Cuaderno Nº 203

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GUALEGUAYCHÚ, Domingo 4 de marzo de 2001CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 203
El paso del trenCABO CEYBERO, el auténtico cultor
CVADERNOS en EGB (Por Silvia Razzetto de Broggi)24 - UNA BLANCA CASA COLONIAL

El paso del tren

Nati Sarrot

Fotografía de 1888 sacada desde -aproximadamente -25 de Mayo entre Perón y Pellegrini hacia el S.O. (Estación del FFCC)

En 1887 se comienza a levantar el edificio de la Estación del Ferrocarril de Gualeguaychú. Ese año, el Gobierno provincial recibe el primer tramo de la línea de "El Central Entrerriano"(Paraná-R. del Tala), que más tarde se unirá con la que saliendo de C. del Uruguay, la buscará para atarse en el nudo estratégico de Basavilbaso.

Para ir hasta la Capital de Entre Ríos, nuestros viajeros deben combinar el servicio de la diligencia "La Unión" que los dejará en Rosario del Tala, para, desde allí tomar el tren que los conduzca hasta Nogoyá o Paraná. Desde Gualeguaychú, saliendo a las 4 hs. tomará dos días y, teniendo en cuenta el tiempo y la comodidad de los vagones, era un viaje para no desperdiciar.

En 1888, en un sitio de cinco cuadras de frente por casi tres de ancho, se ve desde lejos la flamante Estación con sus construcciones anexas, sobre una gran superficie descampada. (ver fotografía)

El 27 de octubre del 1889, gente de la ciudad y el campo vive una conmocionante alegría con el ingreso de la primera locomotora, acto que le augura progreso para la zona. Recién en 1890 se regulariza y completa el servicio de trenes.

Las tierras cortadas por el cruce de las vías parecen lejanas del casco de una Gualeguaychú, que aún se aprieta contra el río y permite el holgado paso de ese monstruo negro de hierro.

No es por mucho tiempo, la ciudad se estira hacia el oeste. Y, en 1913, la Municipalidad ordena cercar en un ancho de 7,30 m. y en largo que enmarque el paso del tren, desde la Estación hasta el cruce con calle Jujuy, con alambrada que abriría sobre calles: Paraná, del Valle, Doello Jurado, Andrade, 25 de Mayo, Urquiza, Colombo y la misma Jujuy. Así se evitarían accidentes y se aseguraría la circulación de coches, animales; que las personas tenían tránsito lateral y preferente, ingresando al coto, previo trasponer un molinete que empujaban con las manos o con el cuerpo si las traían ocupadas.

Más de un chiquilin lo soñó calesita, haciéndolo girar colgándose por los brazos o por las piernas, de su cruceta. Si a veces, desafiando el miedo, resistían en su posición, para ver bien de cerca, el inescrutable movimiento de las ruedas de la locomotora, y oír, hasta quedar sordos, el silbato atronador conque pedía le dejaran su camino libre.

CABO CEYBERO, el auténtico cultor

En estos días en que se ha tenido a bien y con justa razón, festejar los noventa años de la significativa existencia de EL ARGENTINO, nos resulta oportuno traer al relieve historicista, coleccionable, de Cvadernos, una figura de la cultura profunda del reciente pasado de Gualeguaychú, que supo crear un personaje tipo de la auténtica estirpe paisana, o mejor gauchesca, del sur de nuestro Departamento.

Conforme al título, nos estamos refiriendo al CABO CEYBERO, esa respetable expresión vernácula de don Arnaldo Saturnino Rodriguez Lapalma.

Don Arnaldo fue un respetable amigo de don Nicolás Montana y del doctor Pedro R. Bachini, en su momento directores próceres de este matutino.

Nació en esta ciudad el 29 de noviembre de 1891. En su mocedad ingresó al personal administrativo del Establecimiento de campo "San Luis" de don Saturnino E. Unzué. Contrajo enlace con doña Laura Evangelina Otero, matrimonio que tuvo cinco hijos, el menor de ellos Marco Aurelio, hoy jefe de redacción de Cvadernos de Gualeguaychú.

La mayor parte de su vida laboral, lo identificó como a un funcionario policial de primer orden: austero, honesto, tan abocado como severo. Por tales funciones estuvo radicado en diversos distritos del departamento, siendo muy señalada su celosa actuación en Gilbert.

Acendrado lector, se distinguió por su buen decir y su particular interés por la historia local, regional y nacional, como así también por la poesía. 

Así dejó a sus hijos una colección bibliográfica tan amplia como rica en la selección, donde no faltaba la producción literaria universal.

Arnaldo S. Rodriguez 

Tras los trágicos sucesos del uno de mayo de 1921 en Plaza San Martín, por disposición del Superior Gobierno de la Provincia le tocó despedir en el cementerio local los restos del sargento Urriste. Con su disposición para la lectura y la redacción, fue un constante colaborador de EL ARGENTINO desde la propia fundación por Nicolás Montana.

Fue don Arnaldo miembro fundador de la Comisión de Lugares y Monumentos Históricos de Gualeguaychú, en cuya representación despidió sus restos en el Cementerio del Norte, el 2 de junio de 1961, la doctora Silvia Vela. Fue también miembro activo de la entonces Cámara Municipal de Alquileres; miembro fundador de la Mutual de Jubilados de la Provincia para el Seguro de Vida, hasta el momento de sanción de la respectiva Ley 3011; miembro fundador de la Asociación Tradicionalista "Fray Mocho".

EL CABO CEYBERO

Es indudable que la figura de Arnaldo S. Rodríguez cobró ponderable proyección popular con su creación del inolvidable personaje, realmente telúrico, el CABO CEYBERO, que se manifestaba a través de sus cartas a la Sección ¡Buen Día! de EL ARGENTINO. La primera de ellas apareció el 8 de julio de 1953, dirigida a "Señor del Buen Día". 

Tuvo tan simpático acogimiento en el director del diario y sustentador de dicha Sección, el doctor Bachini, quien le trasmitió públicamente sus plácemes y lo invitó a proseguir con las "misivas", abordando temas de actualidad como en la primera que planteaba el desamparo oficial provincial para con sus servidores jubilados. 

Agudo observador, el doctor Bachini, asumió de inmediato la graciosa manera absolutamente gaucha o paisana, de protestar o de revelar inquietudes y sucedidos en el pago ceibero, especialmente esos graciosos acuerdos y desacuerdos del Cabo con su comadre Atanasilda, junto al rancho de las cuatro estacas.

El inspirado poeta y dramaturgo uruguayo, Yamandú Rodríguez, en sus visitas a Gualeguaychú le manifiesta a don Arnaldo su complacencia por el acertado testimonio folklórico de su cabo Ceybero.

Fueron 191 cartas ("misivas al Sr. Del Buen Día"). La última, el 19 de febrero de 1961, poco más de tres meses antes de su repentino deceso, el uno de junio. Una tardecita gris en día de Corpus Christi.

CVADERNOS

en 

EGB

24

Por Silvia Razzetto

de Broggi

UNA BLANCA CASA COLONIAL

Visible apenas se ingresa a la Plaza San Martín desde el Este. De líneas simples y sobrias, es testimonio material de doscientos años de vida comunal.

Dibujo de Aurelio: Esquina de San José y Rivadavia.

 Cuando en 1783 Rocamora plantifica San José de Gualeguaychú y reparte solares entre los vecinos, el cuarto de manzana situado en los actuales calles San José y Rivadavia, ángulo noroeste, corresponde a Don Agustín José de León. Antiguo poblador de tierras al sur del río Gualeguaychú, padre de numerosa familia y cabildante recién electo, promete al Fundador edificar casa de muros sólidos, frente a la Plaza Mayor.

 Su hija, doña Ramona de León contrae matrimonio con el español don Josef Borrajo. El está asociado a don Andrés Doello; pueblan campos realengos al sur de la villa, comparten actividades y beneficios derivados de la ganadería. Ellos deciden construir residencia en el pueblo. Albañiles experimentados inician la obra en 1801. Levantan casa de una sola planta, con gruesas paredes exteriores de ladrillo cocido e interiores de ladrillo crudo, asentadas en barro y techos de madera dura y paja. 

Formando ángulo recto se dispone esquina, sala y dos cuartos con puertas que abren a un patio con jardín y aljibe. Las ventanas que dan a la calle son bajas, con postigos de madera y sin vidrios. Separada de esta construcción está la cocina de palo a pique embarrado, una pieza para servidumbre de igual material, la letrina y la huerta con árboles frutales. Todo el solar cierra con palo a pique de ñandubay.

 Es la nieta de don Agustín de León, Petronila Borrajo, quien elige esa vivienda para instalarse. Se ha casado con don José Antonio de Haedo. Los nuevos moradores realizan refacciones: colocan ladrillo en el piso de la habitación del medio; blanquean con cal las paredes, revocadas con mezcla de barro y estiércol; levantan postes de ñandubay en la vereda; destinan la esquina para salón comercial y abren puerta a cada calle.

 La prosperidad familiar se manifiesta en el diseño y en la calidad de los elementos constructivos: molduras y cornisa para la fachada; rejas, gárgolas, bocallaves, hachuela, con dinteles y umbrales en madera dura.

 Fresca y luminosa en verano; las ventanas sobrecubiertas con guardapolvos en arco, amortiguan la entrada de ese polvo seco que se arremolina en las calles, por falta de lluvias. Pero en los húmedos inviernos, ¿cómo protegerse del intenso frío?. Veamos; las puertas interiores tienen una disposición que evita las corrientes de aire. No hay estufas ni chimeneas de salón, entonces se usan braseros de hierro. El brasero es una cavidad cuadrada, redonda, hexagonal que se llena con brasas de la cocina; está sostenida por tres o cuatro patas pequeñas y posee asas laterales para su traslado. Da calor a los que están cerca. Si la habitación no es ventilada, el monóxido de carbono provoca problemas respiratorios que pueden ser fatales.

 Como puertas y ventanas se cierran por el frío, las piezas deben iluminarse temprano. Para ello se utilizan velas de sebo, de fabricación casera, en candelabros de varios brazos, candeleros y palmatorias; para mantener la llama viva, se corta el pabilo quemado, usando tijeras despabiladoras. También encienden lámparas de aceite, colocadas en lugar seguro.

 Esta sólida construcción, semejante a un fortín, preparado para la defensa y el ataque, si es necesario, tiene en la vereda candiles y faroles alimentados con grasa de potro, señalando el camino a los transeúntes nocturnos.

 En Buenos Aires y Montevideo se construyen en esta época, casas de una y dos plantas con las mismas características arquitectónicas.

La casa de Haedo

*Para ampliar, sugerimos la lectura de: La casa de Haedo. Gchú. Andrea Sameghini. Editorial de E. R. 1988. Cvadernos Nº: 108- 109- 113-115- 116- "Vivencias de antiguos detalles"- Aurelio Gómez Hernández. 1997.- Cvadernos Nº 29- 62-72- Notas de Nati Sarrot.

Visitar la Casa de Haedo, Museo de la Ciudad desde 1987, y observar elementos constructivos.

INVESTIGACIÓN Y TEXTOS. Nati SarrotJEFE DE REDACCIÓN: Marco Aurelio RODRIGUEZ OTEROREDACTOR INVITADO: Fabián MAGNOTTACOLUMNISTAS: Silvia RAZZETTO de BROGGI - Carlos M. CASTIGLIONEAurelio GOMEZ HERNANDEZ
Digitalización: Museo "Casa de Haedo" :  Natalia Derudi - Danilo Praderio - Pilar Piana - Marianela Muñoz.Edición y OCR del texto: Patricio Alvarez DaneriTRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI - DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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