Sus días y su que darse en el Gualeguaychú natal
Si Pehuajó guardaba las estancias de sus mayores, Gualeguaychú, la ciudad tranquila y pulcra, con sus patios llenos de plantas, y la casa de los abuelos paternos y maternos (los Cinto) Y las de sus amigos ¡y su hospitalidad!
"¡Ay qué bonita tierra mía! / ¡Si me dan ganas de llorar! ¿Quién que te vea / no te ha de amar?... Cómo comparar una mañana de primavera con otra de cielos distintos ¿Donde está la que pueda contigo, mañana de Gualeguaychú?... Cómo me gustas mañanita, así de verde, oro y rosa".
Los viajes a Gualeguaychú o su vuelta pueden ser en tren con el cruce del Paraná en el Ferry Boat o en el vapor por el Uruguay. Los dos tienen la alegría de venir y la nostalgia al irse, siempre. Aquí la esperan los que están y los que no han ido a esperarla.
Aún la recuerdan, los que ya cuentan los setenta o más: hermosa, de belleza clásica, alta y delgada, caminando las calles, en la Biblioteca Sarmiento o en el Magnasco, al lado de la pequeñita gran amiga Ana Etchegoyen, con D. Luis, o Arigós, o un grupo de alumnas del secundario escuchándola en una charla.
Si, podemos verla igual que el grifo lloroso donde beben las avispas de talle ajustado y a las transparentes", porque como ella decía, o dice "¡Qué importancia tiene el tiempo por el tiempo mismo, si se lo despoja de lo que corre por dentro? ¿Qué es el hueso sin el nervio y la médula? ¿Qué valor tendría una eternidad en la que nunca sucediese nada?..."
Elvira Cepeda de Bugnone la conoció en la Sarmiento cuando cursaba el secundario. Surgió de ahí una comunicación epistolar.
Así como con D. Luis, Anita, y muchos amigos, H.M.R. mantenía cálida frecuentación epistolar. Les participaba de sus obras enviando, dedica dos, sus libros. Su papel de cartas, identificado con sus iniciales en relieve, y su letra elegante, vertical, en la que las mayúsculas se extienden como sosteniendo la estructura de la palabra.
En aquel timbrado escribió a máquina, el cuento de Hadas "Magnolia" que envió a Luis Doello Jurado en su original (obra en la Biblioteca Sarmiento).
Igualmente dedicados a Ana Etchegoyen, sus poemarios (en el Instituto Magnasco) y el ejemplar de "La planta en su terrón" obsequiado a Elvira C. de Bugnone, prosa, que como en trazos de bella construcción y colores fieles, nos renueva tanto de nuestra zona, de las costumbres de una época, con los tonos, propios, pintura que nos ha dado mucho de la autora y en especial de su forma de sentir y su cariño por el lugar. Allí nos dibuja "El potro blanco, crines y cola flotando en el aire caliente" o cómo se ve el suelo bajo las ruedas del breack que la lleva a Pehuajó Norte, o "la belleza del campo en la hora del atardecer, que es como flor que quisiera hacerse paso a través de la carne y el hueso, la que surge, crece, ábrese portentosa y a pesar de su levedad, duele oh Dios, cómo duele!">