Cuaderno Nº 97

Índice Temático


GUALEGUAYCHÚ, Domingo 6 de Octubre de 1996CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 97
LA INUNDACIÓN DEL ’78.  ELLA, LA PEOR DE TODAS (Fabián Magnotta)- Aguas de Marzo- Escenario sombrío- La angustia de Luisa- Una carta- Empezar de nuevo SINFONÍA DEL MÁRMOL (Pablo J Daneri)CUADERNOS PREGUNTA… EL PROFESOR ALMEIDA RESPONDE- Qué fue Landa? ¿Cómo se accedía al lugar? ¿Cómo se unía a Gualeguaychú?LOS HABITANTES DE LA MANSIÓN IV (Edición Impresa)- Entre Letras y Pinturas (Carlos María Castiglione)- Platería, un culto universal – El espejo – (Aurelio Gómez Hernández)

LA INUNDACIÓN DEL ’78. 

ELLA, LA PEOR DE TODAS

Fabián Magnotta

La inundación de marzo de 1978  es considerada, en Gualeguaychú,  la más importante del siglo. Ya forma parte de nuestra historia triste.  Al mismo tiempo, es recuerdo de manos solidarias en medio de la desgracia. 

CVADERNOS rememora aquellos interminables días, cuando el agua se adueñó de una parte de la zona urbana y el Departamento; analiza las causas; enumera las consecuencias. 

Una nota periodística, una carta personal describen el drama con claridad contundente. Al fin y al cabo, ¿quién mejor que una vecina afectada puede dibujar con mayor  precisión una radiografía de la desolación? 

Esta vuelta, las aguas

me  traen más miedo.

Todo el bicherío

la está anunciando

como nunca fue.

 

Teresa Parodi

Avenida Costanera y Bolívar - Año 1978

AGUAS DE MARZO 

Un zapato, una caja de cartón, algún cuaderno. Una rama, un álbum de fotos, una camisa. Un colchón, una muñeca, una damajuana…  Los elementos más insólitos, más comunes, más simbólicos corrían como la consecuencia de un asalto mezquino, ciego y desprolijo.

El desamparo, de la mano del agua, doblaba a contramano las esquinas mientras un aire descolorido lo acompañaba como un coro de lamentos. 

Corridas por aquí. Corridas por allá. Camiones con muebles, aviones sobrevolando la zona, botes flotando donde ayer nomás se caminaba, chiquilines en bicicleta llenos de curiosidad, mensajes de alerta, miradas de preocupación y hasta de desesperación, porque el agua se llevaba muchas, demasiadas cosas. 

Como naipes apurados se entreveraban el pasado y el futuro: ya nada sería como antes y habría que empezar otra vez. Los brazos locos del río, como un pulpo malo, podían llevárselo todo. 

- ¡Salgan!, no molesten, gurises! - decía un policía, mientras el oficial de Prefectura aprobaba con la mirada. 

Es que el agua lo arrastraba todo. Con una violencia implacable, sin compasión. El mismo río de andar manso, entraba en rebelión como capricho de la naturaleza.

Días antes se observaba que el río crecía. Nadie imaginaba el desastre. Por eso, hubo casamientos esa noche de viernes en Nuestra Señora de Fátima. Por eso, los vecinos cenaron y reposaron tranquilos. Muchos salieron de su casa y  después se encontraron con que no podían ingresar. 

Gualeguaychú no estaba preparada para otra fuerte creciente. No se habían construido  defensas. Quienes habían vivido la inundación de 1959, se habían ocupado de describir a los jóvenes aquel cuadro de grises diversos y opacos con pincelazos de espanto.

Al fin y al cabo, ¿quién no se conmovía si el agua se adueñaba de su cocina, le tapaba  la patas a las mesas o se guardaba en el ropero? ¿Quién no se desesperaba si el río “trepaba” por las paredes, llenaba los platos de la alacena y empapaba cada retazo de rutina?

