Gregoria Robustiana Issouribehere

Primera poetisa entrerriana

Por Delia Reynoso de Ramos

Dice Mario César Grass sobre Gregoria Robustiana Issouribehere: 

Hasta ahora se había adjudicado a Josefina Pelliza de Sagasti, nacida en Concordia al 4 de abril de 1848, el singular blasón de haber sido la primera poetisa que asomó al Parnaso entrerriano.

Reivindico tal honor para Gregoria Robustiana  Issouribehere, nacida en Gualeguaychú el 24 de mayo de 1846 y fallecida en la misma ciudad el 1 de enero de 1933. 

Nacida así dos años antes que la poetisa concordiense, escribe sus primeras composiciones en 1864, esto es, cuando aquella no había aún iniciado sus actividades poéticas, lo que ocurre recién, según su erudito biógrafo don Benigno Martínez, en 1865.

Primera, pues en edad y en iniciación literaria, con respecto a la señora Sagasti y no habiendo noticias de que antes de ellas alguna pulsara la lira en el solar de los Ramírez, corresponde en justicia, considerar a Gregoria Robustiana Issouribehere como la primera poetisa entrerriana en orden cronológico. (…)

De niño oí  referir en  familia que Gregoria Robustiana había escrito en su juventud inspirados versos, mucho de los cuales vieron la luz pública en periódicos de la época. (…) El Primero de Mayo, diario jordanista, al comentar  la  bendición  de  la  bandera  del  batallón Gualeguaychú,  que comandaba el jefe político Coronel José O. Fernández, y al hacer la crónica del acto dice: “Y por último una hermosa niña mandó unos preciosos versos” (49).

Esa niña era Gregoria. 

Fue su padre don Pedro  Issouribehere, vasco francés nacido en 1818, y su madre, Juana Borrajo. Por línea materna, Gregoria pertenecía a las familias fundadoras de Gualeguaychú, pues su madre era descendiente de Agustín de León, precursor de Rocamora y primer alcalde  regidor de  la Villa San José de Gualeguaychú.

La poetisa pasó su niñez y su juventud alternativamente en Gualeguaychú y en el establecimiento de campo heredado por su madre en el distrito Costa Uruguay: “… y es allí, como  se ha dicho, donde están  fechadas  la mayor parte de sus poesías”, señala Grass, quien continúa el relato de su vida de esta manera:

El fallecimiento de su madre, ocurrido el 9 de julio de 1871, la aleja de toda actividad social, ennegreciendo su espíritu con un pesar inextinguible que se advierte en su obra poética. El recuerdo de la madre ausente satura, como se verá, sus mejores composiciones. Es como una obsesión de la que no pudo liberarse nunca. La muerte de su padre, ocurrida 21 años después, el 9 de junio de 1892, cuando Gregoria Robustiana ha colgado definitivamente la lira, concluye de apartarla del mundo. Con su hermana Carmen vivirán hasta la senectud, haciendo vida de enclaustradas que solo alteran en efímeros viajes a la estancia de El Sauce o en furtivas escapadas a la misa de la parroquia hasta que los años y los achaques propios de la edad hacen ineludible el voluntario retiro. No se vería más la figurita mustia de Gregoria Robustiana, arropada siempre con el hábito de la Virgen de los Dolores, deslizarse suavemente, bajo las naves de la Iglesia San José para acercarse al Tabernáculo (...).

(...) dijimos que el dolor por el fallecimiento de su madre se trasunta en sus versos. Veamos la composición publicada en El Liberal de Montevideo, a que se hizo referencia, titulada “La Campana” y que está fechada el 2 de noviembre de 1871, esto es, el día de los difuntos inmediato a aquella pérdida irreparable:


Tu música es muy triste, es un lamento,

Eterno “adiós” de despedida amarga,

El último suspiro que se exhala.

Cuando el cuerpo se separa del alma.

¿Por qué temblando me parece llega

El eco de su música a mi oído,

Y siento que el corazón que se estremece

Con ese melancólico sonido?

 

Es que el sonido tuyo me recuerda

A la amorosa madre que he perdido

Y de mis ojos se desprende el llanto

Por sensación de pena producido.

Doblando estás: tu fúnebre lamento

Parece que me parte el corazón.

Me parece que el aire en movimiento

Al choque del metal dice: “dolor”.

¡Cesad, campana! En tus clamores tristes

No aumentes más mi pena y mi dolor

¡Ah! No ceses, ya sé lo que me dices:

 “Ven a orar por tus muertos a tu Dios”. 

49   Entre Ríos, publicación de la Asociación Entrerriana General Urquiza, Nros. 147-148, Buenos Aires, marzo-abril de 1947. 

Fuente

Hemeroteca Biblioteca Sarmiento. Aporte de compilación.

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