Cuaderno Nº 105

Índice Temático


GUALEGUAYCHÚ, 2 de Febrero de 1997CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 105
ASESINATO EN EL PALACIO. CAPITÁN JOSÉ MARÍA MOSQUEIRA, FUE EL “CHIVO EXPIATORIO”?  (Nati Sarrot)- José María Mosqueira- ¿Qué informa el Proceso?- Otros aportes- Sin sentimiento alguno DANIEL ELÍAS. DESCRIBIENDO CON EXALTADA BELLEZA (II Parte)- La Rabona- La Serenata SINFONÍA PASTORIL (Pablo J Daneri)CUADERNOS PREGUNTA… EL PROFESOR ALMEIDA RESPONDE…- La Carta del Sheatl –  (II Parte) LOS HABITANTES DE LA MANSIÓN IV (Edición Impresa)- Entre Letras y Pinturas (Carlos María Castiglione)- Platería, un culto universal – Joyas diversas- (Aurelio Gómez Hernández)Cantata del abuelo algarrobo (Antonio Esteban Agüero) 

ASESINATO EN EL PALACIO. 

CAPITÁN JOSÉ MARÍA MOSQUEIRA, FUE EL “CHIVO EXPIATORIO”? 

Nati Sarrot 

… y un joven Mosqueira, entrerriano,

a quien conocí preso en la cárcel del Uruguay

años más tarde…

Martiniano Leguizamón (1920)

"Rasgos de la vida de Urquiza" p 200. Buenos Aires.

 ¿Quién era Mosqueira? ¿Porqué preso en Concepción del Uruguay?... Fue por abril de 1870.

JOSÉ MARÍA MOSQUEIRA 

El Capitán José María Mosqueira había nacido en Gualeguaychú en 1827.

Nieto de don Manuel de la Cruz Mosqueira, quien con su hermano y socio don Lorenzo Mosqueira, reclamó en 1796 ante el Superintendente de Hacienda en Buenos Aires el derecho a posesión de los campos que ocupaban hacía años sobre la costa este del río Gualeguay, con extensión de 30 leguas. Además de la explotación rural, don Manuel  poseyó casa frente a la Plaza Mayor,  con dos sitios y dos edificios, entre las actuales calles  Sáenz Peña y Belgrano. 

Manuel Mosqueira y su esposa doña Ana García fueron padres de José Pascual quien casó con María Florentina Aguilar; de esta unión  nacieron once hijos, el séptimo fue José María.

El joven abrazó la carrera militar; integró el Ejército Entrerriano y con el grado de alférez en la División de Apolinario Almada luchó en Caseros.  Se casó con Cecilia Pujol.

Años más tarde fue inculpado por participar en el asalto al Palacio San José  en el atardecer del 11 de abril de 1870, producido por  un  grupo integrado por:

" (…) siete u ocho individuos a quienes el general Urquiza había protegido más o menos, figurando en primer término Nico Coronel con sus compañeros de fechorías: el negro Ambrosio Luna  y el indio Teco (Facundo), los que estuvieron en nuestra estancia de Calá, los tres orientales; el coronel Simón Luengo y Alvarez, cordobeses; el mayor Robustiano Vera, correntino, y un joven Mosqueira, entrerriano, a quien conocí preso en la cárcel del Uruguay” (…) (1)

Sobrevino gran confusión en el asalto y en el ataque a la residencia que  culminó con la muerte de Justo José de Urquiza por impacto de balas y heridas de arma blanca.  Y gran confusión provocó la premura en actuar y la reacción de  diversos actores.

La desaparición de documentos y las versiones encontradas, intencionadas o no, oscurecieron la visión del trágico episodio. 

Según María Amalia Duarte: 

"Sólo han llegado a nuestro conocimiento las órdenes que recibió el entrerriano José María Mosqueira, porque fue el único que cayó prisionero..." (2) 

Fermín Chávez observó: 

"El único documento que existe sobre la forma en que se produjo la muerte de Urquiza es el proceso instruido a Mosqueira en agosto de 1871, es decir a más de un año de los hechos". (3) 

José María Mosqueira fue el único detenido de cuantos entraron a  San José ese lunes santo.  El 21 de abril, a diez días del asesinato, cuando marchaba desde Gualeguay cumpliendo misión indicada por López Jordán, fue apresado por el Jefe Político de Rosario del Tala, Wenceslao Taborda.