El desastre se inició la noche del 18 de marzo y se prolongó en  la madrugada del sábado 19.  El agua llegó de golpe, callada, con una velocidad imparable y sin viento. Los vecinos de la zona del puerto descansaban cuando el río empezó a ganar las calles, a rodear las manzanas como una peste, a entrar sin golpear las puertas.

Días antes se observaba que el río crecía. Nadie imaginaba el desastre. Muchos salieron de su casa y  después se encontraron con que no podían ingresar. 
Avenida del Valle e Italia. El agua llegó de golpe, callada, con una velocidad imparable y sin viento. 

ESCENARIO SOMBRÍO

Esta vez, todo comenzó con cortes de caminos y  cortes de puentes. Cuando el agua no respetó las tranqueras, la primera zona afectada fue el sur del Departamento Gualeguaychú (en ese tiempo no existía el Departamento Islas). La ruta nacional 12 se cortó a la altura de Ceibas; la ruta nacional 14 a la altura del arroyo Isletas; la provincial 20  se cortó en la zona del arroyo Gualeyán. 

Área afectada por la inundación de Marzo de 1978

En esta ocasión cooperaron diversos factores: intensas precipitaciones en las nacientes y en el curso del río  Paraná, lluvias torrenciales a lo largo del Gualeguaychú. 

Los fuertes vientos del sudeste hincharon los arroyos tributarios; la presión de las aguas acumuladas derrumbó terraplenes construidos para la nueva traza de la ruta nacional 14. 

El río Uruguay estaba llamativamente bajo, al punto que en la desembocadura del Gualeguaychú se formaba una cascada que superaba los tres metros de altura. 

Las aguas surgían de las bocas de tormenta, como una catarata al revés... 

De pronto, como Lluvia en Macondo, el relato de García Márquez, había agua por donde se mirara. Un patético escenario de embarcaciones menores, vecinos desesperados y muebles sobre los techos. Un sombrío pájaro de mal agüero surcaba el cielo. 

En el transcurso de las horas, se comprobó que la marca superaba en 40 cms la de la inundación del ’59, porque estaba la prueba sellada en las paredes; el río rozó los 7 metros y en una semana el desastre se apoderó de la tranquila ciudad del sur entrerriano. 

El río duplicó su altura normal. Era otro río que buscaba, en una visita terrible, su espacio entre las viviendas. 

Para tener una idea, basta decir que en las moradas  cercanas al Gualeguaychú el agua besó los techos; que en una, situada en calle Caseros, flotaba un 1,50 mt de masa líquida. Alrededor de 300 manzanas se vieron afectadas, 3.000 evacuados, 100 autos, 10 camiones sumergidos. En mayor o en menor medida  15.000 personas sufrieron el impacto. 

Como si ello fuera poco, en la localidad se interrumpió el servicio de agua potable porque la inundación afectó el pozo de bombeo: los motores de los equipos eléctricos quedaron sepultados y en cortocircuito. 

La ciudad se llenó de esfuerzos orgánicos e inorgánicos, estatales y espontáneos. Había que auxiliar a la gente, atender los niños, proteger y acompañar a los ancianos, proporcionar lugares apropiados. 

Unieron acciones el gobierno provincial, el gobierno municipal,  la Junta de Defensa Civil, Prefectura, Ejército, Policía, clubes, medios de comunicación... 

El mayor Ángel Orlando Castellini, jefe del área 223 coordinó las tareas. No faltó nadie a la hora de tender una mano a los “castigados”. 

A todo esto, se perdieron las vitales producciones agropecuarias en los Departamentos: Gualeguaychú, Gualeguay, Nogoyá, Paraná, Diamante, Victoria, Rosario del Tala.  ¿Quién podía ganar, al fin y al cabo, con la derrota instalada en el territorio?

