Cuaderno Nº 127

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GUALEGUAYCHÚ, Domingo 4 de Enero de 1998CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 127
CUANDO ELLAS DIJERON ¡BASTA! (Nati Sarrot)SE LLAMABA "MIS HARAPOS". LA CANTABA RECALDITO, EN LOS AÑOS '30 (Marco Aurelio Rodríguez Otero)CUADERNOS PREGUNTA… EL PROFESOR ALMEIDA RESPONDE.- Geología del Río Gualeguaychú -
LOS HABITANTES DE LA MANSIÓN IV (Edición Impresa)- Entre Letras y Pinturas (Carlos María Castiglione)- Vivencias de antiguos detalles - Capiteles - (Aurelio Gómez Hernández)

Cuando ellas dijeron ¡Basta!

Allá por 1840, el provinciano vivía una época de confrontación bélica entre unitarios y federales que poco tiempo daba al sosiego y al trabajo enriquecedor de lo individual, de su patrimonio...

Así, cuando las fuerzas unitarias lideradas por Juan Galo Lavalle en 1839 entraron a Entre Ríos por el bajo Uruguay se produjo, según cuenta Eduardo J Villagra, "uno de los episodios frecuentes en las guerras civiles (…) que tiene un tinte romancesco muy digno de la mujer argentina, noble y abnegada en grado heroico".

Tomasa León  de Villagra

Ante la invasión unitaria, los federales entrerrianos rápidamente tomaron medidas de defensa: trasladaron a las familias de Gualeguaychú al paraje  Arenal Blanco, a orillas del río Gualeguay. Una pequeña tropa ordenada por el Comandante Eduardo Villagra, con escaso armamento, cuidó de ellas. 

Una madrugada, despertaron con el tropel de la avanzada enemiga y, a medio vestir, ocho o nueve ancianos con fusiles de chispa se alistaron con rapidez, otros no llegaron a cargar al no tener tiempo para dotarse de la munición necesaria. 

En medio de la guerrilla, la joven Tomasa de León, entre el fragor de los gritos y el silbo de las balas, cruzó el campo llevando en su falda recogida, hasta cada tirador, los elementos necesarios para responder a la agresión. 

Las compañeras de exilio veían con terror y admiración la valiente decisión de Tomasa quien, serena y segura parecía no oír los insultos de los enemigos: ¡Galga! ¡Garza sin  plumas!  y otros apodos más hirientes.

Ella siguió sin perturbarse. Finalmente, los atacantes abandonaron el campo.

Al soltar las tensiones se comenzaron a tejer los relatos, las anécdotas…

Dos años más tarde, todo aquello era un sueño. En noviembre del '41 María Tomasa de León y el Coronel Eduardo Villagra se casaban en el templo parroquial de Gualeguaychú; ella tenía 18 años y él 52.

En veinticuatro años de matrimonio nacieron catorce hijos. 

Tomasa de León de Villagra tenía a principios del siglo XX, más de ochenta descendientes. La ciudad fue cuna de numerosa familia.

Había nacido el 21 de diciembre de 1823. Tras el fallecimiento de su esposo en 1865, se hizo cargo de la administración de la estancia  y de la casa situada en Rivadavia e Irigoyen. 

En Palo a Pique, novela de evocación histórica de Eduardo J. Villagra, se describe  con fidelidad y belleza la vieja estancia de Talitas, la que en vacaciones visitaba. Allí encontraba a su abuela "que ya no era más que una cosita blanca, pero que lo llenaba todo" era todavía la que dirigía la hora de la oración, la que controlaba desde su centro de respeto y cariño la marcha de un establecimiento que conservó hasta no hace tanto, una forma de vida muy entrerriana como testigo del "ser" de donde venimos.

Doña Tomasa falleció el 17 de septiembre de 1911. Mansamente supo decir ¡Basta! a la vida que había cruzado noble y serenamente pero también con decisiones temerarias.

Un episodio de guerra en las calles de Gualeguaychú

El Canónigo Juan Carlos Borques, en "Un episodio de guerra en las calles de Gualeguaychú" nos cuenta que fue en 1870. Exactamente, el 19 de julio  de 1870, a tres meses del asesinato del gobernador Justo José de Urquiza, "en el ardor de una guerra civil enconada, cruel y continua (...)"entre blancos y colorados.

Al amanecer de ese martes de invierno, solo la Segunda Compañía del Batallón 15 de Abril estaba acuartelada. No se sentía la amenaza de presencia  jordanista, blanca, en las inmediaciones. Por eso, el resto de la tropa se hallaba de franco porque al día siguiente debía embarcarse hacia Concordia en el transporte "Guardia Nacional".