Enviado a Buenos Aires, permaneció encarcelado y sin proceso por más de un año. Luego fue pasado a la cárcel de Concepción del Uruguay.

Allí se inició el desfile de testigos y la declaración del inculpado.

El Proceso sobre la muerte del General Urquiza. 

Escrito presentado en favor de don José María Mosqueira  abogado Martín Ruiz Moreno, 1876. Bs. As. desapareció  de los Archivos Judiciales de Concepción del Uruguay. Este documento, el único estimado de singular valor para el esclarecimiento del hecho, fue ocultado.

El 13 de septiembre de 1940, el Dr. Luis Maria Campos, nieto de Justo José de Urquiza lo entregó en custodia al Archivo General de la Nación Argentina.

Palacio "San José" residencia del General Urquiza durante los últimos veinte años de su vida.

¿QUÉ INFORMA EL PROCESO? 

De folio 29 a  folio 32 se halla la declaración de José María Mosqueira tomada el 1 de setiembre de 1871 como inculpado en la muerte del general Urquiza: 

"Con orden del Gral. López Jordán de ponerse a las órdenes del Cnel. Luengo" manifiesta que “después de la entrevista con Ricardo López Jordán en la estancia que éste tenía en Arroyo Grande, en donde expuso sus deseos de participar en la revolución que tendría por objeto reivindicar los derechos usurpados por el gobierno de Urquiza y que días después, aceptada su colaboración, López Jordán le recomendó la misión de salir con destino a San Pedro, estancia de Urquiza cercana a San José". 

Dice además, que las instrucciones eran: “que se tomase a Urquiza y lo llevase vivo a presencia de López Jordán”. 

Mosqueira había llegado a Arroyo Grande el 7 de abril y se entrevistó con Ricardo López Jordán el 9.

Ese día salieron a las 19 hs  con el Mayor Vera y 30 hombres. Debían ir hasta la estancia San Pedro (Departamento Uruguay) en el mayor orden. Allí hallarían a Luengo con 20 hombres más.

Entre los jefes reconoció  a Nicomedes Coronel y a Luna.

Salieron hacia San José a las 14 hs  del día 11 de abril; cruzaron el puente sobre el río Gualeguaychú a las 18 hs y se detuvieron  a 8 ó 10 cuadras del Palacio.

En ese momento Luengo les dio sus órdenes. 

Preguntado Mosqueira si al hacer la revolución se habría de asesinar a algunos de la familia, contestó que no, que el General López recomendó a él y a Vera como lo había hecho con Luengo "que tomase al Gral. Urquiza y lo llevara a su presencia... que respetasen también la familia e intereses como cosa sagrada, que si algún subalterno violaba estas órdenes lo fusilasen en el acto". 

El 27 de agosto de 1871 dio su testimonio Justa de Urquiza, la hija del general. Expresó que, ante amenazas de Nico Coronel de "terminar con su madre y con los hermanos varones"

Mosqueira le replicó que "las había de defender, que era su amigo, que la guerra no era con ellas sino con el tirano y con los hermanos varones (…) que después gritaron ya murió el tirano vendido a los porteños!  ¡Viva López Jordán!”. 

El Palacio San José fue declarado Monumento Histórico Nacional por ley 12.261 del 30 de agosto de 1935 y desde ese momento forma parte del patrimonio de todos los argentinos.

La ambigüedad de los testimonios, las contradicciones en que incurrieron los testigos, sumado a ciertas violaciones que -según Chávez- "en las páginas de las providencias judiciales correspondientes al sobreseimiento" "corrección de la foliación del Proceso" (4), nos permite observar que  en 1871 y "sin excusar responsabilidad” Mosqueira pidió su excarcelación con garantía del escribano Práxedes Míguez y del abogado Antonio Cardassy, personas de reconocida seriedad, a la vez que ofreció una fianza apoyada por el establecimiento de doña María Florentina Aguilar de Mosqueira, su madre, valuado en más de 100.000 pesos: trámites los dos que no se atendieron.