Pronto se supo que  la provincia de Entre Ríos tenía  2.000.000 de hectáreas  bajo agua, afectando 300.000 de invernada, 100.000 forestadas con pinos, sauces y álamos. Se perdió gran parte de la cosecha de arroz, alrededor de 900 toneladas. A tierras altas se trasladaron 400.000 cabezas de ganado. Los pequeños productores fueron los más perjudicados porque no pudieron sacar a tiempo su ganado. 

Se vieron arreos en botes y se constató gran mortandad de porcinos, yeguarizos y lanares. Muchos empresarios y comerciantes sufrieron pérdidas enormes: un fabricante de baldosas, por ejemplo, perdió veinte millones de pesos. El Frigorífico Gualeguaychú paralizó sus tareas porque las aguas ganaron los depósitos.

Luisa Delfino

LA ANGUSTIA DE LUISA

La inundación de marzo del ’78 afectó vastas zonas de  Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero. Por su magnitud alcanzó amplia repercusión. 

Periodistas de grandes medios, auxiliados por fotografías que graficaban el avance de las aguas divulgaban información, como siempre con alguna exageración y hasta con gruesos errores geográficos. 

Una foto del Gualeguaychú anegado fue tapa de Clarín el miércoles 22 de marzo.  El tema se trató en la redacción de la revista Gente, cuyo subdirector, Samuel “Chiche” Gelblung, al notar que una periodista lloraba, preguntó: 

-¿Qué te pasa, Luisa? 

La joven redactora Luisa Delfino respondió: 

- Soy de Gualeguaychú! Me crié allí! Mis padres están ahora con un metro y medio de agua en la casa! 

En mi casa! ¿Se imaginan como me siento? 

Y ella regresó, a ayudar a sus padres, a compartir la pena, a buscar sus muñecas, sus libros… sus cuadernos. El 24 de marzo escribió: 

“Aquí estoy. Frente al los rostros angustiados de mi padre y mi madre. Veo los muebles levantados como la otra vez, y la nueva mancha de humedad 40 centímetros más arriba. 

-No lo podíamos creer!... Recién cuando el agua llegó a la esquina empezamos a subir las cosas! 

Camino entre las mesas que sostienen sillones, almohadones y alfombras afanosamente tejidas por mamá en el invierno. Veo mis dibujos escolares arriba del ropero que estaba en mi cuarto y que ahora está descolado y enclenque. 

-Sin embargo sostuvo los colchones y la ropa, ¿sabés? 

Ahí está mi sillita de hacer los deberes y las plantas del patio manchadas de barro. Otra vez se ha salvado la máquina de coser de la cocina. También la heladera y el jarrón de las varas de mimbre. 

-¿Sabés que el almacenero Vega perdió todo? Una vida de trabajo destruida. También los López, los Faué... ¿Cómo hacen para empezar de nuevo? 

Por suerte la vieja radio no se mojó, ni las muñecas patas largas de los 15 años. ¡Cuánto barro pegajoso sobre la tumba de mi gato, cuánto barro!”.

Puente "Mendez Casariego": Esta vez, todo comenzó con cortes de caminos y  cortes de puentes.
El agua en los obeliscos de la Costanera

UNA CARTA

Una carta escrita el 2 de abril de 1978 por una vecina de Gualeguaychú a una amiga residente en Buenos Aires,  revela el drama vivido.

“A grandes rasgos te escribo estas líneas para que tengas noticias nuestras, de cómo quedamos después de tan trágica inundación. Es el primer día que estamos más tranquilos. Después de tres jornadas de intensa lluvia, con 365 milímetros, llegamos al día 18 de marzo. Eran las 22 hs, yo terminaba mi trabajo, luego cenamos y nos dispusimos a ir a dormir a las 23. 

Escuchamos gritos en la calle, cosa rara a esa hora: no se oyen ni gatos. Pero esa noche era un ir y venir de camiones y voces alarmantes. Mamá miró por la ventana y pasaba un carrito con muebles y perros. Por Del Valle, un hombre con vacas, terneros y detrás más camiones con muebles. Nos cambiamos con ropa de calle, salimos afuera y cuando abrimos la puerta los vecinos de al lado, que son los de una empresa, nos dijeron muy panchos...