A las 8 de la mañana, un jinete en su caballo entró velozmente por Rivadavia y llegó hasta la puerta de la Jefatura. Tiró su lanza terciada, con una banderola roja y entre maldiciones violentas dijo:  

¡Estas son las armas que nos da el gobierno para defendernos!... 

De los dos oficiales de la Guardia uno le disparó un tiro que espantó al caballo e hirió al soldado jinete que cayó  muerto en tierra. 

El otro guardia atravesó de un lanzazo el cuerpo tendido con los brazos abiertos.

Sólo la Segunda Compañía estaba acuartelada. Por las calles Rivadavia y Urquiza convergieron hacia la Plaza Independencia -San Martín- "como quinientos hombres de López Jordán".

El toque de generala convocó a las fuerzas coloradas, leales al gobierno nacional; los movimientos de guerrilla en distintos puntos de la ciudad lograron el clima de ardor del que hablaba Borques. Todo era carrera, fervor, confusión. 

El soldado-jinete cayó muerto al frente de la vieja Comandancia

Las tropas locales salieron por el portón de la Jefatura que abría a calle República Oriental y se dirigieron al Puerto, con el objetivo de llevar la inminente lucha a un escenario estratégico y evitar mayores víctimas.  

Damas de Gualeguaychú, convocadas por la desesperación, intentaron llegar a la presencia del Comandante y Jefe de la plaza, don Reinaldo Villar para pedir que evite el derramamiento de sangre; como no lo encuentran, siguen en grupo caminando rápidamente por la actual calle Alem hacia el Puerto. Un taconeo casi marcial provocaban las señoras sobre el empedrado.

Al llegar a la actual  Doello Jurado, se encontraron con Guardias Nacionales comandados por el Coronel Aquileo González; él ordenó que se retiraran porque el enfrentamiento aumentaba la tensión en la zona. Las obligó, cuando ya estaban cerca las detonaciones de las armas. 

Coronel Aquileo González

El choque entre las Guardias Nacionales y los Jordanistas se producía en las calles que rodeaban el edificio de la Aduana. En la esquina de la actual Del Valle, cayó herido el Guardia Nacional Olegario Aguilar. 

Don Manolín Magnasco, dueño del Almacén naviero situado en la esquina de  Del Valle y Alem, facilitó que ingresaran al herido en su local para atenderlo y luego llevarlo a su domicilio. 

Las señoras entendieron que era prudente retirarse y lo hicieron con premura.

Olegario Aguilar, luego de intenso sufrimiento, falleció en su casa ese 19 de julio de 1870.

El soldado-jinete que quedó tendido en la calle fue sepultado al otro día.

La ciudad de Gualeguaychú, tomada por las fuerzas de López Jordán el 14 de Julio de 1870, fue reconquistada el 19 de Julio  por las Guardias Nacionales, con el Batallón 15 de Abril de Gualeguaychú comandado por Reynaldo Villar y Leopoldo Espinosa. 

Referencias

ALMANAQUE EL CENSOR (1905) Gualeguaychú, p 235BORQUES, Juan Carlos (1919) Un episodio de guerra en las calles de Gualeguaychú. Opúsculo. Imprenta Gualeguaychú.VILLAGRA, Eduardo J (1942) Palo a Pique, novela entrerriana de evocación histórica. Imprenta  Aniceto López. Buenos Aires.
BATALLÓN 15 DE ABRIL, formado al conocerse el asesinato de Justo José de Urquiza; integrado por ciudadanos voluntarios de Gualeguaychú; comandado por don Reynaldo Villar y el Coronel Leopoldo Espinosa. La Bandera del Batallón se encuentra en el Museo del Instituto Osvaldo Magnasco. 

SE LLAMABA "MIS HARAPOS"

La cantaba Recaldito, en los años 30

EXALTADO HUMOR DE BLAISTEN LA RECORDÓ

Ese simpatiquísimo personaje popular que fue RECALDE (... Recaldito es un tesoro y le gusta el vino toro...), en los años treinta hacía las delicias de nuestros mayores cantándoles en los zaguanes, a su manera y paladar y en medio de un poderoso efluvio etílico, la dramática canción del poeta anarquista Alberto Ghiraldo, "MIS HARAPOS". 

Recaldito le ponía coqueto énfasis a determinadas palabras y lograba un esplendor resonante, haciendo bocina mediante un viejo tarro que supo ser envase de aceite "Bao", regalado en Almacenes Estrampes.

Ocurre que "MIS HARAPOS" realmente fascinaba en aquella época y, al decir de una tía, Agustín Magaldi la cantaba como los dioses…

Hace unos ocho años Isidoro Blaisten la exhumó en "La Nación", haciendo gala de ese su extraordinario humor costumbrista, diríamos, con mucha vitamina "c". Una pieza encantadora, la de Blaisten, que hoy queremos compartir en lo principal!