En enero de 1872 se solicitó que se examinara al detenido.

Se diagnosticó afección cardiaca provocada y agravada por el reumatismo que padecía. Se manifestó  hidropesía con hinchazón de pies, manos y cara. El médico pidió condiciones higiénicas.  Se dispuso llevarlo al Hospital Militar el 1 de marzo. Sin embargo, esto no se efectuó.

Así, en un verdadero martirologio, el procesado falleció, según las autoridades, el 12 de julio de 1873. 

Sin embargo, en Gualeguaychú  obra en el libro de Defunciones de la Parroquia San José, a folio 176, el Acta firmada por el Presbítero Julián de Yarza.  En ella se afirma que el 16 de julio de 1874 fue sepultado José María Mosqueira, fallecido el día anterior de un ataque, a los 47 años, sin auxilios espirituales (5).

En ningún momento se tuvo noticia de que hubiere abandonado la cárcel de Concepción del Uruguay.  

La soledad, la impotencia, la sordidez apretaban la vida de los prisioneros de una época en la que Entre Ríos soportaba, por años, un viento caliente de odios, de intriga, de olvido de sus mejores costumbres y de sus mejores sentimientos, acosada por intereses que más de una vez sus hombres estaban lejos de penetrar, como que hasta se vendían a quien les asegurara alguna prebenda.

No se elegía la forma de vivir,  ni la de morir.

Patio de Honor del Palacio "San José"

OTROS APORTES 

El profesor Manuel Macchi, en un artículo publicado en la Revista SER,  iluminó el tratamiento de este tema sobre todo a los pasos que siguió Mosqueira  luego del asesinato de Justo José de Urquiza.

Tras analizar la personalidad de cada uno de los asaltantes, informa que José María Mosqueira fue detenido por Wenceslao Taborda al bajar de la canoa, luego de cruzar el río Gualeguay el 21 de abril. Le tomó declaración inmediata. 

Portaba cartas en las que López Jordán “agradece la cooperación decidida que ha prestado” e instruye sobre los preparativos que hará en el departamento Gualeguaychú para rechazar a las fuerzas nacionales. 

"inmediatamente de recibir ésta pondrá Usted en la libertad al Mayor Don José María Mosqueira y también sin pérdida de tiempo se me incorporará en Calá con sus fuerzas” (...) 

El entonces gobernador de la provincia, don Ricardo López Jordán otorgaba a Mosqueira el grado de Mayor.

Ante el cariz de los acontecimientos y respondiendo a sus convicciones de lealtad,  Wenceslao Taborda desobedeció la orden de su superior. Remitió a Mosqueira a Paraná y lo puso a disposición de los efectivos nacionales.

El 4 de mayo fue enviado a Buenos Aires con otros presos que tenían distintas causales. Ante la situación convulsa de Entre Ríos, se creyó mejor que fuera juzgado allí.

El 28 de junio los vecinos de Gualeguaychú peticionan en favor de la libertad del inculpado.

Dolores Costa de Urquiza pidió que no se liberara a Mosqueira.

Fue trasladado a Concepción del Uruguay. El proceso al Mayor Mosqueira comenzó el 16  de agosto de 1871. Había pasado más de un año de su detención y ya se había sofocado el primer levantamiento jordanista.

El juicio concluyó en 1874.

El abogado defensor fue el Dr. Juan A. Mantero.

C. del Uruguay: la Plaza Ramírez cuando estaba rodeada por un cerco en su centro . La hermosa pirámide, monumento a la memoria de Don Francisco Ramírez.

SIN SENTIMIENTO ALGUNO 

En "Relatos del tiempo viejo", Roberto  Cunninghame Graham describe: 

(...) La muerte de Urquiza había dividido la provincia en dos bandos hostiles y, colorados y blancos, locos y enfurecidos, recorrían el campo, evitándose por lo general, pero peleando furiosamente cuando las circunstancias los ponían frente a frente y no hubiera forma de escapar. Los prisioneros tenían poca suerte y aquellos que caían vivos en manos del enemigo, se arrepentían de no haberse guardado una bala (…) Nunca cruzó por la mente de nadie la hipócrita pretensión de tratar como amigo al enemigo caído.