- ¿ustedes estaban durmiendo? La inundación ya viene por Pellegrini y Concordia...! La desesperación fue terrible. Creíamos descomponernos, no atinábamos a nada. Era algo desesperante. Yo creo que fue lo peor que nos ha pasado en la vida, a pesar de todos los golpes que hemos tenido. Una cosa es contarlo y otra vivirlo. Llorando sacamos las cosas. Yo pensaba en mis trabajos. Mi hermana sacó los documentos y levantó los pocos pesos que teníamos y las alhajas. Yo saqué mi portafolio. Mamá, atribulada, sacaba la ropa de invierno en vez de la de verano, con el calor que hacía. 

Lloraba porque los muebles quedaban abajo. Lo único fue que pusimos sillones y sillas sobre el elástico de la cama de mamá y arriba de esto los colchones y alguna ropa que pudimos sacar. Los adornitos de la mesa chica del comedor fueron arriba del ropero. Mirábamos a la calle y el agua ya avanzaba por Del Valle. No pudimos levantar la heladera ni la cocina. No teníamos ayuda, ni con qué, cada vecino con desesperación levantaba su casa. 

Entre amenaza de tormenta, viento del sudeste y relámpagos pasamos la mala noche en la vereda. Mamá se acordó que tenía en la heladera la comida que había comprado para el domingo. Volvimos a casa y no pudimos entrar. La puerta se había trabado con el gancho de atrás. Hubo que romper un vidrio. Eran las siete y media. La vista era impresionante, el agua ya subía a nuestra vereda, parecía un mar furioso. Nuestra desesperación era adónde íbamos a ir. Mamá lloraba. Cuando fuimos a la casa de un tío, lo tomamos de sorpresa. Estaban acostados y no sabían que había inundación...”

Calle Alem y 25 de Mayo
Avenida Costanera Morrogh Bernard

EMPEZAR DE NUEVO 

El río comenzó su retirada seis días después. Radio LT 41 La Voz del Sur Entrerriano, informaba el 24 de marzo a las 16 horas  que la altura del Gualeguaychú era de 2,40 m. El Gualeguaychú volvía a su cauce normal. En ese marco de desconsuelo, de arañas muertas, de barro pegado en las paredes, de puertas y muebles rotos, ruina era el nombre de la secuela que recorría las calles. Como escribió Gelman, “nuestro solo derecho es empezar otra vez bajo la luz del sol sereno” 

Efectivamente, había que empezar otra vez. Hacer un inventario rápido de lo que había quedado. Limpiar los patios, las veredas, los árboles, la cocina. Lavar las mesas, las sillas, ordenar todo otra vez, como antes, y esperar que el río no  enloquezca nunca más..

Después de todo, ¿como olvidar  esa terrible pesadilla de marzo?...



OH, EL AMOR...


Pablo J. Daneri

(Pebete)

Sinfonía del mármol

 

Insensible a las flechas encendidas

que Amor dispersa sobre el pecho frío,

eres la imagen viva del hastío

fluctuante entre tus carnes ateridas.

 

Demás están las rojas encendidas

savias que vierten su letal rocío

y demás las palabras que deslío

ebrio del goce de las fiestas idas.

 

Te han besado las rachas invernales

y finges, afilando los cristales

de una pureza que jamás tuviste,

 

ser como un mármol desterrado y frío

que rehúsa por lírico y por triste,

las gotas malas del licor sombrío.

 

Pablo J. Daneri (Pebete)

Las doce sinfonías  -1937-

CVADERNOS


le pregunta y

el Profesor

ALMEIDA

responde

¿Qué fue Landa? 

¿Cómo se accedía al lugar? 

¿Cómo se unía a Gualeguaychú...? 


