayos del sol se abaten sobre la ciudad con la intensidad del verano.

La vidrierita nos deja ver las yemas quemadas rodeadas por cabello de ángel, los merengues gigantes y los postres de bizcochuelo, en medio de botellas de licores, sidras Sagardúa y algunas de champagne Veuve Clicot o el popular vermout Glauda, Carabanchel u 8 hermanos, todo ornamentado con auténticas tiras de lameta plateada, por que esta cerca la Navidad.

El café Royal, contaba con fabrica de masas y postres y demás exquisiteces que salían de su horno.

Al principio de los años 30 es modificado totalmente, y aquí aparece nuevamente la mano de Paúl Tack, el reformador, que convierte aquel lugar obscuro en una joya del arte moderno, un neo francés simple de lineas sugestivas, con sendas amplias vidrieras, gran portada en la esquina, losas voladas, puertas laterales, y mantiene ese color rosa fuerte en su frente, mientras que columnas y contramarcos de puertas y ventanas, terminadas en medio punto, y los cornisones quebrados de las vidrieras son blanco intenso.

Se transforma así el viejo Royal que ahora en su esquina tiene un gran cartel rojo, que por las noches se ilumina destacando las cinco grandes letras de su nombre ROYAL.

Con el tiempo la primitiva firma, ahora encarada por solo uno de los socios, vende a Laborde Hermanos el fondo de comercio.

Con cariño quiero recordar a Rivero, Riverito a Piquet y Chichizola los "mozos" de esta confitería que desapareció físicamente luego de ser vendida al Banco Comercial del Este, para levantar allí su sede, cosa que nunca se concretó, quedando un baldío por muchos años y que luego se reconstruyó, no precisamente el Royal, sino una serie de locales bajos.

Una de las característica de esta nueva confitería fue la modalidad de las tertulias después del almuerzo, que hacían los estudiantes del secundario ya sea del Nacional o Normalistas, se estilaba el juego de los telegramas que se enviaban de una a otra de las mesitas y finalmente se concretaba un animado baile tempranero con la animación musical de un tocadiscos de gran tamaño, colocado sobre un tablado para la orquesta que actuaba por las noches en fines de semana.

El viejo Royal del segundo tiempo era luminoso a toda hora, pues por sus amplias vidrieras sin escaparates, la luz penetraba a raudales en el amplio recinto, y por las noches la iluminación interior le hacia tracender al exterior como un verdadero diamante.

Estaba ubicado a cuadra y media del teatro, de manera que a la salida de las funciones era punto de cita obligado para tomas un café en rueda de amigos o de familiares que habían asistido a la función.

Fue el Royal, un lugar de encuentros. Cada hora del día, tenia sus parroquianos fijos y el del cliente apurado que solo se detiene para tomar su café y luego continua su trajinada mañana.

O el que se sienta junto a la vidriera y mira pasar sin ver la vida de la calle, esa vida que se va transformando casi sin que lo advirtamos.

El Royal fue grande hasta el final, hasta el día en que cerro sus puertas, cuando Laborde Hermanos compraron el local de la ex Botica de Félix Fontana, para transformarla en un edificio de dos plantas, abajo el café y confitería y arriba el salón de fiestas.

Luego de esto el Royal no se abrió más y los propietarios del inmueble decidieron la venta del hermoso edificio.

CRÓNICAS INFORMALES

Carlos Lisandro Daneri

Gualeguaychú – Año 1998