El asesinato de  Urquiza liberó la manifestación de los bandos que se habían formado ya. 

Se produjo la revolución jordanista que ardió con mayor fruición cuando el Gobierno Nacional intervino la provincia.

Entre Ríos fue escenario de un juego de roles en el que participaron todos sus habitantes, mostrando un colorido drama, confuso si lo queremos ordenar por los cánones comunes de nuestro sentimiento.

La actitud de Justo José de Urquiza en la última década de vida, después de Pavón, con acciones de evidente determinismo pacificador, fue calmando la llama de la admiración del pueblo que lo tenía como guía en sus expresiones federalistas.

La muerte de Justo José de Urquiza en su estancia de San José, fue la chispa que encendió los fuegos de aquellos bandos en pugna a los que muchas veces sólo separaba el filo de una navaja.

La suerte del Capitán José María Mosqueira, su martirologio, no sirvieron más que para mostrar la actuación de una justicia cargada de vicios, lenta, ordenada por muchos intereses. Ahora sólo exponemos sus escasos documentos que, como tantos otros casos, no alcanzan siquiera a mostrar nos el punto terminal de un pronunciamiento condenatorio o reinvidicador.

CITAS (1) LEGUIZAMÓN, Martiniano (1920) Rasgos de la vida de Urquiza. Buenos Aires  p 200(2) DUARTE, María Amalia (1974) Urquiza y López Jordán.  Buenos Aires Ed. Platero p 220(3) CHÁVEZ, Fermín (1957) Vida y muerte de López Jordán p 191(4) Ídem. P 197(5) LA NACIÓN, Buenos Aires, 30 de Septiembre de 1941. P 6 col 6 CONSULTADOSBOSCH, Beatriz (1980) Urquiza y su tiempo. Buenos Aires. EUDEBA.CHAVEZ, Fermín (1957) Vida y muerte de López Jordán. Buenos Aires. Theoría  2° Edic.CUNNINGHAME GRAHAM, Roberto (1955) Relatos del tiempo viejo. Buenos Aires. Ed Peuser.EL CENSOR, Gualeguaychú 7 de noviembre de 1933LA NACIÓN, Buenos Aires, 30 de septiembre de 1941.LEGUIZAMÓN, Martiniano (1920)  Rasgos de la vida de Urquiza, Bs. As. DUARTE, María Amalia (1974) Urquiza y López Jordán. Buenos Aires. Ed Platero.MACCHI, Manuel () En torno a la tragedia del 11 de abril de 1870.  Revista SER nº 9 y nº  10- P 113 - 131. Concepción del Uruguay.MACCHI, Manuel (1955) Urquiza, última etapa. Santa Fe. Ed Castellví.PEREZ COLMAN, César B (1936) Historia de Entre Ríos T IIIREGISTRO DE LA PROPIEDAD INMUEBLE, Gualeguaychú, Testamento de D. José Pascual Mosqueira, 1841. Alcalde D. Martin HalliburtonREULA, Filiberto (1970) Hist. de Entre Ríos T. III Santa Fe. Ed Castellví.SCHAUMAN, Francisco (1968)  Las montoneras de López Jordán. Buenos Aires. Ed Cadel.VASQUEZ, Aníbal (1940) Caudillos entrerrianos T. II. López Jordán Buenos Aires. Ed Peuser.

DANIEL ELIAS, DESCRIBIENDO CON EXALTADA BELLEZA

(Segunda Parte)

La Rabona 

Acontecía a veces que el cielo amanecía descaradamente claro. La mañana, fresca y linda, emparvaba en las veredas el trigo rubio del sol. Flotaba por allá una nubecita blanca y leve, como un pañal del inocente día. Una brisa trivial de primavera esparcía por ahí un suave olor de duraznero en flor. A lo lejos el Uruguay era un loco hervidero de colores.

