- Cada época tiene sus expresiones culturales propias, que dependen mucho de la idiosincrasia de la gente, de la vida familiar, de la profundidad de su fe, etc. Venimos de una sociedad que vivió una cultura hondamente arraigada en la fe cristiana, con indudables influencias migratorias que aportaron lo suyo también en este sentido. De ahí que la Navidad se expresara de maneras también familiares, esto no es cuestión de aceptarlo o no; fue así. Hoy la sociedad vive un profundo cambio. Un proceso de secularismo que va impregnado de cultura pagana lo invade todo; el materialismo, el hedonismo, el utilitarismo son como principios que se han implantado entre nosotros, y todos, de una u otra manera, los compartimos. La sociedad de consumo, propulsada por sistemas economicistas neoliberales agudiza el diagnóstico. Por eso es que hoy la Navidad, como festividad netamente religiosa ha quedado relegada a comunidades y familias cristianas determinadas. Hoy se ve como un desplazamiento; más que fiesta religiosa pasa a ser momento de encuentro social de la familia o de amigos. Se comercializó la Navidad con la oferta desmesurada de artículos para comer, beber, festejar, regalar, y para muchos todo queda en eso; algún adorno navideño -bastante desfigurado- recuerda más o menos la fiesta religiosa. Antes en cada casa había un pesebre, y competían en belleza y creatividad. El arbolito de navidad tenía su encanto. Hoy se ve un despliegue de técnica y ornamentación y otras cosas que no son precisamente expresión de religiosidad.
Así y todo, creo que hemos ganado también en profundidad. La Navidad tiene un sentido más hondo, en el cual se aprende a compartir, a ser solidarios, a buscar la unidad y fraternidad. ¡Cuántas familias comparten su cena navideña con pobres y carenciados! La Navidad para nosotros cristianos tiene un sentido muy especial, que no debemos perder; es Jesús, el Salvador, quien nace, y ante El debemos postrarnos en adoración. Y esto significa aprender a amar y a ser solidarios con ese Jesús que es mi hermano, el pobre, el indigente.
- A su juicio, ¿está hoy la condición humana pronta a ser auténticamente generosa, caritativa?
El cambio social que estamos viviendo, impregnado por condiciones sociales y económicas neoliberales, la sociedad del postmodernismo, tiene una tendencia que es en el fondo perversa: lleva al hombre a ser cada día más individualista, y por ende, menos solidario y más egoísta. Creo que la sociedad actual es muy sensible a las manifestaciones de generosidad y de caridad, a las realizaciones concretas en favor del prójimo. Pero con tal de que no lo toquen a él. Todos admiramos y elogiamos a la Madre Teresa de Calcuta, por ejemplo, pero a nuestro lado siguen desfilando hombres, mujeres y niños que tienen una idea muy por debajo de lo que requiere la dignidad humana: y las obras que están para atenderlos, religiosas o no, deben hacer esfuerzos enormes para juntar recursos para ayuda y promoción. Casi toda empresa en favor del prójimo se desgasta buscando recursos ¡y cuántas puertas se cierran! El mismo aparato gubernamental, da la espalda al necesitado: miremos lo que son los subsidios para hogares, guarderías, comedores y veremos que estamos muy bajos en esto. ¡Y pensar que no es algo optativo, que queda librado a la buena voluntad, sino un deber de justicia! Todo hombre merece tener una vida digna; es un derecho humano, que generalmente se desconoce.
Este es un verdadero desafío para las comunidades cristianas. Descubrir que no sólo está Cáritas para hacer el bien, sino que "toda la Iglesia es Cáritas" y que todos tenemos que poner manos a la obra en esto, es uno de los llamados y mensajes que nos deja Navidad.
- Monseñor, hay una especie de divisional de aguas, mundial, que en concreto desnuda dura pugna entre el poderoso accionar de la globalización "transgresora" y la melindrosa prosa de las "utopías". Ante semejante querella, ¿cómo deben comportarse los gobernantes, los líderes, los comunicadores sociales?
- No comparto mucho la terminología en que usted me expresa la pregunta, pero claro, pienso que la globalización es algo que está instalado en el mundo contemporáneo; son procesos en cierta forma, creo, irreversibles. Tiene su lado bueno y su lado malo. Como positivo podemos apuntar el hecho de que las fronteras dejan poco a poco de ser divisorias entre enemigos, para acercarnos e integrarnos como hermanos y como ciudadanos de una aldea global. Los problemas que afectan a los otros, son también míos, y lo son también sus logros y éxitos. El progreso, la tecnología, la oferta mayor y más variada de bienes, es una realidad no desechable. Pero tiene su lado negativo. Favorece el "canibalismo" comercial, el pobre y menos capacitado queda a merced de la voracidad de quien tiene poder y dinero, trayendo así una horrible discriminación social; el borrarse las fronteras favorece también un colonialismo cultural, que nos hace perder la identidad y junto con ella, los valores y tradiciones más caras. El hombre es fruto de un ambiente, de un suelo, de una raza, de una nación, de una religión, de una familia; es ésta nuestra riqueza cultural, que podemos perderlo talmente. Ante este atropello, surgen las utopías como ideales superadores de los problemas. Una utopía es por definición algo inalcanzable. Creo que deben servir como motivadoras, pero debemos poner siempre los pies en la tierra. Creo que la forma de superar esto, y que debería ser tenida en cuenta por los responsables de la comunidad, es: tener las ideas claras, fuerza en el deseo y eficacia en la acción. Las ideas claras significa haber buscado y encontrado la verdad objetivamente, como fuente de libertad y de seguridad, y es indudable que sólo en Dios, "fuente de toda razón y justicia" la encontraremos. No es lo que nosotros podemos pensar acerca del hombre, por ejemplo, sino lo que Dios pensó de él desde la eternidad, y lo que da sentido a todo el existir humano. Nuevamente aquí encontramos el mensaje navideño; la encarnación del Hijo de Dios, hace que Jesús, Dios y hombre perfecto sea Luz, sea Vida, sea Camino, sea Verdad para todo hombre. Para nosotros, que tenemos Fe en Cristo, en El encontramos la solución a todos los problemas del hombre, incluso la muerte misma.
Marco Aurelio Rodríguez Otero
Jefe de Redacción