ARTISTAS, BALSAS, MERCADITOS…
Enrique Betolaza fue, sencillamente, un artista. Tuvo un estudio fotográfico; fue representante de las principales marcas de pianos, pianolas, victrolas y otros instrumentos. “Toda creación musical, toda novedad fotográfica puede buscarse en la Casa Betolaza".
Daniel, Ramón y Pedro Juan De la Cruz, hombres cultos y amables, fueron propietarios de la confitería Del Globo, otro lugar de cita social, en Urquiza y Mitre.
Silvio J. Izetta fue empresario de la pavimentación. José Luis Ferrando tuvo juguetería y librería; el español Ángel Santa María pasó de la representación y proveeduría de cafés, al acopio de pieles de animales silvestres.
Court Hermanos, en Avenida Del Valle, era el paso obligado de todos quienes entraban a la ciudad. Y a quienes venían les prestaba varios servicios: mercería, talabartería, panadería y surtidor de nafta.
En Bolívar y Rocamora, Marcos Iroz poseía la talabartería y lomillería Jockey Club, que abastecía a muchas casas de la campaña.
La tienda Barato Argentino pagaba 500 pesos mensuales de alquiler del amplio local. Y para asombro de muchos, abonaba la renta sin esfuerzo y además crecía.
Salvador Harispe nació en Gualeguaychú; pasó su niñez y adolescencia en Francia, donde adquirió una cultura vasta. Cuando regresó, se casó con una amable docente. Tuvo un próspero aserradero eléctrico y depósito de madera en San Martín 1222. Trabajó con madera nacional e importada.
Antonio Romero tuvo una casa de artículos para hombres, precisamente la Casa Romero. Domingo Guastavino poseyó una fuerte empresa de transporte; más tarde se dedicó a explotar la extracción de arena.
Mario Barelli, en San Martín, frente al río Gualeguaychú, atendió un almacén y la balsa. Con surtidores de nafta y aceite atendió los numerosos camiones que cruzaban desde y hacia el Uruguay. La ex balsa Izetta, luego de Barelli, fue un punto de referencia insoslayable en la colorida vida de la zona portuaria.
Cerca de allí, Juan Razetto tenía un activo almacén.
Antonio Borro fue uno de los iniciadores del moderno sistema de los “mercaditos”. Empezó en 1900 con un modesto capital y el incondicional apoyo de su esposa. Vendió frutas y verduras con reparto a domicilio. Su sucesor, Manuel H. Borro, en Rocamora entre 25 y San Martín, ofrecía frutas de la isla que llegaban en su propio barco "Rosalia”.