España, que había perdido todos los enfrentamientos bélicos con los portugueses e ingleses en el siglo XVII, empobrecida y por ello impedida de enviar tropas o buques de guerra al río de la Plata, no pudo evitar que navegaran libremente en el Atlántico Sur. La corona española ejercía el monopolio del comercio en sus colonias y prohibía expresamente el comercio de extranjeros en el puerto de Buenos Aires. 

Los portugueses, piratas y negreros, incursionaron en el río de la Plata. Eludiendo la vigilancia, localizaron sobre la margen derecha del Uruguay un puerto natural poblado por grupos  chanás desde hacía tiempo. Allí realizaron las escalas para el comercio ilícito en tres direcciones: hacia el norte, a las Misiones jesuítico-guaraníes situadas en los tramos alto y medio del Paraná y del Uruguay; al noroeste, hacia la Bajada del Paraná, Santa Fe, Córdoba, Tucumán, Salta y desde allí se internaba en el Perú; la tercera, hacia Baradero y  siempre eludiendo controles, a la ciudad de Buenos Aires. 

Un arroyo de calado profundo, el Yaguarí -  Mini - actual Arroyo Malo- permitía llegar hasta la zona de las tierras altas cuando el río Uruguay crecía demasiado. En el puerto elegido por los portugueses para el contrabando, el gobernador de Buenos Aires ubicó en 1664 la Reducción de Santo Domingo de Soriano; para pacificar parcialidades chanás, charrúas y más tarde pampas y controlar el comercio legal e ilegal, contaba con un Corregidor y 50 soldados de guarnición. Su área de control se extendía hasta el Yaguarí-Guazú.

El aspecto geopolítico de la zona, incidió en el progreso de una población estimada en 400 habitantes.  En cartografía de la época, se localiza Soriano con referencias especiales, a veces más destacadas que las que señalan a Buenos Aires o a Santa Fe. Estuvo ubicada en la zona de Costa Uruguay. En el siglo XIX se instaló Puerto Landa. Es el único lugar en toda la extensión del río Uruguay, en su margen derecha, desde el puente San Martín hasta el Delta, donde las aguas más profundas permiten a los barcos de medio calado, su fácil operatividad. 

Hasta Soriano los navíos llegaban directamente por la ribera oriental del río de la Plata; navegaban un corto trecho por el río Uruguay siguiendo el falso canal. 

La presencia de charrúas que habían cruzado desde la Banda Oriental hacia tierras entrerrianas buscando ganados que desde finales del siglo XVI abundaban en la zona, facilitó la tarea ilícita de los portugueses. Los charrúas capturaban nativos de otras parcialidades, los vendían a los portugueses, que traficaban esclavos, a cambio de anzuelos, armas blancas, naipes, bebidas alcohólicas.  El numeroso grupo chaná que vivía en Soriano, acosado por esta caza descontrolada, se trasladó a la otra banda del río Uruguay hacia 1703. 

Esto facilitó  aún más el contrabando portugués que amplió el negocio con el comercio de cueros que desde el actual Entre Ríos acercaban los charrúas. 

Cabe señalar que  de los 13 gobernadores que administraron Buenos Aires en el siglo XVII, sólo 4 respondieron a las condiciones impuestas por la legislación hispana. Los demás, fueron deshonestos, se prestaron a los negocios ilícitos lusitanos. Por eso, fueron enviados encadenados a la metrópoli, sometidos a la justicia por estos delitos.

INVESTIGACIÓN Y TEXTOS. Nati SarrotCarpetas de Andrea SAMEGHINIJEFE DE REDACCIÓN: Marco Aurelio RODRIGUEZ OTEROREDACTOR INVITADO: Fabián MAGNOTTACOLUMNISTAS: Prof. Manuel ALMEIDA - Carlos M. CASTIGLIONEAurelio GOMEZ HERNANDEZ
Digitalización: Museo "Casa de Haedo" :  Natalia Derudi - Danilo Praderio - Pilar Piana - Marianela Muñoz.Edición y OCR del texto: Patricio Alvarez DaneriTRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI – Junio 2021- DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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