El primo no saluda

Pero hubo una canción, una canción extraña y fascinante, que concitó el fervor unánime. Hablaba de los avatares de la pobreza y la riqueza, se llamaba "Mis harapos" y la había escrito un poeta anarquista, Alberto Ghiraldo. 

Los versos de "Mis harapos" se tarareaban en la calle, se silbaban en los tranvías, se parodiaban en los boliches y estremecían por igual a señoras y mucamas, a propietarios y dependientes, a vigilantes y ladrones. La música había sido compuesta por Marino García y el poema empezaba así:

Caballero del ensueño, tengo

pluma por espada,

mi palabra es el alcázar

de mi reina la ilusión.

y contaba la historia de esa noche, "una noche de esas noches tan amargas que he sufrido", en que el protagonista, que era pobre, poeta y enfermo (no se aclaraba qué enfermedad), se encuentra con su primo el rico, quien, acompañado de Ninón, le da vuelta la cara y no le da la mano. 

Hacía frío, mucho frío: "El helado cierzo a ratos arreciaba incompasivo" y el pobre poeta, vestido de "trágicos harapos", siente frío por todos lados: "Yo sentía frío adentro, frío afuera y todo así", y al ver que el abominable primo carnal, su propio primo hermano, está vestido de smoking: 

A él su smoking lo vestía,

mi elegante primo hermano,

y alejóse avergonzado

de su primo el soñador.

El otro primo, el soñador, rompe en llanto y maldice y se arrima a una puerta

Y arrimándome a una puerta,

rompí en llanto convulsivo

y llorando como un niño,

como un hombre maldecí.

Después venía el recitativo que hacía llorar a mi madre, quien desde la máquina de coser al lado de la radio decía: "Es cierto, del árbol caído todo el mundo hace leña".

Yo, como todos los chicos de esa época, sabía la letra de memoria. Pero había partes que me resultaban incomprensibles. Por ejemplo, refiriéndose al "elegante primo hermano", la canción decía: "El es rico, poderoso y bien querido". Pero, ¿cómo es posible?, me preguntaba, yo, ¿cómo era posible que el detestable primo fuese el bien querido, cuando al que había que querer bien era al otro, al que escribía y era enfermo: "Yo soy pobre, soy enfermo, pienso, escribo y sé soñar".

Tampoco podía entender por qué el primo rico, además de no querer darle la mano cuando los dos se rozan: "Mis harapos con su smoking se rozaron al pasar", además de estar vestido de smoking cuando la canción empieza y de frac cuando la canción termina, además de todo eso, el primo rico era un "arquetipo" disfrazado de "Tartufo". Si arquetipo era para mí incomprensible, la palabra Tartufo me llevaba a la desesperación. Sólo alcanzaba a asociarla con alguna nueva, desconocida marca de gofio.

En esa parte el recitado decía:

Arquetipo inconfundible

de Tartufo que disfraza

con el corte irreprochable

de algún smoking o frac.

¡Tú eres primo el arquetipo!

¡Mis orgullos te rechazan!


Entendía sí los orgullos del primo soñador que rechazaban al primo rico que lo había mirado como al descuido y lo había dejado con la mano colgando en el aire:


Me miró como al descuido:

no dejó su blanca mano

se estrechara con la mía

contagiándole calor.


Y no sólo eso. Encima, el primo infame le hacía burla:

Al rozar con las hilachas

de mis trágicos harapos,

una mueca de ironía mi miseria

le arrancó.

Y aquí llegaba la parte principal, la que hacía temblar de indignación, la parte de los cóndores:

¡También ríen en sus charcos

los inmundos renacuajos

cuando rozan el plumaje

de algún cóndor que cayó!

Esta era, para todos, la sublime exaltación de la desdicha. El cóndor señor de la montaña, el que en su cúspide bravía había oído a todos los volcanes, el príncipe de los peñascos, el símbolo del cielo y de la libertad, el noble y altivo cóndor, víctima de las risotadas de los inmundos renacuajos, era el espectáculo más triste que alguien pudiera jamás contemplar en la vida. Esos versos habían tocado el corazón de la gente.

Pero después crecí y, como sucede siempre, como la mayoría de los que crecen, me volví cartesiano, cauto y trivial. Comencé a razonar y al razonar desbaraté la magia. Ya de grande razoné:

1) ¿Cómo era posible que, habiendo tantos lugares dignos en el Ande colosal, el cóndor cayera exactamente en una charca de inmundos renacuajos?

2) ¿Por qué los inmundos renacuajos no morían aplastados por el peso del cóndor, que se acrecentaría por la aceleración de la gravedad?

3) ¿Cómo era posible que los renacuajos tuviesen sentido del humor cuando nadie, nunca, hasta ahora, había visto reír a ningún renacuajo? 

