ANTONIO JOSÉ MONTE BLANCO EN ENTRE RÍOS
Este es el doctor español que en la Villa de Concepción del Uruguay comienza la vacunación “poniendo a sus hijas” en primera fila, como para animar a los demás. Ellas fueron, con su buena salud, la mejor propaganda que corrió de boca en boca. Tres frascos y dos vidrios habían llegado en la lancha “Pandora”.
Con el apoyo de las autoridades, desde el Virrey Sobremonte hasta el Alcalde, el facultativo decide pasar a la Villa de Gualeguaychú. Tres soldados lo custodian y le ayudan; la campaña tiene mucho de aventura, de conquista. En Concepción del Uruguay pidió al Párroco José Bonifacio Redruello que en las misas alentara a los asistentes; esta acción dio buenos frutos.
Con el sostén religioso, militar y científico, Monte Blanco está en Gualeguaychú en los meses de noviembre y diciembre concluyendo para la Navidad. Aquí le llega desde Montevideo una nota estimulante del Virrey. Pronto le comunica que el vecindario ha quedado totalmente vacunado.
Para el 27 de diciembre de 1806 Monte Blanco y “sus huestes” se disponen vacunar al pueblo de San Antonio de Gualeguay. Aquí, no resulta tan fácil:
“Una comisión de curanderos faltan a la obediencia y perjudican (…) y los jueces lo tapan y usurpan esto al Rei su servicio, amas espero de V.E. (el Virrey) el permiso de poder usar el Hávito militar, qe. le soi amante y parece que me corresponde, por mi comisión (…)” (1)
No obstante los inconvenientes con que tropieza el Dr. Monte Blanco, la Primera Campaña de Vacunación Antivariólica en las tres Villas gemelas, ha sido cumplida.
A pesar de ello, la falta de continuidad en tal asistencia y los prejuicios de la población ignorante dejan paso a sucesivos avances de la viruela.
Por el Censo de Entre Ríos de 1825 contamos en Gualeguaychú, 744 personas vacunadas entre las 1353 registradas. Destacamos que, uno de los ocho ítems que cubre es el que corresponde a si está vacunado o no. Esto habla de la importancia que se le otorga al asunto. (2)
Lamentablemente, aún a fines del siglo XIX la viruela sigue siendo un azote del que nuestra prensa hace comentarios. Leemos en 1887: