Cuaderno Nº 79
Índice Temático
GUALEGUAYCHÚ, Domingo 7 de Enero de 1996 CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 79
ENTONCES, LA FIESTA DEL PUERTO PARECÍA INTERMINABLE (Fabián Magnotta)- El Puerto- Protagonistas- Desplazamiento y reemplazosCAPILLA GÓTICA (Antonio Romero Frávega)AROMA A HELIOTROPOS (Nati Sarrot)
LOS HABITANTES DE LA MANSIÓN IV (Edición Impresa)- Entre Letras y Pinturas (Carlos Castiglione)- Platería, un culto universal - Aguamaniles y Jofainas- (Aurelio Gómez Hernández)
ENTONCES, LA FIESTA DEL PUERTO PARECÍA INTERMINABLE
Todavía la máquina “no desalariaba” al hombre
Fabián Magnotta
El puerto de Gualeguaychú mostraba en las décadas del ’30, del ’40 y del ’50 una actividad que cuesta imaginar hoy. Desfilaban barcos, changarines y hombreadores; los galpones eran depósito de riqueza. Parecía que esa fiesta de trabajo no terminaría jamás. Por varias razones las cosas cambiaron.
CVADERNOS rescata pinceladas de esa época, en diálogo con tres protagonistas de esas jornadas, con el propósito de que el agua del olvido no los inunde a ellos ni a su tiempo.
EL PUERTO
Por esos hombres endurecidos de callos en interminables jornadas de trabajo, pasaba una parte de la riqueza del país. A la luz de las necesidades de Europa en guerra y más tarde en la posguerra exportaba carnes, cereales, oleaginosas, harinas, aceites y derivados de la actividad agrícola-ganadera.
Instalado sobre la margen derecha del río, el puerto de Gualeguaychú poseía un muelle de 200 metros de largo para navegación de cabotaje, galpones para almacenamiento, guinche móvil para carga pesada y depósito para inflamables. Constituía una vía de descongestionamiento para la producción regional favorecida por la cercanía con el puerto de Buenos Aires.
En ese marco, en la ciudad de finales de la década de 1930 y hasta mediados de la década del ’50, el puerto era una fiesta del trabajo. En el entorno, se había generado un importante movimiento comercial, activado por la instalación de almacenes de ramos generales, agencias de navegación, fondas, bodegones, galpones, astilleros.
Marineros, carreros, capataces, estibadores, changarines fueron protagonistas de aquellos días. Barcos y barcazas arribaban al puerto, permanecían un día o el tiempo que hiciera falta para cargar y luego zarpaban. Los marineros preguntaban cuándo había que partir. Descendían, saludaban y desaparecían, aunque no era tan difícil encontrar en las cercanías a esos personajes sedientos y enamorados que no pocas veces dormían con quien podían, sin destino ni mayores pretensiones que agotar la vida en un instante.
El sol todavía era un espía cuando alrededor de los galpones se formaban largas filas para hombrear bolsas. Los hombreadores cargaban en sus curtidas espaldas las pesadas bolsas que disponían en los galpones y transportaban a los barcos. Desde esos depósitos iniciaba el trayecto ferroviario que pasaba por las barracas de Goldaracena y las del Molino Harinero; normalmente se cargaban vagones que partían hacia el norte.
La actividad portuaria iniciaba a las seis de la mañana. A veces se trabajaba “de 7 a 7”. Ni el invierno, ni el verano, ni la lluvia detenían el movimiento que finalizaba al atardecer.
PROTAGONISTAS
En ese escenario se cruzaron por años Pedro Cuti Balbuena, Chorolo Siri, Alberto Beto González, Lino López, Colmillo Pérez con su carrito, Lucio Muñoz, Ocampo, Chupete Rojas, Vicente Urriste, Ramón Ojeda, Pepe Rey, Perro Aguilar, Pacheco, Cleto Cepeda, Manolo Ríos, Fermín Terra, Alvaro y Colo Siri, los hermanos Arapey, Beto García, Eduardo Pire, el Negro Gómez, Custodio Flores, los hermanos La Rosa, Juan Carrizo, Navidad Petisco, Benedetti, Icardi, los Odriozola, Lípoli, Juan Bernatta… Unos eran carreros, otros changarines, otros estibadores.
Pedro Balbuena tiene 76 años. Se levanta a las cinco de la mañana “porque me quedó la costumbre deesos tiempos” :
“Todos teníamos apodo… No se salvaba nadie… No hice plata, pero hice bolsadas de amigos… Todavía recuerdo a Colmillo Pérez con su carrito, o a Lucio Muñoz, que todas las mañanas llegaba con un chiste nuevo.
Muchos no están. Están descansando. Yo trabajé como estibador desde el ’45. Empecé en la Cooperativa Arrocera. Estibaba por día una pila de sesenta bolsas de arroz.
Se trabajaba a toda hora. Había mucho movimiento. El puerto nunca volvió a ser así.”
Alberto Pedro González- Beto- tiene 72 años. Fue carrero y estibador.
“Empecé con el carro de mi padre. Fui carrero y estibador. Iba desde el Molino hasta el puerto, cinco o seis viajes por día. Nos cruzábamos cien carros en la calle Nogoyá, actual Goldaracena. Le digo más: la Nogoyá era una de las mejores calles, porque la Del Valle era un barrial… Había que estar a las seis en el puerto, porque si no uno perdía un viaje. Trabajaba con tres caballos. Mire… Eran flores de caballos: nunca me dejaron en un pantano… Una chata cargaba 46 bolsas y un carro 23. Generalmente eran bolsas de 70 kilos, así que saque la cuenta…”
Su esposa se levantaba con él, tomaban mate y luego empezaba el trabajo. Ella recuerda ese tiempo con la misma claridad.
- ¿No le habrá quedado por ahí alguna foto de esa época, señora?
- “ ¡Como para fotos era la cosa, m’hijo…!” Dice la mujer con lo que describe un tiempo signado por el esfuerzo.
Navidad Petisco tiene 76 años. Trabajó 47 años como carrero:
“Empecé a los doce años, con un carro que me regaló mi padre. Lo había comprado en trescientos pesos. La verdad es que yo manejaba el carro, pero no tenía fuerza para cargar las bolsas de 70 kilos.
Ese trabajo lo hacía el zurdo Archaña. Cuando me hice más grande, sí, cargaba yo mismo el carro.
Siempre tuve cinco o seis carros y por supuesto buenos caballos. Había que tener buenos caballos, porque si no la cosa no andaba. Calcule que a veces el barro le daba en la panza.
Yo los cuidaba como si fueran una persona más. Empezábamos a las 6 y a veces le pegábamos derecho hasta la tarde. Parábamos un rato para comer. Siempre me acuerdo de los asados que hacíamos, a veces venían los barqueros.
Yo me animo a decir que entre carreros y changarines, trabajaban más de cuatrocientos hombres en el puerto. Había que ver lo que era eso. Después no quedó nada.”
DESPLAZAMIENTO Y REEMPLAZOS
Entre fines de la década de 1950 y mediados de los ‘60, el progreso comenzó con su tarea a veces tan insensible, de enterrar definitivamente una época. Al modernizarse la red vial provincial, se privilegiaron las rutas terrestres que facilitaron los accesos a los nuevos puentes sobre el río Uruguay y el río Paraná inaugurados a finales de los ’70. Los camiones, medios de transporte más veloces, más seguros y con mayor capacidad de carga a granel desplazaron y reemplazaron a los carros, a las bolsas, a los hombreadores.
¿Quién podía pensar entonces, cuando el progreso se desperezaba en la orilla, que la primavera tendría un final? Cómo podía imaginarse que arribaría el ocaso cuando el puerto lucía su ropaje de futuro? ¿Quién podía imaginar esas calles sin los changarines esperando la llegada o la partida de los barcos y de los carros?
El puerto entonces era una fiesta. Una fiesta de trabajo.
CAPILLA GÓTICA
(La Sagrada Familia)
Grata mansión de paz que nos enseña
Junto a la casa del Dolor la cruz,
elegante y altiva, aunque pequeña,
toda belleza en su dorada luz.
Esta capilla evoca pastorales
estampas de armoniosa sencillez,
y tiene algo de aquellas catedrales
que funden en los siglos su esbeltez.
Se aquieta en la penumbra de la nave
la congoja que implora redención,
y en peregrinos labios brota suave,
cual música del alma, la oración.
Y se piensa en los días que febriles
pasamos olvidados de rezar
y en los lirios que manos infantiles
llevaron una vez ante el altar.
Junto a esa pila me llamé cristiano,
y en momentos que en fiel memoria están
por vez primera bendecida mano
llevó a mis labios el divino Pan.
Por esa puerta de ojival diseño
pensé llevar un día mi ilusión;
hoy que la vida me quitó ese sueño,
recuerda ausencia su feliz visión.
Vengo a buscar en los estrechos muros
que siempre me esperaron, yo lo sé,
olvido de esos años tan oscuros
y un nuevo amanecer para mi fe.
Por este pueblo pasará otra gente,
y a todos los que lleguen hasta aquí
está la torre gris en Occidente
señalando el camino, como a mí.
Imágen de fondo: Parroquia Sagrada Flia-Año 1949-Conjunto de la bóveda del Presbiterio de la Santa Teresita
ANTONIO ROMERO FRÁVEGA
Gualeguaychú, 1960
AROMA A HELIOTROPOS
Es que en su sitio estaban
esos rincones vivos donde guardé los sueños:
el patio, con azules aromas de heliotropo
y una pared al fondo, ablandada de musgo
donde grabé cien nombres
como para salvarlos de los negros naufragios;
los peldaños de mármol del zaguán y la sala
en que escondí el reposo de una espera cansada;
y dos balcones altos que habité desde adentro
-claras puertas abiertas hacia el cielo y la estrella.
Y sobre todo aquello, un ambiente de notas,
y la vida, y la muerte, y las risas, y el llanto.
Cuando salí de casa, hace ya mucho tiempo,
me cargué con maletas, muy largas, muy pesadas.
……….
Hilada por hilada, fui haciendo un lugar nuevo
Con volumen de años y altura de memoria
Donde huele a heliotropo la brisa por las tardes.
En el aire reviven las voces y los pasos;
las notas y los nombres verdinegros de musgo
y la estrella de un cielo más cercano y más amplio.
No se murió mi casa.
Me traje los rincones
que cubrí de la lluvia y cuidé de los vientos
y de voces extrañas porque no los rozaran.
NATI SARROT
TRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI – Julio 2020- DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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