Pero estos fútiles razonamientos, además de fútiles, eran inútiles por que, como dice el poster: "El corazón tiene motivos que la razón ignora", y la canción era imbatible y el verso final, decisivo: 

¡Déjame con mis harapos!

¡Son más nobles que tu frac!

Era un final espléndido y era la íntima y última venganza del poeta. Porque el protagonista había tenido venganzas anteriores; la de la melena contra los rulos, por ejemplo, la que dejaba por el suelo a la odiosa Ninón:

Mi romántica melena, así lacia

y mal peinada, es más bella que las trenzas

enruladas de Ninón.

Ahora que ha pasado el tiempo creo que los versos de Ghiraldo marcaron una época. Creo que fueron de lo inverosímil a la creencia, de lo imposible a la fe. Nadie esperaba ni la verdad ni la congruencia, pero la gente creía en ellos. La canción era poética de una manera extraña, imponía una emoción que ignoraba todo razonamiento.

Y ahora que el tiempo lejano ha pasado y el tiempo cercano es una lejanía inalcanzable, ahora que todo ha cambiado tanto que a veces resulta difícil saber quiénes son los cóndores y dónde están los renacuajos, es bueno saber que, aun que los renacuajos rían, el cóndor no los ve. Una vez escribió Lugones:

La oruga,

que esconde entre las hierbas

su imperceptible fuga,

ve al águila y opina:

"Eres un ser monstruoso, águila!"

En cambio, el águila no ve a la oruga.

CVADERNOS


le pregunta y

el Profesor

ALMEIDA

responde

Geología del Río Gualeguaychú

Iniciamos un estudio geológico del río Gualeguaychú porque, para considerar luego las etapas históricas del empedrado de las calles de la ciudad, tendremos que referirnos a nuestro río, que proporciona en abundancia la piedra necesaria y, sobre todo, la forma en que pudo transportarse por las condiciones de acceso que ofrecían las regiones, de donde se extraían.

Iremos mencionando los distintos lugares de nuestro río donde tiene características especiales para poder ubicarlos. Además agregamos las distancias en Kilómetros a los distintos puntos de referencia.

De Gualeguaychú en el que es muy abundante la piedra en el subsuelo, tenemos unos 2 Km. hasta el lugar llamado La Horqueta. Allí desemboca el arroyo Gualeyán. Aunque la piedra existe en el lecho y sobre la margen izquierda, no asoma a la superficie. A partir de La Horqueta y sobre margen izquierda, comienza la abundancia de piedra en los campos de estancia "San Martín", lo que es visible en tierras altas mezcladas con la vegetación. Esta abundancia se extiende hasta el arroyo Isleta, ubicado unos 6 Km. más al Norte.

A partir de este arroyo, la piedra aparece también en el mismo río, 1 Km. más al Norte, en todo el ancho del río y en una extensión de 500 metros que hace muy difícil la navegación, aún para canoas.

Tres Kilómetros más adelante, si bien en el río se observan piedras, en bancos muy aislados se las encuentra en la margen izquierda hasta llegar a la llamada Colonia Las Piedras que actualmente se nomina "Complejo Municipal". 

A través de unos 5 Km. existen bancos aislados que dificultan la navegación hasta aparecer en abundancia, colmando todo el lecho en el lugar llamado "Cancha de las piedras".

En una extensión de 200 metros se ven solamente las piedras y apenas algo de agua en algunas grietas o fracturas de los bancos, de 10 a 20 centímetros de ancho.

Unos 3 Km. más adelante nuevamente es abundante la roca sobre la margen izquierda hasta llegar a una altura de tres metros sobre el nivel del río. Allí se encuentra el llamado "Ojo de agua", una vertiente natural que muestra un borbollón de unos treinta centímetros de altura que se escurre entre las piedras hasta caer al río desde una altura de tres metros. 

En los campos adyacentes las rocas asoman en cualquier lugar alto, en pleno monte. En ese lugar el río se torna muy angosto, a no más de diez metros, conformando un pequeño rápido de un metro de pendiente, imposible de atravesar ni con la canoa. 

A nivel normal, la altura del río en ambos niveles del rápido es de casi 1 metro de diferencia. Continuaremos con esta información en el próximo número de "CVADERNOS".

INVESTIGACIÓN Y TEXTOS. Nati SarrotJEFE DE REDACCIÓN: Marco Aurelio RODRIGUEZ OTEROREDACTOR INVITADO: Fabián MAGNOTTACOLUMNISTAS: Prof. Manuel ALMEIDA - Carlos M. CASTIGLIONEAurelio GOMEZ HERNANDEZ
Digitalización: Museo "Casa de Haedo" :  Natalia Derudi - Danilo Praderio - Pilar Piana - Marianela Muñoz.Edición y OCR del texto: Patricio Alvarez DaneriTRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI - DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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