Era, pues, una mañana espléndida, y como también ocurrió que la noche anterior la luna nos dio en el alma y no nos dejó estudiar, resolvimos con Villagra... (¡Oh, compañero mío inseparable de todas mis correrías! ¡Quién te viera por ahí convertido en sabueso de rateros! ¡Tú, Villagra, tú, que de casualidad y por milagro no le robaste al alba su lucero mientras que el sol dormía).  Pues resolvimos ambos, ¿te acuerdas? hacernos la rabona y largarnos por ahí con nuestra fresca juventud por guía. De dos en dos salió la fila fraternal rumbo al Colegio, y al llegar al Café de las Cuatro Naciones, frente al Centro Comercial, nos escabullimos dentro. Y siguió la caravana su camino sin advertir nuestra ausencia, de la propia manera que la Vida no vuelve los ojos hacia atrás para llorar a sus muertos. Escribía entre tanto la campana su poema de bronce en el espacio, y allá nos fuimos, ¿recuerdas? bebiendo luz de sol y recorriendo calles! 

(Nota interesante: Rivoira es hoy rentista, usa una gorra de almirante y juega al ajedrez. Siempre se acuerda el gringo de aquel macé que ensayaste con tan mala suerte, que hundiste el taco en el paño y fue a salir por el otro extremo de la mesa. ¡Pobre Rivoira!)

La Serenata 

¡Oh, la ruidosa juventud aquella, que vivía su edad a todo trapo sin vanidad ni petulancia, y sin la incómoda preocupación ridícula de que la convulsión espontánea de una risa echara a perder el moño de la corbata impecable!

Que tenía un trajecito por año y un cigarrillo para un par de días, pero que no obstante ello solía encantar su franciscana miseria con las volutas fugitivas de algún efímero alcai, o con gloria, -fugitiva y efímera también-  de un deficiente soneto.

Que si algún compañero en trance de noviazgo necesitaba una ayuda, ahí estaban siempre dispuestos los artistas de la cofradía, que improvisaban una serenata con dedicatoria y todo, y ¡allá iba la farándula revuelta y juvenil pisando luz de luna y ahuyentando perros, y en cada reja del barrio dejaba la muy melódica su do-re-mi-fa-sol!

Oh, la lírica orquesta calumniada! No faltaron viejas desagradecidas que echaron a volar la especie de que, mientras los unos en la vereda brindaban su sinfonía, los otros por el portón se alzaban con las gallinas. Así pagaron ciertas madres rezongonas, en vil moneda de murmuración y escarnio tantas corcheas y tantos bemoles que en sus alas el céfiro llevó!

Gemían las guitarras y lloraban los violines bajo la luz de plata de la luna. Algún tapial cercano olía a madreselvas y a glicinas. Más allá una pareja de gatos alardeaba su amor a todo grito. Sonaba una hora en el reloj hierático. Pasaba por la esquina algún peatón trasnochado, que al observar aquello se detenía un momento y continuaba luego su camino. 

Se entreabría de pronto la ventana; sonaba adentro un "muchas gracias!" femenino y soñoliento, y a continuación venía la dedicatoria confiada al más ladino, limada, ampulosa, con derroche rebuscado de palabras bien sonantes: nereidas y sílfides y ondinas y miríficos arpegios impolutos, y cien más por esta laya.

Ocurría a veces que un mal intencionado encendía un fósforo y lo arrojaba adentro. Se operaba una breve dispersión de pies desnudos, y quedaba en las retinas la imagen deliciosa de alguna pantorrilla fugitiva.

Con la dulce guiñada del lucero volvíamos a "La Fraternidad". Ahí, sobre uno de los bancos del zaguán, dormía Camilo con su perro regalón y su linterna al lado. Alguien, por chiste, le palpaba el muñón del brazo ausente, y aquel hombre triste y bueno correspondía a la broma con su sonrisa habitual.

