Rogelio

A la querida memoria de mi entrañable

amigo y sobrino, Rogelio Jeannot.

Porque te fuiste callado,

estás en nuestro silencio,

como en la luna está el sol

con sus últimos reflejos.

Como está la primavera

en cada ala y cada pétalo.

No nos dejaste del todo:

más vivo que ayer, más nuestro,

tu presencia nos impregna

como perfume de incienso.

Estás en plaza Belgrano,

brotando en cada cantero,

tu lugar no está vacío,

hay flores, niños y juego.

El fiel amigo de todos,

sonriendo, siempre sonriendo.

Tu alma grande no cabía

en tu porte tan pequeño

y se volcaba a raudales.

por tus ojos color cielo.

Como Schiller, comprendías

que “la vida es un espejo”

que llora si vives triste,

que ríe si estás contento.

“Cosecharás lo que siembres”,

nos dice el sagrado texto.

Y sembraste a manos llenas

la alegría de ser bueno.

Se oscureció el barrio Oeste

ese amanecer de invierno.

¡Qué frío en todas las almas!

¡Qué resplandor de misterio!

¡Qué campanazo de alerta:

¡“ni el día ni hora sabemos”!

Solo estuviste en la muerte

como ante el toro el torero,

pero hoy, más juntos que nunca,

todos los que te queremos,

“Chiqui” y... la barra de siempre,

con “Tachi”, Silvio y “El Negro”.

No nos dejaste del todo,

te quedaste muy adentro.

Rogelio: todas las noches

le pedimos al Eterno.

que te asomes a una estrella

-sonriendo, siempre sonriendo-,

y nos vuelques tu alma buena

por tus ojos color cielo.

Pbro. Luis Jeannot Sueyro

"Los versos del Cura Gaucho"