Allá en los dormitorios nos esperaba la cama, resignada y tibia como una querida pobre. Venía luego el sueño reparador y tranquilo, y a su conjuro mágico alguien se forjó la ilusión ingenua y juvenil de ser más tarde poeta. Al otro día, con el toque inicial de la campana, íbamos al Colegio como a una misa laica. A su frente y cara al sol solía estar Millán, como un labriego feliz junto a su mielga. Las normalistas saludaban al pasar y como nuestro personal docente era entonces exclusivamente masculino, nos gustaba ver esas lindas caritas empolvadas, y esa coquetería matinal y fresca, y esa gracia recatada del tobillo que hogaño no se ve. Como hoy el Colegio se halla colmado de mujeres bellas, las otras de la acera han perdido mucho del encanto hechicero que tenían.



OH, EL AMOR...


Pablo J. Daneri

(Pebete)

SINFONÍA PASTORIL

 

Se abre un signo de dicha en mis quimeras

al contemplar los huertos campesinos

y el lento trabajar de los molinos

en la quietud amable de las eras.

 

El corazón de voces lastimeras

se llena recorriendo los caminos,

y el alma vagabunda de los linos

sublimiza las horas placenteras.

 

En el cristal de la pupila, leve,

una lágrima ausente se conmueve,

y la nostalgia azul de los afectos

 

que invade los repliegues de mi alma,

salpica de perfumes y secretos

la suave brisa de la tarde en calma. 

 

Pablo J. Daneri (Pebete)

CVADERNOS


le pregunta y

el Profesor

ALMEIDA

responde

LA CARTA DE SHEATL

PARTE II




Continuamos leyendo la histórica carta que el Jefe Sheatl, de la tribu piel roja Suwanish enviara al Presidente de los EE. UU  Franklin Pierce (1853/57) 



“(...) Si os vendemos nuestras tierras, deberéis recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son vuestros hermanos y hermanos de vosotros; deberéis en adelante dar a los ríos el trato bondadoso que daríais a cualquier hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser.

Le da lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega en la noche a sacar de la tierra lo que necesita.

La tierra no es su hermana sino su enemigo.

Cuando la ha conquistado la abandona y sigue su camino.

Deja detrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe.

Olvida la sepultura de su padre y los derechos de sus hijos.

Trata a su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como si fuesen cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fuesen corderos y cuentas de vidrio.

Su insaciable apetito devorará a la tierra, dejará tras sí sólo un desierto.

No lo comprendo.

Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra.

La vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja. Pero quizás sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje, y no comprende las cosas.

No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde pueda escucharse el desplegar de las hojas en primavera, o el rozar de las alas de un insecto.

Pero quizá sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas. ¿Y qué clase de vida es cuando el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la laguna?

Soy hombre de piel roja y no lo comprendo.

Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la cala del lago y el olor del mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la fragancia de los pinos.

El aire es algo precioso para el hombre de piel roja porque todas las cosas comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el hombre.

El hombre blanco parece no sentir el aire que respira.

Al igual que un hombre muchos días agonizante, se ha vuelto insensible al hedor.

Mas, si os vendemos nuestras tierras, debéis recordar que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que sustenta.

Y, si os vendemos nuestras tierras, deberéis dejarlas aparte y mantenerlas sagradas como un lugar al cual podrá llegar incluso el hombre blanco a saborear el viento dulcificado por las flores de la pradera.

Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras.

Si decidimos aceptarla, pondré una condición: el hombre blanco deberá tratar a los animales de esta tierra como hermanos...  


... Concluye en  CUADERNOS Nº 106 

INVESTIGACIÓN Y TEXTOS. Nati SarrotCarpetas de Andrea SAMEGHINIJEFE DE REDACCIÓN: Marco Aurelio RODRIGUEZ OTEROREDACTOR INVITADO: Fabián MAGNOTTACOLUMNISTAS: Prof. Manuel ALMEIDA - Carlos M. CASTIGLIONEAurelio GOMEZ HERNANDEZ
Digitalización: Museo "Casa de Haedo" :  Natalia Derudi - Danilo Praderio - Pilar Piana - Marianela Muñoz.Edición y OCR del texto: Patricio Alvarez DaneriTRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI – Agosto 2021- DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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